Mariano Rajoy ha superado el debate de investidura con el apoyo del grupo parlamentario popular. Todos los representantes catalanes -excepto los integrados en el PP español- han votado en contra. La coalición nacionalista, por boca del señor Duran, imploró un gesto del candidato español al planteamiento de Pacto Fiscal que solicita CiU. El señor Rajoy, impertérrito, hizo oidos sordos y en un gesto típico en él, desdeñó la súplica nacionalista; su prioridad no pasa precisamente en satisfacer los intereses que en justicia pueda merecer Catalunya. Lógicamente, CiU no tuvo más remedio -muy a pesar del señor Duran- que negar el apoyo a quién tanta displicencia -y falta de cintura política- había mostrado. Por otro lado, la mayoría absoluta que disfruta el Partido Popular, hacen innecesario el soporte que se auto-atribuye CiU. No obstante, los portavoces conservadores han manifestado su perplejidad por el voto negativo de la coalición catalana. La irritación que sienten ante tal insolencia, justificará, en su opinión, cualquier medida que los nacionalistas españoles tomen en el Parlamento de Catalunya contra el gobierno del señor Más; o contra el alcalde convergente de Barcelona; o en el seno del gobierno de la Diputación de Barcelona. En fín, la venganza puede ser terrible.
Este relato, lleno de incertidumbres, insolencias y desdenes, muestran hasta que punto la actividad política en el Estado puede devenir traumática a causa del inevitable encontronazo que se está produciendo entre Catalunya y España. Las continuas desavenencias, las deslealtades del gobierno de Madrid hacia Catalunya, la divergencia en los intereses de cada una de las partes, parece que nos abocan a un inevitable choque de trenes que conducirá las dos naciones a la ruptura total, es decir, la separación de Catalunya como parte del Estado Español.
La casta dirigente española ha apostado por la recentralización política, administrativa y económica del Estado. Mariano Rajoy habló de promover el bilingüismo, trilingüismo, enseñanzas comunes en todo el territorio, obviando las competencias de las comunidades autónomas en materia de enseñanza. Su obsesión prioritaria consiste en controlar el déficit público, independientemente que la causa del mismo sea la mala gestión de la administración central, el café para todos, o los derroches causados por las actitudes populistas, partidistas y clientelares que PP y PSOE han practicado durante las sucesivas alternancias en los distintos gobiernos españoles, locales, regionales y estatal, en el transcurso de la azarosa historia democrática española. El portavoz socialista ofreció no solo diálogo al nuevo gobierno, también se mostró dispuesto a pactar y apoyar todas aquellas políticas que sean beneficiosas para España. El problema es que las políticas españolas están contrapuestas a las necesidades de Catalunya; por tanto, la comunión de intereses de populares y socialistas, presagia un progresivo aplastamiento de los intereses y necesidades de los catalanes, bajo el peso de la Gran Coalición Nacionalista Española: el PPSOE.
El señor Duran no ha votado la investidura del señor Rajoy, muy a su pesar. Todo el discurso del candidato popular estaba trufado implícita o explicitamente, de señas y gestos anti-autonomías, recentralizadores y uniformadores. El nombre de España, fué utilizado hasta en cuarenta y ocho ocasiones -nunca en vano-. La crisis económica fué el hilo conductor y la excusa esgrimida para defender lo que desde los medios periodísticos afines se ha bautizado como Reagrupamiento español, esto es, un movimiento de fondo que convoca a los españoles para integrarse en un esfuerzo colectivo de superación. Esfuerzo colectivo impuesto sin aspavientos ni discusiones, como si de un acto de fé se tratara. El término diálogo solo fué utilizado por el señor Rajoy en nueve ocasiones. En definitiva, un movimiento nacionalista español aplastante, contra los que son y se sienten distintos a la mayoría. Y los diferentes, en la España de hoy, se hallan en el País Vasco y Catalunya. Véase sino el mapa que los resultados electorales dibujaron en el Estado; prácticamente todo azul popular, excepto las anomalías vasca y catalana.
