¿Porqué existe esta desaforada voluntad política y jurídica, por parte del nacionalismo español, de aniquilar el catalanismo?. La respuesta parece obvia. Y no es otra que los ciudadanos catalanes, de forma abrumadoramente mayoritaria, ponemos en cuestión la hegemonía y privilegios castellanos que hasta la fecha se nos han impuesto desde Madrid; y apostamos decididamente por la plena soberanía de nuestra Nación.
El Tribunal Supremo de España ha decidido una vez más, dictar una sentencia judicial contraria a la inmersión lingüística en catalán. Anula diversos artículos de un decreto de la Consejería de Enseñanza de la Generalitat, que regula el segundo ciclo educativo infantil, de 3 a 6 años. Uno de los artículos anulado hace referencia a los niños extranjeros; pretendía propiciar su integración en el sistema educativo, en la lengua propia de Catalunya: el catalán. Así mismo, el Supremo declara inconstitucional (¡?) la atención individualizada en castellano, puesto que "es discriminatorio". En definitiva, la resolución judicial niega que el catalán, "como lengua propia de Catalunya, se ha de utilizar normalmente como lengua vehicular de enseñanza y aprendizaje y en las actividades internas y externas de la comunidad educativa".
El Tribunal Supremo, actuando más como poder legislativo que judicial, no sólo dicta sentencias sobre si se ha vulnerado o no la legalidad vigente. Tambien se permite ordenar al poder ejecutivo -catalán-, cómo debe aplicar la ley aprobada por el poder legislativo -catalán-, al objeto que se adecue a las interpretaciones y deseos políticos de los miembros de tan alto tribunal, incuestionablemente conformado por españoles de probada pureza de sangre y añeja hidalguía. En definitiva, los deseos de cuatro familias castellano-parlantes residentes en Catalunya, gravemente ofendidas porque sus hijos se ven contaminados por el idioma propio de la comunidad autónoma catalana, elevan su queja al Tribunal, el cual decide cambiar todo el sistema educativo vigente durante los últimos 25 años; y ello para satisfacer a estas cuatro familias visceralmente nacionalistas españoles y anticatalanas de corazón. Contra la voluntad de centenares de miles de familias catalanas. Voluntad expresada reiterada y democraticamente con sus votos, en las sucesivas elecciones al Parlamento de Catalunya, única institución competente para legislar sobre educación. Y contra el acuerdo de la comunidad científica nacional e internacional, que han avalado la política lingüística -especialmente el modelo de inmersión- desarrollada por la Generalitat en la enseñanza de primaria y secundaria. Tal es la justicia castellana. Esta es la legalidad española. Es decir, la justicia de la humillación y la legalidad de la imposición. Como si en épocas dictatoriales nos encontráramos.
A la vista del considerable aumento del soberanismo en Catalunya, los nacionalistas españoles decidieron incrementar las hostilidades contra él, con la única pretensión de desactivarlo. Han fracasado. Este objetivo (mantener Catalunya sometida a España indefinidamente) merece, a su juicio, la utilización de cualquier tipo de armas. Incluso provocar el enfrentamiento civil entre ciudadanos y romper la cohesión social, sirviéndose de la lengua castellana como ariete para destruir la preeminencia del catalán en... ¡Catalunya!. Utilizan una técnica de uso muy extendido entre los políticos españoles, que consiste en el "divide y vencerás", frase atribuida al emperador (y dictador) romano Julio Cesar. Procedimiento plenamente vigente en tiempos del dictador Franco (que no emperador) y convenientemente rehabilitado y puesto en práctica en nuestros días por sus secretos seguidores. Esta peligrosa estrategia, en manos de las intransigentes formaciones minoritarias en Catalunya, las españolísimas Partido Popular y Ciudadanos, ha cosechado -afortunadamente- escaso eco entre los catalanes, como demuestran los resultados de las sucesivas confrontaciones electorales celebradas en Catalunya. Desgraciadamente en medios periodísticos fundamentalmente madrileños, si han consentido en magnificar su discurso, acentuando más si cabe la agresividad anti-catalana que contiene. Como era previsible, este soporte se ha traducido en la actual cruzada jurídico-periodística auspiciada por la Caverna mediática contra la lengua de Catalunya. La derrota democrática de este discurso hiper-españolista cosechado en el Principado, ha merecido una interesada, mezquina y subjetiva atención propagandística, así como la complicidad judicial castellana. ¿La intenciones buscadas?. Que el estrepitoso fiasco hispano remonte el vuelo y acabe imponiéndose, hasta aplastar el catalanismo en general y la lengua catalana en particular. Y según Madrid, aquí paz y en la gloria descanse la democracia.
