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dijous, 19 de gener del 2012

RECUERDOS Y CONSECUENCIAS. (y 2)

España ha fracasado estrepitosamente en la asunción de la pluralidad idiomática, cultural y nacional que configuran la realidad histórica del Estado Español y la administración que lo sustenta. El titulo VIII de la Constitución de 1978 ha sido un tímido y fallido intento en este reconocimiento. Pero España jamás aceptará dentro de sí una realidad nacional distinta a la castellana, como puede ser la catalana. Su única certeza es que solo España es una nación, cuya única lengua (hegemónica) es el castellano y que el Estado Español le pertenece para su uso y disfrute. El Estado es el ente protector que salvaguarda la pureza e intereses inequívocamente españoles de raíz castellana, por tanto, es terriblemente excluyente y hostil a otras realidades nacionales.

En esta inacabable lucha de afirmación nacional española, el Estado ha utilizado todo tipo de armas. Persecución política y legal contra el catalán, negando la unidad de la lengua y defendiendo y promoviendo la secesión lingüística en el País Valenciano, en las Islas Baleares e incluso en la Franja aragonesa, en contra de la opinión del mundo científico y académico universal; denuncias y persecución judicial, contra la inmersión lingüística y la lengua vehicular -el catalán- del sistema educativo propio de Catalunya; falta secular de inversiones en obras públicas, en ferrocarriles, carreteras, puertos y aeropuertos; discriminaciones excluyentes y monopolistas a favor del aeropuerto de Barajas, perjudicando intencionadamente El Prat; mantenimiento de peajes perpetuos en las autopistas catalanas, mientras que la red estatal de autopistas es gratuita, pero, ¡oh, sorpresa!,  casi inexistente en Catalunya; malversar y utilizar los nombramientos del Tribunal Constitucional a favor de las tesis y posiciones políticas de los partidos nacionalistas españoles, incluyendo ignominiosas sentencias de anticonstitucionalidad; absoluto desprecio mostrado por el Consejo General del Poder Judicial sobre el deber para que jueces y magistrados sepan y utilicen obligatoriamente -como el resto de funcionarios-, en Catalunya, el idioma catalán; alentar la catalanofobia entre los ciudadanos, recogiendo firmas y adhesiones contra el Estatuto de Catalunya, por calles y plazas de pueblos y ciudades españolas; promover directa o indirectamente boicots comerciales contra productos catalanes; estimular y promover la re-centralización financiera y económica a favor de Madrid; abalar la rapiña franquista de la posguerra, apropiándose de los llamados papeles de Salamanca, así como el archivo Balcells y el legado Centellas, trasladándolos fuera de Catalunya; manipulación de la voluntad de Dalí durante su agonía, a favor del Estado Español, es decir, de museos madrileños; utilización de las competencias del Banco de España para desmantelar el sistema financiero catalán, recentralizándolo en Madrid.... ¡Son tantas las armas que España ha utilizado contra Catalunya!. Y cuando alguna agresión no surte el efecto deseado, se miente, se falsea, se manipula, se insulta y se calumnia, hasta alcanzar el objetivo que conviene a los intereses de España. Este ha sido en el pasado y es en la actualidad el proceder de las fuerzas vivas estatales, de las pomposas instituciones españolas, de los insignes altos funcionarios de la administración española y de los cavernarios medios de comunicación madrileños. Este tipo de lealtad que profesan a la idea de  España les hace cometer centenares de tropelías y desmanes, sin que sean capaces de percatarse de la injusticia que encierran sus acciones ni de lo irreales y por tanto falsos, que resultan sus análisis.

Por ejemplo, no se han apercibido que la agresividad empleada contra Catalunya, ha fomentado hasta niveles impensables hace unos pocos años el sentimiento independentista entre la mayoría de catalanes. El proceder de la España oficial es una fábrica inagotable de secesionistas. Somos centenares de miles los ciudadanos catalanes que hemos llegado a la conclusión que permanecer unidos a España no solo sustrae recursos económicos y financieros de nuestra propiedad y que debieran beneficiar nuestra sociedad, también resta prosperidad, justicia, fuerzas, empuje y ritmo, al desarrollo integral de la Nación catalana. Asimismo, constatamos que son inútiles, baldíos, los esfuerzos de los unionistas catalanes -la Santa Alianza- en la pretensión de tender puentes, buscar complicidades y adormecer sentimientos, que eviten el camino emprendido por Catalunya hacia la cada día más cercana independencia. Buena prueba de ello es la internacionalización económica (somos líderes en comercio exterior del Estado) y cultural (ferias del Libro de Frankfurt y Monterrey, bienal de Venecia) emprendida por la sociedad catalana, harta de los continuos boicots, desprecios y acosos que surgen desde la España oficial. Por todo ello, un nuevo fracaso hispano se une a los reseñados anteriormente: la imposibilidad de retener a Catalunya sometida al Estado Español por más tiempo.

Cuando un Estado no reconoce la realidad en la que se halla inmerso, esta realidad se acaba manifestando inconteniblemente ante sus atónitos ojos. El ninguneo, la falta de respeto, la discriminación, los insultos y las mentiras que los catalanes venimos sufriendo desde hace por lo menos tres siglos, se manifiestan en toda su intensidad en nuestros días. El 16 de septiembre de 1714, José Patiño dictó el Decreto de Disolución de la Generalitat de Catalunya. En 1715, el mencionado José Patiño, presidente de la Real Junta Superior de Justicia y Gobierno, informó al Consejo de Castilla que los catalanes eran un pueblo criminal y con la razón trastornada; prohibió el catecismo en catalán, clausuró Universidades y dispuso que se borrara de la memoria de los catalanes todo aquello que pueda conformarse con sus antiguas abolidas constituciones, ussáticos, fueros... El 16 de enero de 1716, Felipe V firma el Decreto de Nueva Planta, símbolo y culminación de la ocupación y colonización española de Catalunya. No hace falta decir que el fracaso más rotundo de España se inició, precisamente en aquellas fechas, pronto hará tres siglos. La pretendida unidad de Catalunya con España nunca ha existido en el pasado, ni en el presente. Una interminable pugna para la asimilación castellano-española se inició, por la fuerza, mostrando a los catalanes durante estos tres siglos, todas las flaquezas, inseguridades, debilidades y complejos de inferioridad de la España oficial y oficiosa. Cuando más acomplejada se mostraba, más hostilidad y agresividad ejercía contra Catalunya. Jamás alcanzó su objetivo. En la actualidad, Catalunya está más fuerte y es más dinámica que nunca; ansía la libertad y la plena soberanía. Nada ni nadie vencerá nuestra voluntad, nuestros anhelos. Ningún renacido José Patiño, ni Rey Felipe, seguirán aprovechándose impunemente de los catalanes y de Catalunya. Ya no buscamos el reconocimiento de nuestra identidad, de nuestra singularidad; ya no somos un hecho diferencial; solo aspiramos y exigimos el respeto debido a toda Nación libre y soberana. Estas son las consecuencias y estos los recuerdos que evidentemente no lograron borrar los informes de ningún presidente de la Real Junta Superior de Justicia y Gobierno de Castilla que, afortunadamente forma parte del pasado. Porque el futuro de Catalunya es la plena independencia. Porque solo así alcanzaremos la prosperidad y la auténtica justicia que España nos roba.




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