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divendres, 29 de novembre del 2013

LA SUGERENCIA DE LA ANC ANTE LA ESTUPIDEZ DE LOS PARTIDOS.

La última encuesta publicada por el Centro de Estudios de Opinión, sobre una muestra de 2.000 entrevistas telefónicas, arroja unos resultados notablemente reveladores. El 54,7% afirman que votarían a favor de la independencia. El 22,1% lo harían en contra. Un 15,7% de los encuestados se abstendrían. El 4,9% no sabe o no contesta. Trasladando estos resultados a la celebración de un referéndum, el Si a la independencia cosecharía alrededor del 65% sobre el total de votos emitidos.

Las fuerzas políticas catalanas con representación parlamentaria, en cumplimiento de una resolución aprobada en el pleno, se hallan negociando tres cuestiones fundamentales sobre el ejercicio del derecho de los ciudadanos a decidir el futuro de Catalunya. 1) El procedimiento legal para asumir la competencia de convocar la consulta (bien a través del Parlament, o de los grupos parlamentarios con representación en las Cortes), ahora en poder exclusivo de las instituciones españolas . 2) El contenido de la pregunta sometida a votación popular. 3) La fecha de celebración del referéndum.

Ante este incierto y tenso panorama, afloran toda suerte de miedos, miserias, cinismos e hipocresías. Determinados grupos políticos están utilizando los procedimientos legales como excusa para dilatar las negociaciones y en consecuencia el proceso de forma indefinida. Algunos abogan por formular una pregunta ambigua, cuya respuesta sea discutible o cuanto menos reinterpretable. Otros proponen que no se pregunte directamente por la independencia, sino por estado propio, o soberano, o federal; incluso pretenden formular más de una pregunta como si se tratara de una simple encuesta... El miedo escénico se está apoderando de aquellos que en realidad nunca han querido asumir seriamente el clamor expresado, en la calle y en las urnas, con tanta claridad y contundencia por la gran mayoría de ciudadanos. Los pusilánimes pretenden hacer valer su posición minoritaria como si se tratara de ejercer el derecho a veto frente las demandas de las mayorías, en aras del consenso, de la unidad de acción y de un impostado posibilismo. Los cínicos utilizan eufemismos como si se tratara de sólidos argumentos para intentar frenar las aspiraciones independentistas y reconducir los anhelos mayoritarios hacia posiciones obsoletas, caducas, del tipo estado autonómicofederal o confederal. Por cierto, rotundamente fracasado el primero y los dos últimos imposibles de asumir por España. Los hay que proponen modificar la Constitución (¿?) para acomodar a Catalunya (déjà vu) dentro del Estado español  y sometida a él. El colmo de la desfachatez corre a cargo de los que piden un nuevo sistema de financiación como panacea ante la deriva soberanista (¡a buenas horas mangas verdes!); así como impulsar una regeneración política y ética (necesaria en cualquier caso) de partidos e instituciones; o afirman desinhibidamente que nada puede cambiar, "porqué estamos en crisis". En definitiva, utilizan la posible pregunta y respuestas como mera coartada para que los cambios sean mínimos o no lleguen a consumarse. O se sirven de vulgares subterfugios, con la vana esperanza de evitar el pre-anunciado encontronazo traumático entre España y Catalunya. Es decir, entre Constitución y legitimidad democrática.

No resulta extraño que ante este guirigay parlamentario, la Asamblea Nacional Catalana, capaz de movilizar a millones de personas y principal impulsora de los dos últimos Once de septiembre, se permita pedir a los partidos que apoyan la celebración de la consulta, que aceleren las conversaciones y los pactos entre ellos, convoquen el referéndum antes de seis meses y aprueben una pregunta clara, concisa y directa. La ANC propone que se pregunte: "¿Quiere que Catalunya sea un estado independiente?".

Los distintos grupos parlamentarios no acaban de ser conscientes que están jugueteando con una exigencia política que no dirigen ni les pertenece. No entienden que el 80% de la población catalana que se manifiesta a favor de celebrar un referéndum de autodeterminación, y los más de dos millones de ciudadanos movilizados para conseguir la independencia de Catalunya, no sentimos miedo escénico ni aceptamos el cinismo, el sectarismo o la cobardía como pautas de actuación, tan impúdicamente mostradas por los principales partidos que participan en el proceso soberanista. ¿Realmente creen que su egoísmo partidista prevalecerá sobre la voluntad de la mayoría?. ¿El veto de las minorías pusilánimes e hipócritas debe imponerse al resto de actores, en aras del consenso y la unanimidad?. ¿Acaso se quiere evitar el choque de trenes cuando este ya se ha producido?. Si así fuera, el trauma causado entre Catalunya y España no desaparecería, se incrementaría. El daño ya está hecho. Las opciones están decantadas. Las decisiones a tomar no pueden depender ni de minorías inamovibles, ni de procedimientos y textos legales restrictivos, cuya aplicación nos ha abocado precisamente a la crítica situación que actualmente sufrimos. Crisis no solo de naturaleza política. También en materia económica y social.

El trabajo de las formaciones políticas, en las presentes circunstancias, no puede ser otro que acompañar a los ciudadanos en la consecución de nuestras legítimas reivindicaciones. Deben procurar que recibamos toda aquella información veraz que necesitamos para decidir con acierto sobre las dos únicas alternativas que en realidad existen: Continuar sometidos a los intereses y designios políticos de España, o por el contrario, optar por la independencia de Catalunya. Sumisión o libertad, esta es la cuestión. Sin  absurdos eufemismos ni renuncias. Caso de no entenderlo así, se arriesgan a perder el favor, fidelidad y empatia de la mayoría de sus respectivos votantes. Este desdén alcanzará a todos los partidos. A los que quieren la independencia y a los que no. A los osados y a los cobardes. A los sinceros y a los hipócritas. Tanto catalanistas como españolistas. Absolutamente todos serán postergados por los ciudadanos... Porque sus hipótesis y planteamientos, por el momento, son erróneos y perniciosos. Y en consecuencia, perjudican a la gente.

