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dilluns, 21 de març del 2011

DEL MARASMO A LA REVOLUCIÓN.

¿Como calificar el estado de ánimo que padecen la mayoría de ciudadanos de este pequeño pero inquieto país?. Es decir, ¿como se sienten los catalanes en la actualidad?. ¿Que resultados se producirán en nuestra atribulada sociedad como consecuencia de esta perniciosa situación?. ¿Que respuesta tendrá el humilde y sencillo ciudadano catalán?.¿Será una reacción colectiva, tal vez individual o una combinación de ambas? Estas y otras muchas preguntas que nos hacemos, sobre la actualidad, tienen respuestas complejas, difíciles y en ocasiones, no deseadas.

El estado de ánimo de la mayoría de ciudadanos de Catalunya es de marcado descontento. Estamos hartos de que nuestra voluntad, libremente expresada en las urnas, se vea manipulada por determinados políticos, cobardes y ruines, que tienen miedo de expresar y defender sin paliativos, sin matices, la voluntad y los anhelos de la ciudadanía. Prefieren adoptar posiciones contemporizadoras con los poderes fácticos. Renuncian a sus propios principios, falsean su ideología y obvian sus valores para hacer creer que una apariencia de cambio inspira sus decisiones, sus políticas, para que todo siga igual.

Son un tipo de políticos que no dudan en utilizar a los partidos para colmar sus ambiciones personales, prescindiendo de ideologías, ignorando los contrasentidos en los que suelen caer, falseando la historia, la trayectoria de las formaciones políticas a las que pertenecen y que manosean impúdicamente en beneficio propio y de sus más íntimos allegados, el llamado aparato.

Ante tal situación, ¿qué pueden hacer los ciudadanos?. Lo que hacemos muchos catalanes, rebelarnos aunque sea pacíficamente. Somos cada vez más los que no aceptamos seguir sumisamente el dictado del gobierno de España, de las manipulaciones del Partido Socialista, de las falsedades y del ultranacionalismo del Partido Popular, de los medios de comunicación de la extrema derecha madrileña, de las deslegitimadas instituciones españolas, como el Tribunal Constitucional, la Conferencia Episcopal, el Consejo General del Poder Judicial, etc...

Nuestra revuelta se expresa de forma pacífica. Es una revolución democrática, que utiliza las consultas populares, las masivas manifestaciones callejeras, que denuncia las arbitrariedades, las injusticias, los desmanes que el unionismo hispano más casposo proclama y promueve en contra de una ciudadanía, cada día más amante de la libertad, de los derecho humanos y de la independencia, tanto individual como colectiva.

Nuestra revolución será imparable. Estamos hartos de que por culpa de las políticas españolas, económicas, culturales, fiscales, del estado de bienestar, los ciudadanos catalanes no puedan alcanzar los niveles de bienestar personal, de desarrollo económico y social que nuestro país, por méritos propios debería disfrutar, libres del insoportable lastre que significa para Catalunya, la permanencia en esta España que tan mal sabe "vender" una parte de la sociedad española, formada por unos pocos políticos, funcionarios, periodistas y algunos pseudo-empresarios que si bien son pocos numéricamente, son muy influyentes. Son los poderes fácticos, el mercado, en definitiva, una casta de privilegiados que niegan la auténtica democracia, la libertad y la justicia.

Solo cabe una advertencia, amistosa y sincera. Esta casta no debería olvidar que en el transcurso de la historia, siempre ha sido combatida y vencida por la gente de bien. Primero fueron la Revolución Francesa y   la Americana, siguieron otras muchas y ya a finales del siglo pasado, en Europa nacieron varios nuevos estados, producto todos ellos de las injusticias y opresiones a que las naciones-estado "clásicas" sometían a determinados grupos de ciudadanos, que no tuvieron mas opción en su defensa que constituirse, a su vez, en nuevos estados.

Las revoluciones siempre empiezan de  forma pacifica, por noble iniciativa ciudadana. Desgraciadamente, son reprimidas y en consecuencia, casi siempre acaban, trágicamente, de forma violenta. No permitamos que la revolución catalana acabe así. No somos violentos, no nos repriman. Si son incapaces de colmar nuestras necesidades, anhelos, esperanzas, ansias de justicia y de libertad, apártense discretamente. Su causa unionista está superada. Ya han sido vencidos. Acéptenlo humildemente. Y aquí paz y después gloria.                  

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