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dilluns, 28 de novembre del 2011

LOS SIETE PECADOS CAPITALES.

La región de Murcia proclama, orgullosa, que "no es Catalunya". En la presentación de las cuentas públicas, el consejero de Economía y Hacienda, Salvador Marín  (PP),  se ha vanagloriado del hecho que no recortarán los salarios de los funcionarios ni pondrán en marcha ningún tíquet sanitario, a pesar de disminuir las cifras del presupuesto murciano un 10%, es decir, unos 400 millones de €. No detalló en que partidas se recortará esta cifra.

Por otro lado, el señor Griñan (PSOE), presidente de Andalucía, presume que el endeudamiento andaluz es muy inferior al de la Generalitat catalana. Critica  los recortes de Catalunya y otras comunidades(!?), porqué producen "enfrentamientos territoriales y forman parte de un disparate general". Como la deuda andaluza es muy inferior a la catalana, esto permite incrementar el próximo presupuesto un 2,5%. Por cierto, año electoral en esa comunidad, es decir, intenta comprar votos.

Como es sabido, los siete pecados capitales son: Lujuria, Pereza, Gula, Ira, Envidia, Avaricia  y Soberbia. El término capital se utiliza porque son pecados que dan origen a otros muchos.

Los señores Marín y Griñan, a pesar de pertenecer a dos formaciones políticas supuestamente distintas, coinciden en utilizar a Catalunya como ejemplo de lo que no debe hacerse en las cuentas y la administración públicas. El consejero murciano no imitará a Catalunya, pero no menciona de donde saldrán los 400 millones de euros que asegura recortará. ¿O no lo hará?. ¿Tal vez todo quedará en mero anuncio propagandístico, inconcreto y de nulo cumplimiento?. Por el momento, la prensa denuncia que Murcia, como antes Galicia -ambas comunidades gobernadas por los populares- retira de forma temporal la tarjeta sanitaria a desempleados de larga duración y extranjeros sin recursos, precisamente dos colectivos especialmente vulnerables. Confiemos que no suceda como ocurrió con los inmigrantes ilegales liberados de los saturados centros de acogida (internamiento) de algunos lugares de España, a los que daban un billete de tren o autobús y se les fletaba hacia la Plaza Catalunya, de Barcelona, donde hallarían -les decían- el auxilio que necesitaran. Naturalmente las instituciones catalanas, a pesar de no recibir ningún tipo de aviso -ni colaboración- de los centros emisores, se hacían cargo y ayudaban a los desventurados ilegales, intentando reparar la arbitrariedad causada por la pereza de los responsables de tal despropósito cargado de ruindad.    

En cuanto el señor Griñan, que presume del bajo nivel de endeudamiento de su comunidad, debería explicar a los ciudadanos porqué esto es así, siendo Andalucía la región española que más solidaridad financiera recibe del resto de la comunidades ricas. ¿Tiene algo que ver el expolio que sufrimos, por ejemplo, los catalanes, parte del cual va a parar a su comunidad?. ¿O no es más que el resultado de haber cobrado la llamada deuda histórica, entelequia esperpéntica original andaluza recogida en el texto estatutario de esta comunidad?. Por cierto, copia literal (traducido) del Estatuto catalán, excepto en lo referido a la cantidad que Andalucía considera que debe pagarle  el Estado para hacer frente a las peculiares circunstancias socio-económicas de la región. El importe de esta supuesta deuda se fijó entre 1.148 y 1.742 millones de €, pero se llegó a un acuerdo con el Gobierno de Madrid de 1.204 millones de €, cantidad que colmó la avaricia de los dirigentes andaluces. Sea como sea, el presupuesto de Andalucía aumentará el 2,5% el próximo ejercicio, no habrá recortes ni en sanidad, ni en educación y su deuda seguirá siendo inferior a la catalana. Y sus campesinos seguirán esclavizados a través del PER. Y la justicia seguirá investigando el escándalo de los ERE's. Y los latifundios seguirán colmando de satisfacción y beneficios a sus propietarios; beneficios provenientes del reparto de subvenciones europeas.

