"El PSC ha decidido bajar del tren del derecho a decidir". Esta es la afirmación que hace el presidente Artur Mas ante las manifestaciones realizadas por Pere Navarro y adláteres a consecuencia de la Conferencia Política que el socialismo español ha celebrado el pasado fin de semana. Como era previsible, la cúpula del PSC ha reafirmado su vocación inequívocamente sucursalista y ha decidido ignorar los intereses y deseos mayoritarios de sus militantes y simpatizantes catalanes, en aras de alcanzar una aparente reconciliación definitiva y plena comunión ideológica con la formación madre española, el PSOE.
Así pues, el socialismo catalán ha decidido someterse definitivamente a los intereses de España. La desnortada cúpula del partido renuncia a sumarse a la abrumadora mayoría democrática que hace tan solo unas semanas aprobó una resolución parlamentaria, ¡con el concurso del propio PSC!, que instaba a la Generalitat a negociar con el Estado español la celebración de una consulta, la fecha de la misma y el contenido de la pregunta sometida a votación. Así lo están haciendo el resto de fuerzas políticas que defienden la convocatoria del referéndum. Pero los socialistas catalanes han decidido que su camino no discurre por la senda que conduce a preguntar la opinión de los ciudadanos, sino que pasa por abrazar una imposible reforma constitucional, que supuestamente ofrecerá un insustancial viso federalista al pétreo e inamovible texto español. Manifiestan un forzado, exagerado y exultante apoyo a favor de esta reforma, aunque son plenamente conscientes que resultará absolutamente baldío. Tanto el gobierno español como el Partido Popular ya se han negado a modificar la Carta Magna. Y lo han hecho reiteradamente, por activa y por pasiva. ¿Para qué, si los independentistas no se contentarían con ello?, se preguntan no sin razón. No debe olvidarse que el concurso de los populares resulta imprescindible para alcanzar la mayoría cualificada necesaria para aprobar cualquier enmienda o modificación del texto constitucional.
En realidad, los socialistas catalanes han tomado esta imposible reforma como mera excusa para distanciarse de la opinión mayoritaria existente en favor de la plena soberanía. Un escalofrío helado recorrió el cuerpo de algunos falsos progresistas ante la evidencia que se cierne sobre el inmediato futuro de Catalunya: la independencia. Además, una reforma de la Constitución, en España, es un ejercicio político tan utópico como farragoso. Disolución de las Cortes, elecciones generales, negociación y aprobación de las reformas, mayorías parlamentarias reforzadas, referéndum, nuevas elecciones, diálogo y pactos con los nuevos estados federales.... Entre pitos y flautas, transcurrirá (si llegara a consumarse) casi un decenio. Francamente, a los catalanes ya se nos ha agotado la paciencia. Y además sin obtener las mínimas garantías que una posible reforma llegará a satisfacer los anhelos y esperanzas que sí ofrece la plena soberanía de Catalunya. No se olviden los reiterados fiascos que la buena fe de los catalanes han cosechado ante los poderes fácticos estatales a lo largo de la breve historia democrática de España. ¿O acaso no cuenta el fracasado intento de reforma del Estatuto de Autonomía?. Si una reforma estatutaria fue imposible, ¿no pasará lo mismo (o será superado) con un cambio en la constitución?. ¿Y no cuenta para nada la ingenua petición catalana de concierto económico -el ilusorio Pacto Fiscal-, tan rotundamente rechazado por el Gobierno de España?. Tampoco son desdeñables las continuas deslealtades, de este y anteriores gobiernos y de muchas instituciones españolas, dispensadas al Govern, a la Generalitat y al pueblo catalán en general. Todas las terceras vías que se han intentado desde Catalunya, han resultado un rotundo fracaso. Pues bien, ante todo ello, para el PSC esta sería la coartada perfecta que permitiría diferir el proceso catalán hasta la consumación de los siglos. Sudor frío, voz quebrada, mareos, vahídos y temblores incontrolables, tal es el estado anímico que presentaba el PSC ante la ineludible cercanía de tener que tomar partido a favor o en contra de las exigencias de la ciudadanía... De repente pretenden borrar el reciente pasado histórico catalán y en particular el propiamente socialista, el cual siempre se había mostrado favorable al derecho de autodeterminación de los pueblos (¿excepto el pueblo catalán?) y al plurinacionalismo del estado español, ambas características tantas veces defendidas y vendidas electoralmente a sus militantes y simpatizantes como principios ideológicos innegociables. Pero... ¡lo que hace tener miedo escénico!. El vértigo que siente el PSOE cuando se trata de ejercer la democracia sin cortapisas (también le ocurre al PP), se ha difundido entre los pusilánimes que actualmente monopolizan el poder del PSC. Y este partido navega sin un destino predeterminado, a la deriva y alejándose a todo trapo de la flota que viaja rumbo a la plenitud catalana, rumbo a la libertad.... Una auténtica pena. Un desastre para el socialismo catalán.
