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dissabte, 5 de març del 2011

EL PRIMER DÍA ( DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA) II

Quien haya leído mi anterior escrito, estará tentado en pensar que España jamás aceptará la independencia de Catalunya, pues no está dispuesta a perder la gallina de los huevos de oro. Es cierto que económicamente perdería mucho a corto plazo, que en materia de impuestos sus pérdidas serian muy elevadas, pero en  cultura y política, su estado ganaría cohesión y fortaleza. No se olvide que la cuestión cultural y en particular  lingüística, a la vista de la reacción que provoca que el catalán pretenda el mismo tratamiento que tiene el castellano,es uno de los motivos que más  querellas, agravios y enfrentamientos causan entre españoles y catalanes. La desmesura que está instalada en el imaginario español, tanto a nivel político, como jurídico e incluso económico, es de tal calibre que por este único hecho ya resultaría rentable la separación amistosa de España y Catalunya.

Porqué, no nos engañemos. Para una nación, y más si es latina, la cuestión lingüística es el esqueleto sobre el que se viste tanto la historia como la economía de cualquier país. Su sociedad tiende a la cohesión, a la vertebración mediante la lengua. Gracias a compartir un mismo idioma, es posible la comunión de intereses, la solidaridad, en definitiva, a configurar la idiosincrasia que caracteriza a todas las naciones que han  existido y que existirán. Y si esto es así, las ventajas  para la sociedad española serían muy elevadas en el medio plazo y además extensible al plano económico y fiscal. En efecto, podrían concentrar sus esfuerzos en re-centralizar España, potenciar el polo madrileño como único y poderoso motor de arrastre de todo el Estado y en todos los aspectos (financiero, cultural, aeroportuario, comercial, etc...). El cambio en el estado autonómico, con la supresión de las inviables instituciones políticas regionales sería plácida y rápida. Es decir,  solo se trataría de acentuar la realidad actual y hacerla más fluida y nítida, puesto que sin la pesadez de Catalunya y sus pretensiones, todo resultaría mas sencillo, más rápido, más claro.

¿No seria una liberación para España que Catalunya alcanzara la independencia? Por supuesto. Al principio resultaría costoso en términos económicos, pero con la inestimable ayuda de la Comunidad Europea y la aceptación de la mengua del poder económico del Estado español, la dicha, para los ciudadanos que no se han cansado de proclamar en egoísmo, la insolidaridad, el desdén y la antipatía con Catalunya y sus ciudadanos, la dicha, digo, seria inconmensurable. Y los partidos españoles se librarían del continuo chantaje que las formaciones catalanas han sometido a los españoles, pretendiendo sacar réditos de su escasa representación parlamentaría, en las negociaciones para la gobernabilidad, que bien es cierto, nunca han fructificado entre populares y socialistas, incapaces hasta la fecha de pactar las medidas para sacar al país de la crisis en la que se encuentra metido, en buena parte por culpa, como no, de los políticos catalanes y sus despilfarros, del gobierno de la Generalitat, del acoso al que someten al castellano, de la imposición del catalán, de las pretensiones de financiación por concierto, de la voluntad de querer gestionar El Prat de acuerdo con los intereses de los catalanes en competencia con Barajas, de sus inacabables reivindicaciones de inversión en infraestructuras que dicen necesitar o de que las inversiones comprometidas en los presupuestos del estado se cumplan, de querer que sus oficinas comerciales y culturales en el extranjero sean unas embajadas de juguete o en su pretensión intolerable de que los jueces tengan el deber de conocer y hablar el catalán si esta es la voluntad del ciudadano sometido a la justicia española, es decir, a la justicia  castellana.

Decididamente, no comprendo como los ciudadanos españoles, a la llamada de "El gato al agua", "Dando caña", de los señores Aznar y Arenas, de los populares valencianos, de socialistas de pro como los señores Bono, Guerra, Blanco y otros, de los periódicos El Mundo, La Gaceta, ABC, La Razón, e incluso El País (hay silencios que matan), de múltiples emisoras de radio, así como casi todos los canales de televisión españoles y muchos periodistas, no comprendo, digo, como no han salido a la calle en masa para mostrar su repulsa hacia los catalanes, portando un único lema al frente de la multitudinaria manifestación "Fuera Catalunya y los catalanes de la Constitución  Española. Independencia para España"    
       
    

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