Veladas amenazas e insinuaciones de intervención estatal sobre la autonomía catalana. Renovadas exigencias de disminución del déficit público. Impago de compromisos adquiridos por el Estado Español con Catalunya. Nuevos recortes salariales a funcionarios y empleados públicos. Rebajas en los recursos de educación, sanidad, dependencia. Acoso político, mediático y judicial contra la lengua y la cultura catalanas. Desmantelamiento y recentralización del estado autonómico... Y bien, ante esta realidad, ¿que hacer, ahora?. ¿Debemos asumir y acatar las nuevas imposiciones españolas, sin más?. ¿Seguiremos obedeciendo a un gobierno cuyas políticas están repletas de cinismo, mentiras, soberbia, hipocresía y nacionalismo español?.
Las nuevas exigencias españolas representan un reajuste (cuarto recorte) el próximo año de por lo menos 800 millones de €, para poder cumplir con el nivel de déficit impuesto a Catalunya. La Generalitat deberá pasar de un déficit del 1,5% del PIB el año 2012, a 0,7% adicional el 2013. Por contra, el Gobierno de Madrid se ha apropiado en exclusiva del 1% de margen que Bruselas permite al Estado Español, pasando del 5,3% al 6,3% este año y 4,5% el 2013; el 2014 la diferencia entre lo gastado y recaudado para España, se ha fijado en no más del 2,8% sobre el PIB. A pesar de todo, no existe ningún analista económico, serio y cabal, que avale como posible el cumplimiento del objetivo de disminución del déficit, ni el presente ejercicio y mucho menos, el próximo. Ni para Catalunya, ni para España. Salvo que se incremente la gran depresión hasta niveles fuera de la realidad humanamente soportable. O se produzca un improbable milagro, que ilumine los ojos y las mentes luteranas y permita cambiar recortes por medidas que impulsen decididamente el crecimiento económico de toda la Unión.
Ante esta situación, el Gobierno del señor Mas reconoce su impotencia admitiendo que le falta poder para desobedecer a Madrid. Amenaza con acudir al Tribunal Constitucional (¡?) si se producen invasiones competenciales. Y se aferra al Pacto Fiscal como única tabla de salvación a su alcance. La reacción del gobierno de la Generalitat puede resultar comprensible. Al fin y al cabo, desde Madrid se está estrangulando lo suficiente el autogobierno catalán como para poner y mantenerlo postrado de rodillas. Al mismo tiempo, España intenta no consumar el ahogamiento hasta sus últimas consecuencias, puesto que buena parte de su propia supervivencia depende que Catalunya siga respirando, a duras penas, para poder continuar siendo expoliada hasta el límite, al servicio y en beneficio de la ostentosa nación española.
El hecho que la actitud del señor Más, del gobierno catalán y de CiU sea compresible, no obsta para que resulte patética, incluso vergonzosa. Triste, en definitiva. Se me ocurre imaginar a estos políticos, pusilánimes y remilgados, cargados de seny y faltos de rauxa, ante situaciones como las que condujeron a la Revolución Francesa, la independencia de América o incluso la propia fundación del Mercado Común, glorioso antecedente de la Unión Europea. Nada de lo acontecido hubiera sucedido. Los osados hombres y mujeres que protagonizaron estos hechos históricos se arriesgaron, supieron aglutinar a su alrededor a la multitud agraviada e incluso se mostraron dispuestos a forzar la realidad legal, política, social y económica de su tiempo, para conseguir su objetivo final: más justicia, mas libertad, mas bienestar para los ciudadanos. El esfuerzo mereció la pena y el éxito alcanzado fue total.
El Gobierno catalán y la coalición que lo sustenta, lo fían todo a la consecución del concierto económico. Este imposible pacto fiscal está resultando para CiU una especie de justificación electoral. Del mismo orden que resulta el sentimiento federalista para el PSC. Concierto y federalismo, dos utopías al servicio de los aparatos y de los dirigentes de las formaciones políticas mayoritarias. Dos vulgares excusas de mal pagador. Dos placebos y un único objetivo: ambas idealizaciones son utilizadas a modo de coartada para no reconocer la cruda realidad, que no es otra que Catalunya no tiene cabida en esta España centralista, uniforme, liberticida y altanera, tan del agrado de conservadores y socialistas españoles. Tanto CiU como PSC, formaciones hasta la fecha mayoritarias en Catalunya, han fracasado estrepitosamente en sus políticas regional-autonomistas, pactistas, contemporizadoras y sumisas ante España. Y la inmensa mayoría de ciudadanos catalanes así lo percibimos.