Los 11 de septiembre de los últimos años, entre 1,5 y 2 millones de catalanes salimos a la calle exigiendo la independencia de Catalunya. Cuanto antes se consiga, mejor. No más allá del 2014. No pedimos ni un estado propio, ni uno federal. Queremos votar Si o No a una sencilla pregunta, similar a la planteada por la ANC: "¿Quiere que Catalunya sea un estado independiente?". Si la pregunta que consensúan no contempla implícita y explícitamente la independencia, errarán; si dilatan la convocatoria más allá del 2014, zozobrarán; y si someten la celebración del referéndum a la buena voluntad y disposición del Gobierno de España (lo que garantizaría la no convocatoria del mismo), se hundirán y serán sobrepasados y pisoteados por la gran mayoría de catalanes que, incansables, proseguiremos nuestra marcha. No iniciamos el difícil camino hacia el derecho a decidir, a favor (la mayoría) o en contra (la minoría) de la independencia de Catalunya, para que cuatro achantados petimetres desperdicien nuestros esfuerzos e ilusiones. En circunstancias parecidas de tiempos no tan lejanos, los ciudadanos salían a las calles para obtener justicia, libertad, verdad y lealtad de sus dirigentes. Se originaban revueltas y disturbios difíciles de controlar. ¿Acaso desean que estalle la revolución en Catalunya?.... ¡Por Dios bendito!. ¡Hagan Política, en mayúsculas!. ¡Olviden sus intereses y miserias partidistas!. ¡Aparten del proceso soberanista las envidias electoralistas!. ¡Respeten a las minorías, pero no a costa de la voluntad de las mayorías!. Y si son incapaces de brindar a sus votantes (recuerden: 80% de la población a favor del derecho de autodeterminación) aquello que les demandan, ¡váyanse a su casa y no provoquen más frustración y cabreo a la mayoría de la población!. Aquellos que deseamos la independencia votaremos afirmativamente. Y a día de hoy, ganaríamos. Si desgraciadamente ganaran los votos negativos, se plantearían para los pírricos vencedores nuevas oportunidades para seguir mareando la perdiz inútilmente durante unos cuantos lustros más, con los recalcitrantes conservadores y los falsos progresistas españoles, previsiblemente con tan magros resultados como los cosechados hasta el presente... Pero tanto los favorables al Si como los del No acataremos la voluntad de la mayoría ganadora. Al fin y al cabo, creemos en los principios democráticos y en la legitimidad de nuestra causa soberanista, puesto que votar (a favor o en contra) es ejercer también la soberanía. Esto no nos lo quitará nadie. Está por encima de constituciones, jueces, formaciones políticas y gobiernos. Y por encima de políticos medrosos.



dimecres, 20 de novembre del 2013

EL REFRANERO Y EL NACIONALISMO ESPAÑOL.

Uno de los argumentos utilizados por los más recalcitrantes españolistas (que no se reconocen como tales), consiste en afirmar que la lengua valenciana (y el mallorquín, fragatíno, alguerés, etc.) es (son) un idioma distinto al catalán. Consideran que defender este sinsentido es una fórmula inteligente que permite dividir y combatir lo que califican como pan-catalanismo imperialista propio del nacionalismo. Este descomunal despropósito contrario a la unidad de la lengua catalana, unidad defendida por renombrados lingüistas y filólogos, literatos y académicos, universidades y distintas instituciones concernidas del mundo de la música, la economía y la historia en particular y de la cultura en general, no es más que un patético intento político para tratar de destruir y menospreciar el dominio lingüístico catalán, con la sana intención de conquistar nuevos territorios y gentes para mayor gloria y esplendor del idioma castellano. En defensa de sus tesis no se avergüenzan de hacer el ridículo hasta la auto-caricatura. Por ejemplo, las Cortes de Aragón han aprobado hace pocos meses el nacimiento de una nueva lengua, el lapao, hablada en la franja limítrofe con Catalunya. Los naturales de la Franja, de secular habla catalana, califican a su lengua como una variante del catalán. Utilizan la gramática y ortografía catalanas. Se saben y sienten aragoneses catalano-parlantes. Pero los políticos de la ultra-derecha de Aragón que ahora gobiernan la comunidad, no quieren (ni aceptan) que en su tierra se hable el catalán. Por tanto, nada mejor que cambiar el nombre del maldito sujeto que provoca su incontenible ira (el catalán) y alumbrar el inefable lapao (lengua aragonesa propia del área oriental). Y así, el honor y gloria de Aragón han sido convenientemente restituidos.

