El gobierno en funciones español ha cometido su última fechoría contra Catalunya. Ha decidido no pagar los 759 millones de € que adeuda a la Generalitat, importe resultante de la aplicación de la disposición adicional tercera del vigente Estatuto de Autonomía. No importa que el Estatuto forme parte del entramado constitucional español; es irrelevante que sea una Ley Orgánica, o que fuera exigible un mínimo de lealtad institucional entre administraciones. De nada sirve apelar al honor, a la hidalguía, concepto y figura muy apreciados por personas e instituciones españolas. Tampoco sirve de mucho exigir el cumplimiento de los pactos de febrero de este año, en los que se acordó el inmediato pago de la deuda estatal. Por supuesto, amenazar al Gobierno de España con demandas y reclamaciones ante los tribunales (españoles), es motivo de jocosa celebración en el ejecutivo español (en funciones).
Lo cierto es que el Gobierno Español, reafirmando lo que es de dominio público, ha decidido maquillar el volumen de su déficit, traspasándolo en buena parte hacia Catalunya, para así aparentar ante el Directorio Europeo, conocido también como Merkozy, que la administración central cumple los compromisos adquiridos, mientras las comunidades autónomas son culpables del abultado déficit público acumulado por la inocente y virginal España. Así, mata dos pájaros de un tiro: cumple los mandatos exigidos por los mercados y se carga de razones económicas, políticas y fiscales para emprender la recentralización del estado autonómico, cuyo desbocado déficit producto de excesos y mala gestión, perjudica la solvencia e imagen de España en el exterior.
Este hecho se une al adoptado hace unos meses por el mismo Gobierno -que entonces no se hallaba en funciones-, no pagar el fondo de competitividad hasta el 2013; decisión arbitraria y unilateral, cuyo importe de 1.450 millones hubiera representado un mínimo alivio en la estresante situación financiera que sufre la Generalitat de Catalunya. Es fácil entender que no disponer de 2.200 millones de € en total, distorsiona gravemente las cuentas públicas, e impide al Gobierno catalán cumplir sus propios compromisos de reducción de déficit. Salvo que recorte aún más las cuentas, lo que provocaría una hecatombe político-social entre la abatida, abrumada y desalentada sociedad catalana. Es decir, entre los anonadados, mosqueados y hartos ciudadanos catalanes. Sobre todo, hartos.
Al mosqueado ciudadano catalán que se permite suscribir este escrito, le dan ganas de decirle a la mágica señora Presidenta del Parlamento de Catalunya que si no le gusta que se diga "España nos roba" y que el déficit fiscal catalán puede ser calificado tranquilamente como expolio fiscal, debería aceptar por lo menos la opinión, que es una certeza, que el Gobierno de España actúa contra los catalanes como hacen los trileros en las Ramblas, de Barcelona, con los ingenuos y despistados turistas.
Hace unos meses, el Tribunal Constitucional decidió poner en jaque el sistema educativo de Catalunya, promulgando una sentencia que hacia dudar de la doctrina aplicada hasta entonces -con el aval del propio TC- sobre la lengua vehicular y la inmersión lingüística en catalán. Esta infame y partidista resolución del Alto Tribunal sirvió para que un reducidisimo número de familias -¿tres, cuatro, veinte?-, desgraciadamente asentadas en Catalunya y víctimas de catalanofobia galopante, interpusiera una demanda ante el Tribunal Supremo, que naturalmente fue atendida favorablemente; lo cual ha provocado el jaque mate definitivo a la inmersión, prescindiendo del deseo mayoritario de las familias catalanes, que están de acuerdo con la política lingüística aplicada hasta la fecha. De poco sirvió -y sirve- que el Parlamento de Catalunya promulgara leyes, decretos, órdenes, resoluciones, etc... estableciendo la lengua catalana como única vehicular del sistema educativo catalán y que el TC de antaño aprobara sin matices esta conducta; poco importa que la inmersión lingüística en catalán reciba el apoyo casi unánime de docentes, de reconocidos lingüistas, instituciones públicas y privadas, universidades, científicos, padres de alumnos, asociaciones de estudiantes, políticos, formaciones políticas, etc.... Todo esto no cuenta. Solo vale la opinión de un grupito de juristas cargados de prejuicios castellanos que parece tienen como única misión en sus vidas imponer, someter, demonizar, perjudicar, ningunear..... a los ciudadanos de Catalunya y a sus legítimos y democráticos representantes; y todo esto, para que nos avengamos a ser ciudadanos españoles de bien, que renunciemos a nuestra provinciana identidad catalana y adoptemos como propia la castellana; es decir, la española, cuya superioridad no solo es sideral, sino que coloniza y se extiende por los confines del Universo conocido y por conocer, en su conjunto y totalidad.
