El título que encabeza este escrito viene a significar el anhelo que un buen número de ciudadanos sentimos, en la esperanza de que en el inmediato futuro se produzca el tan ansiado cambio en la apasionante realidad que estamos viviendo. Catalanrevolution ha sido adoptado por los indignados de la Plaza Catalunya; una parte de los acampados, pero, rehusan el término por estar cargado de significado político, como si la política no fuera consustancial con todo movimiento que pretenda romper con las injusticias de orden social, económico, representativo, incluso partidista y que son la causa precisamente de que los ciudadanos se hayan movilizado. Más bien parece que este grupo de indignados lamenta -y combate- cualquier atisbo de diferenciación entre el movimiento en Catalunya y el que se produce en la Plaza del Sol en Madrid, en un inusitado afán uniformador y de sometimiento.
Nuevamente aparece en el imaginario hispano el más ancestral de los sectarismos que existen y que tan frecuentemente utilizan para apabullar a los catalanes: el miedo a la diferencia. No aceptar que los distintos pueblos tienen concepciones diversas sobre la realidad y la forma en como cada uno la vive, es típico en la hispanofilia, me atrevería a decir, de la idiosincrasia castellana. Realmente, ¿no es posible aceptar el derecho a la autodeterminación, como principio a reivindicar?. ¿Utilizar el idioma catalán con normalidad en las asambleas significa fomentar la división del movimiento y disminuir la fuerza de las reivindicaciones?. ¿Exigir que el territorio español pase a ser circunscripción electoral única, respeta la pluralidad que existe en el estado?.
La aparición de estas divisiones, en el seno y entre los indignados no presagian nada bueno de cara a su futuro inmediato. Los manifestantes que estén de acuerdo con lo que significa Catalanrevolution, deben tomar la decisión de defender la catalanidad de la acampada, deben propagar sus ideas a través de Internet desacomplejadamente y si es necesario, deben de promover la diferenciación y separación, de otros movimientos, del estado español, que pretendan secuestrar las ilusiones, los anhelos y las esperanzas catalanas. Los indignados catalanes no creemos que nuestras reivindicaciones no caben en las de carácter mas general. Nuestras esperanzas pasan, precisamente, porque se vean recogidas y defendidas en el seno de las esperanzas globales.
Una vez más, el ramalazo anti-pluralismo que caracteriza a muchos ciudadanos españoles, pretende ahogar el catalanismo. Este exacerbado nacionalismo hispano está más enraizado de lo que podíamos sospechar. Incluso se manifiesta en un movimiento ciudadano, de tintes revolucionarios y que originariamente parecía libre de él. No permitamos que las filias y fobias españolas malogren nuestro futuro y esperanza. Se evidencia con meridiana claridad la necesidad de que Catalunya devenga un estado libre y soberano. Aprovechemos los vientos desatados para conseguirlo.
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