Más hete aquí que el ejemplo del nacionalismo español ha fructificado allende los mares. Pero... ¡ailás!. En esta ocasión la víctima lingüística es el idioma castellano (español). En un manifiesto titulado Por la soberanía idiomática firmado por un buen número de filólogos argentinos, se reclama el derecho de Argentina y del conjunto de América latina de no aceptar la autoridad de la Real Academia Española: "España tiene todo el derecho del mundo a tener una política de Estado en relación a la lengua; lo insólito es que nuestro país (Argentina) no la tenga...". "Cuando el rey Juan Carlos le dice al director del Instituto Cervantes y expresidente de la Real Academia: "¡Ocúpese de América!", nosotros conocemos bien la naturaleza de esta ocupación". Definitivamente, se ha iniciado la batalla contra el pan-nacionalismo lingüístico español, que es percibido como un auténtico caballo de Troya al servicio de un renacido neo-colonialismo hispano. Y así, el mundo mundial verá florecer un sinfín de nuevos y jóvenes idiomas, como es el argentino; y también el mexicano, cubano, chileno, peruano, etc...Y andaluz, extremeño, canario, cántabro... ¡en la mismísima Piel de Toro!. "Donde las dan, las toman", podría decirse. Nunca un refrán adquirió tal grado de verosimilitud.

Esta antigua máxima debería ser tenida en cuenta por el ex-presidente español, Jose Maria Aznar López. Este atávico hidalgo castellano, ya retirado de la política activa pero machaconamente nostálgico de glorias pasadas, suele pontificar sobre Catalunya y los catalanes con formas y maneras notablemente ruines. En su opinión "cualquier tiempo pasado fue mejor" (y si este tiempo fue el suyo, mejor que mejor), por lo que si continuase siendo jefe del ejecutivo de España actuaría contra el proceso soberanista catalán aplicando agresiva y contundentemente la legalidad vigente (o derogada) con todas sus consecuencias, por más injustas y desproporcionadas que estas fueran. Concretamente, exige que se restablezca la ley aprobada bajo su mandato (actualmente revocada) que penaba con cinco años de cárcel la convocatoria de un referéndum aparentemente ilegal. Se trata de aplicar aquella norma ad hominem (destinada a llevar entre rejas al lehendakari Ibarreche), haciéndolo contra el M.H.S Artur Mas i Gabarró "por querer desbordar la legalidad y romper el país". Existe un dicho catalán que traducido viene a decir: "De puerco y de señor se llega a ser por naturaleza". Tal es el caso del señor Aznar, si cambiamos señor por demócrata, lo cual permite mayor atino en la descripción del sujeto en cuestión. Este personaje no cesa de abominar contra Catalunya, pues no se corta ni un pelo cuando hace reiterados llamamientos al enfrentamiento civil entre los ciudadanos catalanes: "antes se romperá Catalunya que la unidad de España"... ¡Jo, macho!"Cree el ladrón que todos son de su condición". Aquellos que viven amargados, en perpetuo mal humor, son agoreros y adustos nacionalistas, y rinden pleitesía a la mezquindad y al cinismo, tienen tendencia a pensar que todo el mundo es como ellos... ¡Pués no!. Muchos no saben lo que es tener mala leche. Y tener mala leche (o mala uva) es propio y habitual de este desvencijado hidalgo castellano, que jamás alcanzará el paraíso de los inmortales. Además, resulta inútil demandar al presidente Rajoy que pare los pies a las amenazas de Aznar (y adláteres) pues es de dominio público la actitud que tiene el registrador de la propiedad más popular que los tiempos han conocido, sustentada en un principio inamovible: esconder la cabeza bajo tierra como los avestruces y esperar a que escampe, todo el tiempo que sea necesario.

Cristobal Montoro, actual ministro de Hacienda, es el personaje más incomprendido que existe en la España de nuestros días. Cree firmemente en el viejo proverbio que reza: "Quién paga, manda". En su caso, paga con dinero ajeno procedente de los impuestos succionados especialmente de bolsillos catalanes. Por más que intenta convencernos que és el gobierno del PP y en consecuencia el Estado español, quién sale en socorro de las maltrechas finanzas de la Generalitat, no consigue su propósito. Sabemos que los recursos que dá al govern son fruto del expolio previo a los catalanes cometido año tras año; recursos que no son en absoluto gratuitos. Todo lo que transfiere Madrit a Catalunya para que puedan pagarse facturas atrasadas a farmacéuticos, o las deudas acumuladas a los hospitales, o nóminas de los funcionarios, etc. (el famoso Fondo de Liquidez Autonómico), es en calidad de préstamos gravados con sustanciosos intereses a favor de la hacienda pública española. El negocio para España es redondo. Presta el dinero de origen catalán, a los catalanes...¡y con intereses!. El ministro Montoro comulga con el pensamiento de los grandes financieros: "Para hacer negocios no se requiere ingenio, basta con no tener delicadeza". Ni escrúpulos. El problema que tiene este proceder es que durará hasta que Catalunya posea un Estado propio. Después de la independencia... ¿qué será de España, en manos de hidalgos vividores, anticuados y arruinados?. Ya no podrán afirmar lo que dice nosferatu Montoro (en un arrebato irreprimible de sinceridad): "Catalunya nos sacará de la crisis"... ¡Pues va a ser que no!. Al señor Montoro y semejantes les va como anillo al dedo un viejo refrán que reza: "Al que de ajeno se viste, en la calle lo desnudan".

