Siempre me ha parecido grotesca la actitud de determinados líderes políticos catalanes sobre el supuesto catalanismo, soberanismo o independentismo que dicen abrazar, y las relaciones que establecen con la política y la Constitución Española, que cuanto menos cabe calificarlas de confusas. Se diría que quieren pero no pueden prescindir del aire sumiso, casi de esclavo que les atenaza y condiciona su devenir cotidiano, y sus pensamientos más íntimos y personales. Las opiniones y decisiones que toman lo son en función de una especie de suspicacia previa que les hace entrar en profunda contradicción, entre el supuesto catalanismo (o soberanismo, o independentismo) que dicen profesar y el subconsciente unionista en el que hemos sido todos educados y en el cual nos hallamos irremisiblemente inmersos.
Como es sabido, el presidente del gobierno español y el líder del principal partido de la oposición, han llegado a un acuerdo para reformar la Constitución que recoja la prohibición del déficit público en todas las administraciones del estado; para entendernos, se han plegado a los deseos de la señora Merkel y a los intereses de Alemania, es decir, de los mercados.
El señor Duran declaró que compartía la música, pero que hasta que no se conociera la partitura, no se pronunciaría al respecto. Posteriormente dijo que compartiendo la música, exigía que la partitura recogiera la limitación de la solidaridad de las comunidades autónomas al 4%, y también que tal vez fuera posible que pudiera sopesarse la conveniencia que para la pretendida legitimidad de la reforma, sería interesante someterla a un referéndum presuntamente ratificatorio. Como es obvio no se trata de una cita textual, pero ilustra la ambigüedad dominante del señor Duran, que, no olvidemos, además de nacionalista catalán y democristiano, se define como confederalista. ¿Como se puede ser a la vez confederalista (sin el paso previo de la independencia), hispano-unionista y partidario de perpetuar el expolio fiscal indefinidamente?.¿Ignora el señor Duran que si llega a limitarse la magnitud de la forzosa solidaridad catalana al 4%, el estado español buscará la formula, por supuesto plenamente constitucional, para que se incremente hasta los límites que sean de su conveniencia e interés?. No podemos olvidar lo que está sucediendo con el vigente acuerdo de financiación y los famosos 1.400 millones de € del fondo de competitividad que corresponden a Catalunya, que por egoísta interés del gobierno central no será abonado hasta el año 2013.
Por otro lado, desde ERC se dice que la reforma perpetuará el expolio fiscal, y que debería aprovecharse la oportunidad para que la Constitución recoja, ahora sí, el derecho a decidir. También defienden que la reforma sea sometida a referéndum. ¿No es más fácil entender (y defender) que estamos ante una constitución que no es la catalana?. Por tanto, ¿porqué debería recoger la autodeterminación?. Siempre es bueno recordar que la Carta Magna inglesa no contemplaba la independencia de los EE.UU. y sin embargo, se hizo realidad. ¿O acaso la divina legalidad del rey de Francia impidió la Revolución Francesa?. ¿Tal vez Chequia y Eslovaquia se separaron por mandato constitucional?. Poco importa que la constitución de una metrópolis recoja o no la autodeterminación, la independencia o este o aquel derecho, favorables o no a los colonos esclavizados. Si estos desean la libertad, la conseguirán y nadie será capaz de privarles de ella, como nos demuestra el discurrir histórico de la humanidad. Si todo lo anterior es cierto, ¿porqué exigir un referéndum, si estamos ante una constitución que en su integridad nos resulta hostil, represiva, expoliadora, antidemocrática y sobre todo ajena, es decir extranjera?.
Los catalanes debemos tener claro que lo único que puede darnos plena satisfacción es tener una constitución propia, catalana. Solo así veremos colmadas nuestras aspiraciones nacionales; solo un texto hecho por, para, de y con los catalanes recogerá nuestros anhelos y esperanzas. No lograremos ser más felices, ni tener más prosperidad económica y social, ni más justicia y auténtica libertad, si solo aspiramos a reformar una constitución ajena, de un país que se ha mostrado históricamente enemigo de Catalunya y de los catalanes.
Visto todo lo anterior, nuestra posición, como catalanes soberanistas, ha de ser clara y contundente. Debemos utilizar este acontecimiento reformador para denunciar el grave perjuicio que causará a los intereses de nuestros conciudadanos extender la obligatoriedad de la mal llamada solidaridad española (con recursos catalanes), al ordenamiento jurídico español, que como es sabido, resulta inamoviblemente petrificado, de casi imposible revisión posterior. Las formaciones inequívocamente catalanas deben manifestarse contra esta reforma, votar negativamente y actuar de forma que dificulten al máximo la ratificación de la mencionada clausula de prohibición de déficit y del 4% de expolio fiscal. No debemos olvidar que si Catalunya dispusiera de la totalidad de sus recursos, no existiría déficit público y con el equivalente a dos años de expolio, saldaríamos la totalidad de la deuda acumulada hasta la fecha.
Lo que nos interesa es tener una constitución propia; es debatir y promulgar nuestro propio ordenamiento jurídico; es disponer de la totalidad de recursos fiscales que genera nuestra sociedad. Tener en nuestras manos las armas económicas para vencer la crisis, el desempleo, para fortalecer nuestra sanidad, la educación; para promocionar nuestra lengua y cultura, sin absurdos hostigamientos ni vergonzosas esquilmaciones. Para invertir en nuestras infraestructuras, en investigación, desarrollo e innovación. ¿Para qué sumarnos a nefastas (y por otro lado, insuficientes) reformas constitucionales, ajenas y perniciosas para Catalunya?. Nuestra posición debe ser contraria a la reforma española, y si España decide convocar un referéndum, luchar por el no. Es decir, votar a favor de los intereses de los ciudadanos de Catalunya.