Mientras tanto, una encuesta digital del diario ARA pregunta, "¿cree que Artur Mas podrá conseguir el pacto fiscal?"; obtiene el 14% de respuestas favorables al si; el no asciende al apabullante 86%. Por lo visto, los ciudadanos catalanes no confían mucho que el gobierno de Madrid haga justicia con Catalunya, a pesar de ser, por el momento, la única comunidad que ha aplicado un drástico  -y doloroso- recorte en el presupuesto de 2011 y que anuncia nuevas medidas para reducir las cuentas públicas en el presupuesto de 2012, excitando la ira de los indignados ciudadanos catalanes. El señor Mas debería poner el mismo empeño y determinación en la aplicación de los injustos recortes que promueve y la exigencia del cese del expolio, ante Madrid, en busca de justicia fiscal para Catalunya. Los ciudadanos catalanes estamos cansados de pagar impuestos ilimitadamente en beneficio de otras comunidades, que encima se pavonean de vivir mejor que Catalunya.

Oyendo las peroratas de los políticos españoles, confieso que la ira me invade. El hartazgo que siento, que sentimos muchos catalanes, solo hallará recompensa cuando venzamos y nos libremos de la gula insaciable que exhiben políticos e instituciones españolas; embaucan a sus propios conciudadanos con irrefrenable avaricia, tanto política como económica, de la que hacen pomposa ostentación. Las declaraciones de los nacionalistas españoles están cargadas de chulería, de soberbia. Critican los recortes catalanes, cuando son ellos los que con sincera humildad deberían adelgazar sus presupuestos, saturados de ociosos y onerosos funcionarios y henchidos de dispendios superfluos; cargados de incongruencias, como son sufragar operaciones de cambio de sexo en su sistema sanitario y remitir a la sanidad catalana pacientes que requieren atención médica especializada y de elevado coste económico. Claman contra las subvenciones identitarias catalanas, pero no contra los centenares de millones de euros que dedican a sufragar la fiesta nacional, las ganaderías bravas y las corridas de toros. Se escandalizan porque la televisión pública catalana tiene seis canales, mientras se fomenta la tele-basura en castellano, que ocupa decenas de canales privados, así como la infumable -por sectaria y nacionalista- televisión pública española, con muchos más canales y recursos de los que dispone TV3; por cierto, líder indiscutible de audiencia en Catalunya, modelo de calidad de programación, pluralismo y rigor informativo. Son la avaricia y la envidia las que se manifiestan en boca de políticos, empresas e instituciones, privadas y públicas españolas, en pos de alcanzar hasta el último céntimo del pastel publicitario en Catalunya, a costa de TV3. Siento una enorme pereza por las continuas envestidas anti-catalanas que tanto el PP como el PSOE intentan justificar al amparo de la crisis económica, la solidaridad forzada y la comunión de intereses -inexistentes- entre España y Catalunya. Los políticos españoles manifiestan auténtica lujuria, esto es, pensamientos posesivos sobre otras personas, en nuestro caso, los catalanes; véase sino las declaraciones de Peces Barba -quedarse con Catalunya y dejar Portugal-. Por el momento, se limitan a oprimir y explotar la colonia catalana, para beneficio de España, dicen. La obsesión hispana de fastidiar -joder- lo catalán, ya sea el idioma, la cultura, la economía, las infraestructuras, las finanzas, la política, en exclusivo beneficio de lo español, de España, además de hastío, es la principal causa de las ansias de libertad e independencia que se propala irresistiblemente por toda Catalunya.


Quién esté libre de culpa, que tire la primera piedra, se decía en las lapidaciones públicas de antaño. Catalunya no está libre de culpa. Tal vez no. Pero desde luego, no tiene porqué cargar con los siete pecados capitales a la vez, como sí pueden atribuirse a políticos, partidos e instituciones españoles en el presente. Harían bien en olvidarse, aunque fuera por un rato, de Catalunya y los catalanes. Al fín y al cabo, solo queremos lo que nos pertenece. Por tanto no es envidia y mucho menos lujuria, ni gula; no somos soberbios ni avariciosos, puesto que estamos dispuestos a ser auténticamente solidarios, de acuerdo con nuestras posibilidades, voluntariedad y bajo nuestro estricto control político. Yo particularmente, me declaro culpable de sentir cansancio, pereza, después de transcurridos más de treinta años desde la muerte del dictador; Catalunya y los catalanes nos encontramos todavía en plena e interminable lucha por la supervivencia de nuestra lengua, cultura, autogobierno, en definitiva, a favor nuestra personalidad nacional permanentemente hostigada desde España. Sí, siento ira, es decir, impaciencia con los procedimientos de la legalidad española, que a ojos de un catalán, se fundamenta en la (in)justicia castellana; pero también siento esperanza, ya que la independencia está cada día más cercana.








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