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dimecres, 13 de juliol del 2011

ÓMNIUM E INSUMISIÓN FISCAL.

Desde Omnium Cultural, entidad cívica promotora y defensora de la lengua y cultura de Catalunya, con gran influencia en la sociedad civil de este país, se ha lanzado la idea de impulsar la insumisión fiscal como arma para conseguir lo que, a mi juicio, resultará imposible de lograr, esto es, la consecución de un pacto fiscal (concierto económico) con el estado español, a fin de satisfacer las demandas de la mayoría de ciudadanos catalanes que deseamos que nuestro parecer sea determinante en la disponibilidad y control de los impuestos que cada año van a Madrid y no vuelven. La escandalosa cifra de 22.000 millones de €  que anualmente y en nombre de una forzada, impuesta e insoslayable falsa solidaridad inter-territorial se aporta desde Catalunya a España, en la actual situación económica que todos estamos sufriendo, es insostenible. No es justo que nuestro esfuerzo fiscal sirva para empobrecernos a los catalanes, mientras se alimenta en algunas zonas del estado una falsa situación de opulencia, propia de nuevos ricos, exigentes y  prepotentes, altivos y rebosantes de soberbia, características todas ellas que predominaban en los tiempos de bachilleres e hidalguías de la historia de Castilla.

Tal propuesta de Omnium ha recibido, como era de esperar, las invectivas y reconvenciones de Ciudadanos y del Partido Popular, en una reacción propia de aquel que sabe que su fin se acerca, o al menos, el fin de su particular cruzada unionista y españolista. Los tiempos avanzan imparables y las personas (físicas y jurídicas) no dejan de pensar, proponer y ejecutar aquello por lo que luchan convencidas que conseguirán sus objetivos y verán colmados sus deseos, arrollando a todo el que se oponga con argumentos débiles y falsos, como es el caso de los periclitados españolistas que representan tan bien el Partido Popular y Ciudadanos.

 El señor Rivera, de Ciudadanos, exige que se retiren las subvenciones a Omnium, ya que se fomenta el odio hacia España y se promueve una ilegalidad, como sería la insumisión fiscal.

Ciudadanos tiene una fijación enfermiza, no solo hacia el idioma catalán, sino también hacia las instituciones catalanas (y catalanistas), que reciben ayudas por parte del gobierno de la Generalitat. Critican las subvenciones a los medios de comunicación, a instituciones culturales, a personas del mundo de la cultura, en fin, a todo aquello que sea el fomento, protección y difusión del idioma, de la cultura, de la información y doblaje de películas, del teatro, la música o la representación exterior, eso sí, a condición que se refiera a Catalunya. Jamás, nunca se les oye criticar, siquiera fuera con dulzura y comedimento, a nada que tenga que ver con las cuantiosas y generosas subvenciones que desde el estado español se hacen, por estos mismos conceptos, referidos a España y al español. No importa que en defensa del castellano, los presupuestos del estado consignen importantes recursos económicos destinados a la Real Academia de la Lengua Española o al Instituto Cervantes. Ni que la recaudación por las multas que se imponen por la no utilización del castellano, sea tan superior al importe de las multas por no rotular AL MENOS en catalán, que resulta escandalosamente ridícula cualquier comparación. Por no mencionar las subvenciones a la franquista Academia de la Historia, a la FAES del PP., a la fundación del PSOE, o las inversiones en el Teatro Real, en el Museo del Prado y a un sinfín de organismos, instituciones, empresas públicas y privadas, que reciben la generosa aportación de una significativa parte de los 22.000 millones de € que, por los siglos de los siglos transitan del bolsillo de los catalanes hacia Madrid, sin posibilidad de escape.

El popular señor Millo acusa de partidista e independentista a Ómnium Cultural y a su presidenta de ser intransigente. No creo que el señor Millo tenga muy claro qué es o no partidista, ya que debe pensar, por ejemplo, que el Tribunal Constitucional Español no es partidista (de los populares y socialistas), después del espectáculo que nos han brindado en los últimos tiempos. En cuanto a tachar de independentista una proposición que busca presionar al gobierno para que pacte con una autonomía (del Estado Español) la  fiscalidad, sin poner en cuestión el estatus político de esa autonomía dentro de España, es una absurdidad.

No. El hartazgo, el independentismo, viene dado por el trato que los ciudadanos de Catalunya reciben por parte del Estado Español. No es menos importante el hecho de que con los impuestos de los catalanes se han financiado autopistas de peaje en Madrid que, al no tener utilización y por tanto, no generar ingresos a los concesionarios, reciben cuantiosos fondos (del presupuesto) del estado para paliar sus elevadas pérdidas. ¿A quien se le ocurre construir autopistas de peaje, justo al lado de autopistas gratuitas?. A los mismos que construyeron y sufragaron una linea de alta velocidad que es utilizada por ¡nueve! pasajeros diarios. O aquellos que, prescindiendo de las estrecheces financieras, son capaces de defender que todas las capitales de provincia de España, deben tener conexión por AVE con la capital de capitales, Madrid. ¡Esto sí es partidismo!.¡Esto es puro clientelismo!. Y no se confunda, el odio no es tal. Lo que pasa es que ya estamos hartos. Por eso nos sentimos, día a día, más lejanos (y más ajenos) de España.

El independentismo en Catalunya ha crecido gracias las grandiosas estupideces que los partidos de ámbito nacional español han cometido, año tras año,  en el ámbito cultural y lingüístico intrínsecamente español, en la construcción de obras públicas faraónicas, prescindiendo del rendimiento económico, de las necesidades objetivas de la ciudadanía, y primando el clientelismo (y el partidismo) puramente provinciano. Malgastar los recursos que tan generosamente provenían de Europa y de la expoliada Catalunya, es la causa que se haya disparado el independentismo. Pero su estupidez es tan grande, que suman a todo lo anterior, la hostilidad que demuestran los voceros del  españolismo, en prensa, radio y televisión, la pétrea interpretación legislativa de sus, a menudo, injustos tribunales y sus inefables jueces y el desdén del gobierno español, del Partido Popular, del Partido Socialista Obrero Español y de tantas y tantas instituciones y empresas, públicas y privadas, que en defensa de España utilizan el anti-catalanismo, transformado en la catalanofobia visceral que denota su hiper- nacionalismo español, anticuado, cutre, excluyente y disgregador.

Desde el Partido Popular y desde Ciudadanos prefieren cerrar los ojos a la realidad que, desde Catalunya, se ofrece ante ellos. Sus pulsiones psicóticas catalanofóbicas les impiden percatarse de la verdad y de comprender que su tiempo ha pasado. El españolismo está muerto en Catalunya, porqué sus abanderados han fracasado en todas y cada una de las ocasiones que han intentado sustituir la realidad real de esta Nación, por la realidad virtual que esta España ha ofrecido a lo largo de estos últimos años a los catalanes.

No critiquen a Ómnium Cultural por hacer propuestas que la mayoria de ciudadanos catalanes comparten. Hagan autocrítica y reconozcan que el independentismo crece  en Catalunya, impulsado básicamente por la torpeza de esta España, prisionera de su historia y condenada a la eterna reformulación de sus esencias patrias, que se perciben como encastillamiento único y de falsa grandeza.


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