La situación en Catalunya se está acelerando cada día que pasa. Al aparente desencuentro entre PP y CiU, le sigue el entendimiento entre CiU y ERC y ambos, con Solidaritat per la Independencia (¡?). El PSC sigue ausente, a la espera de recuperar el rumbo existencial y las ideas políticas. En cuanto ICV, su filosofía y actuación puede resumirse en una frase: ser o no ser. A las deslealtades financieras del PP, se contraponen los acuerdos sobre el improbable (por imposible) Pacto Fiscal entre las formaciones catalanistas. Y a todo ello, se suma el hartazgo de empleados públicos y el indisimulado recelo de los asalariados que aun conservan empleo; la indignación de universitarios, estudiantes de secundaria y docentes; los temores de jubilados, viudas y pensionistas en general, y de ciudadanos de a pie, ante el incierto futuro; junto a empresarios frustrados por las restricciones crediticias, y parados, jóvenes y adultos, sin recursos ni ayudas sociales; miles de ellos despojados de sus viviendas y condenados a perpetuidad a pagar sus deudas hipotecarias a los bancos, hasta sumergirse en la gloriosa indigencia. Así como investigadores abocados a la emigración, a causa de los injustificables recortes en I+D que ha perpetrado José Ignacio Wert, ignorante e inútil Ministro de Educación, Cultura y Deportes -todas ellas, competencias traspasadas a las comunidades autónomas-; también instituciones catalanas de toda índole, públicas y privadas y formaciones políticas con representación parlamentaria o no, cansados de los juegos de trileros del Gobierno de España y ansiosos de alcanzar los recursos económicos y políticos que se niegan sistemáticamente a Catalunya, desde el centro de España. Hastiados todos de Madrid, del Gobierno central, del PP y PSOE, de los tribunales Constitucional y Supremo, etc.... Estamos de acuerdo de forma casi unánime, que el desafío españolista debe tener una contundente y definitiva respuesta por parte catalana.
¿Tenemos acaso que seguir aguantando las imposiciones españolas en materia de recortes en el estado de bienestar catalán?. Rotundamente, no. En España, el Gobierno no rebaja salarios públicos, ni prescinde de miles de funcionarios adscritos a ministerios sin competencias (traspasadas a las autonomías). Los presupuestos españoles de este año contemplan aumento de asignaciones a Museos y entidades culturales con sede madrileña y mantiene las aportaciones al mundo del deporte, mientras recorta las correspondientes a entidades culturales de Catalunya. ¿Adivinan que ministro ha adoptado estas decisiones?. Efectivamente, José Ignacio Wert. Por otro lado, España sigue empeñada en que Madrid acoja los Juegos Olímpicos del 2020 -el ministro Wert dixit-, con los gastos de promoción e inversiones de la candidatura incluidos, a pesar de que la Capital del Reino sufre el endeudamiento municipal mas elevado del Estado. Esto es, 7000 millones de €; más del 18,5% sobre el total de la deuda municipal española; siete veces más que la de Barcelona. Rebaja las inversiones catalanas a niveles vergonzosos, pero se mantienen y aumentan las del supérfulo AVE a Galicia y Extremadura. Mientras, la red de cercanías de Barcelona se cae a pedazos, porque el Gobierno de Madrid "no tiene recursos para cumplir el compromiso adquirido". Amenaza con prorrogar las concesiones de las autopistas de peaje en Catalunya, para compensar las pérdidas acumuladas por las absurdas y escasas autopistas de pago que circundan Madrid, paralelas a las numerosas autopistas libres de peaje. El Gobierno de España, tanto el anterior, que se autocalificaba como socialista sin serlo, o el actual, que resulta ser maldítamente conservador, sigue optando por vertebrar España, contra criterios inspirados por un mínimo sentido común, con inversiones antieconómicas y políticas centralizadoras, para mayor gloria y beneficio de Madrid y de los afectos al régimen. ¡Y todo ello a costa de recursos financieros producto fundamentalmente del expolio que sufrimos los catalanes y la manifiesta deslealtad practicada con el Gobierno de la Generalitat!. Catalunya y los catalanes, en tales circunstancias, no tenemos futuro en el seno del Estado Español.
La unidad con España acarrea falta de inversiones públicas justas, necesarias, rentables y provechosas para la actividad económica. Inversiones en cualquier caso, precarias e insuficientes. Carecemos de una Sanidad y Educación acordes con los impuestos que pagamos los catalanes. Nuestros pensionistas resultan empobrecidos por el elevado coste de vida que padecemos en Catalunya, a causa de pensiones vergonzosamente bajas. A la vez, las cotizaciones de la Seguridad Social de los catalanes sirven, entre otras cosas, a modo de supuesta solidaridad con otros jubilados, en comunidades que pueden ofrecer mejores y mayores prestaciones a sus ancianos, al ser receptoras netos de la riqueza esquilmada a los egoístas catalanes. Cotizaciones sociales que siguen pasando a engrosar el fondo de pensiones de España, sin que desde Catalunya podamos incidir en la gestión y administración del mismo; acumulados, antes y ahora, gracias y sobre todo a trabajadores y empresas catalanes. En definitiva, sufrimos precariedad de inversiones públicas, boicot económico, expolio fiscal, doble ración de recortes en Sanidad y Educación y progresivo desmantelamiento del Estado de Bienestar; así como menosprecio y desatención premeditado a la cultura y persecución y acoso judicial y político de la lengua catalana. Y ahora, intervención y entrometimiento sobre nuestro ínfimo autogobierno político. Es cuanto los catalanes podemos esperar de España. ¡Que no es poco!.
