El conseller Mas-Colell, en declaraciones radiofónicas acerca de la reunión del Consejo de Política Fiscal celebrado el día 27 de julio, ha dicho que "el estado hace trampas al distribuir las cartas" en el juego de centrifugar el control del déficit hacia las autonomías. ¿Y qué esperaba?.
El gobierno de Madrid, independientemente del color político, está conformado, siempre, por el Partido Popular-Socialista-Obrero-Español, especialmente en lo referido al fracasado sistema autonómico español. Sus objetivos son: (re)centralización, homogeneización y minimización. Practica una política autonómica con apenas sutiles diferencias de matices, según sea de hegemonía conservadora o presuntamente progresista. Su meta, desactivar a cualquier precio las ansias autonomistas principalmente de Catalunya y el País Vasco.
¿Qué esperaba, pues, el señor Mas-Colell, del gobierno de Madrid?. ¿Qué espera CiU del estado español?. España ha iniciado, ya hace unos años, un proceso por el cual pretende poner en vereda el sistema de autonomías, reinterpretando, una vez más, su pétrea constitución y más concretamente el Titulo VIII. Inició esta operación con la LOAPA, presuntamente declarada inconstitucional, pero que "felizmente" ha sido puesta en marcha en toda su plenitud legislativa. Toda la filosofía que inspiró la non nata ley se encuentra recogida en todas y cada una de las disposiciones, decretos, reglamentos y leyes que se han venido promulgando desde el fracasado golpe de estado del 23 de febrero de 1.981 y que se refieren, directa o indirectamente, a las comunidades autónomas, es decir, especialmente a Catalunya.
El estado español, como era de esperar, es acompañado en tan noble misión por un potente séquito mediático-político-económico, con la pretensión de que la hegemonía castellana, cultural e idiomática, sea preservada (¡?) por los siglos de los siglos, así como el férreo control económico del estado, mediante la política fiscal, las inversiones en obras públicas y la concentración y re-centralización financiera en Madrid. Y todo ello para mayor gloria y grandeza de España, eso sí, sin una mota de nacionalismo español según sus propias palabras, que no creen ni ellos mismos.
No quiero, no puedo creer que desde el gobierno de la Generalitat exista tal grado de ingenuidad. No puedo, no quiero creer que desde CiU se vea toda esta reacción española como algo pasajero, e incluso inevitable. ¿Tan inocentes son nuestros gobernantes y nuestros partidos políticos?. ¿Hasta cuando aguantarán los continuos desplantes hispanos?.¿Seguirán soportando estóicamente las continuas sentencias, judiciales y constitucionales contrarias a los intereses de los catalanes?.
Hace ya bastante tiempo que ha pasado la hora de seguir haciendo pedagogía por las Españas, de contribuir a la gobernabilidad del estado, o incluso, de seguir siendo tan generosamente solidarios, hasta el punto de empobrecer a los ciudadanos de Catalunya, aplastados por el pesado fardo español. Bueno, en realidad no es España la que nos aplasta. Es la superestructura estatal, configurada por los hiper-nacionalistas españoles que se reunen en las distintas castas españolas, político-partidistas, funcionariales, en las instituciones legislativas, constitucionales y judiciales; también en las económico-financieras y sobretodo, en la cavernaria casta mediática. El peso de todas ellas es lo que se hace insoportable. Han logrado desvirtuar completamente el significado de aquello que los catalanes conocemos como seny, sentido común. Para esta castas, se trata de una supuesta virtud que tiene como único objetivo minimizar y someter al catalanismo político en un estado de absoluta y uniforme inoperancia.
Los catalanes, en su mayoría, hace tiempo que hemos llegado a la conclusión que nuestra nación no tiene cabida dentro de España. También somos una mayoría que pensamos que España tiene todo el derecho del mundo de hacer lo que le venga en gana con su nación y sus nacionales. Pero no a costa de seguir explotando la buena fe de los ciudadanos de Catalunya, ni expoliando sus recursos. Muchos catalanes estamos hartos de aguantar una situación que, no solo es perniciosa anímica y socialmente, sino también (y sobre todo) económicamente. Y la solución a tanta desgracia está en nuestro poder, el de los catalanes. Esperamos de nuestros gobernantes, de los partidos que dicen defender nuestros intereses, que venzan su cobardía, que olviden sus temores y que con decisión y firmeza, colmen los anhelos ampliamente mayoritarios de aquellos que les han votado. No lo hemos hecho para que nos muestren su estoicismo, su conformismo, su inevitable y temeroso fatalismo histórico. Les votamos democráticamente para que nos resuelvan nuestros problemas, y el más acuciante y pernicioso que tenemos planteado actualmente se llama Estado Español.
¡Librarnos del mal!. Así sea.
¡Librarnos del mal!. Así sea.