Ante el inevitable hecho de encontrarnos en plena campaña pre-electoral, los partidos españoles ya han comenzado el ejercicio de cinismo, respecto a Catalunya, que nos tienen acostumbrados. Por ejemplo, según el PSOE, los catalanes tenemos la gran fortuna de poder hablar catalán, tener el mejor de los modelos educativos (la inmersión lingüística en catalán) y sentirnos satisfechos y cómodos de ser españoles. Por su parte, el PP apela a nuestro sentido común (seny) y cuenta con nosotros para ser la locomotora que contribuya (más que nadie) a salir de la crisis económica que sufre el estado; desgraciadamente, no se puede plantear en la presente situación ningún reparto de los ingresos diferente al actual, en financiación de las comunidades autónomas -en definitiva, no al pacto fiscal- puesto que, por otra parte, el vigente es el mejor sistema jamás alcanzado; además, pone la guinda en el pastel ensalzando la inmersión lingüística en catalán. El PP, naturalmente, insta a todas las fuerzas políticas catalanas a centrarse en los problemas que realmente importan a los ciudadanos y olvidar las veleidades catalanistas, como la lengua, la bandera y la identidad. En definitiva nos exige que prioricemos nuestra españolidad, de la cual, afortunadamente, la mayoría de catalanes carece.
El PPSOE, que como se sabe es la suma de ambas formaciones políticas en una especie de arrollador Movimiento Nacional Español -a semejanza del franquista-, evita cualquier tema que pudiera empañar sus posibilidades electorales. Se trata que los ciudadanos catalanes olviden la penosa actitud que los dos partidos han tenido en el pasado y especialmente durante la última legislatura, en todo aquello relacionado con Catalunya. Bueno será recordarlo.
REMEMORANDO AL PARTIDO POPULAR socialista obrero español:
REMEMORANDO AL PARTIDO POPULAR socialista obrero español:
¿Tenemos que olvidar, acaso, la sentencia que el Tribunal Constitucional dictó respecto del Estatuto de Autonomía de Catalunya?. ¿No debemos recordar que fue el Partido Popular quien presentó el recurso de inconstitucionalidad, después de una feroz campaña recogiendo firmas contra el texto catalán, por las calles y plazas de distintos pueblos y ciudades españoles?. Según sus propias fuentes, firmaron más de tres millones de ciudadanos. Aparentemente sirvió a sus intereses, puesto que la gente acudió festivamente a firmar contra Catalunya y los catalanes; en su entorno se consolidó el vergonzoso boicot contra productos catalanes, entusiasticamente celebrado y asumido por muchos ciudadanos hispanos y que recibió el cobarde apoyo indirecto de distintos medios de comunicación madrileños, otrora impulsores y vergonzantes ideólogos secretos del mismo. Las impúdicas maniobras de los populares sobre la no renovación de los magistrados del constitucional, con recusaciones incluidas, así como las presiones mediáticas nacional-españolas que condicionaron la sentencia desde el principio, por lo visto, colmaron también los anhelos populares. Desataron una imparable catalanofobia en el Estado Español, manipularon y deslegitimaron el Tribunal Constitucional y sembraron la política española de boicots, falacias y mentiras, con la inestimable ayuda de la Caverna Mediática madrileña. El aparente éxito cosechado en la agresiva consecución de sus objetivos políticos, fue su más sonora y brillante recompensa.
Para su desgracia, los catalanes nos dimos cuenta del auténtico sentir conservador respecto a Catalunya. El resumen es que el Partido Popular, con tal de alcanzar el poder, de Gobernar en España, es capaz de sacrificar todo, economía, política antiterrorista, utilización de tribunales y jueces, incluso la supuesta unidad de la patria de la que tanto presumen. Y puesto que los catalanes no cabemos en esta España que nos oferta este partido (digno heredero del franquismo), ya que Catalunya para los populares solo es un campo de votos que asolar, una cartera que expoliar y una identidad a la que no se debe respetar, los catalanes exclamamos ¡basta!, nos declaramos liberados de las cadenas que nos obsequia y nos disponemos a seguir nuestro propio camino, a poder ser muy lejos de los populares españoles.
RECORDANDO AL PARTIDO popular SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL:
¿Que decir del PSOE?. Tal vez, "apoyaré el estatuto que apruebe el Parlamento de Catalunya". Nunca un político ha causado tanto daño a un colectivo, como el señor Zapatero y el PSOE han causado al socialismo catalán y por extensión, a todos los catalanes. Los ingenuos votantes de la izquierda catalana se han arrepentido masivamente de haberle otorgado su confianza a través de los votos. Tanto el PSC, como ERC e IC, se sienten engañados, en distintos grados, por la errática política practicada por los socialistas españoles, sobre todo en esta última legislatura. Pero las tres formaciones catalanas son directamente responsables por haberle apoyado; en el caso del PSC incondicionalmente; ERC e IC fueron víctimas de sus propias debilidades y prejuicios, pero ambas formaciones optaron libremente por el caballo que, posteriormente, resultaría perdedor.
