Según alguna prensa española, Rajoy aplaza los recortes importantes para después de las elecciones andaluzas, a celebrar previsiblemente, en marzo próximo. El objetivo es no perturbar la campaña electoral del Partido Popular, con decisiones que, advierten, serán severas y dolorosas. Así se facilitará la victoria de su señorial candidato, Francisco Javier Arenas Bocanegra. Será la culminación triunfal de los populares, que teñirá de azul el mapa de España en casi su totalidad, como antaño sucedía gracias a determinadas camisas políticas, tan azules como viejas. Pueblos, ciudades, provincias, comunidades autónomas. Todo azul cielo, sobrevolado majestuosamente por una gaviota, símbolo inequívocamente conservador (no en vano es un pájaro que frecuentemente se alimenta de cualquier cosa y a costa de otros). Pero la felicidad nunca es completa. En este paisaje uniforme, monocromático y descarnado, se observan dos singularidades que devienen irreductibles: Pais Vasco y Catalunya. Concretamente, en Catalunya, los conservadores apenas son la tercera formación política; a muchísima distancia de CiU, así como notablemente por debajo de la representación alcanzada por el agonizante Partido Socialista de Catalunya.
Los mayores recortes deberán aguardar, pués, hasta la próxima primavera. Entre tanto, para satisfacer los deseos de Mercozy y de los insaciables mercados, a modo de aperitivo se aprobará un primer ajuste de alrededor de 4.000 millones de euros. Este recorte deberá contar con el inestimable apoyo de todas las comunidades autónomas, es decir, principalmente de Catalunya; única comunidad que hasta la fecha ha decidido recortar -más que nadie- abocándose al abismo de la miseria más inutil e inmerecida que los tiempos han conocido.
Catalunya, en un ejercicio de suprema ingenuidad, ha decidido una vez más, hacer el primo, para satisfacer las exigencias de aquellos que nunca cumplen en tiempo y forma con sus inexcusables obligaciones. Como es sabido, hacer el primo se aplica a la persona que no tiene malicia y que se deja engañar fácilmente. Proverbial es la inocencia fiscal de Catalunya. La primera de la clase en trasladar a la sociedad los ajustes presupuestarios que las circunstancias económicas requieren. El gobierno del señor Mas, tijera en mano, de forma rápida y diligente se apresta a continuar lo que se está convirtiendo en una tradición típicamente catalana: adelantarse a los sacrificios que deberán acometer el resto de ciudadanos estatales, bajo guía del señor Rajoy. Poco importa si estos sacrificios son justos o no, dado el nivel de expolio fiscal que padecemos los catalanes a manos de la inefable España, que encima estafa parte del dinero que debiera estar ya en manos de la Generalitat. Es irrelevante que el resto del Estado prefiera priorizar las elecciones andaluzas a los recortes que el directorio europeo exige y que España necesita. La cuestión es dar ejemplo, aunque no despierte el más mínimo entusiasmo ni gratitud del resto de ciudadanos del Estado Español. Deben pensar: si los recortes se hacen en Catalunya, ¡bienvenidos sean!. Por tanto, nuevamente, Catalunya pasa a hacer el primo. Eso sí, por el bien de los españoles, como siempre.
Mientras sucede todo esto, el ayuntamiento de Barcelona adopta el acuerdo de distanciarse de la marca España, a pesar de la rotunda oposición de los concejales populares. Por lo visto, un estudio de una afamada Escuela de Negocios de Barcelona, ha llegado a la conclusión que España es un lastre que impide a Barcelona desarrollar y aprovechar todas sus potencialidades turísticas; recomienda desligar Barcelona de España y que se asocie a la marca Catalunya. Como puede verse, la unión de Barcelona con España resta beneficios, como la unión de Catalunya a España lastra enormemente las posibilidades de desarrollo económico y social de los catalanes. Es positivo que el mundo de los negocios de Catalunya se aperciba del perjuicio que causa España. Pero no deben de esperar más tiempo en poner remedio a este problema, pués la demora hundirá más y más, a Catalunya en las miserias españolas.