En este breve repaso de refranes y dichos populares que describen fugazmente algunos rasgos característicos de distintas personalidades españolísimas, no podía faltar Mariano Rajoy Brey, actual presidente del Gobierno de España. ¿Que decir de Rajoy que no se haya dicho ya?. Cachazudo, parsimonioso, voluntariamente indeciso, tranquilamente inconmovible, maestro en disfrazar la verdad y ocultar las mentiras con gran naturalidad... Cuando dice (sobre el soberanismo catalán) que "espero que se imponga el seny y el sentido común" en realidad está diciendo que no se moverá ni un milímetro, como don Tancredo. "Después de cumplir el deber, el descanso es un placer", debe pensar. Amante de "ver los toros desde la barrera", opina que "quien bien está no se muda", en consecuencia avisa que "con la soberanía nacional y con los artículos 1 y 2 de la Constitución no se juega". Mariano Rajoy no duda en creerse sus propias fantasías cuando afirma que "Catalunya y España están unidas por cuestiones afectivas", mientras hace un llamamiento a "buscar nuestro lugar en el mundo, hemos de ser grandes porqué es la forma de pintar en el Mundo". ¿Grandes?... ¡Una, grande y libre!.... ¡Acabáramos!. Eso sí, siempre con permiso de los mercados. Y del BCE. Y de Merkel.

"Las riquezas no consisten tanto en la posesión de los bienes como en el uso que de ellos se hace". España ha poseído muchas riquezas en el pasado, pero se acabó. Malgastó los tesoros de América y explotó las colonias hasta que empezaron a incordiar con la soberanía y la libertad, pues los colonizados a su vez comenzaron a pensar por si mismo (pienso, luego estorbo -Forges dixit-). Los catalanes también pensamos y en consecuencia, queremos la independencia. No podemos seguir siendo explotados hasta la extenuación. No queremos ser considerados como la última colonia del Imperio Español, aquel en que nunca se ponía el sol. Sabemos que "Obrar es fácil, pensar es difícil; pero obrar según se piensa, es aún más difícil". Pero la independencia no es imposible. Y además, la necesitamos. Simplemente se trata de creer en los principios democráticos. Y los catalanes creemos firmemente en ellos, como Winston Churchill: "La democracia es el menos malo de los sistemas políticos"....¿Lo cree así España?. ¿O prefiere "quien bien está no se muda"?.











divendres, 15 de novembre del 2013

EL PSC Y EL MIEDO ESCÉNICO.

"El PSC ha decidido bajar del tren del derecho a decidir". Esta es la afirmación que hace el presidente Artur Mas ante las manifestaciones realizadas por Pere Navarro y adláteres a consecuencia de la Conferencia Política que el socialismo español ha celebrado el pasado fin de semana. Como era previsible, la cúpula del PSC ha reafirmado su vocación inequívocamente sucursalista y ha decidido ignorar los intereses y deseos mayoritarios de sus militantes y simpatizantes catalanes, en aras de alcanzar una aparente reconciliación definitiva y plena comunión ideológica con la formación madre española, el PSOE.

Así pues, el socialismo catalán ha decidido someterse definitivamente a los intereses de España. La desnortada cúpula del partido renuncia a sumarse a la abrumadora mayoría democrática que hace tan solo unas semanas aprobó una resolución parlamentaria, ¡con el concurso del propio PSC!, que instaba a la Generalitat a negociar con el Estado español la celebración de una consulta, la fecha de la misma y el contenido de la pregunta sometida a votación. Así lo están haciendo el resto de fuerzas políticas que defienden la convocatoria del referéndum. Pero los socialistas catalanes han decidido que su camino no discurre por la senda que conduce a preguntar la opinión de los ciudadanos, sino que pasa por abrazar una imposible reforma constitucional, que supuestamente ofrecerá un insustancial viso federalista al pétreo e inamovible texto español. Manifiestan un forzado, exagerado y exultante apoyo a favor de esta reforma, aunque son plenamente conscientes que resultará absolutamente baldío. Tanto el gobierno español como el Partido Popular ya se han negado a modificar la Carta Magna. Y lo han hecho reiteradamente, por activa y por pasiva. ¿Para qué, si los independentistas no se contentarían con ello?, se preguntan no sin razón. No debe olvidarse que el concurso de los populares resulta imprescindible para alcanzar la mayoría cualificada necesaria para aprobar cualquier enmienda o modificación del texto constitucional.

En realidad, los socialistas catalanes han tomado esta imposible reforma como mera excusa para distanciarse de la opinión mayoritaria existente en favor de la plena soberanía. Un escalofrío helado recorrió el cuerpo de algunos falsos progresistas ante la evidencia que se cierne sobre el inmediato futuro de Catalunya: la independencia. Además, una reforma de la Constitución, en España, es un ejercicio político tan utópico como farragoso. Disolución de las Cortes, elecciones generales, negociación y aprobación de las reformas, mayorías parlamentarias reforzadas, referéndum, nuevas elecciones, diálogo y pactos con los nuevos estados federales.... Entre pitos y flautas, transcurrirá (si llegara a consumarse) casi un decenio. Francamente, a los catalanes ya se nos ha agotado la paciencia. Y además sin obtener las mínimas garantías que una posible reforma llegará a satisfacer los anhelos y esperanzas que sí ofrece la plena soberanía de Catalunya. No se olviden los reiterados fiascos que la buena fe de los catalanes han cosechado ante los poderes fácticos estatales a lo largo de la breve historia democrática de España. ¿O acaso no cuenta el fracasado intento de reforma del Estatuto de Autonomía?. Si una reforma estatutaria fue imposible, ¿no pasará lo mismo (o será superado) con un cambio en la constitución?. ¿Y no cuenta para nada la ingenua petición catalana de concierto económico -el ilusorio Pacto Fiscal-, tan rotundamente rechazado por el Gobierno de España?. Tampoco son desdeñables las continuas deslealtades, de este y anteriores gobiernos y de muchas instituciones españolas, dispensadas al Govern, a la Generalitat y al pueblo catalán en general. Todas las terceras vías que se han intentado desde Catalunya, han resultado un rotundo fracaso. Pues bien, ante todo ello, para el PSC esta sería la coartada perfecta que permitiría diferir el proceso catalán hasta la consumación de los siglos. Sudor frío, voz quebrada, mareos, vahídos y temblores incontrolables, tal es el estado anímico que presentaba el PSC ante la ineludible cercanía de tener que tomar partido a favor o en contra de las exigencias de la ciudadanía... De repente pretenden borrar el reciente pasado histórico catalán y en particular el propiamente socialista, el cual siempre se había mostrado favorable al derecho de autodeterminación de los pueblos (¿excepto el pueblo catalán?) y al plurinacionalismo del estado español, ambas características tantas veces defendidas y vendidas electoralmente a sus militantes y simpatizantes como principios ideológicos innegociables. Pero... ¡lo que hace tener miedo escénico!. El vértigo que siente el PSOE cuando se trata de ejercer la democracia sin cortapisas (también le ocurre al PP), se ha difundido entre los pusilánimes que actualmente monopolizan el poder del PSC. Y este partido navega sin un destino predeterminado, a la deriva y alejándose a todo trapo de la flota que viaja rumbo a la plenitud catalana, rumbo a la libertad.... Una auténtica pena. Un desastre para el socialismo catalán.

