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divendres, 8 de novembre del 2013

"AQUÍ PAZ Y DESPUÉS GLORIA".

El día 7 de noviembre los farmacéuticos catalanes han procedido al cierre de sus establecimientos durante unas horas en señal de protesta a consecuencia de los retrasos acumulados por la Generalitat en el pago de la deuda contraída durante los últimos meses. La situación financiera de la administración catalana está al límite, tocando fondo. No tiene recursos ni siquiera para hacer frente a sus compromisos financieros más perentorios. Y no solo con las farmacias. Tampoco con los hospitales concertados, o para satisfacer la paga extraordinaria de los empleados públicos catalanes. O para atender las necesidades de la creciente población catalana en riesgo de pobreza, o por dependencia y exclusión social. En tales circunstancias, ¿puede el Govern implementar políticas que posibiliten el dinamismo económico, la creación de empleo o el fomento de la I+D+I?. ¿Posee recursos económicos y legislativos suficientes para mitigar las penurias de los parados, los comerciantes, pequeños y medianos empresarios, violentamente convulsionados todos ellos por la crisis económica y social que padecemos?. En definitiva, ¿puede la Generalitat actuar como si fuera un gobierno normal?. La respuesta es obvia y rotunda: No.

Los responsables de la grave situación financiera sufrida por Catalunya no son otros que el gobierno de España y el Partido Popular. La última decisión adoptada, consistente en dejar de aportar 1.700 millones de € a las arcas catalanas previamente comprometidos, es causa directa de los impagos a los farmacéuticos. También es responsabilidad exclusiva del Estado los quebrantos económicos que la morosidad española origina a los hospitales concertados, así como los retrasos derivados en el pago de las prestaciones de dependencia. Esta España popular es morosa, informal y prepotente. Desvergonzada; no es de fiar. Pero... ¿por qué?. ¿Qué argumentos puede esgrimir Madrit para justificar este desdén, esta ignominia que muestra hacia ciudadanos, empresas y administraciones públicas catalanas?.

Lo único que busca el gobierno de Mariano Rajoy es la recentralización de España entorno a Madrid. Imponiendo la uniformidad en todo el Estado persiguiendo, ignorando o despreciando identidades no castellanas. También pretende escarnecer y posteriormente eliminar las comunidades autónomas. Se trata de salvaguardar los intereses de los amigos y los poderosos por encima de todo, por lo cual no es conveniente desperdigar el poder (aunque sea ínfimo) hacia la periferia. Utiliza la mayoría absoluta y el BOE para desarmar a los trabajadores de unos mínimos derechos y garantias laborales. Acosa a los estudiantes amenazando con la desaparición de becas o con cambios de planes de estudio y de modelo escolar sin consenso parlamentario ni con la comunidad educativa, en una retrógrada involución tardo-franquista. Aplica un exacerbado nacionalismo español excluyentemente identitario, avasallador y agresivo por encima de cualquier otro. ¡Arriba España!. España una y no cincuenta y una. A Catalunya ni agua. Antes alemana que catalana. Santiago y cierra España. Lo que la caverna mediática madrileña califica como desafío independentista de Artur Mas y Oriol Junqueras, sirve como excusa perfecta para proceder al estrangulamiento financiero de la Generalitat de Catalunya. Es la coartada que utilizan los gobiernos regionales de Baleares y País Valenciano para perseguir el idioma catalán, propio de sus respectivas comunidades. Es la causa que desde Madrit se legisle invadiendo o ignorando competencias autonómicas, se dicten sentencias judiciales contra la lengua catalana, se inventen dossieres falsos e información manipulada y se lancen mentiras, amenazas e insultos contra Catalunya y los catalanes, con total impunidad. Y en un despreciable epílogo, este gobierno popular, como si de un vulgar trilero se tratara, blandiendo amenazadoramente la pétrea constitución de España y esgrimiendo un pretencioso estado de derecho pletórico de injusticia, parcialidad e inmoralidad, busca denodadamente la aniquilación de las aspiraciones ciudadanas, la asimilación (o eliminación) definitiva de la nación catalana y la consumación de la castellanización definitiva de los ciudadanos catalanes.

