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divendres, 24 d’octubre del 2014

DEDICADO A: ALICIA, ALBERTO, MIQUEL Y JOSEP ANTONI # JOAN, DOLORS Y JOAN JOSEP, DAVID Y JOAQUIM, ORIOL, ARTUR.

Es cierto que a medida que se aproxima el desenlace de un determinado acontecimiento -en nuestro caso, la independencia-, más se evidencian las contradicciones y desconfianzas que surgen entre los diferentes actores que protagonizan este drama en el cual ahora todos nos hallamos involucrados.

El proceso iniciado para conseguir la plena soberanía de Catalunya ha llegado a este punto. Por un lado resulta verdaderamente arduo soportar la acometida del Gobierno de España, el cual lanza encima nuestro toda suerte de obuses y artefactos explosivos para aniquilarnos, con deliberada furia -rabia- y agresividad. Los aparatos del Estado porfían incansables para detener los anhelos y las fundadas esperanzas que sentimos, tenemos y queremos la mayoría de catalanes. Lo hacen utilizando su ley y las diferentes instituciones jurídicas a su alcance, como son la fiel judicatura castellana y la fiscalía pro-gubernamental, así como el avasallador cuerpo de la abogacía del Estado, todos ellos en calidad de auténticos pretorianos custodios de las esencias patrias. Por descontado, cobijados bajo el Tribunal Constitucional, de triste y deslegitimada memoria y escasa consideración por parte catalana. Un tribunal auténticamente indecente, pues no podemos obviar que está presidido por un reconocido anticatalán y a la vez antiguo militante popular. De esta forma, el Gobierno de España esconde o disimula tras decisiones propias de vulgares picapleitos lo que no son más que posicionamientos inequívocamente políticos. También se sirven de unos comportamientos económicos y financieros hacia el Govern -en definitiva, hacia Catalunya y los catalanes-, realmente ominosos. Que oscilan desde amenazar y meter miedo a empresarios e inversores, animándoles -conminándoles, en realidad- en deslocalizar las empresas hacia España y no invertir en Catalunya, hasta el estrangulamiento de las maltrechas finanzas de la Generalitat, pasando por la exigencia de recortar más y más en materias tales como dependencia, sanidad, educación, salarios, pensiones -todo ello Madrit lo califica como reformas estructurales- y no invirtiendo lo suficiente en infraestructuras necesarias -incluyendo aquellas firmemente comprometidas por los diferentes ministros del Gobierno de España-, o fomentando discretamente entre los consumidores españoles un boicot a los productos catalanes para "conseguir el efecto sin que se note el cuidado", que tan buena prensa cosecha entre las élites del Madrit secular. Los resultados de la ofensiva española son sobradamente conocidos y esperados por los catalanes, mientras el desconcierto y desconocimiento manifestado por el nacionalismo hispano sobre Catalunya se hace patente en toda su crudeza.

Pero hoy me interesa más poner en relieve el comportamiento de las diferentes formaciones políticas catalanas, tanto respecto el proceso soberanista como la respuesta que dan cada una de ellas sobre la actitud del Gobierno, ante el evidente enfrentamiento político que se está produciendo entre Catalunya y España. De entrada podríamos distinguir entre formaciones españolistas -populares, ciudadanos y buena parte de socialistas-, y catalanistas, es decir, el resto del socialismo soberanista, convergentes liberales y muchos democristianos, y también republicanos, ecologistas de izquierdas, y anti-capitalistas asamblearios. La actitud de los españolistas es clara y diáfana: recalcitrantemente negativos -no a cualquier propuesta catalana-, alérgicos a los principios democráticos, temerosos y desconfiados ante las votaciones, y rehenes de leyes y constituciones hasta llegar a la parálisis mental. Las ideas y soluciones políticas desaparecen de su realidad y son substituidas por la lógica judicial más antidemocrática que se pueda imaginar; y algunos también se declaran tibios defensores de terceras vías ya caducadas, aun más inverosímiles de conseguir que la misma independencia. La Constitución española deviene como una especie de Código de Hammurabi avasallador, inmutable y rocoso al cual deben someterse los principios democráticos universalmente reconocidos y el libre albedrío de los ciudadanos. Para los nacionalistas españoles el diálogo se transforma en monólogo, considerado como renuncia previa de cualquier planteamiento de libertad, y los pactos no son más que meros decretos y resoluciones que pueden ser utilizados como imposiciones incuestionables e indiscutibles.... ¡No permitir votar a los catalanes, para Alicia Sánchez Camacho es una victoria de la democracia!. ¡Querer ejercer el derecho a decidir, para Alberto Rivera es propio de golpistas, fascistas-nazis y corruptos!. Dialogar y pactar sobre Catalunya, para Miquel Iceta solo sirve para cambiar la Constitución y federalizar el Estado. ¿Como, cuando, con quién señor Iceta?. ¡Pero hablar y pactar tampoco le sirve para hacerlo sobre la independencia!. Definitivamente, los españolistas entienden la democracia, el diálogo, los pactos y la libertad de forma un tanto peculiar, muy diferente a como lo hace el hombre corriente y sencillo de la calle. Es decir, como lo entiende la inmensa mayoría de la gente.

