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dimarts, 13 de desembre del 2011

CONFABULACIÓN Y SOLUCIÓN.

Podría pensarse que todo se confabula contra el pacto fiscal catalán. Tan deseado resulta para los que confían que la obtención será el antídoto perfecto contra las ansias independentistas extendidas imparablemente entre la ciudadanía catalana, que la defensa que hacen del mismo deviene tan ridícula como ineficaz. Porqué lo cierto es que mezclan la justa y contundente exigencia en la consecución de tal hazaña, con la cómplice comprensión de las dificultades que surgen en estos momentos de tribulaciones económicas; esta mezcla letal me temo impedirá alcanzar este objetivo, bajo la égida del gobierno popular. 

Por si la particular situación económica, social y financiera española no fuera suficiente obstáculo, se unen los problemas en que se encuentra la Unión Europea. De la mano de Merkozy, están intentando apaciguar la agresividad de los mercados (lease Agencias de Calificación, entidades financieras y especuladores en general), esperando que el control de la deuda pública de diversos Estados de la Unión Europea satisfaga las apetencias desatadas. ¡Craso error!. ¿Existe algún ingenuo que crea que los mercados cesarán su hostigamiento hacia el Euro -el auténtico objetivo-, siendo este acoso la causa que está proporcionando suculentos beneficios, que transitan directamente hacia sus repletos bolsillos?.

España y otros estados de la Unión, han aceptado la orden promulgada por la señora Merkel -con el cómplice papelón de Sarkozy añadido-. No solo deberán restringir y controlar el déficit en las cuentas públicas; además, este control deberá constar en las constituciones de los distintos paises; por cierto, misión cumplida ya en España. Y los presupuestos de cada estado pasarán el control y visto bueno de Europa. Esto es, de Alemania. Significa una absoluta cesión de soberanía. Ningún gobierno podrá libremente proponer a los respectivos parlamentos, ni negociar con los partidos políticos, aquellas cuentas que considere más pertinentes a los intereses de sus conciudadanos, para dar debido cumplimiento a los compromisos programáticos adquiridos durante los períodos electorales. Y por si esto no fuera suficiente, se ha llegado al acuerdo de iniciar la llamada armonización fiscal entre los diferentes sistemas fiscales europeos. Se trata que distintas figuras impositivas converjan sin que esto signifique, ni mucho menos, la armonización salarial, ni la de precios, ni el control de dividendos y remuneraciones a los altos ejecutivos, ni siquiera la creación prioritaria de un impuesto contra los especuladores, únicos causantes del desastre económico que venimos padeciendo y únicos e incontrolados beneficiarios del mismo.

Cuesta mucho aceptar que estás medidas aprobadas, se diría que entusiásticamente adoptadas por los jefes de Gobierno europeos, resulten la panacea ante los graves problemas que sufre, por ejemplo España, en cuestiones tales como el abultado desempleo o la injusticia que representa para Catalunya que se esfumen cada año, en forma de expolio fiscal, 22.000 millones de € de sus cuentas públicas, por cierto recortadas hasta la extenuación por el Gobierno de la Generalitat. Es decir, puede que las medidas europeas tenga alguna utilidad para mejorar las finanzas continentales, pero si descendemos a nivel de los ciudadanos de cada país, nos percataremos que lo único que ofrece esta solución son recortes en el estado de bienestar y precariedad laboral; estas decisiones del directorio europeo solo salvaguardan los intereses de los mercados, pero colisionan con los de las personas, con los ciudadanos europeos. Si nos ponemos en la piel de un griego, un portugués, un italiano, o un español, y comparamos con un alemán, un holandés, o un francés, ¿los problemas y las soluciones son los mismos para todos ellos?.

Los intereses de los mercados han adquirido el rango de prioritarios. A la vez, los intereses del Banco Central Europeo se confunden con los intereses de la señora Merkel y de Alemania. El control y la disminución del déficit público prima sobre las políticas sociales. No se toman medidas que estimulen la economía productiva,  lo que podría provocar la creación de nuevos puestos de trabajo y por tanto, la disminución del paro y el aumento del consumo; que a la vez haría aumentar la recaudación de impuestos y disminuir el importe de las prestaciones por desempleo. No se crean los eurobonos, que ayudarían a contener los intereses sobre la deuda de los distintos estados, a niveles más razonables, porque Alemania, lógicamente, no quiere cargar con los excesos de ciertos estados Europeos del sur. Los PIGS han vivido de acumular deuda, como si de nuevos ricos pobres se tratara; deuda que ahora está en poder de la banca alemana y francesa principalmente y que se intenta poner a resguardo de mayores convulsiones financieras. He aquí los intereses prioritarios de los mercados.


Como es fácil adivinar, conjugar los intereses nacionales entre los distintos estados de la Unión, está resultando muy complicado. En realidad, parece imposible. Los ciudadanos no conmueven a los mercados. En tales circunstancias, ¿comprenderá alguien no catalán los intereses particulares de Catalunya?. ¿Será entendido el pacto fiscal reclamado por el señor Mas, como una alternativa válida y aceptable para que los catalanes puedan superar la crisis con mayor prontitud?. Y lo que es más importante, ¿el gobierno del señor Rajoy aceptará sin más las exigencias catalanas?. ¿Está España dispuesta ha permitir que la justicia y equidad sean la guía en las relaciones entre España y Catalunya?.

No parece que en las circunstancias actuales, el Estado Español renuncie a lo que viene considerando como propiedad, por derecho de conquista y que le permite disponer con absoluta libertad de hasta 22.000 millones de € cada año. Por tanto, temo que las respuestas a las preguntas anteriores sean absolutamente negativas para Catalunya. España defenderá sus intereses, como hace cualquier estado de la Unión, hasta el límite que le permitan..... los mercados; y utilizándolos como coartada perfecta que sustenten el sonoro No que pronunciará. Y como los  catalanes no tenemos estado que defienda nuestros intereses, Catalunya verá, si no lo remedia, como una vez más tiene que doblegarse a intereses ajenos, es decir, de los omnipotentes mercados y de los sibilinos estado-nación, tipo España.

¡Difícil provenir el catalán!. ¡Negro el futuro para Catalunya!. Salvo que de una vez, la mayoría de ciudadanos de esta Nación optemos por dotarnos del Estado -catalán- que necesitamos para defender, aunque sea mínimamente, nuestros propios intereses, como hacen Francia, Reino Unido, Suecia, China, Canadá, Senegal, Japón, Suiza, Andorra, Alemania..... Libremente y con independencia, en la medida de lo posible.



  

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