La acampada de Barcelona, que tanta esperanza despertó en sus inicios, se está viendo perniciosamente influenciada por el movimiento okupa, en un intento desesperado de acaparar el protagonismo de otrora estaba en poder de los indignados, los genuinos inspiradores -y aglutinadores- de las reivindicaciones, de las esperanzas y los anhelos de un sinfín de ciudadanos, de plural ideología, distintas edades y diversas procedencias.
Los actuales acampados son unos vulgares anti-sistema, que solo defienden su visión obtusa de la realidad, practican la mas excelsa e inalcanzable de las utopías y utilizan la violencia verbal -y en ocasiones, física-, como método de expresión de su parcial ideología.
¿Porqué actualmente parece imposible que se apruebe una resolución favorable al derecho de autodeterminación de los catalanes, en las asambleas diarias que se realizan en la Plaza Catalunya?. ¿Porqué, en aras de un supuesto mejor entendimiento, se restringe el uso normalizado del catalán, en igualdad, al menos, al resto de lenguas?. ¿Porqué los acampados de Barcelona, han renunciado a su propia personalidad, a sus propias ideas, para asumir, en aras de una supuesta unidad, las propuestas que se aprueban en la acampada de Madrid?.
Las respuesta a estas y otras preguntas es sencilla. Los actuales acampados no son los que originariamente propusieron los cambios en el obsoleto sistema que venimos padeciendo. En los primeros días se encontraban ideas, análisis, debates y propuestas plurales, libres, frescas, tal vez utópicas, pero siempre esperanzadoras. Actualmente, hallamos reivindicaciones tan originales como "manifestarse contra los recortes anunciados por el gobierno de Catalunya", o "cierre de todas las centrales nucleares", o "no a la escuela concertada". ¿Para este tipo de reivindicaciones es necesario mantener una acampada, en una plaza pública, en medio de la ciudad?.
La degradación del movimiento del 15 M es de tal calibre, que ni unos servicios secretos de un determinado país lo hubieran hecho mejor, para desprestigiar, para anular, para manipular los anhelos de miles de ciudadanos que habían llegado a creer en el advenimiento de la auténtica democracia.
El movimiento okupa, que en ocasiones actúa movido por intereses legítimos y de justicia, ha causado una herida de muerte a los ideales que inspiraron la llamada Catalán-revolution. Los intereses que les mueven en la actualidad, no son otros que ocupar el espacio que un grupo de jóvenes, idealistas y entusiastas, levantaron en la Plaza Catalunya. Quieren el protagonismo que antaño tuvieron, bajo la protección y padrinazgo de un determinado grupo político, para seguir siendo correa de trasmisión de una ideología que, para su desgracia, es cada día más minoritaria.
También, para su desgracia, la Catalán-revolution no desaparecerá. Permanecerá en las convicciones que ilustran a los centenares de miles ciudadanos catalanes que luchan por alcanzar el control de sus recursos económicos en plenitud, que persiguen la normalidad para su lengua, su historia y su cultura, que aspiran a poder decidir sus inversiones, los planes educativos, el sistema sanitario, las prioridades económicas, las pensiones, en definitiva, que tipo de estado del bienestar queremos, que recursos dedicamos, que leyes promulgamos para que exista auténticamente la justicia, que nos permita combatir la lacra del paro o como regulamos los flujos migratorios, atendiendo más a los intereses de la sociedad que los estrictamente económicos. Son tantas las convicciones que tenemos los catalanes. Son tantos lo anhelos, las esperanzas. Somos conscientes de lo difícil que resultará alcanzar nuestros objetivos, pero nuestra voluntad no descansa en restricciones ideológicas como las que lucen el movimiento anti-sistema. Nuestra voluntad descansa en la convicción que gran parte de los problemas que como ciudadanos estamos padeciendo, serán vencidos y resueltos por la próxima independencia de Catalunya.
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