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dijous, 25 d’agost del 2011

UNA NUEVA AMENAZA, UNA NUEVA ESPERANZA.

El presidente del gobierno español acaba de anunciar un principio de acuerdo con el Partido Popular para reformar... ¡la Constitución Española!. ¡Loado sea el Señor!.

Por increíble que resulte, por imposible que parezca, la pétrea, la sacro-santa, la divina Constitución será modificada, deprisa y corriendo, al objeto de dar satisfacción a la sugerencia de frau Merkel y monsieur Sarkozy, para que se grave con cincel en su intocable (hasta ahora) texto granítico, la limitación y prohibición  que las administraciones públicas de todo el estado puedan endeudarse más de lo debido y tolerado por el Directorio Europeo (si no con deuda pública, tal vez si con privada, no pagando a proveedores, por ejemplo).

El increíble gobierno menguante del señor Zapatero es capaz de hacer juegos malabares con los principios  e intereses de su propio partido, llegando a consensuar un pacto con el señor Rajoy, significado registrador de la propiedad, con aires de gran y evanescente estadista, para hacer el más pueril y humillante de los seguidismos a una señora y un señor que, en defensa de sus propios intereses nacionales, son capaces de condenar a los infiernos  a los socios de la Unión Europea que más están acusando la crisis. En adelante , la Unión Europea pasará a ser conocida como Unión de Intereses y Obediencia a los Mercados (UIOM), entendiendo como Mercados -aunque solo en esta ocasión-, Francia y Alemania.

Bromas  aparte, el patetismo de ZP roza el paroxismo -exaltación extrema de los afectos y pasiones-. Esta medida consensuada entre ambas personalidades  del PPSOE, había sido propuesta por el ala conservadora y rechazada por la pseudo-izquierdosa hace ya muchos meses. Ahora Zapatero, sin encomendarse ni tan solo a sus fieles acólitos, resucita, propone, pacta y adopta la propuesta, independientemente de la posible operatividad de la misma, dada la escasa autolealtad que ejercen los prebostes hispanos, sobre todo cuando sienten el embriagador poder político y mediático inherentes al mayestático estatus que ostentan al acceder a tan elevadas magistraturas, eso sí, dimanados de elecciones presuntamente democráticas.

Las preguntas que nos hemos de hacer acerca de la reforma son: ¿porqué ahora, a las puertas de unas elecciones, deprisa y corriendo y sin referéndum?. ¿Porqué es tan importante que la Constitución española recoja el tope del déficit, si puede hacerse mediante una ley -como la que ya existía antaño y que posteriormente derogaría ZP-?. Para hallar la justa contestación deberemos fijarnos en el divertimento periodístico de Pedro J. Ramirez, director de "El Mundo" del pasado 31 de julio. El mismo sostiene que "José Luis piensa que antes o después serán necesarios grandes acuerdos de estado entre el PSOE y el PP; y como expresidente, él hará todo lo posible para favorecerlos".  Esta era la respuesta hallada por el periodista al inminente riesgo que España sufriría en el futuro: el pacto fiscal planteado por el presidente de la Generalitat,  M.H.S. Artur Más i Gabarró.

En mi escrito, EL PACTO FISCAL, expongo una serie de argumentaciones, tal vez inexactas e inocuas pero que, modestamente, pienso tienen mucho que ver con la decisión del presidente de Gobierno de consensuar esta limitada (e innecesaria) reforma constitucional con el principal partido de la oposición. Se trata, en definitiva, de abortar la pretensión del concierto catalán. Es la primera medida que desde España se propone para impedir una mínima soberanía fiscal de Catalunya, a la que seguirán muchas más, por supuesto. La autonomía catalana será nuevamente cepillada, de forma que quede  como algo meramente simbólico, vacío y puramente administrativo, desnudo de cualquier veleidad política que pudiera pretender un iluso, ingenuo y torpe político unionista catalano-español, como el inefable señor Duran i Lleida, que, para sí mismo ni es torpe, ni iluso, ni ingenuo, aunque sí unionista.

A esta reforma constitucional, pués, seguirán otras medidas en el mismo sentido. El PPSOE siempre se pone de acuerdo cuando se trata de legislar contra el autonomismo, es decir, contra Catalunya. Son plenamente conscientes  que los ciudadanos catalanes hace tiempo que estamos mayoritariamente en la onda independentista. Se percatan de la imposibilidad  de detener la riada secesionista que, imparable, se les viene encima. Pero intentarán hacer todo lo que esté en sus manos para retrasar, entorpecer y boicotear la inevitable avenida política que se aproxima tumultuosamente. Utilizarán cualquier tipo de arma: jurídica, constitucional, económica, fiscal, política, e incluso  el chantaje, la amenaza, la intimidación, los insultos, las mentiras, falsedades y manipulaciones, en fin, todo aquello que sirva para intentar que la independencia de Catalunya no vea la luz. Pero fracasarán. Esta es una batalla perdida para España, pues la defensa más eficaz que poseemos los catalanes es la voluntad de ser,  el esfuerzo colectivo,  la razón, el sentido común (seny) y  la ilusión desenfrenada (rauxa). En último término, nuestra principal arma es la pura (y dura) fé en la democracia. Que no es poco.  


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