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dimarts, 15 de novembre del 2011

INDEPENDENCIA. ¿UTOPÍA?

Las utopías son motor de cambio; la evolución natural de las personas a nivel físico, desde la infancia hasta la vejez, va siempre acompañada por el cambio mental, fruto de la experiencia personal, de las vivencias y del aprendizaje que vamos acumulando a lo largo de nuestra vida. Las utopías son el motor y el combustible que nos permite avanzar, tanto a nivel personal, como colectivo. Este último caso, el colectivo, es más difícil de conseguir; a menudo se torna en quimera; por muy bueno que sea un plan ideal, un proyecto, se transforma en imposible de alcanzar o realizar. Poco importa que todo esté perfectamente determinado, pero desde el inicio, el proyecto se demuestra como irrealizable.

España deviene como quimera en todo lo referido a la organización política. La acción social o el proyecto pretendidamente común a todos los ciudadanos, acaba resultando como una negación de la realidad histórica, con objetivos que no tienen en cuenta la organización, ni la realidad social. Así, España no será nunca un estado federal, ya que la clase política -y los ciudadanos de a pie- no quieren serlo, puesto que difiere de sus convicciones y deseos políticos históricos; siempre será una realidad política centralista, unicultural, monolingüística y uniforme. Ha sido concebida y educada para ser y desarrollarse a partir de la centralidad geográfica, que se transforma en centralismo anímico común a una buena parte de la ciudadanía española. Los españoles están muy satisfechos consigo mismo, y nada cambiará su forma de ser y pensar, por muy peligroso que pudiera resultar para la sagrada unidad de la patria. La utopía federal ha sido derrotada antes de nacer; el federalismo es irrealizable en España.

En tales condiciones, es fácil entender que, al no existir españoles federalistas, los catalanes federalistas se vean abocados al más estrepitoso fracaso político. Para que pudiera existir un estado federal, deberían existir federalistas en ambas canchas, en Catalunya y en España. Pero no es así. Y a pesar de ello, las fuerzas políticas de la izquierda catalana insisten en defender la utopía federal, anzuelo político que lanzan a los ciudadanos catalanes, como única fórmula de organización política deseable para los electores.

La incongruencia alcanza su cenit en boca del señor Duran i Lleida. El dirigente democristiano se proclama partidario que entre Catalunya y España se establezcan vínculos confederales. Es decir, un Estado, España, donde el federalismo está proscrito, debería confederarse con una Nación, Catalunya, en pie de igualdad y sin el paso previo de alcanzar la plena soberanía de esta Nación. Se llega a ignorar incluso la necesidad de que para que exista una confederación, debe existir dos -o más- realidades independientes que quieran llegar a esta, porqué no decirlo, pura quimera.

Lo que realmente sucede, es que tanto el PSC, como Iniciativa, así como Duran i Lleida, utilizan la utopía del federalismo y la confederación, no como motor y combustible de cambio político, sino como mero instrumento de fijación e inmutabilidad de Catalunya dentro de España. Predicando el federalismo, se intenta neutralizar las ansias independentistas que se han extendido de forma mayoritaria entre los catalanes, desengañados del Estado Español en general y en particular de sus dirigentes, de los partidos políticos, de las instituciones tanto públicas como privadas, de la magistratura, etc..... El Estado Español destila centralismo por todos sus poros; es enemigo del pluralismo y es fiel amante de su auténtica utopía, esto es, alcanzar la uniformidad total en la península, aplastando cualquier atisbo de diferenciación cultural e idiomática. En definitiva, su anhelo no es otro que transformar Catalunya en una región más de España, relegando la identidad catalana al baúl folclórico y perfectamente prescindible de los lejanos recuerdos de lo que fué y ya no es.

Puede opinarse que la independencia representa no más que una quimera, que es la utopía de algunos catalanes, hastiados por la desconsideración y agresiones del nacionalismo español. Nada menos cierto. Han sido precisamente la actitud española, a lo largo de los últimos tres siglos, la que ha desatado entre nosotros, los catalanes, las ansias de libertad y justicia que ahora nos caracteriza. Nuestro proyecto común de acción, que representa la independencia es, precisamente, una afirmación, no una negación, de la realidad histórica que existe a nuestro alrededor. Es un objetivo en sí mismo. Los que defendemos la opción secesionista, lo hacemos a partir de la profunda convicción que tenemos de ser precisamente la plena soberanía la que debe permitirnos alcanzar las más altas cotas de prosperidad económica, justicia social y auténtica libertad colectiva para nuestra Nación, es decir, para nuestros conciudadanos catalanes. El hecho de no seguir dependientes políticamente de España significa lo mismo que representa la real emancipación de un joven, en pos de su futuro entre las turbulencias que implica vivir en la sociedad. Tiempo habrá para cosechar algunos fracasos, pero seguro es que el triunfo, la victoria, solo está al alcance de quien se arriesga y lucha. La esperanza, la ilusión, el trabajo, el sacrificio, siempre dan satisfacción y ayudan alcanzar las más altas metas que el ser humano pueda ambicionar. La independencia no es una utopía. La independencia es el objetivo  que permite a una idea convertirse en realidad como consecuencia de nuestro esfuerzo y entrega individual. Nuestros deseos sí pueden hacerse realidad. Solo tenemos que proponernoslo.

El proyecto colectivo de los catalanes es pues, alcanzar la plena soberanía lo antes posible. Las elecciones al congreso español no son más que un arma propagandística al servicio del unionismo hispano. En nuestras manos está convertirlas en instrumento de liberación nacional. Votemos a formaciones catalanistas, huyamos de los cantos de sirena que entona el unionismo autonomista popular, el frustrante federalismo socialista o el imposible confederalismo democristiano. Con nuestro voto, debemos hacer retroceder la representación de las fuerzas españolistas  en nuestro país. El consecuente aumento del secesionismo nos acercará irremediablemente a la liberación nacional de Catalunya. Confiemos en nosotros mismos y haremos que nuestros sueños se hagan realidad.

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