El momento histórico actual -así cabe calificarlo-, es realmente apasionante. El ambiente en los medios de comunicación y en la calle está cargado de desconcierto, curiosidad, incluso temor, ante el escenario que se dibuja, aún de forma inconcreta, en el inmediato futuro. Las opiniones que se vierten en las tertulias, en las conversaciones de la calle, entre ciudadanos y entre políticos, esbozan los miedos que el ser humano siente cuando se encara con el incierto porvenir. Intenta buscar respuesta a las preguntas que se amontonan atropelladamente: ¿Cómo podemos salir de la crisis despiadada que nos oprime?.¿Sabrán los políticos colmar nuestras exigencias?. ¿ Recaerán, por fin, sobre las espaldas de los auténticos culpables, todas las consecuencias que estamos sufriendo los inocentes ciudadanos?.¿Seremos capaces de cambiar el sistema económico, que parece haber tocado techo?.¿Escucharán nuestra voz los políticos?.
Lo primero que debemos hacer es intentar comprender, aunque sea en forma abreviada, lo que ha sucedido y nos ha llevado a una situación que nadie nos había advertido podía ocurrir. El sistema financiero mundial, se ha hundido, ante la especulación desaforada de los banqueros y financieros globalizados, con la inestimable complicidad de aquellas instituciones -reguladores de ámbito internacional y nacional- que deberían haber velado por el cumplimiento de unas mínimas prácticas de juego limpio y decente. El capitalismo desaforadamente globalizado y salvaje ha sucumbido ante la avaricia desatada en nombre de los beneficios ilimitados que se fueron acumulando en las arcas de los grandes financieros internacionales, de los banqueros sin escrúpulos y de los especuladores inmobiliarios, todos ellos sustentados por un sistema político dominado por los intereses de los lobbys y por algunos políticos débiles, corruptos y estúpidos. En tales condiciones, el castillo de naipes que era el planeta financiero globalizado se hundió estrepitosamente y arrastró a los ciudadanos de los paises del primer mundo.
Después, los gobiernos de los paises afectados, con distinta intensidad y profundidad, acudieron al rescate de los bancos, dedicando ingentes cantidades de dinero público para salvar el culo de aquellos que nos habían arrojado al más obscuro de los pozos. Naturalmente el precio del rescate debería recaer en los hombros de los ciudadanos de a pie de los distintos paises. Así, en el estado español, los paganos, deberán perder su empleo -y su casa y su nivel de vida-, deberán aceptar despidos con indemnizaciones más bajas, podrán jubilarse a los 67 años, en lugar de los 65, y la educación, la sanidad y los servicios sociales sufrirán drásticos recortes. Después, dentro de unos años, si tienen suerte y sobreviven, aceptarán trabajos con salarios, jornadas y condiciones laborales propias de los años cuarenta-cincuenta del siglo pasado. Pero podrán sentirse satisfechos, ya que los mismos banqueros y especuladores culpables del desaguisado actual, seguirán siendo ciudadanos de primera, con salarios, prebendas y estatus personal acorde con su privilegiada profesión y con una influencia política intacta, para que puedan seguir enriqueciéndose ilimitadamente a costa de los buenos e inocentes ciudadanos de este injusto estado español.
Por otro lado, los partidos políticos, tanto popular como socialista, se dedican a defender los intereses... ¡del mercado!. El gobierno socialista, acatando el dictado de los mercados -del directorio europeo franco-alemán, del FMI-, aprueba una serie de medidas que traspasa la culpa a los pobres ciudadanos. Los populares, en su cruzada para apoderarse del poder lo antes posible, se dedican a torpedear al gobierno, adoptando una posición populista y netamente demagoga, puesto que todas las medidas que adopta el gobierno socialista, están en la cuerda ultraliberal, tan del agrado de los conservadores. Los dos partidos españoles, supuestamente mayoritarios y nacionales, han olvidado que se deben a los ciudadanos que les han votado, que deben defender las políticas por las que recibieron los votos. En una pragmática pirueta, sin percatarse del cambio de prioridades que han sufrido, han pasado a defender los intereses, las propuestas, la ideología de los mercados, frente a los intereses de sus votantes. Es decir, los partidos políticos españoles tienen como misión primordial hacer que los ciudadanos acepten como propios los intereses económicos de los mercados, que han pasado a ser una entelequia dictatorial, con unos intereses puramente mercantilistas y que utiliza a los ciudadanos como carne de cañón en sus luchas económicas en pos del máximo beneficio.
Este es el escenario que se ofrece a los sorprendidos y asustados ojos de los ciudadanos. Viendo la soledad y el desamparo en el que se encuentra, se revela y salta a la calle, en busca de que la comunión de intereses con sus semejantes, fortalezca sus inquietudes e impulse las ansias de justicia y sentido común. Los indignados han nacido y su lucha, apenas comienza.
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