A los que piensan que la independencia de Catalunya no es una alternativa válida para superar la grave crisis económica, financiera y social que sufrimos, cabe decirles que es la única posible -y viable- que nos queda. Es cierto que la existencia del Estado catalán no garantizará el éxito ni la prosperidad inmediata, pero por lo menos los instrumentos que ahora están en posesión española se hallarán en nuestras manos y al servicio de nuestros intereses. De entrada, dispondremos de mayores recursos financieros; en cualquier caso, muy superiores al déficit público estimado del 4,2% del PIB actual de Catalunya. Por tanto, no se hubiera producido la execrable estafa de la evaporación de 2.200 millones de € de recursos catalanes disponibles, a causa de la mala fé del gobierno español, antes socialista y ahora popular. Por otro lado, el importe del expolio acumulado, tanto fiscal como el correspondiente a las cuotas de la seguridad social, hubieran permitido al Gobierno catalán un margen de maniobra mayor para dedicar suficientes recursos financieros a combatir la lacra del desempleo que sufrimos, inmersos en la realidad actual española. Si añadimos la asunción de la capacidad legislativa en materia de empleo, podrían alejarse del horizonte laboral catalán los negros nubarrones que anuncia la solución española, de inspiración alemana, consistente en los llamados minijobs, que como es sabido se trata de una forma encubierta de nueva esclavitud; te pagan por horas lo justo para poder alimentarte, para seguir trabajando; comiendo, trabajando, comiendo....., hasta el fín de los días. En manos de la patronal española, los minijobs se convertirán en la forma de contratación predominante y habitual, como hasta ahora ha sido el mileurismo y la temporalidad. Lo siguiente puede que sea abonar una cantidad a modo de gratificación para la empresa que proporcione un minijobs temporal y remunerado con 400 €, a cargo, como no, del nuevo empleado; lo que podemos describir como pagar por trabajar. Por supuesto y llegado el caso, libre de indemnización por despido, procedente o improcedente.
Con más recursos fiscales disponibles, los recortes serían previsiblemente más llevaderos y aceptables para los catalanes y por descontado, no afectarían al núcleo duro del estado de bienestar, esto es, sanidad, educación y servicios sociales. El nivel impositivo de Catalunya no se encontraría a la altura de los Paises Escandinavos como sí ocurre ahora. Pagamos impuestos como si fuéramos ciudadanos de Suecia, pero recibimos a cambio los servicios del Estado Español al mismo nivel de Grecia o Portugal. Y esto es así porque nuestros recursos fiscales son propiedad de España. Ella es la que gestiona, recauda, legisla, inspecciona y distribuye los impuestos de los ciudadanos catalanes, según su santa voluntad y en su propio beneficio.
Decididamente, si Catalunya tuviera Estado propio a su disposición, las cosas serían muy diferentes. Tal vez no alcanzáramos de repente y por arte de magia la prosperidad, felicidad y justicia que merece toda Nación libre y soberana. Pero por lo menos, podríamos labrarnos el camino a seguir, nuestro propio destino. Dispondríamos de los instrumentos necesarios para combatir la injusticia, la precariedad económica y podríamos defender nuestros puntos de vista y nuestros intereses ante los abusos e imposiciones que sufre por ejemplo, el actual Estado Español a manos del mercado y de la señora Merkel; tanto aquel como esta defienden sus particulares intereses, aun a costa del bienestar y la justicia social de los ciudadanos de terceros paises. Si así conviniera a nuestros intereses, podríamos poner espalda contra pared y enfrentarnos a todo aquello que pudiera suponer una merma en la justicia y bienestar de los catalanes. Incluso plantearnos la salida de la Unión monetaria, si fuera necesario.
