Nos encontramos en tiempos de pactos. Los pactos políticos, por sí mismos, no son perniciosos, al contrario. En la política catalana, como en otras, menudean inmediatamente después de haberse producido unos resultados electorales que, lejos de clarificar el rumbo en que la sociedad quiere que se oriente su destino, conducen a una situación de aparente desgobierno indefinido. Si las elecciones son de carácter municipal, la sensación de indefinición en los consejos municipales se ve acentuada, por el índole vecinal que adquieren tales comicios. No olvidemos que los vecinos de una población determinada, tienen sus filias y fobias, que surgen imparables en situaciones como la elección de los concejales de un ayuntamiento. Pues bien, nos hallamos en el tiempo de la definición y del compromiso posterior a los resultados de las elecciones municipales, celebradas recientemente.
Los resultados en Catalunya, como ya he tenido ocasión en señalar en un anterior escrito, proclaman una clara victoria de CiU, un notable ascenso del PP por la reconcentración del voto españolista, un acusado descenso de las candidaturas ligadas al gobierno tripartido y la eclosión de las CUP, formación independentista, y de la ultra-derechista -y xenófoba- Plataforma per Catalunya.
El riesgo más grande que puede sufrir, por el tipo de pacto que establezca, es CiU. Los nacionalistas no pueden pactar sin más, con el PP y mucho menos con Plataforma. Un pacto, aún que puntual con el PP, nos haría recordar, y no solo a los votantes convergentes, toda la política anticatalana que los populares han desarrollado en los últimos años. Recordaríamos como los populares se dedicaron a recoger firmas por todo el Estado, contra el estatuto de autonomía y las declaraciones que efectuaban los ciudadanos que alegremente firmaban "contra Catalunya", o "contra los catalanes". Rememoraríamos las obscenas maniobras de los populares, en el Tribunal Constitucional, para que los miembros conservadores, nombrados en la mayoría de los casos durante el gobierno Aznar y afines a los populares, efectuaron para recusar a los magistrados que pudieran ser favorables a las tesis catalanistas. Recordaríamos que estas maniobras han causado el desprestigio del Tribunal Constitucional y su actual deslegitimación. No olvidaríamos como los medios informativos de la derecha extrema, afín al PP, se dedicaron -y continúan haciéndolo- a mentir, manipular, falsear y denigrar al gobierno catalán, a los políticos catalanes, a los partidos políticos catalanes, a las instituciones catalanas, públicas y privadas, a los medios periodísticos -editorial conjunto pro estatuto-, y económicos -OPA de Gas Natural-, a los manifestantes del 10J -pro independencia-. Suelen justificar sus criticas y falsedades afirmando que no van dirigidas a los ciudadanos catalanes, sino a los políticos. Es tanto como afirmar, por ejemplo, que criticar la invasión y la guerra de Iraq, no era criticar a los Estados Unidos. Primero, rebuznan contra Catalunya, para luego dar golpecitos en la espalda a los catalanes, como señal amistosa y cómplice.
No es bueno que CiU pacte con un partido político como el PP que, en una última pirueta, inmoral e innoble, adopta y hace suyo el discurso claramente xenófobo del candidato Garcia Albiol, para hacerse con la alcaldía de Badalona. ¿Creen acaso los convergentes que olvidaremos el anticatalanismo y, ahora, la xenofobia que adorna el currículum de los populares?.
Los principios no pueden ser relegados en aras de conseguir una alcaldía, el apoyo parlamentario o la aprobación de unos presupuestos. Los principios deben prevalecer por encima de las situaciones que pueden darse en una población, o por muy bueno que sea aprobar una determinada ley en el parlamento. Si por mantener los principios, un gobierno se ve abocado a convocar nuevas elecciones, los ciudadanos sabrán valorar el gesto, y lo recompensarán. CiU no debe pactar con el PP y hacer alcalde de Badalona a una persona que utiliza las falacias y la demagogia en su discurso político. CiU no puede repartirse la alcaldía de Tarragona con el PP, en contra de su política de respetar la lista más votada. CiU no puede esperar del PP más que lo que ya ha demostrado en el reciente pasado: anticatalanismo y xenofobia. No tropiecen dos veces con la misma piedra. Hace pocos años, el pacto con el PP, les llevó a perder la confianza de la mayoría de sus votantes. ¿Quieren, tal vez, repetir la misma historia, con los mismos resultados?.
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