Ciertamente que, a veinticuatro horas de la consulta celebrada en Barcelona, las reacciones que han causado los espectaculares, por inesperados, resultados sobre la participación, son más bien escasos, sobre todo en la prensa de Madrid. Parece como si un sudor frío recorriera el cuerpo de los tertulianos y pseudo-periodistas al uso, sorprendidos, anonadados, por lo sucedido en Barcelona. Su única arma defensiva consiste en silenciar, en manipular y en mofarse ante lo acontecido, sabedores de las consecuencias que a corto y medio plazo acarreará para España.
Decir que el ochenta por ciento de los barceloneses muestran su adhesión a España, es cuanto menos, además de falso, notablemente exagerado. ¿Creen sinceramente lo que afirman, o más bien afirman lo que quisieran que sucediera?. No parece una buena política comunicativa retorcer la realidad, con el único objetivo de ofrecer a los españoles una visión sobre lo que está sucediendo en Catalunya absolutamente sesgada, falsa. Así no solo están ocultando la realidad a sus paisanos. Mucho peor. Están ofendiendo a centenares de miles de catalanes, que han votado, han aportado recursos económicos, tiempo, esfuerzo, ganas e ilusión, con la intención de contribuir con su grano de arena para la pronta consecución de la plena soberanía de su país.
Ignorar y ocultar la consulta es lo peor que puede ocurrirle a la sociedad española, porque impide que se hagan una composición de lugar exacta sobre el futuro político de España, a corto plazo. Como ha sido nefasto esconder y falsear a esta misma sociedad, la real e inmensa contribución económica y política que Catalunya ha aportado, sin límites, a un estado que en lugar de gratitud, solo ha mostrado desprecio, insultos, racanería y mentiras hacia los catalanes. Es esta actitud de las élites madrileñas las que han causado que muchos ciudadanos españoles vean en los catalanes como un puñado de personas caprichosas, egoístas, insolidarias, que solo hablan catalán para fastidiar y que, como dijo algún conspicuo líder andaluz del partido popular, "los catalanes quieren robar el dinero a los andaluces y quieren imponer el catalán para ocupar un puesto de trabajo".
La reacción en los medios catalanes, en general ha sido más ecuánime, más ponderada, aunque con algunas máculas muy evidentes. Decir que "más de 257.000 barceloneses votan a favor de más soberanía" es tan inexacto como afirmar que la manifestación de 10 J no fue clamorosamente pro independentista. El grupo Godo arrima el ascua a su sardina y transforma un acto pura y llanamente soberanista, en algo parecido a un aquelarre pro pacto fiscal y pro autonomista "de máximos". Nada más lejos de la realidad.
Lo que realmente denotan las reacciones descritas, no es sino el grado de frustración que invade al unionismo catalán y al centralismo español. No aceptan que la realidad va por delante de ellos. No entienden que apelando a la división civil, al desapego, al miedo, al guerra-civilismo no lograrán torcer la firme voluntad de una mayoría de ciudadanos que ya han tomado una grave decisión: la única solución a los problemas de los catalanes, pasa por alcanzar la plena soberanía, la independencia de Catalunya. Lo antes posible.
Quiero terminar dando las "gracias" a los unionistas, tanto españoles como catalanes, por el inmenso y productivo trabajo realizado a favor de la independencia de Catalunya en estos últimos años.Sin su inestimable concurso, la labor hubiera sido mucho más ardua y lenta. Gracias.
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