La independencia de Catalunya es la única alternativa válida que nos permitirá salir del hoyo en que nos encontramos gracias a la insensatez española. Desaparecerá el temor ante la evanescente financiación autonómica de Catalunya; se esfumarán las amenazas de involución recentralizadoras de competencias, de españolización forzosa educativa y cultural, de imposición castellana, de la crónica falta de inversiones públicas. Los argumentos de la Caverna mediática madrileña pasarán a ser una divertida y lejana anécdota; la hostilidad judicial y constitucional sufridas hasta ahora quedarán confinadas en el infausto baúl de malos recuerdos del pasado unitario-uniformador hispano. Conceptos como expolio, robo, trileros, estafa recuperarán su auténtico significado, alejados del absurdo Gobierno español actual. La independencia de Catalunya no solo es la única alternativa válida; es la mejor, la más positiva y la que mayores cotas de felicidad proporcionará a esta harta, cansada e indignada sociedad que configuramos la Nación conocida como Catalunya. Y para alcanzar la plena soberanía, solo tenemos que ser constantes, osados y valientes. Ni más, ni menos...... ¡Y no seguir perdiendo inútilmente el tiempo!.
Con más recursos fiscales disponibles, los recortes serían previsiblemente más llevaderos y aceptables para los catalanes y por descontado, no afectarían al núcleo duro del estado de bienestar, esto es, sanidad, educación y servicios sociales. El nivel impositivo de Catalunya no se encontraría a la altura de los Paises Escandinavos como sí ocurre ahora. Pagamos impuestos como si fuéramos ciudadanos de Suecia, pero recibimos a cambio los servicios del Estado Español al mismo nivel de Grecia o Portugal. Y esto es así porque nuestros recursos fiscales son propiedad de España. Ella es la que gestiona, recauda, legisla, inspecciona y distribuye los impuestos de los ciudadanos catalanes, según su santa voluntad y en su propio beneficio.
Decididamente, si Catalunya tuviera Estado propio a su disposición, las cosas serían muy diferentes. Tal vez no alcanzáramos de repente y por arte de magia la prosperidad, felicidad y justicia que merece toda Nación libre y soberana. Pero por lo menos, podríamos labrarnos el camino a seguir, nuestro propio destino. Dispondríamos de los instrumentos necesarios para combatir la injusticia, la precariedad económica y podríamos defender nuestros puntos de vista y nuestros intereses ante los abusos e imposiciones que sufre por ejemplo, el actual Estado Español a manos del mercado y de la señora Merkel; tanto aquel como esta defienden sus particulares intereses, aun a costa del bienestar y la justicia social de los ciudadanos de terceros paises. Si así conviniera a nuestros intereses, podríamos poner espalda contra pared y enfrentarnos a todo aquello que pudiera suponer una merma en la justicia y bienestar de los catalanes. Incluso plantearnos la salida de la Unión monetaria, si fuera necesario.
La independencia de Catalunya es la única alternativa válida que nos permitirá salir del hoyo en que nos encontramos gracias a la insensatez española. Desaparecerá el temor ante la evanescente financiación autonómica de Catalunya; se esfumarán las amenazas de involución recentralizadoras de competencias, de españolización forzosa educativa y cultural, de imposición castellana, de la crónica falta de inversiones públicas. Los argumentos de la Caverna mediática madrileña pasarán a ser una divertida y lejana anécdota; la hostilidad judicial y constitucional sufridas hasta ahora quedarán confinadas en el infausto baúl de malos recuerdos del pasado unitario-uniformador hispano. Conceptos como expolio, robo, trileros, estafa recuperarán su auténtico significado, alejados del absurdo Gobierno español actual. La independencia de Catalunya no solo es la única alternativa válida; es la mejor, la más positiva y la que mayores cotas de felicidad proporcionará a esta harta, cansada e indignada sociedad que configuramos la Nación conocida como Catalunya. Y para alcanzar la plena soberanía, solo tenemos que ser constantes, osados y valientes. Ni más, ni menos...... ¡Y no seguir perdiendo inútilmente el tiempo!.
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