Además de ser una pena, es una lastimosa perdida de tiempo. ¿De verdad creen que su voluble opinión detendrá el proceso catalán?. ¿Creen que podrán seducir a la mayoría soberanista esgrimiendo un perecedero barniz federalista, por más a la española que sea (o precisamente por ser a la española)?. ¿Acaso los ciudadanos catalanes, únicos valedores y principales impulsores del proceso, nos conformaremos con un apaño entre bastidores de socialistas, populares, unionistas, Santa Alianza, Foro Puente Aéreo y Palco del Bernabeu?. Si se soslaya la voluntad popular manifestada tan abrumadoramente por el soberanismo civil catalán a partir del 11 de septiembre de 2012, por más que pacten, firmen, acuerden y dialoguen entre las élites unionistas de Barcelona y Madrid, acabarán cosechando un estrepitoso y rotundo fracaso. No permitiremos que nuestros anhelos y esperanzas se vean nuevamente defraudados. Lo único que aceptaremos es convocar un referéndum de autodeterminación cuanto antes, con una pregunta clara, concisa y de respuesta Si o No. Ni siquiera nos detendrá la violencia represiva que pueda ejercer el Estado español contra nosotros. Sería una indeseada invitación a la insurrección de Catalunya, en defensa propia y de los principios democráticos. Y ello causaría la ruina económica, política y social de casi todos, pero especialmente de España. El PSC y su líder Pere Navarro caminan rápidamente hacia la irrelevancia política, junto a UDC y Josep Antoni Duran i Lleida. Arrastrados ambos al ostracismo por la intransigente vorágine españolista que adorna al PSOE, al PP, a UPyD y C's. Partidos que ni son progresistas o liberales, ni están a favor de los obreros y las clases medias, ni de los ciudadanos particulares, y mucho menos del pueblo en su conjunto; son profundamente lampedusianos. Sus principios democráticos son tan livianos y evanescentes que flotan incontroladamente en el vacío de sus respectivos fundamentos. Es decir, sus idearios se sustentan sobre meros pretextos, excusas y banalidades.

Partido de los Socialistas de Catalunya: La vergüenza, como la socialdemocracia y el catalanismo, son virtudes que parece se alejan aceleradamente del proyecto de izquierdas que dicen representar... Si Dios y los militantes del partido no lo remedian.






divendres, 8 de novembre del 2013

"AQUÍ PAZ Y DESPUÉS GLORIA".

El día 7 de noviembre los farmacéuticos catalanes han procedido al cierre de sus establecimientos durante unas horas en señal de protesta a consecuencia de los retrasos acumulados por la Generalitat en el pago de la deuda contraída durante los últimos meses. La situación financiera de la administración catalana está al límite, tocando fondo. No tiene recursos ni siquiera para hacer frente a sus compromisos financieros más perentorios. Y no solo con las farmacias. Tampoco con los hospitales concertados, o para satisfacer la paga extraordinaria de los empleados públicos catalanes. O para atender las necesidades de la creciente población catalana en riesgo de pobreza, o por dependencia y exclusión social. En tales circunstancias, ¿puede el Govern implementar políticas que posibiliten el dinamismo económico, la creación de empleo o el fomento de la I+D+I?. ¿Posee recursos económicos y legislativos suficientes para mitigar las penurias de los parados, los comerciantes, pequeños y medianos empresarios, violentamente convulsionados todos ellos por la crisis económica y social que padecemos?. En definitiva, ¿puede la Generalitat actuar como si fuera un gobierno normal?. La respuesta es obvia y rotunda: No.

Los responsables de la grave situación financiera sufrida por Catalunya no son otros que el gobierno de España y el Partido Popular. La última decisión adoptada, consistente en dejar de aportar 1.700 millones de € a las arcas catalanas previamente comprometidos, es causa directa de los impagos a los farmacéuticos. También es responsabilidad exclusiva del Estado los quebrantos económicos que la morosidad española origina a los hospitales concertados, así como los retrasos derivados en el pago de las prestaciones de dependencia. Esta España popular es morosa, informal y prepotente. Desvergonzada; no es de fiar. Pero... ¿por qué?. ¿Qué argumentos puede esgrimir Madrit para justificar este desdén, esta ignominia que muestra hacia ciudadanos, empresas y administraciones públicas catalanas?.