Además de ser una pena, es una lastimosa perdida de tiempo. ¿De verdad creen que su voluble opinión detendrá el proceso catalán?. ¿Creen que podrán seducir a la mayoría soberanista esgrimiendo un perecedero barniz federalista, por más a la española que sea (o precisamente por ser a la española)?. ¿Acaso los ciudadanos catalanes, únicos valedores y principales impulsores del proceso, nos conformaremos con un apaño entre bastidores de socialistas, populares, unionistas, Santa Alianza, Foro Puente Aéreo y Palco del Bernabeu?. Si se soslaya la voluntad popular manifestada tan abrumadoramente por el soberanismo civil catalán a partir del 11 de septiembre de 2012, por más que pacten, firmen, acuerden y dialoguen entre las élites unionistas de Barcelona y Madrid, acabarán cosechando un estrepitoso y rotundo fracaso. No permitiremos que nuestros anhelos y esperanzas se vean nuevamente defraudados. Lo único que aceptaremos es convocar un referéndum de autodeterminación cuanto antes, con una pregunta clara, concisa y de respuesta Si o No. Ni siquiera nos detendrá la violencia represiva que pueda ejercer el Estado español contra nosotros. Sería una indeseada invitación a la insurrección de Catalunya, en defensa propia y de los principios democráticos. Y ello causaría la ruina económica, política y social de casi todos, pero especialmente de España. El PSC y su líder Pere Navarro caminan rápidamente hacia la irrelevancia política, junto a UDC y Josep Antoni Duran i Lleida. Arrastrados ambos al ostracismo por la intransigente vorágine españolista que adorna al PSOE, al PP, a UPyD y C's. Partidos que ni son progresistas o liberales, ni están a favor de los obreros y las clases medias, ni de los ciudadanos particulares, y mucho menos del pueblo en su conjunto; son profundamente lampedusianos. Sus principios democráticos son tan livianos y evanescentes que flotan incontroladamente en el vacío de sus respectivos fundamentos. Es decir, sus idearios se sustentan sobre meros pretextos, excusas y banalidades.
Partido de los Socialistas de Catalunya: La vergüenza, como la socialdemocracia y el catalanismo, son virtudes que parece se alejan aceleradamente del proyecto de izquierdas que dicen representar... Si Dios y los militantes del partido no lo remedian.
Así pues, el socialismo catalán ha decidido someterse definitivamente a los intereses de España. La desnortada cúpula del partido renuncia a sumarse a la abrumadora mayoría democrática que hace tan solo unas semanas aprobó una resolución parlamentaria, ¡con el concurso del propio PSC!, que instaba a la Generalitat a negociar con el Estado español la celebración de una consulta, la fecha de la misma y el contenido de la pregunta sometida a votación. Así lo están haciendo el resto de fuerzas políticas que defienden la convocatoria del referéndum. Pero los socialistas catalanes han decidido que su camino no discurre por la senda que conduce a preguntar la opinión de los ciudadanos, sino que pasa por abrazar una imposible reforma constitucional, que supuestamente ofrecerá un insustancial viso federalista al pétreo e inamovible texto español. Manifiestan un forzado, exagerado y exultante apoyo a favor de esta reforma, aunque son plenamente conscientes que resultará absolutamente baldío. Tanto el gobierno español como el Partido Popular ya se han negado a modificar la Carta Magna. Y lo han hecho reiteradamente, por activa y por pasiva. ¿Para qué, si los independentistas no se contentarían con ello?, se preguntan no sin razón. No debe olvidarse que el concurso de los populares resulta imprescindible para alcanzar la mayoría cualificada necesaria para aprobar cualquier enmienda o modificación del texto constitucional.