El PSOE no sólo no apoyó el texto del estatuto catalán aprobado en el Parlamento de Catalunya por el 90% de la cámara, sino que lo modificó y desvirtuó sustancialmente en el trámite parlamentario español, con la aprobación y soporte incondicional de la sucursal socialista catalana. Después se arrugó ante el envite de la derecha españolista y con su cobarde actitud, permitió que se mutilara aún más en el Tribunal Constitucional, dando por buenos algunos de los argumentos más falaces que los populares defendían para sabotear la voluntad expresada democráticamente en referéndum por los ciudadanos de Catalunya. Negó asimismo la existencia de la crisis económica; su negativa acarreó que dejaran de tomarse algunas decisiones vitales, en tiempo y forma adecuados. Acabó aceptando el dictado y la voluntad de los mercados y de la señora Merkel, olvidando en el camino la S de socialista. Era un partido de izquierdas y debía defender los intereses de los ciudadanos de este Estado -la O de obrero, también olvidada- como hace cualquier dirigente político de cualquier estado europeo (y del Mundo) a favor de sus conciudadanos. La culminante inconsistencia de su quehacer político viene dada por la reciente reforma constitucional (sobre la limitación del déficit en las administraciones), absolutamente innecesaria ya que bastaba recuperar la ley que ellos mismos habían derogado. Esta es una medida tan ineficaz, en la Constitución española, como pueda ser el derecho a la vivienda digna, o la economía social de mercado, recogidos ambos derechos, entre otras verdades constitucionales, en el supremo texto español.
Por no hablar del sistema de financiación de las comunidades autónomas aprobado en la presente legislatura, calificado por los socialistas como el mejor del siglo, y que el mismo Partido Socialista Obrero Español, en una muestra de sublime (des)lealtad, se permite incumplir en aquel aspecto -fondo de competitividad- que resulta más beneficioso para los intereses de Catalunya. Pero sí conmina al ejecutivo catalán a enjuagar un déficit acumulado durante el mandato socialista (permitido y aceptado por el gobierno de España), bajo pena de prohibir la emisión de nueva deuda, lo cual permitirá estrangular las finanzas catalanas hasta el punto de hacer la autonomía absolutamente inviable. Los malpensados, entre los que yo me encuentro, podemos temer que este es el auténtico objetivo político del (no)nacionalismo españolista, es decir, prohibición constitucional de déficit, deslealtad en el sistema de financiación, centrifugación del déficit hacia las autonomías, prohibición de refinanciación de la deuda, recuperación y recentralización de competencias.
Todas estas remembranzas, todos estos recuerdos deben hacer que los catalanes nos preguntemos: ¿Nos interesa entregar nuestro voto a formaciones políticas que solo buscan consolidarse como hegemónicas en el estado español, a base de incumplimientos, engaños, manipulaciones, hostilidad y desconsideración hacia los auténticos intereses y aspiraciones de la ciudadanía?. ¿Debemos votar a partidos que solo sienten como propio el mandato que emana de los votantes culturalmente castellanos?. Definitivamente, no nos interesa votar a partidos españoles. Catalunya solo verá defendidos sus intereses colectivos e individuales votando a formaciones inequívocamente catalanas. Nuestros deseos, nuestras aspiraciones, son tan valiosas para nosotros, como puedan ser las españolas para ellos. La distancia entre España y Catalunya es tan grande, que por puro derecho (y deber) democrático nuestro voto debe ser entregado a aquellos que se comprometan inequívocamente con la causa catalana como vía para alcanzar la plena soberanía de nuestra maltratada Nación. Catalunya unida a España solo puede cosechar frustración, empobrecimiento, injusticia y represión cultural. Y yo, por lo menos, no lo deseo. ¿Y tu?.
Para su desgracia, los catalanes nos dimos cuenta del auténtico sentir conservador respecto a Catalunya. El resumen es que el Partido Popular, con tal de alcanzar el poder, de Gobernar en España, es capaz de sacrificar todo, economía, política antiterrorista, utilización de tribunales y jueces, incluso la supuesta unidad de la patria de la que tanto presumen. Y puesto que los catalanes no cabemos en esta España que nos oferta este partido (digno heredero del franquismo), ya que Catalunya para los populares solo es un campo de votos que asolar, una cartera que expoliar y una identidad a la que no se debe respetar, los catalanes exclamamos ¡basta!, nos declaramos liberados de las cadenas que nos obsequia y nos disponemos a seguir nuestro propio camino, a poder ser muy lejos de los populares españoles.