Lo único que busca el gobierno de Mariano Rajoy es la recentralización de España entorno a Madrid. Imponiendo la uniformidad en todo el Estado persiguiendo, ignorando o despreciando identidades no castellanas. También pretende escarnecer y posteriormente eliminar las comunidades autónomas. Se trata de salvaguardar los intereses de los amigos y los poderosos por encima de todo, por lo cual no es conveniente desperdigar el poder (aunque sea ínfimo) hacia la periferia. Utiliza la mayoría absoluta y el BOE para desarmar a los trabajadores de unos mínimos derechos y garantias laborales. Acosa a los estudiantes amenazando con la desaparición de becas o con cambios de planes de estudio y de modelo escolar sin consenso parlamentario ni con la comunidad educativa, en una retrógrada involución tardo-franquista. Aplica un exacerbado nacionalismo español excluyentemente identitario, avasallador y agresivo por encima de cualquier otro. ¡Arriba España!. España una y no cincuenta y una. A Catalunya ni agua. Antes alemana que catalana. Santiago y cierra España. Lo que la caverna mediática madrileña califica como desafío independentista de Artur Mas y Oriol Junqueras, sirve como excusa perfecta para proceder al estrangulamiento financiero de la Generalitat de Catalunya. Es la coartada que utilizan los gobiernos regionales de Baleares y País Valenciano para perseguir el idioma catalán, propio de sus respectivas comunidades. Es la causa que desde Madrit se legisle invadiendo o ignorando competencias autonómicas, se dicten sentencias judiciales contra la lengua catalana, se inventen dossieres falsos e información manipulada y se lancen mentiras, amenazas e insultos contra Catalunya y los catalanes, con total impunidad. Y en un despreciable epílogo, este gobierno popular, como si de un vulgar trilero se tratara, blandiendo amenazadoramente la pétrea constitución de España y esgrimiendo un pretencioso estado de derecho pletórico de injusticia, parcialidad e inmoralidad, busca denodadamente la aniquilación de las aspiraciones ciudadanas, la asimilación (o eliminación) definitiva de la nación catalana y la consumación de la castellanización definitiva de los ciudadanos catalanes.

Ante este desolador panorama español, en absoluto exagerado, a los catalanes no nos queda otra opción que acelerar nuestra marcha en pos de la libertad y plena soberanía. Las continuas apelaciones que los unionistas hacen sobre el diálogo y los pactos necesarios entre España y Catalunya para evitar el choque de trenes, suenan a burdo ardid lanzado para desbaratar los anhelos de independencia catalanes. En realidad, el españolismo ya ha decidido qué hacer ante la reivindicación soberanista; esto es, destruir definitivamente la autonomía política; provocar la asfixia financiera de la Generalitat; re-imponer el castellano en sustitución del catalán; boicotear la economía no atendiendo las inversiones en infraestructuras; promover boicots comerciales; atemorizar a empresarios e inversores e inspirar la deslocalización de empresas catalanas hacia España; judicializar la actividad política en busca de la hegemonía popular que democrática y reiteradamente le niegan las urnas en Catalunya; etc... El franquismo sociológico tan bien representado por el Partido Popular pretende conseguir una nueva victoria castrense, a los treinta y ocho años de la muerte del dictador y setenta y cinco años después del final de la contienda civil. "En el día de hoy, cautivos y desarmados los catalanistas, las huestes españolistas han alcanzado sus últimos objetivos económicos, territoriales y políticos. El enfrentamiento ha terminado. Firmado: El Presidente de Gobierno, Mariano Rajoy Brey. En Madrid, 1º de abril de 2014". Este es el último parte de guerra que desea rubricar Rajoy. Pero... ¡no lo conseguirá!.

Varias son las razones que impedirán la firma del último parte de guerra. En primer lugar, la propia torpeza de los populares. En su afán por aniquilar la Generalitat, proceden al ahogo financiero, sin tener en cuenta que los auténticos perjudicados son todos los ciudadanos y empresas de Catalunya. En consecuencia, la ira ciudadana que provoca este mezquino proceder rematadamente españolista rebotará contra ellos y les estallará ante sus propias narices. En realidad ya está sucediendo. Y como su torpeza no tiene límites, el acoso judicial a la lengua catalana que practican los españolistas fortalece al catalán, en la propia Catalunya. Como también ocurre ante los desmanes y persecuciones lingüísticas que cometen los populares en el País Valenciano, en las Islas Baleares e incluso en la Franja aragonesa (con el ridículo invento del Lapao Lapapyd). En segundo lugar, el absurdo intento de boicotear la economía y el comercio catalanes para debilitar el proceso independentista, causará más daño a España y a los españoles que a Catalunya y a los catalanes, puesto que si alguna zona de la península está en condiciones de arrastrar fuera de la crisis la economía y el comercio de todo el Estado, esta es Catalunya (25/30% de las exportaciones; principal destino turístico; primera región industrial; principal receptora de divisas por turismo y de inversión extranjera; primera comunidad consumidora de productos españoles, etc...). En consecuencia, ¿por qué se disparan un tiro en su propio pie?. Es un auténtico disparate. Por último pero no menos importante, esta torpeza, esta estulticia popular (y secular) es consecuencia directa de la ignorancia histórica de los españolistas. En 1716 el rey Felipe V firmó el Decreto de Nueva Planta, mientras que el fiscal del Consejo de Castilla redactaba las instrucciones secretas que culminaban el entramado legal que sellaba la colonización de Catalunya. Las instrucciones pretendían imponer por todo el territorio del Principado el castellano y por extensión Castilla con trampas, argucias y triquiñuelas: "Que se consiga el efecto sin que se note el cuidado". Obviamente, las instrucciones fracasaron rotundamente. No se consiguió el efecto y se evidenciaron públicamente las ruines intenciones que albergaban. Tal vez por ello, hoy en día, los populares ya no buscan que no se note el cuidado. Les importa un comino que se note o no su vileza. Su objetivo es conseguir aniquilar el catalanismo y lo hacen a pecho descubierto, desvergonzadamente. Y con esta actitud repleta de prepotencia y altivez, propia de míseros hidalgos anticuados y polvorientos,  lo único que consiguen es mostrar sus propios miedos, sus limitaciones intelectuales y sus irrefrenables complejos de inferioridad ante Catalunya. Como es natural, todo ello fortalece el catalanismo. Consolida nuestra legitimidad. Robustece nuestros principios democráticos. Acrecienta nuestras ilusiones. Impulsa nuestras esperanzas. E incrementa la confianza en nuestras propias fuerzas y capacidades.

