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dilluns, 27 de juny del 2011

EL PARTIDO (IM)POPULAR.

Existen algunas formaciones políticas, en Catalunya, que se esfuerzan, tal vez involuntariamente, en hacerse especialmente antipáticas a ojos del común de los ciudadanos. Tal es el caso del Partido Popular. Históricamente, logró ser considerado un elemento ajeno a la política catalana, por la actitud que mantuvo respecto al nuevo Estatuto de Autonomía. En principio, quedó (auto) marginado en la discusión acaecida en sede parlamentaria, al comprobar que se tejía un amplio  consenso entorno a las fuerzas políticas (centrales) que sí deseaban el cambio en esta ley, que se suponía debía religar Catalunya y España, en un nuevo marco de relaciones. Al grito de que "los ciudadanos no quieren la reforma estatutaria", mantuvo una hostilidad -iniciada por el gobierno del señor Aznar, algunos años antes- en un in crescendo imparable, que desembocó en un impresentable recurso ante el Tribunal Constitucional, culminando un auténtico despropósito claramente antidemocrático, esto es, querer ganar con influencias y presiones, con trampas y engaños, aquello que había sido incapaz de lograr en buena lid política, ignorando el  resultado de un referéndum y, por supuesto, con la inestimable aquiescencia cómplice de unos magistrados supuestamente constitucionalistas, empero más preocupados de defender las posturas políticas de aquellos que les habían nombrado que no de apoyar, por puro sentido de justicia y objetividad, los intereses y la manifestación política ampliamente favorable de los ciudadanos catalanes expresada en referéndum de aprobación.

Lo acontecido después, es de sobras conocido. Campaña de recogida de firmas  contra en estatuto, derivada en firmas contra Catalunya y los catalanes, boicots comerciales contra productos catalanes, recusaciones de magistrados aparentemente contrarios a los intereses del Partido Popular, presión mediática contra políticos, partidos, instituciones (públicas y privadas) y empresas catalanas. Lo que sucedió fue de tal calibre, que en Catalunya se desató un clamor generalizado a favor de la independencia, hastiados como quedamos de aquel partido político, que no por muy minoritario que fuera en Catalunya, dejada indiferente a nadie, minimamente demócrata y con sentido común que tuviera la fortuna de vivir aquellos días de convulsión y agravio.

Ahora, cuando parecía que todo el proceso descrito quedaba relegado al baúl de los (malos) recuerdos, el Partido Popular reincide miserablemente en las mismas actitudes. Acosado por Ciudadanos en la cuestión lingüística y por los racistas de Plataforma per Catalunya, ansioso de tomar el poder en Madrid, envalentonado por los resultados obtenidos en las pasadas elecciones municipales, en un ramalazo de soberbia y chulería, se permite exigir que la Generalitat renuncié a la inmersión lingüística en catalán -utilizando al hijo de la señora Sanchez Camacho para tal fin- y que CiU deje de sostener al gobierno socialista con el apoyo o abstención -para provocar la caida del gobierno y el consiguiente adelanto electoral-. Como puede comprobarse, todas sus acciones se mueven por nobles intereses en beneficio de la ciudadanía en general  y lejos del egoísmo partidista (y personal) que si adornan a otras formaciones políticas.

El cinismo de los populares no tiene límites. No es un error, en ellos, confundir el interés del partido y de los líderes del partido, en el interés del resto de los mortales. No importa si la crisis, de la que en parte son responsables (no se olvide el papel que los gobiernos del señor Aznar jugaron en el hinchamiento de la burbuja inmobiliaria), obliga al gobierno, por otra parte débil y desconcertado, a tomar medidas impuestas por los mercados. Los socialistas están aplicando una política más propia de los conservadores que de un partido socialdemócrata, por tanto, los populares deberían apoyar -aunque fuera discretamente- todas las medidas que los socialistas están promoviendo, y deberían agradecerle al gobierno del señor Rodriguez Zapatero  que esté haciendo el trabajo sucio, en la grave situación político-económica en que se encuentra el Estado Español.

Visto todo lo anterior, analizado el irracional comportamiento de los populares respecto a Catalunya, ¿qué espera el gobierno del señor Más para responder con absoluta contundencia a las exigencias, a las provocaciones que la señora Sanchez Camacho se permite formular?. La Generalitat no debe permitir que cale en la opinión pública catalana que el gobierno es rehén de la soberbia, del cinismo de tal formación política. No debe olvidar que los postulados del partido conservador, en Catalunya, son muy minoritarios. No pueden prevalecer los egoístas intereses hispanófilos de los populares frente a los mayoritarios del catalanismo.  Respeto a las minorías, todo, pero sumisión, ninguna.

Esperemos que la coalición de CiU no caiga en los mismos errores que en el cercano pasado le llevaron a la oposición durante las dos últimas legislaturas. El tropezar dos veces en la misma piedra (el Partido Popular), no sería  perdonado por los electores de CiU. Será el principio del fin político de la formación capaz de aglutinar a su alrededor a la mayoría de ciudadanos de Catalunya. No olvide CiU que la mayoría social catalana ya es soberanista. Y estos son los intereses que debe promover. Y la soberanía de Catalunya no se alcanzará permitiendo la nefasta influencia (cínica, soberbia y chulesca) del Partido Popular, por muy mayoritario que sea en España. Señor Más, sea valiente y no tolere más provocaciones de este partido tan impopular en Catalunya.      

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