RECORDANDO AL PARTIDO popular SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL:
¿Que decir del PSOE?. Tal vez, "apoyaré el estatuto que apruebe el Parlamento de Catalunya". Nunca un político ha causado tanto daño a un colectivo, como el señor Zapatero y el PSOE han causado al socialismo catalán y por extensión, a todos los catalanes. Los ingenuos votantes de la izquierda catalana se han arrepentido masivamente de haberle otorgado su confianza a través de los votos. Tanto el PSC, como ERC e IC, se sienten engañados, en distintos grados, por la errática política practicada por los socialistas españoles, sobre todo en esta última legislatura. Pero las tres formaciones catalanas son directamente responsables por haberle apoyado; en el caso del PSC incondicionalmente; ERC e IC fueron víctimas de sus propias debilidades y prejuicios, pero ambas formaciones optaron libremente por el caballo que, posteriormente, resultaría perdedor.
El PSOE no sólo no apoyó el texto del estatuto catalán aprobado en el Parlamento de Catalunya por el 90% de la cámara, sino que lo modificó y desvirtuó sustancialmente en el trámite parlamentario español, con la aprobación y soporte incondicional de la sucursal socialista catalana. Después se arrugó ante el envite de la derecha españolista y con su cobarde actitud, permitió que se mutilara aún más en el Tribunal Constitucional, dando por buenos algunos de los argumentos más falaces que los populares defendían para sabotear la voluntad expresada democráticamente en referéndum por los ciudadanos de Catalunya. Negó asimismo la existencia de la crisis económica; su negativa acarreó que dejaran de tomarse algunas decisiones vitales, en tiempo y forma adecuados. Acabó aceptando el dictado y la voluntad de los mercados y de la señora Merkel, olvidando en el camino la S de socialista. Era un partido de izquierdas y debía defender los intereses de los ciudadanos de este Estado -la O de obrero, también olvidada- como hace cualquier dirigente político de cualquier estado europeo (y del Mundo) a favor de sus conciudadanos. La culminante inconsistencia de su quehacer político viene dada por la reciente reforma constitucional (sobre la limitación del déficit en las administraciones), absolutamente innecesaria ya que bastaba recuperar la ley que ellos mismos habían derogado. Esta es una medida tan ineficaz, en la Constitución española, como pueda ser el derecho a la vivienda digna, o la economía social de mercado, recogidos ambos derechos, entre otras verdades constitucionales, en el supremo texto español.
Por no hablar del sistema de financiación de las comunidades autónomas aprobado en la presente legislatura, calificado por los socialistas como el mejor del siglo, y que el mismo Partido Socialista Obrero Español, en una muestra de sublime (des)lealtad, se permite incumplir en aquel aspecto -fondo de competitividad- que resulta más beneficioso para los intereses de Catalunya. Pero sí conmina al ejecutivo catalán a enjuagar un déficit acumulado durante el mandato socialista (permitido y aceptado por el gobierno de España), bajo pena de prohibir la emisión de nueva deuda, lo cual permitirá estrangular las finanzas catalanas hasta el punto de hacer la autonomía absolutamente inviable. Los malpensados, entre los que yo me encuentro, podemos temer que este es el auténtico objetivo político del (no)nacionalismo españolista, es decir, prohibición constitucional de déficit, deslealtad en el sistema de financiación, centrifugación del déficit hacia las autonomías, prohibición de refinanciación de la deuda, recuperación y recentralización de competencias.
Todas estas remembranzas, todos estos recuerdos deben hacer que los catalanes nos preguntemos: ¿Nos interesa entregar nuestro voto a formaciones políticas que solo buscan consolidarse como hegemónicas en el estado español, a base de incumplimientos, engaños, manipulaciones, hostilidad y desconsideración hacia los auténticos intereses y aspiraciones de la ciudadanía?. ¿Debemos votar a partidos que solo sienten como propio el mandato que emana de los votantes culturalmente castellanos?. Definitivamente, no nos interesa votar a partidos españoles. Catalunya solo verá defendidos sus intereses colectivos e individuales votando a formaciones inequívocamente catalanas. Nuestros deseos, nuestras aspiraciones, son tan valiosas para nosotros, como puedan ser las españolas para ellos. La distancia entre España y Catalunya es tan grande, que por puro derecho (y deber) democrático nuestro voto debe ser entregado a aquellos que se comprometan inequívocamente con la causa catalana como vía para alcanzar la plena soberanía de nuestra maltratada Nación. Catalunya unida a España solo puede cosechar frustración, empobrecimiento, injusticia y represión cultural. Y yo, por lo menos, no lo deseo. ¿Y tu?.
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