A las hostilidades culturales del Partido Popular se suma la beligerancia económico-financiera, ciertamente compartida por el Partido Socialista Obrero Español. Ambas formaciones (PP y PSOE), han decidido no dar cuartel a Catalunya. Ni en pretensiones lingüísticas, ni en las financieras. Así, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, afirma: "Del pacto fiscal se ha de hablar, otra cosa es aprovecharlo para ir hacia el concierto económico". Enmarca el diálogo como una consecuencia lógica del sistema actual, dentro de la LOFCA y por supuesto, negando a Catalunya lo que defiende (de la mano del PP) con uñas y dientes, para vascos y navarros. Opinión compartida por el presidente extremeño, que califica el pacto como un "ejercicio de insolidaridad". El líder autonómico conservador ha declarado que este pacto significa "mas dinero para Catalunya y menos para el conjunto de España, y en ese conjunto está Extremadura". "Si en Europa la insolidaridad la representa hoy Alemania, en España hoy esa insolidaridad y ausencia de cooperación la representa el pacto fiscal catalán". Naturalmente todo esto lo dice "por amor a Catalunya". Por su parte Pere Navarro, delegado en Catalunya del PSOE, se muestra totalmente de acuerdo con el veterano líder socialista español y reafirma su posición declarando, "Mas sera el primer presidente que pondrá en riesgo la unidad civil de Catalunya". Espero que el señor Navarro no se lamente que la división que él percibe en la sociedad catalana, sea la que anuncian las encuestas más fiables. Entre el 75 y el 80 por ciento de la población catalana está de acuerdo que el pacto fiscal -concierto económico-, necesario y querido para Catalunya, debe ser igual al que disfrutan vascos y navarros. Cabe preguntarse a favor de quien se alinearán los socialistas catalanes. ¿Con los ciudadanos, o con la dirección española?. Me temo, para desgracia de los fieles votantes de la izquierda catalana, que la elección ya ha sido tomada. Contra Catalunya y a favor de España.
Lo cierto es que las ambigüedades y contradicciones no se ciñen tan solo al ámbito español. El líder de Unió Democrática de Catalunya, Josep Antoni Duran i Lleida, creyente y fiel seguidor de la Santa Alianza, ha iniciado las renuncias sobre el pacto fiscal, antes que ni tan solo se conozcan las demandas y propuestas aprobadas por el Parlamento de Catalunya. Se muestra dispuesto a que el pacto fiscal no se aplique mientras dure la crisis. E insta que la negociación no se eternice, para que no se repita el "via crucis" del Estatuto, que "fué letal" y resultó " uno de los elementos de los últimos años más negativos para España y para Catalunya". El señor Duran no quiere enterarse que lo que resulta letal para Catalunya y los catalanes, es depender de la cambiante magnanimidad del gobierno de España, de la parcialidad de tribunales y jueces castellanos y de los complejos e inseguridades, camufladas por la prepotencia, que padecen las élites madrileñas. ¿O acaso el líder democristiano prefiere que se eternice el expolio fiscal que sufrimos?. ¿Le parece bien que mientras en Barcelona el Estado apenas invierte en la red de cercanías, en Madrid lo haga tan generosamente, sin vergüenza ni mínimo rubor?. Frecuentemente esta generosidad en las inversiones que atañen a la Villa y Corte, alcanza el 120% sobre lo presupuestado. ¿Comparte las intenciones de la ministra de Fomento, señora Ana Pastor, que para tapar el agujero financiero -3.800 millones de €- en las autopistas de peaje de Madrid, las radiales, el Gobierno de España esté planificando un rescate para el cual todavía no se ha descartado explicitamente prolongar las concesiones de las vias catalanas?. ¿Acaso garantiza el señor Duran que ni un céntimo de los impuestos pagados por los catalanes, ira destinado al rescate madrileño?. ¿Y del rescate de las vias catalanes, hiper-amortizadas hace eones, sabe algo?.
Casi todos los jueces, magistrados, altos funcionarios, intelectuales, periodistas y políticos españoles comparten con el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, el infinito amor que sienten por Catalunya. Para demostrarlo, son capaces de todo. Desde velar por la salud mental de nuestros estudiantes, liberándolos del pesado yugo de la lengua catalana, por más propia de Catalunya que sea; hasta combatir los exabruptos de algunos separatistas, que pretenden gestionar los recursos económicos que generan los catalanes, para beneficio de sus compatriotas. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, exclaman ofendidos. A cambio nos ofrecen, de grado o por fuerza el idioma castellano, para que todo el mundo pueda entendernos: el castellano debe sustituir el catalán y así los catalanes serán considerados buenos españoles. También nos exigen seguir siendo infinitamente solidarios, hasta que nuestra generosidad nos empobrezca indefinidamente. No desaprovechan tampoco la ocasión, para comparar Catalunya con Alemania. Muchas gracias. Los germanos pueden mostrarse agradecidos. El amor que sienten los nacionalistas españoles hacia Catalunya, es equiparable al que sienten por Alemania. Por tanto, es infinito.
