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dilluns, 3 d’octubre del 2011

MARASMO. ATÓNITOS. ESPERANZADOS.

Acabo de leer una información reveladora. Decía que el Gobierno de España está actualizando el estudio sobre las balanzas fiscales, que  demuestra cómo el déficit catalán ha descendido hasta el 4% del PIB, debido al elevado coste de las prestaciones por desempleo satisfecho en los últimos años, a favor de los parados catalanes. De entrada me sorprende que haya descendido. Precisamente, el cuatro por ciento es una cifra que coincide casi con total exactitud con déficit que se permite, constitucionalmente, entre los estados federales alemanes. También me declaro expectante, pués los medios gubernamentales no aclaran cual de los seis resultados diferentes que ofrecieron en su día, en una insólita ceremonia de la confusión, servirá de base para calcular este inesperado descenso del déficit catalán. Es así mismo sorprendente que sea ahora cuando se actualizan las balanzas fiscales, es decir, cuando desde Catalunya exigimos el llamado Pacto Fiscal,  pretendidamente similar en  resultados finales al concierto económico vasco. Puesto a buscar coincidencias y contradicciones entre las últimas noticias, se me ocurre lo siguiente: el señor Blanco, flamante Ministro de Fomento, acaba de firmar con su homólogo francés un inequívoco apoyo al corredor ferroviario central -el Madrileño-, despreciando la necesidad de apoyos incondicionales, firmes y claros que requiere el corredor ferroviario mediterráneo, de mucha mayor urgencia y rentabilidad económica para toda la península, pero que transcurre, entre otras zonas, por territorio catalán; quizás ello sea un (ruin) impedimento.

Estos son algunos hechos que está dando la actualidad pre-electoral de España. Prescindiendo de lo  sospechoso que resulta que antes de producirse la puesta al día de las balanzas fiscales ya se haya cuantificado el déficit catalán en el 4%, ¿que indican todas estas decisiones y declaraciones formuladas por los prebostes gobernantes hispanos?. Primero, nos muestran el enorme nerviosismo  del gobierno socialista ante el previsible fracaso que cosechará en las próximas elecciones generales. Segundo, se percatan que desde Catalunya se está cuestionando el insólito concepto de solidaridad hispana, esto es, aquella que expolia a los supuestos ricos hasta provocar su real pobreza. Y tercero, en su afán progresista-igualitario, incomoda,  irrita y  enoja al mundo económico mediterráneo, por las continuas dudas e indefiniciones que muestra el señor Blanco, sólo para satisfacer los deseos de cuatro barones socialistas -y los de la señora Aguirre-, más preocupados por sus propios intereses regionales, radiales y partidistas, que de la necesidad e interés que tiene el Estado en adoptar las mejores y más provechosas decisiones, las cuales podrían contribuir a salir de la crisis económica y social que nos atenaza, con mayor rapidez.

No son sólo los prohombres socialistas los que titubean o, ante sus posibles votantes, amagan y se esconden, exasperándoles. También desde las filas populares están dando evidentes signos de agitación, nerviosismo e inquietud. Empezando por la señora Camacho, en estado de permanente alerta vigilante y celosía indisimulada, a causa del acercamiento producido entre CiU y ERC; pasando por el ¿bajar o tal vez subir? escaleras del registrador de la propiedad más gallego -y famoso- que se haya conocido, el señor Rajoy, afirmando que escuchará la propuesta del Pacto Fiscal, pero que su entorno mediático-partidista-político-electoral niega (cualquier posibilidad de consecución del mismo). Y culminando y redondeando el pastel, en la cumbre del conservadurismo hispano, el señor Aznar, exhortando pontificalmente a quién quiera oír que ya es hora que las autonomías pasen a formar parte de la memoria histórica y se tenga con ellas el mismo trato y consideración que se tiene, ¡o casualidad!, con la Ley de Memoria Histórica vigente: ninguna.

Los ciudadanos españoles son presa del marasmo y están atónitos. Una definición dice que marasmo indica paralización, inmovilidad, suspensión, en lo moral o en lo físico. Atónito se puede definir como estar muy sorprendido, estupefacto o espantado.

El Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español encarnan a la perfección la moral política -y el sentimiento de culpabilidad- que se extiende por todo el Estado Español. Son especialmente culpables de las consecuencias del estado anímico que proyectan sobre la gran mayoría de ciudadanos, los cuales soportan, casi estoicamente, tan pesado e incómodo yugo, resultado de la amoralidad indisimulada que exhiben ambas formaciones. No son los intereses ciudadanos los que condicionan e inspiran la política de los partidos, sino que son los partidos los que cargan sobre las espaldas de los ciudadanos todas las miserias que ellos arrastran. Traspasan a sus electores sorpresa y espanto ante las incertidumbres del presente y del futuro. Inmovilizan y paralizan las ilusiones de la gente normal, sencilla, con trifulcas sin sentido, bajas pasiones y egoísmos propios de la peor partitocracia. No derrochan precisamente mucha decencia. Véase sino la actitud de ambas formaciones ante las escandalosas evidencias de corrupción, por ejemplo en el País Valenciano, en las Baleares, o en Andalucía. Tienen una frágil ética política, como  demuestra el comportamiento de ambos, por ejemplo, en todo el asunto del Tribunal Constitucional, con presiones, recusaciones cruzadas, las no renovaciones de miembros constitucionales con mandato caducado, los múltiples ponentes y las variadas ponencias sobre el estatuto de Catalunya, hasta alcanzar el acuerdo de consenso, después de muchos años, que dió lugar a la vergonzosa y antidemocrática mutilación estatutaria,....


No puede ser de otra forma: los ciudadanos españoles están atónitos y sienten que el marasmo les atenaza. Los catalanes, por lo menos, tenemos la loca esperanza que con el nuevo análisis de las balanzas fiscales y la anunciada disminución del déficit fiscal catalán al konstitutionell cuatro por ciento alemán, será más fácil alcanzar la independencia de nuestra Nación, sin que sea un problema económico para España, dado el escaso rendimiento fiscal que el Estado Español saca de Catalunya. A este paso, pronto Catalunya provocará pérdidas a España. Por tanto, lo mejor que pueden hacer es echarnos afuera, a la intemperie, junto al resto de naciones libres y soberanas del Mundo.   

              

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