Las consecuencias que se han evidenciado por el resultado de las elecciones municipales en Catalunya y, además, autonómicas en España, no por previsibles han sido menos espectaculares.
En España, la apabullante victoria de Partido Popular y el estrepitoso descalabro del Partido Socialista, ha creado una situación de urgencias históricas en la derecha, incapaz de reprimir su delirio. Se ve ya en posición de asalto al poder, el cual se escurre como la más fina de las arenas entre las manos de los socialista. Piden la convocatoria de elecciones anticipadas, la dimisión del señor Rodriguez Zapatero y que presente una moción de confianza. Exigen, requieren, conminan, y no necesariamente de forma individualizada, sino las tres alternativas a la vez. La cuestión es que se ha desatado una especie de orgía en la derecha, tanto a nivel político, como mediático, sin calibrar que tal grado de presión pone en serio riesgo la imagen exterior de España. La crispación que su discurso revela, es altamente perjudicial a los intereses económicos de su nación que, no lo olvidemos, se encuentra intervenida de facto por los que podríamos calificar como coalición entre los mercados, el directorio europeo y las instituciones financieras internacionales, preocupados todos ellos por sus cómplices intereses capitalistas y por la inestabilidad que se genera con esta actitud. El propio Financial Times ha señalado que el Partido Popular debería ponerse al lado del gobierno -socialista-, para no provocar mayores riesgos a la maltrecha economía española, y por ende, a la frágil situación financiera internacional.
En cuanto al Partido Socialista, y el gobierno, se encuentran en una estado de estupefacción. No han podido asimilar todavía el alcance de su estruendoso y pronunciado descenso electoral. No acaban de creer que un gran número de sus votantes, o se han abstenido, o han cambiado sus preferencias partidistas a favor del Partido Popular. Realmente no acaba de entenderse su extrañeza, ya que este gobierno, ni es socialista, ni progresista. El Partido Socialista ha devenido -como también los populares- una mera máquina de obtener y mantener en poder a cualquier precio, sembrar clientelismo y amiguismo y denostar a sus contrincantes de forma inmisericorde. Han olvidado socialista y obrero y lo han sustituido por liberal y de centro. En definitiva, han renunciado a sus principios y a su historia, para pasar a competir con el Partido Popular, con las armas de los populares y sus reglas de juego de capitalismo salvaje.
La situación española repercute también en la catalana. Desgraciadamente, los resortes legales, así como los recursos que permitirían combatir la grave situación económica y financiera de Catalunya, se encuentran en manos del gobierno español, de sus instituciones y al servicio de los intereses hispanos. En consecuencia, poco puede hacerse desde Catalunya para intentar, por lo menos, paliar la crisis que también -y especialmente- sufrimos los catalanes.
Los resultados electorales dibujan un panorama de claro predominio de Convergencia i Unió, un moderado ascenso de los populares, mantenimiento a la baja de Iniciativa y un pronunciado descalabro de Esquerra Republicana y del Partit dels Socialistas de Catalunya. Pero esta aparente normalidad esconde ciertos -pero importantes- matices que serán el objeto de mi siguiente escrito.
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