Catalunya no está ni vencida ni desarmada. Poseemos la fuerza de la democracia. Estamos rompiendo las cadenas que nos mantienen esclavizados a los intereses y deseos españoles. Y nuestras convicciones se fortalecen cada día, ante cualquier nuevo intento españolista para hacer fracasar el movimiento ciudadano emprendido hacia la libertad y plena soberanía de nuestra nación. Cuanto antes España acepte la realidad de la inevitable independencia de Catalunya, antes podrá dedicar los esfuerzos y sus propios recursos para salir de la grave crisis económica, política e institucional que sufre España y los españoles. La independencia de Catalunya puede ser un auténtico revulsivo, como fue la pérdida de las últimas colonias del marchito Imperio Español en 1898. Quien sabe, puede que nazca una nueva generación de 98. Incluso del 27. Si se aplican, podrán valerse con sus propios recursos y habilidades y se sentirán orgullosos y satisfechos de sí mismo. Y por fin, aquí paz y después gloria... Y los catalanes, ¡independientes!.

divendres, 1 de novembre del 2013

YO TEMO A "ESTOS" MODERADOS.

Retomar el diálogo (de sordos) entre Catalunya y España. Invocar moderación (a los intransigentes). Apelar a la renuncia (de los catalanes). Implorar auxilio (desesperadamente) a la España popular y socialista. Profetizar la caída de las diez plagas bíblicas sobre una Catalunya independiente, lo cual hasta la fecha ha sido patrimonio exclusivo del Egipto de los faraones. El unionismo, tan bien representado por Duran i Lleida en particular y por el Foro Puente Aéreo en general, recurren a mil argucias para intentar reventar el proceso soberanista emprendido por centenares de miles de ciudadanos catalanes. Es como si pretendieran que tomara carta de naturaleza el día de la marmota. Repetir una y otra vez los mismos actos y discursos, vacuos y sin sentido. Abandonar principios y esperanzas en busca de una tolerancia impostada. Hacer pedagogía incansablemente a quien no quiere entender, respetar ni reconocer al adversario. Ofrecen y requieren explicaciones, estabilidad y renuncias para alcanzar pactos reiteradamente incumplidos. Y hablar, hablar, hablar hasta la extenuación, sin llegar a ningún resultado razonablemente aceptable.

Los unionistas parece que han tomado conciencia por fin que los catalanes hemos decidido poner en nuestras propias manos el destino político y económico de Catalunya. ¡En buena hora!. Más del 80% de catalanes apoyamos poder votar en un referéndum a favor o en contra de la independencia. De estos, el 59% de los encuestados afirman que votarían a favor de la secesión. Abrumados ante la rotunda claridad manifestada por los ciudadanos, el unionismo españolista insta a entablar un supuesto diálogo, inexistente por el momento, como excusa dilatoria y tabla de salvación ante la cruda realidad que se vislumbra en el inmediato futuro. Previamente al cual exigen que el catalanismo debe renunciar al desafío independentista planteado y que utilice la sensatez y buen juicio (el manido seny catalán), circunstancias que pasan inexcusablemente por el acatamiento y sumisión incondicional a la constitución, leyes, parlamento, partidos nacionales y gobierno, por supuesto de España. Los socialistas proponen modificar la constitución mientras los populares se oponen, incluso a considerarlo. Los progresistas ofertan una relación federal, a la vez que los conservadores acentúan la recentralización del estado. Ambos niegan a Catalunya la soberanía fiscal al modo del País Vasco (concierto económico) en aras del igualitarismo interterritorial, de la peculiar e interminable concepción de solidaridad defendida por España y como desagravio (¿?) para el resto de comunidades autónomas prevenidas ante los supuestos privilegios que disfrutamos los catalanes (¡!). En definitiva, nos invitan a renovar votos de obediencia y fe ciegas en una España tolerante y pactista que nunca ha existido. Exigen sumisión catalana a un Estado dominado por hidalgos petulantes, sordos, intransigentes, prepotentes y autoritarios, que no dudan en apabullar y manipular a sus propios súbditos en beneficio de los poderosos que disfrutan y dominan el cotarro hispano-madrileño. Nos proponen federalismo y terceras vías, mientras votan en las Cortes contra el derecho de autodeterminación, a instancias de UPyD y C's y aprueban leyes ignominiosas como LOMCE o la Ley de Unidad de Mercado. Obligan a la Generalitat a recortar en sanidad, educación, y dependencia para cumplir el objetivo de déficit estatal, al tiempo que algunas comunidades autónomas gobernadas por el PP aprueban rebajas fiscales o subsidios y ayudas familiares, de imposible acceso y asunción para las esquilmadas arcas de Catalunya. Además, utilizan impunemente los servicios de inteligencia para espiar a todo quisque en aras de la seguridad nacional y de la sagrada unidad de la patria, o para inspirar y filtrar informes falsos contra políticos catalanes. Y si el CNI no llega, se sirven de sicarios y periolistos que les hacen el trabajo sucio.