Como es sabido, el presidente del gobierno español y el líder del principal partido de la oposición, han llegado a un acuerdo para reformar la Constitución que recoja la prohibición del déficit público en todas las administraciones del estado; para entendernos, se han plegado a los deseos de la señora Merkel y a los intereses de Alemania, es decir, de los mercados.
El señor Duran declaró que compartía la música, pero que hasta que no se conociera la partitura, no se pronunciaría al respecto. Posteriormente dijo que compartiendo la música, exigía que la partitura recogiera la limitación de la solidaridad de las comunidades autónomas al 4%, y también que tal vez fuera posible que pudiera sopesarse la conveniencia que para la pretendida legitimidad de la reforma, sería interesante someterla a un referéndum presuntamente ratificatorio. Como es obvio no se trata de una cita textual, pero ilustra la ambigüedad dominante del señor Duran, que, no olvidemos, además de nacionalista catalán y democristiano, se define como confederalista. ¿Como se puede ser a la vez confederalista (sin el paso previo de la independencia), hispano-unionista y partidario de perpetuar el expolio fiscal indefinidamente?.¿Ignora el señor Duran que si llega a limitarse la magnitud de la forzosa solidaridad catalana al 4%, el estado español buscará la formula, por supuesto plenamente constitucional, para que se incremente hasta los límites que sean de su conveniencia e interés?. No podemos olvidar lo que está sucediendo con el vigente acuerdo de financiación y los famosos 1.400 millones de € del fondo de competitividad que corresponden a Catalunya, que por egoísta interés del gobierno central no será abonado hasta el año 2013.
Por otro lado, desde ERC se dice que la reforma perpetuará el expolio fiscal, y que debería aprovecharse la oportunidad para que la Constitución recoja, ahora sí, el derecho a decidir. También defienden que la reforma sea sometida a referéndum. ¿No es más fácil entender (y defender) que estamos ante una constitución que no es la catalana?. Por tanto, ¿porqué debería recoger la autodeterminación?. Siempre es bueno recordar que la Carta Magna inglesa no contemplaba la independencia de los EE.UU. y sin embargo, se hizo realidad. ¿O acaso la divina legalidad del rey de Francia impidió la Revolución Francesa?. ¿Tal vez Chequia y Eslovaquia se separaron por mandato constitucional?. Poco importa que la constitución de una metrópolis recoja o no la autodeterminación, la independencia o este o aquel derecho, favorables o no a los colonos esclavizados. Si estos desean la libertad, la conseguirán y nadie será capaz de privarles de ella, como nos demuestra el discurrir histórico de la humanidad. Si todo lo anterior es cierto, ¿porqué exigir un referéndum, si estamos ante una constitución que en su integridad nos resulta hostil, represiva, expoliadora, antidemocrática y sobre todo ajena, es decir extranjera?.
Los catalanes debemos tener claro que lo único que puede darnos plena satisfacción es tener una constitución propia, catalana. Solo así veremos colmadas nuestras aspiraciones nacionales; solo un texto hecho por, para, de y con los catalanes recogerá nuestros anhelos y esperanzas. No lograremos ser más felices, ni tener más prosperidad económica y social, ni más justicia y auténtica libertad, si solo aspiramos a reformar una constitución ajena, de un país que se ha mostrado históricamente enemigo de Catalunya y de los catalanes.
Visto todo lo anterior, nuestra posición, como catalanes soberanistas, ha de ser clara y contundente. Debemos utilizar este acontecimiento reformador para denunciar el grave perjuicio que causará a los intereses de nuestros conciudadanos extender la obligatoriedad de la mal llamada solidaridad española (con recursos catalanes), al ordenamiento jurídico español, que como es sabido, resulta inamoviblemente petrificado, de casi imposible revisión posterior. Las formaciones inequívocamente catalanas deben manifestarse contra esta reforma, votar negativamente y actuar de forma que dificulten al máximo la ratificación de la mencionada clausula de prohibición de déficit y del 4% de expolio fiscal. No debemos olvidar que si Catalunya dispusiera de la totalidad de sus recursos, no existiría déficit público y con el equivalente a dos años de expolio, saldaríamos la totalidad de la deuda acumulada hasta la fecha.
Lo que nos interesa es tener una constitución propia; es debatir y promulgar nuestro propio ordenamiento jurídico; es disponer de la totalidad de recursos fiscales que genera nuestra sociedad. Tener en nuestras manos las armas económicas para vencer la crisis, el desempleo, para fortalecer nuestra sanidad, la educación; para promocionar nuestra lengua y cultura, sin absurdos hostigamientos ni vergonzosas esquilmaciones. Para invertir en nuestras infraestructuras, en investigación, desarrollo e innovación. ¿Para qué sumarnos a nefastas (y por otro lado, insuficientes) reformas constitucionales, ajenas y perniciosas para Catalunya?. Nuestra posición debe ser contraria a la reforma española, y si España decide convocar un referéndum, luchar por el no. Es decir, votar a favor de los intereses de los ciudadanos de Catalunya.