En la tertulia política de TV3, del programa Els matins, uno de los participantes ha sentenciado: Nunca España había sido tan fuerte políticamente, frente a la cada vez más débil Catalunya. No son palabras textuales, pero es lo que podía deducirse de la intervención del comentarista. Pues bien, en contra de esa opinión -que parece ser general entre tertulianos y comentaristas catalanes políticamente correctos-, mi parecer es justo el contrario. Opino que España es mucho más débil de lo que ella misma cree. Como vengo manifestando profusamente en esta serie de escritos, España es un estado en perpetua consolidación, por tanto, sus fundamentos no solo son frágiles y evanescentes, sino que actualmente podemos considerarlos como en franca degradación. Y no precisamente por culpa de los nacionalismos periféricos, como suele argumentar equivocadamente la llamada caverna mediática madrileña.
La principal causa de la decadencia hispana, es precisamente, el nacionalismo español, de origen castellano. La España actual hunde sus raíces en la Castilla eterna; basa su aparente unidad nacional en el idioma castellano que, ciertamente, podemos considerarlo como una de las lenguas con mayor difusión y fortaleza que existen, pero que, para su desgracia, ha sido y es utilizado hoy en día por sus hablantes y líderes políticos como arma represiva e instrumento de sumisión e imposición, haciéndolo por tanto incompatible con el resto de idiomas con los que absurdamente compite en lugar de convivir. El castellano deviene así excluyente; si no renuncias al idioma propio de tu tierra y haces tuyo y prioritario el español, no cabes en España. Por ejemplo, excluye cualquier posibilidad de armonía e integración entre castellanos y catalanes, que consideramos el idioma catalán, como es natural, como nuestra única lengua propia; que merece el mismo respeto, posibilidad de difusión e importancia que el resto de lenguas que configuran este Babel planetario en el cual vivimos. Es así como el nacionalismo español se torna disgregador, imperativo y profundamente belicoso. En la actualidad, como en el pasado, la lengua es utilizada como arma de agresión y conquista.
Así pues, el nacionalismo español se basa históricamente en Castilla. En el devenir de los siglos, las élites dirigentes castellanas se han apropiado del nombre de España, de modo que decir España es decir Castilla y decir español, es decir castellano. Antaño sirvió para forjar un gran imperio pero en el presente, ya en los estertores de la decadencia, solo sirve para infundir una tenue pátina de aparente unidad política, para proyectarla (por la fuerza) sobre casi todos los pueblos que existen en la península Ibérica. El nacionalismo español, falto de poder de seducción, ha fracasado estrepitosamente en sus pretensiones, pues si bien prevalece en Castilla y otros territorios peninsulares, solo puede aspirar al dominio coercitivo en Catalunya y el País Vasco, naciones que no renunciaremos nunca a nuestra libertad e independencia, por muy fuertes que sean las presiones, agresiones, sanciones y extorsiones constitucionales a las que frecuentemente nos vemos sometidos.
Este es el primer gran fracaso del estado español. No debe olvidarse que en España nadie se define como nacionalista, concepto considerado como un grave insulto; hacerlo significaría asumir la totalidad de su azarosa historia, esto es, la Reconquista, la Santa Inquisición y la expulsión de judíos y musulmanes, la conquista y colonización de América y la leyenda negra, genocidio de indígenas incluido; la Guerra de Sucesión y las guerras carlistas, con todas sus consecuencias; la primera y segunda Repúblicas y sus excesos y violencias; la dictadura de Primo de Rivera, la Guerra Civil, la interminable dictadura de Franco y sus nefastas arbitrariedades, agresiones e injusticias causadas, todavía hoy recordadas y padecidas. Estos y otros hecho históricos casi siempre han sido asumidos y divulgados solo en su vertiente épico-patriótica, exentos de matices críticos, ocultando los abusos, las arbitrariedades, las crueldades ejercidas y por tanto, sin asumir la cara oscura, tenebrosa, por otro lado, comunes en la historia de cualquier imperio del pasado y de la actualidad. Todos estos hechos históricos comparten dos realidades, la Santa Madre Iglesia y la Patria (española). Y como nexo de unión entre ambas hallamos la lengua castellana, arma agresiva, conquistadora, imperialista y represora. La nefasta utilización de la lengua castellana como estandarte de unidad política, para exportar el catolicismo y la españolidad castellana, desterrando, persiguiendo y destruyendo lenguas y culturas ajenas, en mi opinión, es una de las principales causas de la debilidad y decadencia de España en el presente. Pero este no es el único fracaso del Estado Español.
