Hace una semana que las dos principales fuerzas políticas de Catalunya llegaron a un principio de acuerdo para convocar elecciones avanzadas, plebiscitarias, el 27 de septiembre del presente año. De entrada es justo reconocer que pocos analistas sospechaban que esto acabara pasando, dadas las evidentes diferencias existentes entre Convergència i Esquerra Republicana. Esta circunstancia era mucho más evidente del lado unionista, siempre excitado cuando se insinúa división y enfrentamiento, tan deseado por ellos, dentro del mundo soberanista. Las ansias de querer hacer tambalear el proceso catalán son mayores que la necesaria prudencia que aconseja la experiencia acumulada. Pero el unionismo no atiende razones ni realidades y en este caso, no ha entendido -¡desde siempre!- que el proceso soberanista se halla en manos de los ciudadanos y no de los partidos. Y hemos sido los ciudadanos, a través de la ANC, de Òmnium y de la AMI, los que hemos forzado el entendimiento entre ambos partidos, para consensuar y establecer la hoja de ruta y reforzar y acelerar el camino hacia la libertad de nuestro pueblo: la anhelada independencia.
Como era previsible, este acuerdo ha causado un auténtico terremoto entre los principales líderes opositores , contrarios a aceptar que la voluntad de los catalanes prevalezca por encima de los intereses de partido o coloniales hacia Catalunya. Se muestran nerviosos, alterados, agotados y sin ideas, verbalmente violentos y con una sensación de impotencia y de miedo impropios de personas maduras y juiciosas, con mucho poder político y financiero entre manos y grandes responsabilidades gubernamentales. Todo ello les hace especialmente peligrosos.... y a la vez, ¡ridículos!.
El novel líder socialista, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, más voluntarioso que realista, ha decidido que lo mejor que puede hacer es merodear por las tierras de Catalunya para intentar disuadir a los indígenas que la nuestra es una batalla perdida. Para conseguir tal hazaña no duda en utilizar toda clase de recursos semánticos aderezados de cháchara populista -característica ampliamente compartida en las filas españolistas- alrededor de una única idea-fuerza: la solución a todos los males de los catalanes es el federalismo. Por cierto, rotundamente rechazado por el Partido Popular. Defiende "la Catalunya real, de la concordia y convivencia, frente las mentiras del presidente Artur Mas y de Oriol Junqueras, que dicen que se preocupan por los catalanes, pero solo gobiernan para los independentistas". Cabe señalar que esta opinión es compartida por Miquel Iceta, primer secretario del PSC -partido sucursal del PSOE, en Catalunya-, el cual dice "estar hasta las narices de las estructuras de Estado" -catalanas, por supuesto-. Tanto uno como otro parecen olvidar que la llamada Catalunya real también incluye al menos dos millones cuatrocientas mil personas que solo hace tres meses decidimos votar voluntariamente -si o no- sobre nuestro futuro como pueblo. También ignoran las mentiras y falacias que los últimos años hemos tenido que soportar los ciudadanos cuando continuamente apelan al pluralismo político, la diversidad territorial -en su boca, palabras vacías-, la lealtad institucional entre gobiernos, la legalidad vigente, o utilizando la Constitución como si de un garrote se tratara con el que aporrearnos sin compasión alguna. A la vez, excluyendo los partidos periféricos de las grandes decisiones del Estado -reforma exprés de la sagrada Constitución-, sin pedir opinión y exigiendo adhesión inquebrantable al nuevo texto impuesto por los mercados. Recortando y discriminando las inversiones en Catalunya a favor de otros territorios y prioridades, por ejemplo el corredor mediterráneo aplazado, para invertir en un desmesurado y antieconómico AVE, o rescatando financieramente autopistas en quiebra, pero ¡madrileñas!. También denunciando ante el Alto Tribunal el Estatuto catalán aprobado en referéndum, copiándolo antes otras autonomías literalmente, pero no siendo recurridos ante el TC. Persiguiendo con auténtica rabia y enfermiza obstinación la lengua catalana, política y judicialmente, o inventándose nuevos idiomas -lapao-, dificultando su normal desarrollo y utilización en los territorios de habla catalana. Y ahora amenazan con poner en la sombra al presidente de Catalunya acusándolo de cumplir la palabra dada a los catalanes y por haber facilitado que pudiéramos votar sobre nuestro futuro. Esta es la realidad de Catalunya y los catalanes y no las ocurrencias que explica Pedro Sánchez.