¿Qué más tenemos que aguantar los catalanes, para que nuestros políticos se decidan de una vez a plantar cara a Madrid, y si es necesario, a Bruselas?. Madrid decide e impone, para que España cumpla sumisamente con las exigencias de la UE. Poco importa si lo decidido es justo, asumible y realista; que más da que los ciudadanos no quieran seguir aguantando palos sobre sus ensangrentados íjares como si de asnos cargados hasta las cejas se tratara, en pos de una mísera zanahoria. No importa el aumento del paro o la consunción de las pequeñas y medianas empresas. Tampoco importa que se recorte el estado de bienestar -salud, educación, dependencia y pensiones-. La cuestión es satisfacer a Bruselas, para que pueda bajar la prima de riesgo, los intereses de los bonos a 10 años, y reducir el déficit público hasta niveles a gusto de los mercados. ¿Porqué tiene que ser así?. Fácil. Para que España pueda pagar la deuda contraida -pública y fundamentalmente privada-, con los bancos (principalmente alemanes), acumulada y estimulada por estas mismas entidades financieras en tiempos de la burbuja inmobiliaria propiciada por el señor Aznar y el Partido Popular. Alegre fiesta económico-financiera aumentada y corregida por los socialistas hasta el paroxismo. Hasta nuestros días; que podemos resumir en: primero, pagar; después, vivir. Y entre lo uno y lo otro, sufrir lo indecible. ¿Cabe mayor despropósito?. ¿Porqué las deudas de los bancos españoles, de las grandes empresas españolas, de los especuladores españoles, tienen que ir a cargo de los impuestos y del bienestar de los ciudadanos?. ¿Porqué es bueno que las pérdidas se socialicen, mientras los pingües beneficios empresariales se mantienen incólumes en manos de las multinacionales hispanas y sus avariciosos ejecutivos?.
Sólo si los catalanes de a pie nos ponemos en marcha, lograremos alcanzar la libertad de nuestra Nación. Deberemos arrastrar con nosotros a los tímidos dirigentes políticos, incapaces de adoptar una actitud más contundente y favorable para la defensa de los intereses de Catalunya y los catalanes. No se puede ser leal con el que no es leal. Y el gobierno de Madrid es profundamente desleal con Catalunya. No se puede pactar con el que solo tiene vocación de imponer. Y el Partido Popular es maestro del ordeno y mando; y los socialistas en prometer y no cumplir. Y ambos conminan y no dan satisfacción . No se puede hacer negocios con aquel que utiliza la morosidad como instrumento de presión y persuasión. Y el Estado Español es vergonzosamente moroso con Catalunya. No se puede convivir con el que te roba desvergonzadamente y luego te acusa de despilfarrador e insolidario. Tal es el caso del Estado Español, impenitente expoliador y martillo de supuestos herejes insolidarios. Por último, deberíamos preguntarnos porqué razón Catalunya debe formar parte de un Estado que persigue el idioma catalán, fomenta la secesión y el enfrentamiento lingüístico, y se muestra incapaz de cumplir y respetar el propio ordenamiento legislativo del Estado cuando emana del parlamento catalán. Y además se sirve de las leyes y la judicatura española reiteradamente, como arma represora contra aquellos que piensan, hablan, escriben e intentan vivir en lengua no castellana.
Convergència i Unió, Partido Socialista, formaciones hasta nuestro días mayoritarias en el Parlamento de Catalunya y los principales dirigentes de ambas formaciones, podrán seguir quedando al margen voluntariamente de la realidad social y política que actualmente vivimos los catalanes. Podrán seguir reclamando infructuosamente la adhesión al concierto económico y al federalismo. Continuarán defendiendo sus utopías, sus coartadas, sus excusas de mal pagador, sus placebos, por siempre jamás. Podrán seguir como hasta ahora, pero cuando miren sobre sus hombros para comprobar quién les sigue en su irracional aventura, no verán a nadie. Estarán más solos que la una. Si no abren los ojos a la realidad y rectifican, solo se encontraran ellos mismos y sus escasas circunstancias. La gran mayoría de catalanes estaremos muy por delante, caminando con decisión hacia la independencia. Sin socialistas ni convergentes. Lejos de utopías y próximos a la realidad. Puesto que la independencia de Catalunya llegará más pronto que tarde. De grado o por fuerza. Si o sí.
