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divendres, 26 de setembre del 2014

LA VERDAD SIEMPRE ACABA IMPONIENDOSE.

Ante la cercanía del 9 de noviembre, las inquietudes españolas van in crescendo. Las continuas apelaciones que hacen sobre la existencia de una supuesta crispación ciudadana, o por las presuntas peleas y divisiones que padecen las familias catalanas, o las hipotéticas agresiones sufridas por los unionistas convenientemente exageradas y publicitadas -y por lo que parece, deseadas-, todo esto por culpa del soberanismo,  no son más que el fiel reflejo de las fobias, miedos, complejos de inferioridad e inseguridades mentales que invaden y dominan sus atribulados espíritus. Utilizan este tipo de premisas, al fin y al cabo como simples excusas o coartadas, con la vana esperanza de detener de cualquier manera los anhelos de independencia de la mayoría de catalanes. Por cierto, con resultados verdaderamente penosos para España. Respecto Catalunya, han renunciado a los principios democráticos y lo fían todo a la fuerza de la ley, a la represión administrativa, policial y financiera, al intransigente ordeno y mando constitucional y a la alicaída fortaleza del estado-nación más antiguo que existe en el universo. Por tanto, parece natural y razonable que mientan, insulten, amenacen y quieran imponerse por la fuerza en lugar de la razón -que no tienen-, para retener para sí aquello que sienten que se les escapa de las manos irremediablemente.

No se percatan que esta clase de argumentos anti-políticos y chapuceros, a muchos catalanes nos reafirman más en nuestros posicionamientos. Puesto que tarde o temprano la verdad se impone. Hace pocas semanas el experto en balanzas a la carta Ángel de la Fuente, nombrado por el ministro Montoro, sentenció que el déficit fiscal reconocido para Catalunya sólo ascendía a 8.455 millones de euros -curiosamente, la mitad del supuesto déficit atribuido a la comunidad de Madrid-. Ahora ya reconoce que si Catalunya gozara de un concierto económico como el vasco o el navarro, la incidencia que tendría en las cuentas del resto de autonomías -¡la financiación de menos que recibirían!- sería de 16.000 millones de euros anuales, casualmente la cantidad estimada por la Generalitat como déficit para el año 2011. Lo mismo ocurre con la ley de consultas no refrendarias recientemente aprobada por el Parlamento catalán, la cual el gobierno de Madrid y los fogosos unionistas que le dan soporte -sean populares, socialistas o informadores cavernarios-, ya la han declarado preventivamente ilegal, inconstitucional e inaplicable. ¡Y todo ello antes de haberse publicado en el DOGC para adquirir su plena vigencia legal....!. Es la forma que tienen de condicionar la futura sentencia del Tribunal Constitucional. Ellos la declaran inconstitucional y el Alto Tribunal ratifica sus deseos. Lo más significativo, empero, es que multitud de prestigiosos y afamados juristas en ejercicio y de reconocidos académicos, tanto catalanes como españoles, opinan justamente lo contrario: es una ley legitima, constitucional y deseablemente aplicable. Otro ejemplo lo encontramos en unas recientes (des)informaciones publicadas en la prensa derechista madrileña cuando afirman que la banca domiciliada en Catalunya ha decidido trasladar las sedes sociales a Madrid, como consecuencia de la posible declaración de independencia. Como era previsible, las entidades financieras lo han negado con absoluta rotundidad.

Esta supuesta crispación ciudadana, o las peleas y divisiones familiares atribuidas al independentismo, no existen. Mejor dicho, están presentes -y parece que son apreciadas- dentro del españolismo militante. La prueba más fehaciente de tal existencia es, precisamente, la expresión de una creciente agresividad -incluso violencia, al menos verbal- y la pesada imposición constitucionalista que tan desacomplejadamente practican la prensa y los políticos españoles en general. El nacionalismo español es víctima de excesiva amargura e incompetencia política y por el hecho de utilizar la ley como si se tratara de un muro de contención de anhelos y esperanzas ciudadanas, en lugar de considerarla como un instrumento al servicio de la gente. Y este inmenso error (?) cometido por los partidos e instituciones españoles agrava y acentúa más y más las diferencias y distancias surgidas entre Catalunya y España. Las agrava tanto, que el muro levantado no aguanta la oleada que le pasa por encima. Porqué los anhelos, las esperanzas y las ilusiones no se pueden detener. Ni ignorar. Ni reprimir. Así lo hemos demostrado centenares de miles de ciudadanos el pasado 11 de septiembre. Sin crispación, ni peleas. Con alegría y paz. ¡Con las familias unidas y reunidas a favor de la independencia de Catalunya, no contra España!.

La verdad siempre acaba por imponerse. Y más cuando se la combate con mentiras, insultos y manipulaciones. La libertad y la democracia siempre triunfan. Por esta razón, en el horizonte se vislumbra la independencia de Catalunya.






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