Utilizo el término miseria en el sentido de mezquindad, de avaricia. Ambas acepciones son de probado acierto. España ha sido incapaz de aprovechar adecuadamente los fondos de cohesión que de forma incesante y generosa han sido transferidos por parte Europa. Como tampoco lo han hecho con el producto de la histórica esquilmación fiscal de Catalunya. España y más concretamente sus élites dirigentes, han preferido la apariencia y el cartón piedra, al desarrollo económico sólido y justamente repartido. Han optado por el ladrillo y las subvenciones antes que por el trabajo y el esfuerzo; han elegido la construcción de lineas férreas de alta velocidad, a la modernización y adecuamiento de líneas convencionales para el transporte de mercancías hacia Europa. Para ellos, ha sido más importante construir flamantes autopistas libres de peaje en territorios con escasez de tráfico, en lugar de hacerlo en las zonas cuyo parque de coches y camiones exigían cuantiosas inversiones; inversiones más que justificadas por la actividad económica generada en ellas. Es decir, en Catalunya y Pais Valenciano, zonas eminentemente exportadoras del Estado Español, así como el resto de la costa del Mediterráneo, zona de máxima actividad turística. Prefirieron convertir el aeropuerto de Barajas en el más importante del Reino de España, estrangulando al resto, fundamentalmente El Prat, con discriminaciones políticas, o excluyéndolos de los acuerdos sobre tráfico aéreo entre naciones, en beneficio de Barajas.
La actitud de España con Catalunya ha sido miserable. Y el gobierno de la Generalitat ofrece la otra mejilla, sigue recortando el estado de bienestar y dá ejemplo a quién no quiere recibirlo, porque ahora no le interesa. Esto es hacer el primo. ¿Hasta cuando?.
Mientras sucede todo esto, el ayuntamiento de Barcelona adopta el acuerdo de distanciarse de la marca España, a pesar de la rotunda oposición de los concejales populares. Por lo visto, un estudio de una afamada Escuela de Negocios de Barcelona, ha llegado a la conclusión que España es un lastre que impide a Barcelona desarrollar y aprovechar todas sus potencialidades turísticas; recomienda desligar Barcelona de España y que se asocie a la marca Catalunya. Como puede verse, la unión de Barcelona con España resta beneficios, como la unión de Catalunya a España lastra enormemente las posibilidades de desarrollo económico y social de los catalanes. Es positivo que el mundo de los negocios de Catalunya se aperciba del perjuicio que causa España. Pero no deben de esperar más tiempo en poner remedio a este problema, pués la demora hundirá más y más, a Catalunya en las miserias españolas.
Utilizo el término miseria en el sentido de mezquindad, de avaricia. Ambas acepciones son de probado acierto. España ha sido incapaz de aprovechar adecuadamente los fondos de cohesión que de forma incesante y generosa han sido transferidos por parte Europa. Como tampoco lo han hecho con el producto de la histórica esquilmación fiscal de Catalunya. España y más concretamente sus élites dirigentes, han preferido la apariencia y el cartón piedra, al desarrollo económico sólido y justamente repartido. Han optado por el ladrillo y las subvenciones antes que por el trabajo y el esfuerzo; han elegido la construcción de lineas férreas de alta velocidad, a la modernización y adecuamiento de líneas convencionales para el transporte de mercancías hacia Europa. Para ellos, ha sido más importante construir flamantes autopistas libres de peaje en territorios con escasez de tráfico, en lugar de hacerlo en las zonas cuyo parque de coches y camiones exigían cuantiosas inversiones; inversiones más que justificadas por la actividad económica generada en ellas. Es decir, en Catalunya y Pais Valenciano, zonas eminentemente exportadoras del Estado Español, así como el resto de la costa del Mediterráneo, zona de máxima actividad turística. Prefirieron convertir el aeropuerto de Barajas en el más importante del Reino de España, estrangulando al resto, fundamentalmente El Prat, con discriminaciones políticas, o excluyéndolos de los acuerdos sobre tráfico aéreo entre naciones, en beneficio de Barajas.
La actitud de España con Catalunya ha sido miserable. Y el gobierno de la Generalitat ofrece la otra mejilla, sigue recortando el estado de bienestar y dá ejemplo a quién no quiere recibirlo, porque ahora no le interesa. Esto es hacer el primo. ¿Hasta cuando?.
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