Las nuevas exigencias españolas representan un reajuste (cuarto recorte) el próximo año de por lo menos 800 millones de €, para poder cumplir con el nivel de déficit impuesto a Catalunya. La Generalitat deberá pasar de un déficit del 1,5% del PIB el año 2012, a 0,7% adicional el 2013. Por contra, el Gobierno de Madrid se ha apropiado en exclusiva del 1% de margen que Bruselas permite al Estado Español, pasando del 5,3% al 6,3% este año y 4,5% el 2013; el 2014 la diferencia entre lo gastado y recaudado para España, se ha fijado en no más del 2,8% sobre el PIB. A pesar de todo, no existe ningún analista económico, serio y cabal, que avale como posible el cumplimiento del objetivo de disminución del déficit, ni el presente ejercicio y mucho menos, el próximo. Ni para Catalunya, ni para España. Salvo que se incremente la gran depresión hasta niveles fuera de la realidad humanamente soportable. O se produzca un improbable milagro, que ilumine los ojos y las mentes luteranas y permita cambiar recortes por medidas que impulsen decididamente el crecimiento económico de toda la Unión.
Ante esta situación, el Gobierno del señor Mas reconoce su impotencia admitiendo que le falta poder para desobedecer a Madrid. Amenaza con acudir al Tribunal Constitucional (¡?) si se producen invasiones competenciales. Y se aferra al Pacto Fiscal como única tabla de salvación a su alcance. La reacción del gobierno de la Generalitat puede resultar comprensible. Al fin y al cabo, desde Madrid se está estrangulando lo suficiente el autogobierno catalán como para poner y mantenerlo postrado de rodillas. Al mismo tiempo, España intenta no consumar el ahogamiento hasta sus últimas consecuencias, puesto que buena parte de su propia supervivencia depende que Catalunya siga respirando, a duras penas, para poder continuar siendo expoliada hasta el límite, al servicio y en beneficio de la ostentosa nación española.
El hecho que la actitud del señor Más, del gobierno catalán y de CiU sea compresible, no obsta para que resulte patética, incluso vergonzosa. Triste, en definitiva. Se me ocurre imaginar a estos políticos, pusilánimes y remilgados, cargados de seny y faltos de rauxa, ante situaciones como las que condujeron a la Revolución Francesa, la independencia de América o incluso la propia fundación del Mercado Común, glorioso antecedente de la Unión Europea. Nada de lo acontecido hubiera sucedido. Los osados hombres y mujeres que protagonizaron estos hechos históricos se arriesgaron, supieron aglutinar a su alrededor a la multitud agraviada e incluso se mostraron dispuestos a forzar la realidad legal, política, social y económica de su tiempo, para conseguir su objetivo final: más justicia, mas libertad, mas bienestar para los ciudadanos. El esfuerzo mereció la pena y el éxito alcanzado fue total.
El Gobierno catalán y la coalición que lo sustenta, lo fían todo a la consecución del concierto económico. Este imposible pacto fiscal está resultando para CiU una especie de justificación electoral. Del mismo orden que resulta el sentimiento federalista para el PSC. Concierto y federalismo, dos utopías al servicio de los aparatos y de los dirigentes de las formaciones políticas mayoritarias. Dos vulgares excusas de mal pagador. Dos placebos y un único objetivo: ambas idealizaciones son utilizadas a modo de coartada para no reconocer la cruda realidad, que no es otra que Catalunya no tiene cabida en esta España centralista, uniforme, liberticida y altanera, tan del agrado de conservadores y socialistas españoles. Tanto CiU como PSC, formaciones hasta la fecha mayoritarias en Catalunya, han fracasado estrepitosamente en sus políticas regional-autonomistas, pactistas, contemporizadoras y sumisas ante España. Y la inmensa mayoría de ciudadanos catalanes así lo percibimos.