Por parte de Podemos, una marcada prepotencia fruto sin duda de la inexperiencia propia de la adolescencia política que padecen, les provoca gran ansiedad aderezada con grandes dosis de demagogia -¡casi tanta como C's!-, que hace que cada dos por tres estén matizando lo que antes habían matizado para volver a matizar las promesas hechas y su programa electoral, adaptándolo según sople el viento y diciendo aquello que la gente quiere oir. Ahora se hallan enfrascados en escoger los representantes de la delegación catalana. Sin el menor rubor, la secretaria de análisis político y social, la gallega Carolina Bescansa, profesora universitaria como todos y por tanto miembro de pleno derecho de la nueva costra dirigente española, ha sentenciado que "las elecciones del 27 de septiembre no pueden entenderse como plebiscitarias, como no sea sobre la figura del presidente de la Generalitat y la continuidad de su gobierno". Creo que lo más pertinente es que se dé cuenta que ella es solo un proyecto de dirigente -no se ha sometido a ninguna contienda electoral-, por más enemiga de la casta que se declare. Por tanto, no es la más indicada para decir si unas elecciones pueden ser consideradas o no como plebiscitarias. Esta consideración solo la podemos dar los electores exclusivamente catalanes. Si no le gusta, que se consuele con lo que pasó el 14 de abril de 1931, cuando se proclamo la segunda república española después de unas elecciones municipales. Pablo Iglesias, pontífex máximum de Podemos nos ha deleitado con algunas perlas añadidas: "¿Independencia?. Todo tiene que discutirse". Se ha mostrado contrario al derecho de autodeterminación de Catalunya, pero favorable al derecho a decidir sobre todo aquello que interesa a la gente, educación, sanidad, etc. "Catalunya habría de ser lo que los catalanes quisieran". "El pueblo catalán no es sujeto político ni jurídico porqué el ordenamiento jurídico no lo permite". "Yo no entraré en el juego de monarquía o república....". Como resulta evidente, el señor Iglesias no se caracteriza precisamente por la honestidad y claridad de sus planteamientos. Esto es así tanto en lo referente a Catalunya como en asuntos más prosaicos: deuda pública -antes se negaba a pagar, ahora quiere renegociar-, jubilación y pensiones -antes a los 60 años, ahora qui lo sa-, conciertos económicos forales -si los vasco-navarro, no a Catalunya-, proceso constituyente.... Todo es posible y negociable, nada es inmutable.... Especialmente su voluble programa electoral y la evanescencia de sus principios, adaptables y flexibles como un chicle, según convenga a los intereses de la costra emergente de la nueva España: la de siempre. Por tanto, sobre Catalunya opinan exactamente lo mismo que la denostada casta. Si no, que le pregunten a Alba García, de Podemos Girona y maestra de escuela: "Los impuestos de los catalanes se tienen que decidir entre todos y todas en España". ¡Lo mismo que piensa el PSOE!. ¡Lo mismo que dice el PP!. ¡Lo mismo que escribe la caverna....!. Definitivamente, la casta es lo mismo que la costra.
Del Partido Popular no hay mucho más que decir. La última de Sánchez Camacho ha sido anunciar que "recuperaremos la presencia de España en Catalunya con el Ejército y la Guardia Civil". Apela constantemente a la supuesta mayoría silenciosa -que solo percibe ella- y decreta el fin del proceso soberanista por enésima vez, como si aquí no hubiera pasado nada.... ¡Y no estuviera pasando aún!. A la vez implora que los socialistas, ciudadanos y populares unan fuerzas para derrotar al independentismo el próximo 27 de septiembre, conformando un frente constitucionalista. El agotamiento mental es la causa de la falta de ideas que padece... ¡Y las incongruencias que dice aumentan cada día que pasa!. Más nervioso se muestra Mariano Rajoy, el cual ha pasado de desbordante euforia a causa del desencuentro entre Convergència y Esquerra, hacia una angustia irreprimible por la convocatoria electoral. Esta sensación de renovada impotencia, esta alteración en su alma, le delatan: ¡no le gustan nada las elecciones catalanas!. Las cuales servirán para que los ciudadanos escojamos aquello que más nos convenga y guste: dependencia o independencia. Sumisión o libertad. En definitiva, parece que no es un apasionado defensor de los principios democráticos comúnmente aceptados, los cuales practica de mala gana solo para guardar las apariencias. Para él hay demasiadas elecciones, municipales, catalanas, generales. ¡Bufff....!.