Hay amores que matan. Y el amor que algunos españoles dicen sentir por Catalunya resulta cuanto menos opresor, asfixiante. Para la mayoría de desagradecidos catalanes, insoportable. La respuesta a este amoroso odio español, es el desapego catalán. La consecuencia de este desvarío unionista, es la pura y dura independencia de Catalunya.
El Tribunal Supremo, actuando más como poder legislativo que judicial, no sólo dicta sentencias sobre si se ha vulnerado o no la legalidad vigente. Tambien se permite ordenar al poder ejecutivo -catalán-, cómo debe aplicar la ley aprobada por el poder legislativo -catalán-, al objeto que se adecue a las interpretaciones y deseos políticos de los miembros de tan alto tribunal, incuestionablemente conformado por españoles de probada pureza de sangre y añeja hidalguía. En definitiva, los deseos de cuatro familias castellano-parlantes residentes en Catalunya, gravemente ofendidas porque sus hijos se ven contaminados por el idioma propio de la comunidad autónoma catalana, elevan su queja al Tribunal, el cual decide cambiar todo el sistema educativo vigente durante los últimos 25 años; y ello para satisfacer a estas cuatro familias visceralmente nacionalistas españoles y anticatalanas de corazón. Contra la voluntad de centenares de miles de familias catalanas. Voluntad expresada reiterada y democraticamente con sus votos, en las sucesivas elecciones al Parlamento de Catalunya, única institución competente para legislar sobre educación. Y contra el acuerdo de la comunidad científica nacional e internacional, que han avalado la política lingüística -especialmente el modelo de inmersión- desarrollada por la Generalitat en la enseñanza de primaria y secundaria. Tal es la justicia castellana. Esta es la legalidad española. Es decir, la justicia de la humillación y la legalidad de la imposición. Como si en épocas dictatoriales nos encontráramos.
A la vista del considerable aumento del soberanismo en Catalunya, los nacionalistas españoles decidieron incrementar las hostilidades contra él, con la única pretensión de desactivarlo. Han fracasado. Este objetivo (mantener Catalunya sometida a España indefinidamente) merece, a su juicio, la utilización de cualquier tipo de armas. Incluso provocar el enfrentamiento civil entre ciudadanos y romper la cohesión social, sirviéndose de la lengua castellana como ariete para destruir la preeminencia del catalán en... ¡Catalunya!. Utilizan una técnica de uso muy extendido entre los políticos españoles, que consiste en el "divide y vencerás", frase atribuida al emperador (y dictador) romano Julio Cesar. Procedimiento plenamente vigente en tiempos del dictador Franco (que no emperador) y convenientemente rehabilitado y puesto en práctica en nuestros días por sus secretos seguidores. Esta peligrosa estrategia, en manos de las intransigentes formaciones minoritarias en Catalunya, las españolísimas Partido Popular y Ciudadanos, ha cosechado -afortunadamente- escaso eco entre los catalanes, como demuestran los resultados de las sucesivas confrontaciones electorales celebradas en Catalunya. Desgraciadamente en medios periodísticos fundamentalmente madrileños, si han consentido en magnificar su discurso, acentuando más si cabe la agresividad anti-catalana que contiene. Como era previsible, este soporte se ha traducido en la actual cruzada jurídico-periodística auspiciada por la Caverna mediática contra la lengua de Catalunya. La derrota democrática de este discurso hiper-españolista cosechado en el Principado, ha merecido una interesada, mezquina y subjetiva atención propagandística, así como la complicidad judicial castellana. ¿La intenciones buscadas?. Que el estrepitoso fiasco hispano remonte el vuelo y acabe imponiéndose, hasta aplastar el catalanismo en general y la lengua catalana en particular. Y según Madrid, aquí paz y en la gloria descanse la democracia.
