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divendres, 16 de maig del 2014

¿CRISPACIÓN....?

Según explica Alicia Sánchez Camacho -y otros muchos-, en Catalunya existe crispación. El proceso soberanista promovido por la mayoría de ciudadanos es, en su opinión, la principal causa del aumento de los incidentes, las peleas, los insultos y la violencia física desatados contra el unionismo españolista. Esta tesis es también defendida por Pere Navarro y Albert Rivera. Es decir, las formaciones políticas españolistas se quejan, con impostada amargura, que ellos no pueden defender públicamente sus opiniones políticas con la necesaria libertad, como sí pueden hacer los soberanistas.... Lisa y llanamente, mienten miserablemente.

Desde el Partido Popular siempre han lamentado que las sedes de su partido y los militantes en Catalunya sufren agresiones, insultos y persecución, por el mero hecho de defender las bondades y las banderas de España. Y ahora, además, extienden la queja a sus candidatos a las elecciones europeas, los cuales a menudo se hallan sometidos a humillantes escraches y sonoras broncas, injustificadas en su opinión, por defender una Catalunya española. Nunca reconocerán que la única razón por la cual son rechazados de forma tan estruendosa es a causa de las duras políticas de recortes sociales puestas en marcha por el gobierno del señor Rajoy que inciden especialmente sobre las clases populares y los más débiles, como pueden ser los cinco millones de desempleados; los jubilados, que ahora son el sostén de sus hijos sin trabajo con subsidios agotados, y de sus nietos desamparados, a base de una menguante pensión congelada por el ejecutivo español; y la infancia, a menudo desnutrida a causa de recortes forzados desde Madrit, por ejemplo en los comedores escolares, último recurso de muchas familias. Tampoco reconocerán jamás que el motivo de esta indignación ciudadana es por culpa del descontrolado aumento de los despidos rápidos y baratos que la reforma laboral aprobada por los populares permite a las grandes empresas, a pesar de los pingües beneficios que siguen obteniendo; o por el desmesurado incremento -ya crónico- del paro juvenil y de mayores de cincuenta años, a causa del mismo pecado original, la maldita reforma laboral popular. Mucho menos aceptarán que la indignación también está motivada por los constantes incumplimientos en el pago de becas y dependencia, mientras las entidades financieras -muchas de ellas en manos de vulgares especuladores- reciben la decidida atención y el generoso apoyo financiero del Gobierno de España, como no podía ser de otra forma; naturalmente, a cargo de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos, y de la deuda pública avalada por el Estado, es decir, avalada por la gente corriente y normal. Tampoco admitirán que es a causa de los groseros intentos, algunos desgraciadamente cumplidos, de privatización en el ámbito de la sanidad pública, en seguridad ciudadana o las tasas judiciales, las cuales hacen que incluso la justicia gratuita quede fuera de los derechos ciudadanos -¡derecho reconocido explícitamente por la sagrada Constitución y por tanto, plenamente constitucional!-, por culpa de la elevada cuantía impuesta indiscriminadamente a todo el mundo. Al margen de las leyes del aborto -Ruíz Gallardón-, o de educación -la famosa ley Wert-, que nos retrotraen hasta los gloriosos años del tardofranquismo. Para los populares, nada de lo anteriormente expuesto tiene que ver con el cabreo y hartazgo que muestran todos los ciudadanos, sean catalanes o no; tanto dá. Prefieren atribuirlo a cuenta del independentismo catalán antes que reconocer que no tienen argumentos sólidos y válidos que contraponer al soberanismo, el cual se muestra además de irreductible, invencible. O prefieren comparar el proceso catalán con el violento desvarío que padece Ucrania, antes que compararnos con las sosegadas -y democráticas- Escocia y Quebec. Y no se cortan ni un pelo al descalificarnos diciendo -el ministro Margallo- que "si croa como un pato y nada como un pato, es un pato", cuando afirma que el proceso catalán y el ucraniano es lo mismo. ¡Pues no!. Porque si croa no és un pato, es una rana... A menudo esta obsesión antidemocrática y anticatalana les hace parecer escandalosamente ridículos.