Cuanto está aconteciendo nos conduce irremediablemente hacia un escenario de confrontación entre Catalunya y España. El gobierno popular, por boca de su máximo representante, ha mostrado las cartas que piensa emplear. Está decidido a remediar lo que consideran es el auténtico problema que tienen planteado como nación, el Titulo Octavo de la Sagrada Constitución Española. Intentaron diluir las ansias catalanas y vascas con el cacareado café para todos. Fracasaron. Ahora, aprovecharán la coyuntura económica para acabar la dilución, tan deseada por todos ellos, de la impertinente, insaciable y díscola Catalunya. Por parte de Catalunya, no existe alternativa racional y posible a las continuas embestidas españolas que no pasen por la soberanía. El expolio fiscal, la parálisis económica por falta de inversiones y el empobrecimiento que significa esto para todos los catalanes; el inacabable acoso legal contra la lengua catalana, en un intento interminable de ahogo cultural; la falta de respeto hacia la Nación catalana y las continuas manipulaciones y falsedades de los medios periodísticos y judiciales madrileños, nos empujan hacia un rumbo de colisión, que solo cabe desear concluya con la máxima rapidez. Y por supuesto, con la asunción de la plena soberanía de Catalunya.
Esta legislatura española que se inicia, aparece como la definitiva. Es la legislatura que pondrá punto final a una imposición castellana de tres siglos y que concluirá con la única alternativa esperanzadora para los catalanes, la independencia. Para la causa independentista, solo tenemos que esperar que la negación de CiU a la investidura de Mariano Rajoy, sea auténtica -y definitiva-. Deberán mantener la coherencia en la decisión tomada y resistir las intensas presiones de la derecha españolista, para que cambien el signo de su voto. Si optaran por hacerse perdonar su osadía parlamentaria, entregando gratuitamente apoyos y votos al nuevo Gobierno Español, los ciudadanos no lo toleraríamos. Lo acabarían pagando en Catalunya. No pueden olvidar, al menos, la actitud mostrada por el señor Rajoy sobre el Pacto Fiscal. Para los ciudadanos catalanes, el menosprecio popular no solo es sintomático de lo que le espera al proyecto estrella de CiU. Resulta definitivo. Como esta última legislatura que ahora empieza.
Las cartas están repartidas. El juego se ha iniciado. Y las apuestas son muy altas. El premio: la independencia.
Cuanto está aconteciendo nos conduce irremediablemente hacia un escenario de confrontación entre Catalunya y España. El gobierno popular, por boca de su máximo representante, ha mostrado las cartas que piensa emplear. Está decidido a remediar lo que consideran es el auténtico problema que tienen planteado como nación, el Titulo Octavo de la Sagrada Constitución Española. Intentaron diluir las ansias catalanas y vascas con el cacareado café para todos. Fracasaron. Ahora, aprovecharán la coyuntura económica para acabar la dilución, tan deseada por todos ellos, de la impertinente, insaciable y díscola Catalunya. Por parte de Catalunya, no existe alternativa racional y posible a las continuas embestidas españolas que no pasen por la soberanía. El expolio fiscal, la parálisis económica por falta de inversiones y el empobrecimiento que significa esto para todos los catalanes; el inacabable acoso legal contra la lengua catalana, en un intento interminable de ahogo cultural; la falta de respeto hacia la Nación catalana y las continuas manipulaciones y falsedades de los medios periodísticos y judiciales madrileños, nos empujan hacia un rumbo de colisión, que solo cabe desear concluya con la máxima rapidez. Y por supuesto, con la asunción de la plena soberanía de Catalunya.
Esta legislatura española que se inicia, aparece como la definitiva. Es la legislatura que pondrá punto final a una imposición castellana de tres siglos y que concluirá con la única alternativa esperanzadora para los catalanes, la independencia. Para la causa independentista, solo tenemos que esperar que la negación de CiU a la investidura de Mariano Rajoy, sea auténtica -y definitiva-. Deberán mantener la coherencia en la decisión tomada y resistir las intensas presiones de la derecha españolista, para que cambien el signo de su voto. Si optaran por hacerse perdonar su osadía parlamentaria, entregando gratuitamente apoyos y votos al nuevo Gobierno Español, los ciudadanos no lo toleraríamos. Lo acabarían pagando en Catalunya. No pueden olvidar, al menos, la actitud mostrada por el señor Rajoy sobre el Pacto Fiscal. Para los ciudadanos catalanes, el menosprecio popular no solo es sintomático de lo que le espera al proyecto estrella de CiU. Resulta definitivo. Como esta última legislatura que ahora empieza.
Las cartas están repartidas. El juego se ha iniciado. Y las apuestas son muy altas. El premio: la independencia.
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