A las hostilidades culturales del Partido Popular se suma la beligerancia económico-financiera, ciertamente compartida por el Partido Socialista Obrero Español. Ambas formaciones (PP y PSOE), han decidido no dar cuartel a Catalunya. Ni en pretensiones lingüísticas, ni en las financieras. Así, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, afirma: "Del pacto fiscal se ha de hablar, otra cosa es aprovecharlo para ir hacia el concierto económico". Enmarca el diálogo como una consecuencia lógica del sistema actual, dentro de la LOFCA y por supuesto, negando a Catalunya lo que defiende (de la mano del PP) con uñas y dientes, para vascos y navarros. Opinión compartida por el presidente extremeño, que califica el pacto como un "ejercicio de insolidaridad". El líder autonómico conservador ha declarado que este pacto significa "mas dinero para Catalunya y menos para el conjunto de España, y en ese conjunto está Extremadura". "Si en Europa la insolidaridad la representa hoy Alemania, en España hoy esa insolidaridad y ausencia de cooperación la representa el pacto fiscal catalán". Naturalmente todo esto lo dice "por amor a Catalunya". Por su parte Pere Navarro, delegado en Catalunya del PSOE, se muestra totalmente de acuerdo con el veterano líder socialista español y reafirma su posición declarando, "Mas sera el primer presidente que pondrá en riesgo la unidad civil de Catalunya". Espero que el señor Navarro no se lamente que la división que él percibe en la sociedad catalana, sea la que anuncian las encuestas más fiables. Entre el 75 y el 80 por ciento de la población catalana está de acuerdo que el pacto fiscal -concierto económico-, necesario y querido para Catalunya, debe ser igual al que disfrutan vascos y navarros. Cabe preguntarse a favor de quien se alinearán los socialistas catalanes. ¿Con los ciudadanos, o con la dirección española?. Me temo, para desgracia de los fieles votantes de la izquierda catalana, que la elección ya ha sido tomada. Contra Catalunya y a favor de España.
Lo cierto es que las ambigüedades y contradicciones no se ciñen tan solo al ámbito español. El líder de Unió Democrática de Catalunya, Josep Antoni Duran i Lleida, creyente y fiel seguidor de la Santa Alianza, ha iniciado las renuncias sobre el pacto fiscal, antes que ni tan solo se conozcan las demandas y propuestas aprobadas por el Parlamento de Catalunya. Se muestra dispuesto a que el pacto fiscal no se aplique mientras dure la crisis. E insta que la negociación no se eternice, para que no se repita el "via crucis" del Estatuto, que "fué letal" y resultó " uno de los elementos de los últimos años más negativos para España y para Catalunya". El señor Duran no quiere enterarse que lo que resulta letal para Catalunya y los catalanes, es depender de la cambiante magnanimidad del gobierno de España, de la parcialidad de tribunales y jueces castellanos y de los complejos e inseguridades, camufladas por la prepotencia, que padecen las élites madrileñas. ¿O acaso el líder democristiano prefiere que se eternice el expolio fiscal que sufrimos?. ¿Le parece bien que mientras en Barcelona el Estado apenas invierte en la red de cercanías, en Madrid lo haga tan generosamente, sin vergüenza ni mínimo rubor?. Frecuentemente esta generosidad en las inversiones que atañen a la Villa y Corte, alcanza el 120% sobre lo presupuestado. ¿Comparte las intenciones de la ministra de Fomento, señora Ana Pastor, que para tapar el agujero financiero -3.800 millones de €- en las autopistas de peaje de Madrid, las radiales, el Gobierno de España esté planificando un rescate para el cual todavía no se ha descartado explicitamente prolongar las concesiones de las vias catalanas?. ¿Acaso garantiza el señor Duran que ni un céntimo de los impuestos pagados por los catalanes, ira destinado al rescate madrileño?. ¿Y del rescate de las vias catalanes, hiper-amortizadas hace eones, sabe algo?.
Casi todos los jueces, magistrados, altos funcionarios, intelectuales, periodistas y políticos españoles comparten con el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, el infinito amor que sienten por Catalunya. Para demostrarlo, son capaces de todo. Desde velar por la salud mental de nuestros estudiantes, liberándolos del pesado yugo de la lengua catalana, por más propia de Catalunya que sea; hasta combatir los exabruptos de algunos separatistas, que pretenden gestionar los recursos económicos que generan los catalanes, para beneficio de sus compatriotas. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, exclaman ofendidos. A cambio nos ofrecen, de grado o por fuerza el idioma castellano, para que todo el mundo pueda entendernos: el castellano debe sustituir el catalán y así los catalanes serán considerados buenos españoles. También nos exigen seguir siendo infinitamente solidarios, hasta que nuestra generosidad nos empobrezca indefinidamente. No desaprovechan tampoco la ocasión, para comparar Catalunya con Alemania. Muchas gracias. Los germanos pueden mostrarse agradecidos. El amor que sienten los nacionalistas españoles hacia Catalunya, es equiparable al que sienten por Alemania. Por tanto, es infinito.
Hay amores que matan. Y el amor que algunos españoles dicen sentir por Catalunya resulta cuanto menos opresor, asfixiante. Para la mayoría de desagradecidos catalanes, insoportable. La respuesta a este amoroso odio español, es el desapego catalán. La consecuencia de este desvarío unionista, es la pura y dura independencia de Catalunya.
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