Convergència i Unió se ha hecho perdonar la osadía que cometieron en la votación del debate de investidura de Mariano Rajoy. Aquella negativa se ha tornado en un incongruente voto afirmativo de apoyo a las primeras medidas anti-crisis del gobierno popular -entre otras, el aumento del IRPF-, lo cual provocará un significativo incremento del expolio fiscal que sufrimos los catalanes. Hasta el punto que el Presidente Mas llegó a calificarlo como aumentar el drenaje de recursos fiscales catalanes, mientras el consejero de Economía, señor Más-Colell lo describió como incrementar la asfixia financiera que sufre la Generalitat de Catalunya.
Pues bien, ni drenaje, ni asfixia. El grupo parlamentario de CiU en el Congreso de Diputados justificó el voto afirmativo como un acto de valentía y coherencia política. El desfasado sentido de estado que dice poseer este grupo catalanista resulta, a estas alturas de partido, absolutamente ridículo. ¿Que necesidad tiene de comprometer su credibilidad política, si el PP goza de una sólida y sobrada mayoría absoluta?. ¿Acaso los partidos españolistas carecen de sentido de estado?. El PSOE es la formación que gobernó hasta el 20 de noviembre pasado, ¿no sería mucho más determinante que fuera este partido el que practicara el supuesto sentido de estado?. Es grotesco que CiU no explique lo que realmente pretende con este disparatado ejercicio de incoherencia; que no es otra cosa que el gobierno de España cumpla sus obligaciones y pague las deudas contraídas con la Generalitat y a la vez conseguir en apoyo popular en el Parlamento de Catalunya para la aprobación de los presupuestos. Implora piedad, misericordia del gobierno de Rajoy, en lugar de exigir el estricto cumplimiento de la ley y buscar otros apoyos políticos. El señor Montoro amenaza con imponer sanciones a las comunidades autónomas que no cumplan con el objetivo de déficit exigido por Madrid. Es decir, el gobierno que no cumple con su obligación impone las normas para que Catalunya lo haga y, además, se reserva el derecho de no pagar las cantidades comprometidas y debidamente contabilizadas en los Presupuestos Generales del Estado (español) del año 2011. Todo esto es un enorme ejercicio de absurda incoherencia, un auténtico disparate político; tanto por parte del gobierno de Madrid, como del PP, del PSOE y CiU, así como del gobierno de la Generalitat de Catalunya.
La Convergència Democràtica de Catalunya del señor Mas y la Unió Democràtica de Catalunya del señor Duran i LLeida, en definitiva, la coalición CiU, tienen un irresoluto problema de identidad. No saben qué son, si soberanistas o autonomistas; ignoran qué caminos deben seguir, si el pacto sin condiciones y el diálogo inútil o el puro y duro enfrentamiento (que les asusta). Dicen defender los intereses de los catalanes, pero el exacerbado sentido de estado del que tanto presumen, les aboca a las renuncias más vergonzosas y gratuitas. Están defraudando las esperanzas de los cientos de miles de ciudadanos que les votaron y que esperaban que sus intereses fueran defendidos prioritariamente y sin renuncias, frente la miserable actitud del Gobierno español, de los partidos políticos nacionalistas españoles y de las casposas y trasnochadas instituciones que sustentan todo el entramado de esta inacabada e insoportable España gubernamental.
En el fondo, el alma soberanista de Convergència se halla abducida por el regionalismo autonomista que predomina en la dirección de Unió y en particular, del señor Duran i Lleida. El papelón que a menudo hace CiU es fruto de esta incoherencia: la mayoria de votantes de la coalición nacionalista se considera independentista, mientras que el máximo exponente de la coalición en el Parlamento de Madrid es un declarado y activo autonomista, disfrazado de falso confederalista. Es la sublimación del absurdo.
