Últimamente se puede apreciar en los comentarios al pie de las informaciones publicadas en medios digitales, un notable incremento de mensajes de inequívoca procedencia españolista. Suelen contestar a los textos favorables al catalanismo soberanista que los lectores efectúan a las noticias que se publican. Su objetivo es obvio. Se trata de contrarrestar las masivas opiniones favorables a la independencia de Catalunya que estos últimos tiempos se vienen produciendo entre el grueso de la población, y especialmente entre los usuarios de medios digitales.
Los argumentos que utilizan contra el catalanismo son notablemente inconsistentes, pero terriblemente agresivos, diría belicosos. Suelen atacar directamente las valoraciones separatistas a base de insultos, falsos datos estadísticos e incluso manipulando hechos históricos impunemente. Siguen un patrón muy estandarizado, casi militar, lo cual permite que podamos formular la hipótesis de un origen común y restringido, jerarquizado y al servicio de una ideología concreta -y no precisamente catalanista-. Este patrón estándar que utiliza el unionismo, se deduce por el hecho que contesta a los comentarios que los catalanistas efectúan sobre las noticias que atañen a Catalunya, para dirigirse precisamente... contra los comentaristas, prescindiendo de la noticia a que estos se refieren en sus textos. Las respuestas suelen ser ofensivas, obscenamente manipuladoras y groseramente falsas en los datos y argumentos que utilizan; están firmadas frecuentemente con nombres estrambóticos, de procedencias imaginarias o inverosímiles. En realidad esta campaña nacionalista española no es descabellado afirmar que se produce desde hace algunos años, pero ha ido aumentando paulatinamente los últimos meses, en tiempo y consonancia con el exponencial incremento de los apoyos soberanistas que se perciben con claridad en la sociedad catalana. Para los españolistas, este aumento del sentimiento independentista, que además de mayoritario es enormemente transversal, provoca un temor cerval ya que es percibido como algo absolutamente inevitable, como imparable. Y no les falta razón.
Naturalmente, no solo se dedican a escribir vacuas respuestas a los comentarios digitales del soberanismo. Bueno será recordar que el Partido Popular quiso que un pequeño pueblo catalán votara un candidato para alcalde del partido conservador, que era residente en la Islas Canarias. Como es conocido, la respuesta de los habitantes del pueblo fue la total abstención, lo cual bastó para evidenciar el talante escasamente democrático del partido en cuestión y librarse de un posible alcalde fantasma. Vista esta osadía, quizás los catalanes deberíamos permanecer alerta ante hipotéticos intentos de manipulación del censo electoral que pudieran producirse en el futuro, empadronando, por ejemplo, a unos cuantos centenares de votantes de otras zonas del Estado, en unas cuantas decenas de pueblos catalanes, convenientemente repartidos, para así mejorar el resultado electoral de un determinado partido político, por supuesto, españolísimo.
No hace muchos días, el defensor del lector de La Vanguardia, denunciaba la manipulación que el recalcitrante españolismo había intentado en una encuesta de la edición digital de este periódico, sobre la lengua vehicular en las escuelas catalanas. Concretamente la pregunta decía: ¿Aprueban que se implante el castellano como lengua vehicular en las escuelas catalanas?. La pregunta formulada se mantuvo en votación durante un periodo de diez días. Pues bien, durante los ocho primeros días, el resultado se movió entre un sesenta y cinco y un setenta por ciento en contra que el castellano fuera lengua vehicular en la escuela catalana. Misteriosamente, el noveno día de votación se produjo un sospecho sobrepaso a favor del castellano, que elevó el apoyo al castellano hasta un cincuenta y cuatro por ciento, dejando en minoría al catalán como única lengua vehicular en la escuela catalana. ¿Que había pasado?. La explicación la dió el redactor en jefe enlace entre las ediciones digital y de papel de La Vanguardia. Durante la noche del noveno día se había registrado un masivo envío de votos a favor del castellano, cuyo origen era robótico, con lo cual se logró evitar el control informático de la votación. La manipulación descubierta en un asunto tan nimio como es una encuesta digital, sin valor científico alguno, demuestra hasta que punto están dispuestos a manipular la realidad los españolistas, por supuesto no nacionalistas, en defensa de sus posiciones, intereses y creencias políticas.
¿Hasta donde está dispuesto a llegar el unionismo hispano, el nacionalismo español, en defensa de la unidad de su patria?. Creo evidente la respuesta a esta cuestión: ¡hasta el final!. Los nacionalistas españoles son capaces de querer dividir y descohesionar a una sociedad como la catalana, utilizando la lengua castellana como ariete y arma contra esta misma sociedad, y contra la lengua catalana, que no solo es la propia y única de Catalunya, también es la seña de identidad más evidente que conforma esta nación. Por ello, se encuentra acosada por la intransigencia de los jueces, políticos e instituciones españoles, que quieren imponer la lengua y la cultura castellanas como propias de Catalunya, por el mero hecho de ser la que tiene de su parte toda la fuerza de las leyes españolas, la simpatía y el apoyo de jueces y magistrados españoles y el pleno amparo del Tribunal Constitucional, por supuesto, español. Recuérdese que la Castilla de antaño, es la España de hogaño. Asimismo, tienen la intención de pactar, en el seno del Movimiento Nacional Español (PPSOE), todo tipo de reformas constitucionales, leyes electorales, decretos, acuerdos económicos y políticos en general, para reforzar el centralismo del Estado Español, debilitar a las comunidades autónomas, es decir, a Catalunya y hacer que España sea nuevamente una, grande y libre.
El nacionalismo español ha emprendido una tortuosa senda para recuperar lo que durante el transcurrir de la breve historia democrática española le ha sido arrebatado en Catalunya, esto es, la credibilidad y la legitimidad democrática. España ha perdido democráticamente entre la mayoría de ciudadanos catalanes cualquier tipo de crédito que puede haber tenido en el pasado, que se antoja ya muy lejano, distante. Así lo demuestran los resultados electorales que se dan en Catalunya, elección tras elección; la marca España, defendida fundamentalmente por el españolismo recalcitrante del PP, queda siempre en franca minoría. El PSC actúa más inteligentemente y no hace bandera de su españolidad, subrayando, eso sí, la ideología de izquierdas. Las promesas implícitas en la transición de las formaciones políticas españolas, cargadas de pluriculturalidad, de plena y auténtica autonomía política y de justicia y equidad para Catalunya y los catalanes, han sido no solo olvidadas, también en la actualidad son utilizadas arteramente como armas en nuestra contra, recuperando lo que siempre ha formado parte de la esencia de España, es decir, el autoritarismo, la imposición y el desdén, adornados con la soberbia y la mas cínica de la hipocresías.
Catalunya no volverá a caer más en la trampas que el unionismo español continuamente nos tiende, con la única intención de boicotear los deseos de libertad, plena soberanía y auténtico sentido de justicia social, fiscal, cultural, así como justicia lingüística y económica, en definitiva, de prosperidad y desarrollo en todas las facetas de la vida. Lo cual por otro lado, es aspiración de cualquier ciudadano de cualquier país de este Mundo y por tanto, también de Catalunya y los catalanes. Al fin y a la postre, cabe otorgar al nacionalismo español el mérito que se ha ganado en la creación de las condiciones adecuadas para que Catalunya sea el próximo estado independiente de Europa. Su hostilidad y miopía, la antipatía y menosprecio demostrado contra los catalanes en estos últimos tres siglos, son la principal causa que ha desatado las ansias de libertad y auténtica democracia que sentimos la mayoría de ciudadanos de Catalunya. Muchas gracias por todo.