No cuesta mucho imaginar qué hubiera pasado si el acuerdo entre Convergència y Esquerra incluyera la lista unitaria y transversal que proponía Artur Mas. El llanto y crujir de dientes españolistas serian ensordecedores, históricos, inenarrables. La histeria desatada sería generalizada y los temblores alcanzarían el grado 10 de la escala Richter.... Suerte han tenido los unionistas que Oriol Junqueras les haya hecho este inmenso favor. Rehusó la propuesta que nos hubiera llevado a la independencia veloces como un relámpago. ¡Rayos....!. ¡Qué "tonto" ha sido Junqueras!. Esperemos que no se tenga que arrepentir. Muchos no se lo perdonaríamos jamás. Ni a Esquerra Republicana de Catalunya, tampoco.
Como era previsible, este acuerdo ha causado un auténtico terremoto entre los principales líderes opositores , contrarios a aceptar que la voluntad de los catalanes prevalezca por encima de los intereses de partido o coloniales hacia Catalunya. Se muestran nerviosos, alterados, agotados y sin ideas, verbalmente violentos y con una sensación de impotencia y de miedo impropios de personas maduras y juiciosas, con mucho poder político y financiero entre manos y grandes responsabilidades gubernamentales. Todo ello les hace especialmente peligrosos.... y a la vez, ¡ridículos!.
El novel líder socialista, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, más voluntarioso que realista, ha decidido que lo mejor que puede hacer es merodear por las tierras de Catalunya para intentar disuadir a los indígenas que la nuestra es una batalla perdida. Para conseguir tal hazaña no duda en utilizar toda clase de recursos semánticos aderezados de cháchara populista -característica ampliamente compartida en las filas españolistas- alrededor de una única idea-fuerza: la solución a todos los males de los catalanes es el federalismo. Por cierto, rotundamente rechazado por el Partido Popular. Defiende "la Catalunya real, de la concordia y convivencia, frente las mentiras del presidente Artur Mas y de Oriol Junqueras, que dicen que se preocupan por los catalanes, pero solo gobiernan para los independentistas". Cabe señalar que esta opinión es compartida por Miquel Iceta, primer secretario del PSC -partido sucursal del PSOE, en Catalunya-, el cual dice "estar hasta las narices de las estructuras de Estado" -catalanas, por supuesto-. Tanto uno como otro parecen olvidar que la llamada Catalunya real también incluye al menos dos millones cuatrocientas mil personas que solo hace tres meses decidimos votar voluntariamente -si o no- sobre nuestro futuro como pueblo. También ignoran las mentiras y falacias que los últimos años hemos tenido que soportar los ciudadanos cuando continuamente apelan al pluralismo político, la diversidad territorial -en su boca, palabras vacías-, la lealtad institucional entre gobiernos, la legalidad vigente, o utilizando la Constitución como si de un garrote se tratara con el que aporrearnos sin compasión alguna. A la vez, excluyendo los partidos periféricos de las grandes decisiones del Estado -reforma exprés de la sagrada Constitución-, sin pedir opinión y exigiendo adhesión inquebrantable al nuevo texto impuesto por los mercados. Recortando y discriminando las inversiones en Catalunya a favor de otros territorios y prioridades, por ejemplo el corredor mediterráneo aplazado, para invertir en un desmesurado y antieconómico AVE, o rescatando financieramente autopistas en quiebra, pero ¡madrileñas!. También denunciando ante el Alto Tribunal el Estatuto catalán aprobado en referéndum, copiándolo antes otras autonomías literalmente, pero no siendo recurridos ante el TC. Persiguiendo con auténtica rabia y enfermiza obstinación la lengua catalana, política y judicialmente, o inventándose nuevos idiomas -lapao-, dificultando su normal desarrollo y utilización en los territorios de habla catalana. Y ahora amenazan con poner en la sombra al presidente de Catalunya acusándolo de cumplir la palabra dada a los catalanes y por haber facilitado que pudiéramos votar sobre nuestro futuro. Esta es la realidad de Catalunya y los catalanes y no las ocurrencias que explica Pedro Sánchez.