La principal causa de la decadencia hispana, es precisamente, el nacionalismo español, de origen castellano. La España actual hunde sus raíces en la Castilla eterna; basa su aparente unidad nacional en el idioma castellano que, ciertamente, podemos considerarlo como una de las lenguas con mayor difusión y fortaleza que existen, pero que, para su desgracia, ha sido y es utilizado hoy en día por sus hablantes y líderes políticos como arma represiva e instrumento de sumisión e imposición, haciéndolo por tanto incompatible con el resto de idiomas con los que absurdamente compite en lugar de convivir. El castellano deviene así excluyente; si no renuncias al idioma propio de tu tierra y haces tuyo y prioritario el español, no cabes en España. Por ejemplo, excluye cualquier posibilidad de armonía e integración entre castellanos y catalanes, que consideramos el idioma catalán, como es natural, como nuestra única lengua propia; que merece el mismo respeto, posibilidad de difusión e importancia que el resto de lenguas que configuran este Babel planetario en el cual vivimos. Es así como el nacionalismo español se torna disgregador, imperativo y profundamente belicoso. En la actualidad, como en el pasado, la lengua es utilizada como arma de agresión y conquista.
Así pues, el nacionalismo español se basa históricamente en Castilla. En el devenir de los siglos, las élites dirigentes castellanas se han apropiado del nombre de España, de modo que decir España es decir Castilla y decir español, es decir castellano. Antaño sirvió para forjar un gran imperio pero en el presente, ya en los estertores de la decadencia, solo sirve para infundir una tenue pátina de aparente unidad política, para proyectarla (por la fuerza) sobre casi todos los pueblos que existen en la península Ibérica. El nacionalismo español, falto de poder de seducción, ha fracasado estrepitosamente en sus pretensiones, pues si bien prevalece en Castilla y otros territorios peninsulares, solo puede aspirar al dominio coercitivo en Catalunya y el País Vasco, naciones que no renunciaremos nunca a nuestra libertad e independencia, por muy fuertes que sean las presiones, agresiones, sanciones y extorsiones constitucionales a las que frecuentemente nos vemos sometidos.
Este es el primer gran fracaso del estado español. No debe olvidarse que en España nadie se define como nacionalista, concepto considerado como un grave insulto; hacerlo significaría asumir la totalidad de su azarosa historia, esto es, la Reconquista, la Santa Inquisición y la expulsión de judíos y musulmanes, la conquista y colonización de América y la leyenda negra, genocidio de indígenas incluido; la Guerra de Sucesión y las guerras carlistas, con todas sus consecuencias; la primera y segunda Repúblicas y sus excesos y violencias; la dictadura de Primo de Rivera, la Guerra Civil, la interminable dictadura de Franco y sus nefastas arbitrariedades, agresiones e injusticias causadas, todavía hoy recordadas y padecidas. Estos y otros hecho históricos casi siempre han sido asumidos y divulgados solo en su vertiente épico-patriótica, exentos de matices críticos, ocultando los abusos, las arbitrariedades, las crueldades ejercidas y por tanto, sin asumir la cara oscura, tenebrosa, por otro lado, comunes en la historia de cualquier imperio del pasado y de la actualidad. Todos estos hechos históricos comparten dos realidades, la Santa Madre Iglesia y la Patria (española). Y como nexo de unión entre ambas hallamos la lengua castellana, arma agresiva, conquistadora, imperialista y represora. La nefasta utilización de la lengua castellana como estandarte de unidad política, para exportar el catolicismo y la españolidad castellana, desterrando, persiguiendo y destruyendo lenguas y culturas ajenas, en mi opinión, es una de las principales causas de la debilidad y decadencia de España en el presente. Pero este no es el único fracaso del Estado Español.
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