El nacionalismo español tiene como misión más importante y única de su existencia, reafirmar la españolidad de España. ¡Pura obviedad!. Ya lo ha dicho recientemente el señor Bono, presidente cesante del Congreso de Diputados, ex-Ministro de Defensa y homenajeador de la División Azul, peculiar y significativo militante socialista y español cañí donde los haya: "Quiero un líder socialista que no se avergüence de gritar, a la clausura del congreso del partido, ¡viva España!". El problema de los políticos españoles es que creen que todos los ciudadanos del Estado tienen que sentir, pensar y actuar como lo hacen ellos. Para su desgracia, somos muchos los ciudadanos de este Estado que no comulgamos con ruedas de molino. Es triste que la exclamación ¡viva España!, sea la manifestación que define el patriotismo del señor Bono. Máxime después de la perversa utilización de este grito que se hizo durante la Guerra Civil y los cuarenta años posteriores de cruel dictadura franquista. Nuestros sentimientos hacia la bandera española no son distintos a los que profesamos hacia la bandera francesa, americana, neozelandesa, burkinafasence, nepalí.... Las respetamos y si se tercia, las honramos. Tanto a las banderas, como a las naciones que representan. Pero queremos a la nuestra, Catalunya, y la cuatribarrada. Y a poder ser, muy pronto, la estelada.
Visto todo lo anterior y siendo el nacionalismo español un auténtico toca-narices, no me queda más remedio que aceptar que los catalanes seguimos unidos a España porque somos ingenuos, despistados, temerosos y estamos adormecidos. Igual que los turistas extranjeros y nacionales, en manos de trileros profesionales. Pero, ¡cuidado!; de tanto tocarnos las narices, hemos despertado. Con los ojos bien abiertos, mentes despejadas e ideas muy claras.
Lo cierto es que el Gobierno Español, reafirmando lo que es de dominio público, ha decidido maquillar el volumen de su déficit, traspasándolo en buena parte hacia Catalunya, para así aparentar ante el Directorio Europeo, conocido también como Merkozy, que la administración central cumple los compromisos adquiridos, mientras las comunidades autónomas son culpables del abultado déficit público acumulado por la inocente y virginal España. Así, mata dos pájaros de un tiro: cumple los mandatos exigidos por los mercados y se carga de razones económicas, políticas y fiscales para emprender la recentralización del estado autonómico, cuyo desbocado déficit producto de excesos y mala gestión, perjudica la solvencia e imagen de España en el exterior.
Este hecho se une al adoptado hace unos meses por el mismo Gobierno -que entonces no se hallaba en funciones-, no pagar el fondo de competitividad hasta el 2013; decisión arbitraria y unilateral, cuyo importe de 1.450 millones hubiera representado un mínimo alivio en la estresante situación financiera que sufre la Generalitat de Catalunya. Es fácil entender que no disponer de 2.200 millones de € en total, distorsiona gravemente las cuentas públicas, e impide al Gobierno catalán cumplir sus propios compromisos de reducción de déficit. Salvo que recorte aún más las cuentas, lo que provocaría una hecatombe político-social entre la abatida, abrumada y desalentada sociedad catalana. Es decir, entre los anonadados, mosqueados y hartos ciudadanos catalanes. Sobre todo, hartos.
Al mosqueado ciudadano catalán que se permite suscribir este escrito, le dan ganas de decirle a la mágica señora Presidenta del Parlamento de Catalunya que si no le gusta que se diga "España nos roba" y que el déficit fiscal catalán puede ser calificado tranquilamente como expolio fiscal, debería aceptar por lo menos la opinión, que es una certeza, que el Gobierno de España actúa contra los catalanes como hacen los trileros en las Ramblas, de Barcelona, con los ingenuos y despistados turistas.