Si fijamos nuestra atención en las formaciones catalanistas, la madeja se enreda considerablemente. Cuando desde la calle se exige unidad y poder votar, los partidos se muestran dispuestos a todo, a condición de salvaguardar sus propios intereses políticos -¡partidistas!- por encima de los anhelos de la mayoría. Despotrican sobre los líderes contrarios, descalifican el comportamiento de los otros, denuncian el egoísmo de los demás y atacan sin piedad a todo aquello que se aparte de sus objetivos, de su particular hoja de ruta, la cual quieren imponer por encima de todo y de todos.... Parecen empeñados en dar la razón a José Maria Aznar cuando dijo que "antes se romperá Catalunya que España". Algunos partidos, llegado el punto actual, muestran sus debilidades y miedos, los cuales les hacen hacer extraños requiebros políticos y semánticos que no hacen más que aumentar la indignación general que acumulan los ciudadanos. UDC dá soporte a la consulta, pero no quiere la independencia. Hasta aquí, correcto. ¡Quiere la confederación!. ¡Vaya, acabáramos....!. ¿Con quien quieren confederarse?. ¿Con España, que no quiere siquiera cambiar la Constitución para federizarla?. ¿Quiere acaso forzar al Estado a confederarse con Catalunya, que no consideran ni tan solo como Nación y menos soberana?. ¿Quiere confederarse sin ser previamente un Estado libre?. ¿Con quien quiere negociar el cambio de estatus de Catalunya, si España está inmersa en un desenfrenado proceso de re-centralización política, económica, financiera, de infraestructuras, cultural y burocrática como nunca se ha visto desde tiempos de Franco....?. Lo que realmente quiere la cúpula de UDC es mantener el status quo actual para continuar negociando -peix al cove (pájaro en mano)- indefinidamente, marcar paquete y dejar que la barca sea impulsada exclusivamente por CDC, continuar haciendo la puñeta al socio mayoritario y pactar, pactar, pactar y bajar la cabeza servilmente para siempre jamás, para mayor gloria de Josep Antonio Duran i Lleida, el juicioso, y su talante de recio e imprescindible negociador de los intereses de los lobbys hispano-catalanes ante Madrit.... ¡Voilà la Santa Alianza y el Foro Puente Aéreo!. 

No muy alejado de UDC se halla ICV, aun que sus líderes Dolors Camats y Joan Herrera -y Joan Josep Nuet, de Alternativa- se empeñen en ser los más guais de toda la colla. Ciertamente no les podemos considerar como socios de Alicia y Alberto, pero si como cercanos a las posiciones de Josep Antoni. No se mojan ni decantan a favor o en contra, aún declarándose partidarios del referéndum. Dan libertad de voto a sus seguidores y simpatizantes, como si estos tuvieran que pedir permiso para votar a pesar que, recordemos, se trata de un derecho ejercido libre, secreta e individualmente. Lo hacen así, dicen, para no fracturar la formación eco-socialista, aunque ello represente romper la unidad de los partidos soberanistas y culpar a los otros de su propia pusilanimidad e indefinición. El mes de diciembre pasado consiguieron que la pregunta aprobada para la consulta, para poder incluir su posicionamiento político, fuera doble -si o no al Estado, si o no a la independencia- lo que provocó duras críticas entre los analistas políticos, tanto los catalanes como extranjeros. Pero fué aceptado en nombre del consenso y la unidad. Ahora, no quieren votar en la consulta propuesta por Artur Mas porqué no está avalada por los partidos -y que fue suspendida por el Tribunal Constitucional-, al no ofrecer suficientes garantias democráticas.... ¿Y que garantias tendría si se forzara la suspensión?. ¿O es que tal vez son partidarios de romper la legalidad española....?. ¡Ojalá fuera así....!. Pero me temo que esto no se contempla en su hoja de ruta. ¡Si incluso azuzan la confrontación y descalificación contra CiU porque no quieren ensuciarse las manos estrechándolas con Artur Mas!. No fuera que ello terminara favoreciendo los intereses electorales de Convergència Democràtica de Catalunya, una especie de bestia negra y chivo expiatorio para los eco-socialistas. Definitivamente, ICV prioriza sus intereses partidistas por encima de las necesidades y deseos de la mayoría de catalanes. Lo demostraron antes con la pregunta y lo demuestran ahora atizando manifestaciones de protesta el próximo nueve de noviembre en lugar de pedir la participación activa en las votaciones.... ¿Tal vez manifestarse delante de los puntos de votación, señor Herrera, señora Camats, señor Nuet?. ¡El boicot a la consulta solo será un éxito si Vdes. se lo proponen!. También lo hacen criticando los recortes ejecutados por la Generalitat pero impuestas por el Gobierno de España, atribuyéndolas al Govern del señor Mas. Lo hacen queriendo confundir las prioridades soberanistas contraponiéndolas a las sociales y la acción de gobierno del señor Mas, cuando saben perfectamente que soberanía, gobernabilidad y justicia social están íntimamente ligadas.... Enfin, ¡allá ellos!. Solo me permito aconsejar que tengan presente lo que está pasando a los socialistas.