El fiscal del Consejo de Castilla, don José Rodrigo Villalpando, el 29 de enero de 1716, promulgó la llamada "Instrucción secreta" a los corregidores de Catalunya, recién nombrados en virtud del Decreto de Nueva Planta de 16 enero de 1716, que entre otras cosas decía sobre la implantación forzosa del idioma castellano: "... pero como a cada Nación parece que señaló la Naturaleza su idioma particular, tiene en esto mucho que vencer el arte y se necesita algún tiempo para lograrlo, y más cuando el genio de la Nación como el de los Catalanes es tenaz, altivo y amante de las cosas de su País, y por esto parece conveniente dar sobre esto instrucciones y providencias muy templadas y disimuladas de manera que se consiga el efecto sin que se note el cuidado..."
España siempre ha tenido claro su objetivo. Para imponer el idioma castellano en Catalunya no dudó en ocultar sus auténticas intenciones, dictando obscenas instrucciones secretas. La astucia, las intenciones sibilinas, las falacias y manipulaciones, siempre deben ser tenidas en cuenta como características propias de la España gubernamental. Para alcanzar la meta deseada, por muy miserables que sean los recursos empleados, siempre son lícitos a los ojos de sus gobernantes. Incluso en el siglo XXI utilizan el chantaje, las coacciones y las mentiras. Ahora se permiten hacerlo a cara descubierta, deshinibidamente. Y si se trata de Catalunya, con insultante desparpajo.
Me pregunto, ¿cuantas instrucciones secretas deben existir en la actualidad en las entrañas gubernamentales españolas contra Catalunya?. Expolio fiscal, apropiación sine die de los papeles de Salamanca, falta de inversiones y discriminación en obra pública, persecución judicial contra la inmersión lingüística, imputación internacional a la autonomía catalana de ser causante de parte del desastre financiero del Estado, desmantelamiento del sistema financiero catalán, imposición de recortes en el estado de bienestar catalán, sustracción de recursos financieros consignados en los presupuestos, sentencias constitucionales humillantes, etc.... A este Estado, a este Gobierno, a estas instituciones, a estos partidos políticos españoles, CiU les ofrece el apoyo, el sentido de estado, la coherencia y la valentía, para que sigan cometiendo las inicuas tropelías -abusos- contra los catalanes. Antaño los castellanos procuraban que no se notara el cuidado; en el presente los españoles exhiben sus prejuicios catalanófobos con indisimulada soberbia, propia de la más trasnochada y cutre hidalguía.
Convergència i Unió está perdiendo todo el crédito político conseguido hace apenas un año. La cobardía demostrada en las relaciones con el Gobierno de España, las continuas renuncias, la incoherencia, la estulticia en las votaciones parlamentarias tanto en España como en Catalunya, demuestran que no merecen ser considerados como determinantes -como los socialistas catalanes- en el futuro libre y soberano de Catalunya. El mensaje que trasmiten a la sociedad catalana en general es que son incapaces de defender nuestros intereses, nuestros derechos, individuales y colectivos, ante los incansables desafíos que lanza el nacionalismo español contra nuestra Nación. Solo un milagro les librará de volver nuevamente -y esta vez puede que para toda la eternidad- a la travesía del desierto donde se vieron abocados tras el infausto pacto del Majestic con el PP no hace tantos años. Los catalanes hemos dado por muerto y enterrado el fracasado regionalismo autonomista que España ofreció con la Constitución de 1978, porqué la misma España ha decidido la recentralización política, administrativa, económica, financiera y cultural de su Estado. ¿Para que narices necesitan el sentido de estado de CiU?. Sencillamente, es absurdo.
La Convergència Democràtica de Catalunya del señor Mas y la Unió Democràtica de Catalunya del señor Duran i LLeida, en definitiva, la coalición CiU, tienen un irresoluto problema de identidad. No saben qué son, si soberanistas o autonomistas; ignoran qué caminos deben seguir, si el pacto sin condiciones y el diálogo inútil o el puro y duro enfrentamiento (que les asusta). Dicen defender los intereses de los catalanes, pero el exacerbado sentido de estado del que tanto presumen, les aboca a las renuncias más vergonzosas y gratuitas. Están defraudando las esperanzas de los cientos de miles de ciudadanos que les votaron y que esperaban que sus intereses fueran defendidos prioritariamente y sin renuncias, frente la miserable actitud del Gobierno español, de los partidos políticos nacionalistas españoles y de las casposas y trasnochadas instituciones que sustentan todo el entramado de esta inacabada e insoportable España gubernamental.