Hace unos meses, el Tribunal Constitucional decidió poner en jaque el sistema educativo de Catalunya, promulgando una sentencia que hacia dudar de la doctrina aplicada hasta entonces -con el aval del propio TC- sobre la lengua vehicular y la inmersión lingüística en catalán. Esta infame y partidista resolución del Alto Tribunal sirvió para que un reducidisimo número de familias -¿tres, cuatro, veinte?-, desgraciadamente asentadas en Catalunya y víctimas de catalanofobia galopante, interpusiera una demanda ante el Tribunal Supremo, que naturalmente fue atendida favorablemente; lo cual ha provocado el jaque mate definitivo a la inmersión, prescindiendo del deseo mayoritario de las familias catalanes, que están de acuerdo con la política lingüística aplicada hasta la fecha. De poco sirvió -y sirve- que el Parlamento de Catalunya promulgara leyes, decretos, órdenes, resoluciones, etc... estableciendo la lengua catalana como única vehicular del sistema educativo catalán y que el TC de antaño aprobara sin matices esta conducta; poco importa que la inmersión lingüística en catalán reciba el apoyo casi unánime de docentes, de reconocidos lingüistas, instituciones públicas y privadas, universidades, científicos, padres de alumnos, asociaciones de estudiantes, políticos, formaciones políticas, etc.... Todo esto no cuenta. Solo vale la opinión de un grupito de juristas cargados de prejuicios castellanos que parece tienen como única misión en sus vidas imponer, someter, demonizar, perjudicar, ningunear..... a los ciudadanos de Catalunya y a sus legítimos y democráticos representantes; y todo esto, para que nos avengamos a ser ciudadanos españoles de bien, que renunciemos a nuestra provinciana identidad catalana y adoptemos como propia la castellana; es decir, la española, cuya superioridad no solo es sideral, sino que coloniza y se extiende por los confines del Universo conocido y por conocer, en su conjunto y totalidad.
El nacionalismo español tiene como misión más importante y única de su existencia, reafirmar la españolidad de España. ¡Pura obviedad!. Ya lo ha dicho recientemente el señor Bono, presidente cesante del Congreso de Diputados, ex-Ministro de Defensa y homenajeador de la División Azul, peculiar y significativo militante socialista y español cañí donde los haya: "Quiero un líder socialista que no se avergüence de gritar, a la clausura del congreso del partido, ¡viva España!". El problema de los políticos españoles es que creen que todos los ciudadanos del Estado tienen que sentir, pensar y actuar como lo hacen ellos. Para su desgracia, somos muchos los ciudadanos de este Estado que no comulgamos con ruedas de molino. Es triste que la exclamación ¡viva España!, sea la manifestación que define el patriotismo del señor Bono. Máxime después de la perversa utilización de este grito que se hizo durante la Guerra Civil y los cuarenta años posteriores de cruel dictadura franquista. Nuestros sentimientos hacia la bandera española no son distintos a los que profesamos hacia la bandera francesa, americana, neozelandesa, burkinafasence, nepalí.... Las respetamos y si se tercia, las honramos. Tanto a las banderas, como a las naciones que representan. Pero queremos a la nuestra, Catalunya, y la cuatribarrada. Y a poder ser, muy pronto, la estelada.
Visto todo lo anterior y siendo el nacionalismo español un auténtico toca-narices, no me queda más remedio que aceptar que los catalanes seguimos unidos a España porque somos ingenuos, despistados, temerosos y estamos adormecidos. Igual que los turistas extranjeros y nacionales, en manos de trileros profesionales. Pero, ¡cuidado!; de tanto tocarnos las narices, hemos despertado. Con los ojos bien abiertos, mentes despejadas e ideas muy claras.
yo creo que si algún día os independizáis( yo como, alicantina, valencia y española, votaría ya mismo vuestra independencia para líbrame de vuestros complejos) se os acabarían las escusas, ya no podríais culpar al gobierno central de vuestros errores y de vuestros despilfarros,de esa mala gestión del gasto que han hecho vuestros gobernantes.Yo creo que en estos momentos más nos valdría a todos luchar juntos para salir de esta mala situación que culpar a los demás de nuestros errores.
ResponEliminaSiento comunicarte que tu, alicantina y española no podrás votar la autodeterminación de los catalanes. Por razones obvias. Y por tanto, no podrás librarte de "nuestros complejos", puesto "que los que" el Partido Popular os ha causado a todos los valencianos son de tal calibre que os resultará imposible deshaceros de ellos ("vuestros complejos").
EliminaEn cuanto a los despilfarros y mala gestión del gasto, lo que es seguro que mientras estemos en manos de un gobierno "trilero" como es el actual, jamás saldremos "de penas".... Me refiero al gobierno de España, el cual además de no pagar lo comprometido, sustrae de los bolsillos de todos los catalanes hasta 16.000 millones de euros cada año, para posteriormente prestarnos nuestro propio dinero para poder pagar las facturas.
Esta el una de las razones más poderosas que tenemos la mayoría de catalanes para exigir la independencia: Pasar a controlar TODOS los recursos fiscales que generamos y disponer de TODA la capacidad legislativa necesaria para combatir con muchas más posibilidades de éxito esta mala situación que padecemos. Por nuestra parte, ayudaremos a España en la medida de nuestras auténticas posibilidades.
Y así podremos dejar de culpar a los demás de nuestros propios errores, que ahora son legalmente errores españoles.