¿Qué decir de los socialistas?. Desgraciadamente para Catalunya, el PSC ha pasado a ser poco menos que una simple sucursal del españolísimo PSOE. Pero esto tiene un elevado coste. Para defender una descafeinada alternativa pretenciosamente federalista necesita denigrar al independentismo. ¿Qué mejor manera existe si no es acusarnos de no querer dialogar con Madrit y de ser violentos?. Pere Navarro parece que no conoce otra forma de argumentar. Y manipulando un anecdótico empujón propinado por una señora de mediana edad al grito de "tu ya sabes de que va", aprovechó la oportunidad para apresurarse en acusar al independentismo de provocar violencia, división y crispación dentro de la sociedad catalana. Lo anunció a los cuatro vientos. A todo aquel que quiso regocijarse con las maldades que ocurren en Catalunya. Esta clara manipulación partidista -en realidad, victimista- se ha vuelto contra él mismo, como si de un boomerang se tratara. La supuesta agresora lo ha desmentido y ha explicado convincentemente, según la policía, las razones de la afrenta -un patético chascarrillo, al fin y al cabo- infligida a Pere Navarro. Pero esto no es lo más grave. Lo que resulta verdaderamente lamentable es que el Partido de los Socialistas de Catalunya ha abandonado definitivamente la posición central que durante tantos años ocupó dentro del catalanismo político, expulsando directa o indirectamente al sector catalanista y alejándose precipitadamente de los anhelos y esperanzas manifestados por la inmensa mayoría de catalanes que exigimos poder ejercer el derecho de autodeterminación. El socialismo catalán ha pasado a formar parte de aquellos que no dudan en utilizar torpemente a Catalunya y sus ciudadanos para obtener réditos electorales en las Españas, con cargo a la ya agotada paciencia y espaldas de los catalanes. Es por esta razón que fué especialmente locuaz, en particular con los medios informativos madrileños. Como era previsible, los populares no podían -ni querían- esconder su entusiasmo ante el impagable regalo político recibido de parte de aquellos que antaño
se consideraban progresistas catalanes. Los populares se apresuraron abrazar a sus nuevos compañeros de viaje, en la noble misión de busca y captura de irreductibles separatistas catalanes. Es la misma reacción que tuvo Albert Rivera, líder de Ciudadanos, aunque los lerrouxistas prefieren continuar, además, considerando a los soberanistas como unos redomados golpistas, dictatoriales, nazis, fascistas y ahora, xenófobos. Es muy cierto aquel refrán que dice: "Dios los cría y ellos se juntan". Y así, muy juntitos, se disponen a reconquistar las almas y los corazones de los descarriados catalanes. Ofrecen dialogo para no cambiar nada. Proponen reformas constitucionales para mantener el statu quo actual. Defienden terceras vías que en realidad son vías muertas. Pero sobre todo, desean y propician la crispación -inexistente-, para atemorizar y desmotivar a ciudadanos pacíficos que solo queremos votar nuestro destino político en paz y libertad.

Aunque pienso que no necesitan a Dios para juntarse contra el independentismo. Permanecen unidos por los mismos afanes e intereses de siempre: El nacionalismo español puro y duro -y nunca aceptado- y la servidumbre hacia los poderes mediáticos, económicos y financieros -el poderoso club Ibex 35, cuyos miembros frecuentan el palco del Bernabeu para hacer negocios bajo el paraguas de los aparatos (¡las tetas!) del Estado-. Son prisioneros de sus carencias ideológicas y la debilidad de sus principios democráticos. Y se esconden cobardemente tras la pétrea Constitución española con la vana esperanza de hacerla servir de muro de contención para detener a todos los catalanes que queremos desembarazarnos del yugo que nos esclaviza y de su patético y vergonzoso proceder.

La crispación por causas soberanistas no existe en Catalunya. Existe la impotencia de los unionistas ante la determinación mostrada por los independentistas. Esta impotencia les genera tensión y obnubilación mental. A populares, a progresistas y a lerrouxistas. Pero, ¡atención!: Si tensan demasiado la cuerda, puede que sí se desaten auténticas crispación y violencia. Sería bueno que antes de abrir la caja de Pandora se lo pensaran de nuevo. Porque cuando se liberan los fantasmas nunca se sabe lo que puede ocurrir. ¿O tal vez quieren que los deseos y esperanzas de los catalanes se canalicen de otra forma menos pacífica y democrática...?. No lo permitiremos. ¡Jamás!.

 

















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