En realidad, los socialistas catalanes han tomado esta imposible reforma como mera excusa para distanciarse de la opinión mayoritaria existente en favor de la plena soberanía. Un escalofrío helado recorrió el cuerpo de algunos falsos progresistas ante la evidencia que se cierne sobre el inmediato futuro de Catalunya: la independencia. Además, una reforma de la Constitución, en España, es un ejercicio político tan utópico como farragoso. Disolución de las Cortes, elecciones generales, negociación y aprobación de las reformas, mayorías parlamentarias reforzadas, referéndum, nuevas elecciones, diálogo y pactos con los nuevos estados federales.... Entre pitos y flautas, transcurrirá (si llegara a consumarse) casi un decenio. Francamente, a los catalanes ya se nos ha agotado la paciencia. Y además sin obtener las mínimas garantías que una posible reforma llegará a satisfacer los anhelos y esperanzas que sí ofrece la plena soberanía de Catalunya. No se olviden los reiterados fiascos que la buena fe de los catalanes han cosechado ante los poderes fácticos estatales a lo largo de la breve historia democrática de España. ¿O acaso no cuenta el fracasado intento de reforma del Estatuto de Autonomía?. Si una reforma estatutaria fue imposible, ¿no pasará lo mismo (o será superado) con un cambio en la constitución?. ¿Y no cuenta para nada la ingenua petición catalana de concierto económico -el ilusorio Pacto Fiscal-, tan rotundamente rechazado por el Gobierno de España?. Tampoco son desdeñables las continuas deslealtades, de este y anteriores gobiernos y de muchas instituciones españolas, dispensadas al Govern, a la Generalitat y al pueblo catalán en general. Todas las terceras vías que se han intentado desde Catalunya, han resultado un rotundo fracaso. Pues bien, ante todo ello, para el PSC esta sería la coartada perfecta que permitiría diferir el proceso catalán hasta la consumación de los siglos. Sudor frío, voz quebrada, mareos, vahídos y temblores incontrolables, tal es el estado anímico que presentaba el PSC ante la ineludible cercanía de tener que tomar partido a favor o en contra de las exigencias de la ciudadanía... De repente pretenden borrar el reciente pasado histórico catalán y en particular el propiamente socialista, el cual siempre se había mostrado favorable al derecho de autodeterminación de los pueblos (¿excepto el pueblo catalán?) y al plurinacionalismo del estado español, ambas características tantas veces defendidas y vendidas electoralmente a sus militantes y simpatizantes como principios ideológicos innegociables. Pero... ¡lo que hace tener miedo escénico!. El vértigo que siente el PSOE cuando se trata de ejercer la democracia sin cortapisas (también le ocurre al PP), se ha difundido entre los pusilánimes que actualmente monopolizan el poder del PSC. Y este partido navega sin un destino predeterminado, a la deriva y alejándose a todo trapo de la flota que viaja rumbo a la plenitud catalana, rumbo a la libertad.... Una auténtica pena. Un desastre para el socialismo catalán.
Además de ser una pena, es una lastimosa perdida de tiempo. ¿De verdad creen que su voluble opinión detendrá el proceso catalán?. ¿Creen que podrán seducir a la mayoría soberanista esgrimiendo un perecedero barniz federalista, por más a la española que sea (o precisamente por ser a la española)?. ¿Acaso los ciudadanos catalanes, únicos valedores y principales impulsores del proceso, nos conformaremos con un apaño entre bastidores de socialistas, populares, unionistas, Santa Alianza, Foro Puente Aéreo y Palco del Bernabeu?. Si se soslaya la voluntad popular manifestada tan abrumadoramente por el soberanismo civil catalán a partir del 11 de septiembre de 2012, por más que pacten, firmen, acuerden y dialoguen entre las élites unionistas de Barcelona y Madrid, acabarán cosechando un estrepitoso y rotundo fracaso. No permitiremos que nuestros anhelos y esperanzas se vean nuevamente defraudados. Lo único que aceptaremos es convocar un referéndum de autodeterminación cuanto antes, con una pregunta clara, concisa y de respuesta Si o No. Ni siquiera nos detendrá la violencia represiva que pueda ejercer el Estado español contra nosotros. Sería una indeseada invitación a la insurrección de Catalunya, en defensa propia y de los principios democráticos. Y ello causaría la ruina económica, política y social de casi todos, pero especialmente de España. El PSC y su líder Pere Navarro caminan rápidamente hacia la irrelevancia política, junto a UDC y Josep Antoni Duran i Lleida. Arrastrados ambos al ostracismo por la intransigente vorágine españolista que adorna al PSOE, al PP, a UPyD y C's. Partidos que ni son progresistas o liberales, ni están a favor de los obreros y las clases medias, ni de los ciudadanos particulares, y mucho menos del pueblo en su conjunto; son profundamente lampedusianos. Sus principios democráticos son tan livianos y evanescentes que flotan incontroladamente en el vacío de sus respectivos fundamentos. Es decir, sus idearios se sustentan sobre meros pretextos, excusas y banalidades.
Partido de los Socialistas de Catalunya: La vergüenza, como la socialdemocracia y el catalanismo, son virtudes que parece se alejan aceleradamente del proyecto de izquierdas que dicen representar... Si Dios y los militantes del partido no lo remedian.
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