En el fondo, el alma soberanista de Convergència se halla abducida por el regionalismo autonomista que predomina en la dirección de Unió y en particular, del señor Duran i Lleida. El papelón que a menudo hace CiU es fruto de esta incoherencia: la mayoria de votantes de la coalición nacionalista se considera independentista, mientras que el máximo exponente de la coalición en el Parlamento de Madrid es un declarado y activo autonomista, disfrazado de falso confederalista. Es la sublimación del absurdo.
El fiscal del Consejo de Castilla, don José Rodrigo Villalpando, el 29 de enero de 1716, promulgó la llamada "Instrucción secreta" a los corregidores de Catalunya, recién nombrados en virtud del Decreto de Nueva Planta de 16 enero de 1716, que entre otras cosas decía sobre la implantación forzosa del idioma castellano: "... pero como a cada Nación parece que señaló la Naturaleza su idioma particular, tiene en esto mucho que vencer el arte y se necesita algún tiempo para lograrlo, y más cuando el genio de la Nación como el de los Catalanes es tenaz, altivo y amante de las cosas de su País, y por esto parece conveniente dar sobre esto instrucciones y providencias muy templadas y disimuladas de manera que se consiga el efecto sin que se note el cuidado..."
España siempre ha tenido claro su objetivo. Para imponer el idioma castellano en Catalunya no dudó en ocultar sus auténticas intenciones, dictando obscenas instrucciones secretas. La astucia, las intenciones sibilinas, las falacias y manipulaciones, siempre deben ser tenidas en cuenta como características propias de la España gubernamental. Para alcanzar la meta deseada, por muy miserables que sean los recursos empleados, siempre son lícitos a los ojos de sus gobernantes. Incluso en el siglo XXI utilizan el chantaje, las coacciones y las mentiras. Ahora se permiten hacerlo a cara descubierta, deshinibidamente. Y si se trata de Catalunya, con insultante desparpajo.
Me pregunto, ¿cuantas instrucciones secretas deben existir en la actualidad en las entrañas gubernamentales españolas contra Catalunya?. Expolio fiscal, apropiación sine die de los papeles de Salamanca, falta de inversiones y discriminación en obra pública, persecución judicial contra la inmersión lingüística, imputación internacional a la autonomía catalana de ser causante de parte del desastre financiero del Estado, desmantelamiento del sistema financiero catalán, imposición de recortes en el estado de bienestar catalán, sustracción de recursos financieros consignados en los presupuestos, sentencias constitucionales humillantes, etc.... A este Estado, a este Gobierno, a estas instituciones, a estos partidos políticos españoles, CiU les ofrece el apoyo, el sentido de estado, la coherencia y la valentía, para que sigan cometiendo las inicuas tropelías -abusos- contra los catalanes. Antaño los castellanos procuraban que no se notara el cuidado; en el presente los españoles exhiben sus prejuicios catalanófobos con indisimulada soberbia, propia de la más trasnochada y cutre hidalguía.
Convergència i Unió está perdiendo todo el crédito político conseguido hace apenas un año. La cobardía demostrada en las relaciones con el Gobierno de España, las continuas renuncias, la incoherencia, la estulticia en las votaciones parlamentarias tanto en España como en Catalunya, demuestran que no merecen ser considerados como determinantes -como los socialistas catalanes- en el futuro libre y soberano de Catalunya. El mensaje que trasmiten a la sociedad catalana en general es que son incapaces de defender nuestros intereses, nuestros derechos, individuales y colectivos, ante los incansables desafíos que lanza el nacionalismo español contra nuestra Nación. Solo un milagro les librará de volver nuevamente -y esta vez puede que para toda la eternidad- a la travesía del desierto donde se vieron abocados tras el infausto pacto del Majestic con el PP no hace tantos años. Los catalanes hemos dado por muerto y enterrado el fracasado regionalismo autonomista que España ofreció con la Constitución de 1978, porqué la misma España ha decidido la recentralización política, administrativa, económica, financiera y cultural de su Estado. ¿Para que narices necesitan el sentido de estado de CiU?. Sencillamente, es absurdo.
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