¿Qué más tenemos que aguantar los catalanes, para que nuestros políticos se decidan de una vez a plantar cara a Madrid, y si es necesario, a Bruselas?. Madrid decide e impone, para que España cumpla sumisamente con las exigencias de la UE. Poco importa si lo decidido es justo, asumible y realista; que más da que los ciudadanos no quieran seguir aguantando palos sobre sus ensangrentados íjares como si de asnos cargados hasta las cejas se tratara, en pos de una mísera zanahoria. No importa el aumento del paro o la consunción de las pequeñas y medianas empresas. Tampoco importa que se recorte el estado de bienestar -salud, educación, dependencia y pensiones-. La cuestión es satisfacer a Bruselas, para que pueda bajar la prima de riesgo, los intereses de los bonos a 10 años, y reducir el déficit público hasta niveles a gusto de los mercados. ¿Porqué tiene que ser así?. Fácil. Para que España pueda pagar la deuda contraida -pública y fundamentalmente privada-, con los bancos (principalmente alemanes), acumulada y estimulada por estas mismas entidades financieras en tiempos de la burbuja inmobiliaria propiciada por el señor Aznar y el Partido Popular. Alegre fiesta económico-financiera aumentada y corregida por los socialistas hasta el paroxismo. Hasta nuestros días; que podemos resumir en: primero, pagar; después, vivir. Y entre lo uno y lo otro, sufrir lo indecible. ¿Cabe mayor despropósito?. ¿Porqué las deudas de los bancos españoles, de las grandes empresas españolas, de los especuladores españoles, tienen que ir a cargo de los impuestos y del bienestar de los ciudadanos?. ¿Porqué es bueno que las pérdidas se socialicen, mientras los pingües beneficios empresariales se mantienen incólumes en manos de las multinacionales hispanas y sus avariciosos ejecutivos?.
Sólo si los catalanes de a pie nos ponemos en marcha, lograremos alcanzar la libertad de nuestra Nación. Deberemos arrastrar con nosotros a los tímidos dirigentes políticos, incapaces de adoptar una actitud más contundente y favorable para la defensa de los intereses de Catalunya y los catalanes. No se puede ser leal con el que no es leal. Y el gobierno de Madrid es profundamente desleal con Catalunya. No se puede pactar con el que solo tiene vocación de imponer. Y el Partido Popular es maestro del ordeno y mando; y los socialistas en prometer y no cumplir. Y ambos conminan y no dan satisfacción . No se puede hacer negocios con aquel que utiliza la morosidad como instrumento de presión y persuasión. Y el Estado Español es vergonzosamente moroso con Catalunya. No se puede convivir con el que te roba desvergonzadamente y luego te acusa de despilfarrador e insolidario. Tal es el caso del Estado Español, impenitente expoliador y martillo de supuestos herejes insolidarios. Por último, deberíamos preguntarnos porqué razón Catalunya debe formar parte de un Estado que persigue el idioma catalán, fomenta la secesión y el enfrentamiento lingüístico, y se muestra incapaz de cumplir y respetar el propio ordenamiento legislativo del Estado cuando emana del parlamento catalán. Y además se sirve de las leyes y la judicatura española reiteradamente, como arma represora contra aquellos que piensan, hablan, escriben e intentan vivir en lengua no castellana.
Convergència i Unió, Partido Socialista, formaciones hasta nuestro días mayoritarias en el Parlamento de Catalunya y los principales dirigentes de ambas formaciones, podrán seguir quedando al margen voluntariamente de la realidad social y política que actualmente vivimos los catalanes. Podrán seguir reclamando infructuosamente la adhesión al concierto económico y al federalismo. Continuarán defendiendo sus utopías, sus coartadas, sus excusas de mal pagador, sus placebos, por siempre jamás. Podrán seguir como hasta ahora, pero cuando miren sobre sus hombros para comprobar quién les sigue en su irracional aventura, no verán a nadie. Estarán más solos que la una. Si no abren los ojos a la realidad y rectifican, solo se encontraran ellos mismos y sus escasas circunstancias. La gran mayoría de catalanes estaremos muy por delante, caminando con decisión hacia la independencia. Sin socialistas ni convergentes. Lejos de utopías y próximos a la realidad. Puesto que la independencia de Catalunya llegará más pronto que tarde. De grado o por fuerza. Si o sí.
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