Ante este desolador panorama español, en absoluto exagerado, a los catalanes no nos queda otra opción que acelerar nuestra marcha en pos de la libertad y plena soberanía. Las continuas apelaciones que los unionistas hacen sobre el diálogo y los pactos necesarios entre España y Catalunya para evitar el choque de trenes, suenan a burdo ardid lanzado para desbaratar los anhelos de independencia catalanes. En realidad, el españolismo ya ha decidido qué hacer ante la reivindicación soberanista; esto es, destruir definitivamente la autonomía política; provocar la asfixia financiera de la Generalitat; re-imponer el castellano en sustitución del catalán; boicotear la economía no atendiendo las inversiones en infraestructuras; promover boicots comerciales; atemorizar a empresarios e inversores e inspirar la deslocalización de empresas catalanas hacia España; judicializar la actividad política en busca de la hegemonía popular que democrática y reiteradamente le niegan las urnas en Catalunya; etc... El franquismo sociológico tan bien representado por el Partido Popular pretende conseguir una nueva victoria castrense, a los treinta y ocho años de la muerte del dictador y setenta y cinco años después del final de la contienda civil. "En el día de hoy, cautivos y desarmados los catalanistas, las huestes españolistas han alcanzado sus últimos objetivos económicos, territoriales y políticos. El enfrentamiento ha terminado. Firmado: El Presidente de Gobierno, Mariano Rajoy Brey. En Madrid, 1º de abril de 2014". Este es el último parte de guerra que desea rubricar Rajoy. Pero... ¡no lo conseguirá!.

Varias son las razones que impedirán la firma del último parte de guerra. En primer lugar, la propia torpeza de los populares. En su afán por aniquilar la Generalitat, proceden al ahogo financiero, sin tener en cuenta que los auténticos perjudicados son todos los ciudadanos y empresas de Catalunya. En consecuencia, la ira ciudadana que provoca este mezquino proceder rematadamente españolista rebotará contra ellos y les estallará ante sus propias narices. En realidad ya está sucediendo. Y como su torpeza no tiene límites, el acoso judicial a la lengua catalana que practican los españolistas fortalece al catalán, en la propia Catalunya. Como también ocurre ante los desmanes y persecuciones lingüísticas que cometen los populares en el País Valenciano, en las Islas Baleares e incluso en la Franja aragonesa (con el ridículo invento del Lapao Lapapyd). En segundo lugar, el absurdo intento de boicotear la economía y el comercio catalanes para debilitar el proceso independentista, causará más daño a España y a los españoles que a Catalunya y a los catalanes, puesto que si alguna zona de la península está en condiciones de arrastrar fuera de la crisis la economía y el comercio de todo el Estado, esta es Catalunya (25/30% de las exportaciones; principal destino turístico; primera región industrial; principal receptora de divisas por turismo y de inversión extranjera; primera comunidad consumidora de productos españoles, etc...). En consecuencia, ¿por qué se disparan un tiro en su propio pie?. Es un auténtico disparate. Por último pero no menos importante, esta torpeza, esta estulticia popular (y secular) es consecuencia directa de la ignorancia histórica de los españolistas. En 1716 el rey Felipe V firmó el Decreto de Nueva Planta, mientras que el fiscal del Consejo de Castilla redactaba las instrucciones secretas que culminaban el entramado legal que sellaba la colonización de Catalunya. Las instrucciones pretendían imponer por todo el territorio del Principado el castellano y por extensión Castilla con trampas, argucias y triquiñuelas: "Que se consiga el efecto sin que se note el cuidado". Obviamente, las instrucciones fracasaron rotundamente. No se consiguió el efecto y se evidenciaron públicamente las ruines intenciones que albergaban. Tal vez por ello, hoy en día, los populares ya no buscan que no se note el cuidado. Les importa un comino que se note o no su vileza. Su objetivo es conseguir aniquilar el catalanismo y lo hacen a pecho descubierto, desvergonzadamente. Y con esta actitud repleta de prepotencia y altivez, propia de míseros hidalgos anticuados y polvorientos,  lo único que consiguen es mostrar sus propios miedos, sus limitaciones intelectuales y sus irrefrenables complejos de inferioridad ante Catalunya. Como es natural, todo ello fortalece el catalanismo. Consolida nuestra legitimidad. Robustece nuestros principios democráticos. Acrecienta nuestras ilusiones. Impulsa nuestras esperanzas. E incrementa la confianza en nuestras propias fuerzas y capacidades.

Catalunya no está ni vencida ni desarmada. Poseemos la fuerza de la democracia. Estamos rompiendo las cadenas que nos mantienen esclavizados a los intereses y deseos españoles. Y nuestras convicciones se fortalecen cada día, ante cualquier nuevo intento españolista para hacer fracasar el movimiento ciudadano emprendido hacia la libertad y plena soberanía de nuestra nación. Cuanto antes España acepte la realidad de la inevitable independencia de Catalunya, antes podrá dedicar los esfuerzos y sus propios recursos para salir de la grave crisis económica, política e institucional que sufre España y los españoles. La independencia de Catalunya puede ser un auténtico revulsivo, como fue la pérdida de las últimas colonias del marchito Imperio Español en 1898. Quien sabe, puede que nazca una nueva generación de 98. Incluso del 27. Si se aplican, podrán valerse con sus propios recursos y habilidades y se sentirán orgullosos y satisfechos de sí mismo. Y por fin, aquí paz y después gloria... Y los catalanes, ¡independientes!.

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