¿Para qué retomar el diálogo con Rajoy, si se niega reiteradamente negociar la celebración del referéndum?. ¿Porqué debemos creer ahora en la aparente conversión federalista de PSOE?. ¿Qué tipo de federalismo propone, el asumido en 1974 que reconocía el derecho de autodeterminación, o el puesto en práctica por Alfonso Guerra y su cepillo, con motivo del fallido Estatuto catalán?. ¿O el confederalismo imposible (mucho más que la independencia) de Duran i Lleida?. ¿Debemos ser tolerantes y comprensivos con los mentirosos, hipócritas y fascistoides, que tanto abundan en el seno de populares y socialistas?. ¿En franquistas reciclados como demócratas de toda la vida?. ¿O tal vez debemos utilizar nuestro seny para hacer pedagogía (inútilmente) ante Guerra, Bono, Sánchez-Camacho, González, Chaves, Rosa Diez, Cañas, Rivera y cien mil más, que se muestran extraordinariamente hostiles, intransigentes y agresivos ante cualquier mínima reivindicación catalana?. ¿Como pueden pedir que confiemos en una justicia (castellana) que antepone por razones puramente ideológicas y políticas la prepotencia monolingüística de veinte familias castellano-parlantes, frente a los derechos de centenares de miles de familias catalano-parlantes?. ¿Porqué debemos dar crédito a unos medios de comunicación y a unos periodistas que, sobre Catalunya y los catalanes, mienten más que hablan y escriben, desinforman, manipulan e insultan con total impunidad?. ¿Porqué debemos negociar sobre la independencia de Catalunya con algunos que dicen que ello es imposible, inimaginable, irreal...?.

A la pregunta formulada en el editorial de La Vanguardia del 27 de octubre, titulado ¿Quién teme a los moderados?, debo confesar que yo temo a estos moderados: Temo al PP y a su lideresa catalana Alicia Sánchez-Camacho, que además de mentir como un bellaco, lo hace también como un aguerrido cosaco, cuando insta a Rajoy a tomar medidas contra Artur Mas si se llega a convocar la consulta. O como cuando conspiró con Método 3 para la eliminación de las pruebas comprometedoras del vergonzoso espionaje ocurrido en La Camarga. Temo a Rajoy y sus silencios y ausencias, a Montoro y su mezquindad y despotismo, a Wert y su sectarismo, a la FAES y su dogmatismo trasnochado y autoritario. Temo al Partido Popular cuando manipula discos duros y destruye pruebas sobre su corrupción y se permite dar lecciones de ética y honradez al resto de mortales, mientras se conocen los múltiples trapicheos, triquiñuelas, trampas y desvergüenzas que se han cocinado dentro de su formación política. Temo a los socialistas y su funambulismo político, sus indefiniciones, sus debilidades y carencias ideológicas, y su secular y anticuado jacobinismo. Temo a la traición que ha hecho al socialismo. Temo a C's y UPyD y su hipocresía, su demagogia, su lerrouxismo y su exacerbado nacionalismo españolista, excluyente y aplastante. Temo a los servicios de inteligencia, capaces de fabricar pruebas falsas y retorcer la verdad para defender la integridad de una nación inacabada y los intereses de las élites dominantes, sin que les tiemble el pulso ni les remuerda la conciencia ante el mal que causan sus acciones a las víctimas (directas o colaterales) que eligen como objetivo. Temo a los políticos incapaces de satisfacer los compromisos adquiridos ante sus electores y de cumplir los pactos alcanzados con los adversarios. Temo a los partidos políticos que utilizan las cloacas del estado en beneficio propio. O en aquellos que se llenan la boca en público con nobles palabras y conceptos, como regeneración, honradez, ética o justicia y en privado son corruptos, deshonestos, inmorales y arbitrarios. Temo a la caverna mediática madrileña y sus mentiras, sus manipulaciones y su falta de ética periodística. Temo a los que pretenden desvirtuar la voluntad ajena y el libre albedrío, pervierten la democracia y se esconden tras el derecho del estado y la constitución para no dar satisfacción a un pueblo que solo pretende votar democráticamente, en libertad y con absoluta legitimidad el futuro soberano de Catalunya, por que no le conviene a esta España colonizada y explotada por este tipo de moderados, tan intolerantes, autoritarios, prepotentes...

¿Quien teme a estos moderados?. Yo. Y por lo menos dos millones de catalanes más. Por que estos moderados son radicales, agresivos, hipócritas, mentirosos y soberbios nacional-españolistas... ¡No nacionalistas, por supuesto!. Como es muy incómodo convivir junto a quien te atemoriza, miente y agrede continuamente, los catalanes hemos decidido vivir nuestra propia vida en paz, justicia y libertad, lejos de estos moderados cada vez más numerosos. Y alcanzaremos la plena soberanía de Catalunya a pesar de Duran, Camacho, Rajoy, Rubalcaba, Navarro, Guerra, González, Wert y los cien mil hijos de San Luis que les acompañan, pusilánimes y defensores de un jacobinismo centralista y españolista más propio del siglo XVIII que no del XXI. Después de 300 años, los ciudadanos catalanes alcanzaremos la victoria frente el trasnochado absolutismo castellano. Y por fin, seremos libres.... ¡Gracias a Dios!.