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dijous, 7 d’abril del 2011

EXPOLIO ILIMITADO, DISCRIMINACIÓN PERMANENTE.

Es evidente, a estas alturas, que el objeto de mis escritos no es otro que contribuir, aunque sea modestamente, a propagar el sentimiento independentista en aquellas personas que no teniendo al catalanismo como uno de sus principales motores políticos, ni el idioma y la cultura catalana formen parte de su identidad, compartan con el resto de ciudadanos las inquietudes, las esperanzas y anhelos, en definitiva, Catalunya como sustrato en el que nacer, crecer, vivir y finalmente morir.

Es pues a los ciudadanos catalanes de orígenes y procedencias diversas, a los que van dedicados los pensamientos, las reflexiones, las críticas, las sugerencias que vengo realizando, con un único objetivo: hacer ver que la solución a los múltiples problemas que tenemos, tanto a nivel individual como colectivo, pasa indefectiblemente porque alcancemos la plena soberanía. La libertad, la independencia de Catalunya, significa la libertad e independencia de los ciudadanos catalanes, tanto a nivel particular como colectivo. No podemos continuar pensando que la realidad española es la que más conviene a los catalanes. Es España la que se queda, año tras año, con 22.000 millones de euros de nuestros impuestos que son sistemáticamente empleados fuera de Catalunya, en nombre de una falsa solidaridad. España y los españoles no pagan nada a los ciudadanos catalanes. Todo, absolutamente todo lo que invierte el Estado -poco y mal-, en Catalunya, sale de los impuestos que los ciudadanos catalanes pagan cada año y además, este estado que impone deberes, que oprime, que malgasta, que no invierte con criterios económicos y sociales, sino políticos y con afán de poder y control, este estado, repito, además se queda con el 10 por ciento de la riqueza que los ciudadanos catalanes producen. Es pues así como este déficit fiscal catalán es utilizado en construir autopistas libres de peaje, lineas de alta velocidad deficitarias, aeropuertos beneficiados y protegidos de cualquier competencia y todo ello, fuera de Catalunya, para mayor gloria del insaciable y voraz apetito que el clientelismo del partido popular y del partido socialista, se han encargado de sembrar entre los españoles, ciudadanos de primera, por derecho de conquista y explotación de las colonias internas, como es Catalunya.

No solo cuestiones económicas deben ser tenidas en cuenta a la hora de abrazar la causa independentista. La discriminación que sufrimos, en tanto que catalanes, por parte del Estado Español, alcanza a las más diversas realidades cotidianas. ¿No es cierto que la gran mayoría de inspecciones fiscales que la Agencia Tributaria realiza son efectuadas en Catalunya?. ¿Acaso es falso que jamás se ha llegado a ejecutar el cien por cien de lo acordado en los presupuestos del estado, referido a las inversiones en Catalunya?.¿No son los museos madrileños los únicos beneficiados con los pagos de impuestos en obras de arte?.¿Se reconoce en España que los fondos de pensiones acumulados, provienen fundamentalmente del superávit que se produce en las aportaciones de trabajadores y empresas catalanas?.

La discriminación que sufrimos los ciudadanos catalanes alcanza a personas, empresas e  instituciones. Se extiende al campo económico, fiscal, cultural e idiomático. Alcanza a la red viaria, al ferrocarril, puertos y aeropuertos, a la red eléctrica. Influye negativamente en las necesarias inversiones en sanidad y educación. El expolio que sufren los ciudadanos catalanes no tiene parangón en Europa ni en el resto del Mundo.

Ya va siendo hora que encaremos el futuro. La realidad acaba imponiéndose. No podemos seguir lamentándonos sin que intentemos defender nuestros derechos, sin protestar, ni exigir justicia. La situación actual solo se verá resuelta cuando la mayoría de ciudadanos catalanes optemos por la independencia. Solo la misma soberanía que disfrutan las naciones europeas, será garantía de justicia, libertad y prosperidad para los catalanes. Solo la independencia, la soberanía y la libertad de Catalunya permitirá a sus ciudadanos vivir mejor y ser más felices, aunque solo sea porque hayamos soltado la pesada carga que representa España, una, grande y libre, treinta y cinco años después de la muerte del dictador del que sobrevive su legado hipernacionalista, excluyente y opresor, que las élites (franquistas) madrileñas ejercen,  ahora ya, sin pudor ni recato, con soberbia y altanería. Basta ya.              

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