La CUP de David Fernández y Joaquim Arrufat es la formación que tiene las ideas más claras. Saben que quieren y adonde van. Defienden el derecho de autodeterminación a capa y espada y la independencia como una necesidad ineludible, resultado del ejercicio democrático. La CUP escucha y habla con la gente -su gente- y por esta razón sabe defender y respetar sus opiniones y sus intereses. Pero también tiene un problema derivado precisamente de su caracter asambleario -¡como la ANC!-. Los líderes de esta candidatura tienen que someter previamente las propuestas, acuerdos, pactos y negociaciones a debate y aprobación por los asambleístas, lo que le resta margen de maniobra y capacidad de actuación. Si ha ello añadimos la ideología anti-capitalista y la empatía anarquista que profesan, se comprende mejor el esfuerzo que hacen para conseguir la deseada unidad de actuación política con CiU, ERC e ICV, de los cuales se hallan a años luz, tanto ideológica como por causa del apoyo electoral minoritario de consiguen. Empero, son los menos criticables de toda la colla. La CUP va directa al grano y de cara. Ahora se han hastiado de las rencillas desatadas entre los diferentes bandos políticos. En consecuencia, hacen un llamamiento para que los partidos abandonen el lodazal en que se han metido y conviertan el nueve de noviembre en una jornada de desbordamiento democrático. Hace falta dignificar la consulta liberándola de la presión de las formaciones políticas....¡Los más pequeños y alocados resultan los más juiciosos!. ¡Chapeau!.


Por fin llegamos a Covergència y Esquerra. El primero, el partido de gobierno. El segundo, el pretendiente impetuoso. Son las formaciones con mayor representación en el Parlament. Ambos defienden enconadamente el derecho a decidir, pero discrepan en el tempus. Convergència alega que las cosas se deben hacer bien. Esquerra quiere que se hagan rápido y desconfía de las verdaderas intenciones de Convergència. Esta no quiere romper ningún huevo para hacer la tortilla, mientras que Esquerra esta dispuesta a romper todos los que haga falta y más si es necesario. Convergència arrastra pesadamente tras de si el lastre de Unió y Duran i Lleida, y Esquerra mira de reojo al resto de adversarios políticos, siendo conscientes que las encuestas les dan una apreciable mayoría con vistas a las próximas elecciones. Mientras unos quieren conservar el primer puesto y condicionar la confección de una deseada lista unitaria para las elecciones  de cariz plebiscitario a celebrar próximamente, Esquerra no renuncia a su propia lista porqué quieren derrotar a CiU y ponerse ellos como partido alfa. La coincidencia en los objetivos finales y el nerviosismo por conseguirlos les impide ver que las cosas se pueden hacer bien y también con rapidez. Que más pronto que tarde deberán romper los huevos justos y necesarios, es decir, saltarse la Constitución española, para hacer la tortilla -la obtención de la plena soberanía de Catalunya-. Una vez obtenida la independencia será necesario gobernar la nueva nave con el empuje y la inteligencia de todos. Especialmente de Artur y Oriol. Esta será la recompensa, siempre que no vendan la piel del oso antes de cazarlo.

Si no fuera por los millones de catalanes que reiteradamente nos hemos manifestado exigiendo el derecho a decidir y la independencia, y a la vez empujando a políticos y partidos hacia el proceso soberanista y la unidad de acción, aún nos encontraríamos en la fase de peix al cove -pájaro en mano-. Afortunadamente, la unidad política no depende exclusivamente de los partidos. La Assemblea la puede forzar, si quisiera. Solo con un sencillo anuncio apoyando una determinada lista electoral confeccionada con gente al margen de las cúpulas de los partidos ello sería suficiente para reforzar aquella unidad. La victoria sería apabullante. El egoísmo partidista no dañará nuestros anhelos. Su mirada miope no enturbiará nuestras esperanzas.... Tiempo habrá para pelearnos y hacernos entre nosotros todos reproches justos, necesarios y convenientes que lógicamente existen entre opciones políticas diferentes, ante cualquier contienda electoral. Pero eso tendrá que esperar hasta después de conseguida la independencia. Todo lo que defienden en materia fiscal, económica, empleo, en educación, sanidad, pensiones, cultura, solidaridad, relaciones internacionales.... todo, absolutamente todo, depende de la plena soberanía de Catalunya. Porqué ya sabemos lo que comporta la dependencia de España. Ya conocemos donde nos ha colocado.

Permanezca tranquilo el señor Aznar: el soberanismo catalán, Catalunya, no se romperá. Por tanto, que los partidos abandonen el tacticismo y dejen de hacerse la puñeta entre ellos y a los ciudadanos. Caso contrario, se quedarán atrás. Y no podrán detenernos.












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