Pero como estamos hartos, decimos: Va a ser que no;... ya basta. Catalunya cuenta con suficientes recursos humanos, económicos, financieros, culturales e históricos como para ser un gran país, libre, soberano y próspero. Esto solo se podrá alcanzar con la independencia de Catalunya, que tan merecida tenemos. Y a la vista de la realidad actual de España, es absolutamente necesario y urgente conseguirlo. ¡Imprescindible!. Para nuestra supervivencia como Nación, para nuestra felicidad como ciudadanos y para volver a tener esperanza en el futuro de Catalunya.
¿Tenemos acaso que seguir aguantando las imposiciones españolas en materia de recortes en el estado de bienestar catalán?. Rotundamente, no. En España, el Gobierno no rebaja salarios públicos, ni prescinde de miles de funcionarios adscritos a ministerios sin competencias (traspasadas a las autonomías). Los presupuestos españoles de este año contemplan aumento de asignaciones a Museos y entidades culturales con sede madrileña y mantiene las aportaciones al mundo del deporte, mientras recorta las correspondientes a entidades culturales de Catalunya. ¿Adivinan que ministro ha adoptado estas decisiones?. Efectivamente, José Ignacio Wert. Por otro lado, España sigue empeñada en que Madrid acoja los Juegos Olímpicos del 2020 -el ministro Wert dixit-, con los gastos de promoción e inversiones de la candidatura incluidos, a pesar de que la Capital del Reino sufre el endeudamiento municipal mas elevado del Estado. Esto es, 7000 millones de €; más del 18,5% sobre el total de la deuda municipal española; siete veces más que la de Barcelona. Rebaja las inversiones catalanas a niveles vergonzosos, pero se mantienen y aumentan las del supérfulo AVE a Galicia y Extremadura. Mientras, la red de cercanías de Barcelona se cae a pedazos, porque el Gobierno de Madrid "no tiene recursos para cumplir el compromiso adquirido". Amenaza con prorrogar las concesiones de las autopistas de peaje en Catalunya, para compensar las pérdidas acumuladas por las absurdas y escasas autopistas de pago que circundan Madrid, paralelas a las numerosas autopistas libres de peaje. El Gobierno de España, tanto el anterior, que se autocalificaba como socialista sin serlo, o el actual, que resulta ser maldítamente conservador, sigue optando por vertebrar España, contra criterios inspirados por un mínimo sentido común, con inversiones antieconómicas y políticas centralizadoras, para mayor gloria y beneficio de Madrid y de los afectos al régimen. ¡Y todo ello a costa de recursos financieros producto fundamentalmente del expolio que sufrimos los catalanes y la manifiesta deslealtad practicada con el Gobierno de la Generalitat!. Catalunya y los catalanes, en tales circunstancias, no tenemos futuro en el seno del Estado Español.
La unidad con España acarrea falta de inversiones públicas justas, necesarias, rentables y provechosas para la actividad económica. Inversiones en cualquier caso, precarias e insuficientes. Carecemos de una Sanidad y Educación acordes con los impuestos que pagamos los catalanes. Nuestros pensionistas resultan empobrecidos por el elevado coste de vida que padecemos en Catalunya, a causa de pensiones vergonzosamente bajas. A la vez, las cotizaciones de la Seguridad Social de los catalanes sirven, entre otras cosas, a modo de supuesta solidaridad con otros jubilados, en comunidades que pueden ofrecer mejores y mayores prestaciones a sus ancianos, al ser receptoras netos de la riqueza esquilmada a los egoístas catalanes. Cotizaciones sociales que siguen pasando a engrosar el fondo de pensiones de España, sin que desde Catalunya podamos incidir en la gestión y administración del mismo; acumulados, antes y ahora, gracias y sobre todo a trabajadores y empresas catalanes. En definitiva, sufrimos precariedad de inversiones públicas, boicot económico, expolio fiscal, doble ración de recortes en Sanidad y Educación y progresivo desmantelamiento del Estado de Bienestar; así como menosprecio y desatención premeditado a la cultura y persecución y acoso judicial y político de la lengua catalana. Y ahora, intervención y entrometimiento sobre nuestro ínfimo autogobierno político. Es cuanto los catalanes podemos esperar de España. ¡Que no es poco!.
Pero como estamos hartos, decimos: Va a ser que no;... ya basta. Catalunya cuenta con suficientes recursos humanos, económicos, financieros, culturales e históricos como para ser un gran país, libre, soberano y próspero. Esto solo se podrá alcanzar con la independencia de Catalunya, que tan merecida tenemos. Y a la vista de la realidad actual de España, es absolutamente necesario y urgente conseguirlo. ¡Imprescindible!. Para nuestra supervivencia como Nación, para nuestra felicidad como ciudadanos y para volver a tener esperanza en el futuro de Catalunya.
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