Por parte de Podemos, una marcada prepotencia fruto sin duda de la inexperiencia propia de la adolescencia política que padecen, les provoca gran ansiedad aderezada con grandes dosis de demagogia -¡casi tanta como C's!-, que hace que cada dos por tres estén matizando lo que antes habían matizado para volver a matizar las promesas hechas y su programa electoral, adaptándolo según sople el viento y diciendo aquello que la gente quiere oir. Ahora se hallan enfrascados en escoger los representantes de la delegación catalana. Sin el menor rubor, la secretaria de análisis político y social, la gallega Carolina Bescansa, profesora universitaria como todos y por tanto miembro de pleno derecho de la nueva costra dirigente española, ha sentenciado que "las elecciones del 27 de septiembre no pueden entenderse como plebiscitarias, como no sea sobre la figura del presidente de la Generalitat y la continuidad de su gobierno". Creo que lo más pertinente es que se dé cuenta que ella es solo un proyecto de dirigente -no se ha sometido a ninguna contienda electoral-, por más enemiga de la casta que se declare. Por tanto, no es la más indicada para decir si unas elecciones pueden ser consideradas o no como plebiscitarias. Esta consideración solo la podemos dar los electores exclusivamente catalanes. Si no le gusta, que se consuele con lo que pasó el 14 de abril de 1931, cuando se proclamo la segunda república española después de unas elecciones municipales. Pablo Iglesias, pontífex máximum de Podemos nos ha deleitado con algunas perlas añadidas: "¿Independencia?. Todo tiene que discutirse". Se ha mostrado contrario al derecho de autodeterminación de Catalunya, pero favorable al derecho a decidir sobre todo aquello que interesa a la gente, educación, sanidad, etc. "Catalunya habría de ser lo que los catalanes quisieran". "El pueblo catalán no es sujeto político ni jurídico porqué el ordenamiento jurídico no lo permite". "Yo no entraré en el juego de monarquía o república....". Como resulta evidente, el señor Iglesias no se caracteriza precisamente por la honestidad y claridad de sus planteamientos. Esto es así tanto en lo referente a Catalunya como en asuntos más prosaicos: deuda pública -antes se negaba a pagar, ahora quiere renegociar-, jubilación y pensiones -antes a los 60 años, ahora qui lo sa-, conciertos económicos forales -si los vasco-navarro, no a Catalunya-, proceso constituyente.... Todo es posible y negociable, nada es inmutable.... Especialmente su voluble programa electoral y la evanescencia de sus principios, adaptables y flexibles como un chicle, según convenga a los intereses de la costra emergente de la nueva España: la de siempre. Por tanto, sobre Catalunya opinan exactamente lo mismo que la denostada casta. Si no, que le pregunten a Alba García, de Podemos Girona y maestra de escuela: "Los impuestos de los catalanes se tienen que decidir entre todos y todas en España". ¡Lo mismo que piensa el PSOE!. ¡Lo mismo que dice el PP!. ¡Lo mismo que escribe la caverna....!. Definitivamente, la casta es lo mismo que la costra.
Del Partido Popular no hay mucho más que decir. La última de Sánchez Camacho ha sido anunciar que "recuperaremos la presencia de España en Catalunya con el Ejército y la Guardia Civil". Apela constantemente a la supuesta mayoría silenciosa -que solo percibe ella- y decreta el fin del proceso soberanista por enésima vez, como si aquí no hubiera pasado nada.... ¡Y no estuviera pasando aún!. A la vez implora que los socialistas, ciudadanos y populares unan fuerzas para derrotar al independentismo el próximo 27 de septiembre, conformando un frente constitucionalista. El agotamiento mental es la causa de la falta de ideas que padece... ¡Y las incongruencias que dice aumentan cada día que pasa!. Más nervioso se muestra Mariano Rajoy, el cual ha pasado de desbordante euforia a causa del desencuentro entre Convergència y Esquerra, hacia una angustia irreprimible por la convocatoria electoral. Esta sensación de renovada impotencia, esta alteración en su alma, le delatan: ¡no le gustan nada las elecciones catalanas!. Las cuales servirán para que los ciudadanos escojamos aquello que más nos convenga y guste: dependencia o independencia. Sumisión o libertad. En definitiva, parece que no es un apasionado defensor de los principios democráticos comúnmente aceptados, los cuales practica de mala gana solo para guardar las apariencias. Para él hay demasiadas elecciones, municipales, catalanas, generales. ¡Bufff....!.
No cuesta mucho imaginar qué hubiera pasado si el acuerdo entre Convergència y Esquerra incluyera la lista unitaria y transversal que proponía Artur Mas. El llanto y crujir de dientes españolistas serian ensordecedores, históricos, inenarrables. La histeria desatada sería generalizada y los temblores alcanzarían el grado 10 de la escala Richter.... Suerte han tenido los unionistas que Oriol Junqueras les haya hecho este inmenso favor. Rehusó la propuesta que nos hubiera llevado a la independencia veloces como un relámpago. ¡Rayos....!. ¡Qué "tonto" ha sido Junqueras!. Esperemos que no se tenga que arrepentir. Muchos no se lo perdonaríamos jamás. Ni a Esquerra Republicana de Catalunya, tampoco.
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