¿Está disminuyendo el fervor secesionista de los catalanes?. ¿La guerra sucia desatada por el gobierno español se está imponiendo sobre el ideal soberanista?. A juzgar por lo que se puede leer en la prensa cavernaria y de la santa alianza, diríase que sí. Oyendo las peroratas de los tertulianos unionistas, el globo catalanista tiene pinta de estar deshinchándose. Pero, ¿y entre los ciudadanos catalanes?. El anhelo independentista, ¿realmente disminuye?..... Por supuesto que no. Rotundamente, no.
Es cierto que la agresiva guerra sucia españolista se muestra cada día más vigorosa y contundente; además, resulta malditamente persistente. Falsedades y manipulaciones mediáticas, mezquindad y latrocinio financiero, hostigamiento judicial y constitucional, pestilencia y ruindad de las insondables cloacas del estado. Un sinfín de personajes, de actos y hechos absolutamente vergonzosos, amorales e incluso ilícitos, encaminados a destruir la cúpula del soberanismo catalán: presidencia de la Generalitat, consellers del Govern y destacados dirigentes de Convergencia Democrática y de otras formaciones políticas, partidarios de la independencia de Catalunya. No es menos cierto que la precariedad económica y social causada por la profunda crisis económica que afecta las empresas y los injustos recortes del estado de bienestar que tanta incidencia negativa tienen sobre la población -especialmente los más desfavorecidos-, motivan que un vacilante aire de abatimiento y melancolía, casi depresivo, aparentemente se haya apoderado de la sociedad. Este aire enrarecido que se respira resulta agravado por la sensación de impotencia y desconcierto que se extiende básicamente entre gobernantes y periodistas. Mientras, algunos políticos hieráticos supuestamente catalanistas y vulgares gacetilleros cínicos que presumen de honestos, prefieren hacer su propia guerra dando hipócritas palmadas de aprobación en hombros del independentismo, a la vez que si tienen oportunidad, clavan puñales en su espalda de la forma más traicionera y salvaje que es posible hacerlo. Por supuesto, en nombre del posibilismo, de la estabilidad, del realismo. Con la boca pequeña repleta de falsedades. Sin mirar a los ojos. A traición. También lo hacen por egoísmo, por avaricia, por afán de poder y por envidia política. En definitiva, por puro nacionalismo español nunca asumido, disimulado con las cuatro barras.
Esta desagradable sensación de impotencia, de fracaso del poder político frente al económico que se ha apoderado de buena parte de gobernantes y periodistas, no se ha trasladado entre los soberanistas de a pie catalanes. Los independentistas no estamos abatidos. No tenemos sensación de derrota frente la guerra sucia declarada por el gobierno de España contra Catalunya. Las ilusiones y anhelos se mantienen intactos. Y los sentidos permanecen bien despiertos, en estado de alerta. Pero es cierto que estamos soberanamente indignados; profundamente defraudados por el tacticismo partidista y hartos por la pusilanimidad que muestran algunos de nuestros dirigentes y opinadores. Y todo ello, apremia nuestra impaciencia y nos empuja al borde de la insurrección.
El mayor error que ha cometido el unionismo ha sido creer que la independencia es cosa de los partidos políticos y de sus cúpulas dirigentes. Y esta persistente equivocación ha llevado a centrar toda la artillería pesada españolista contra falsas dianas -afortunadamente-. Las consecuencias de este indiscriminado bombardeo son profundos y dolorosos daños colaterales, pero el independentismo permanece incólume. Si cabe, resulta reforzado como respuesta al fuego amigo que lanzan los enemigos de la democracia sobre los catalanes; también por sufrir en nuestras propias carnes renovados, corregidos y aumentados recortes en sanidad, educación, pensiones, dependencia y desempleo que anuncia el incierto futuro que nos espera, a causa de nuevas exigencias compartidas por Madrid y la UE e implementadas por el gobierno popular. A la indignación, al hartazgo que actualmente padecemos muchos ciudadanos debe añadirse el estupor que provoca el errático (por absurdo) comportamiento de la UE. Desde Bruselas se avisa que la receta -en realidad, cicuta- impuesta a Chipre (recordemos, expropiar a los poseedores de más de cien mil € buena parte del dinero de sus depósitos bancarios), puede ser exportada a otros países que se encuentren en dificultades. En consecuencia, ¿donde queda aparcada la seguridad jurídica de las cuentas bancarias en la zona Euro?. ¿Vale la pena seguir en una Unión que resuelve los problemas financieros de la banca a base del puro y duro robo a sus clientes?. ¿Merece la pena que los ciudadanos sigamos sufriendo tan brutalmente tamaña injusticia, para salvaguardar la integridad del Euro y los beneficios de las entidades financieras?.
El gobierno de Rajoy cree que matando la cabeza del independentismo -Mas, Pujol, Junqueras, Forcadell, CiU, ERC...-, desaparecerá en beneficio del unionismo -Durán, Sánchez-Camacho, Rivera, PP, Ciudadanos...-. Bruselas cree que salvará el Euro y los bancos -singularmente los alemanes- a base de amenazar con robar el dinero directamente de las cuentas de los ciudadanos, que además sufrimos la miseria que la UE reparte en nuestros días con tanta generosidad. España ofrece diálogo a Catalunya a cambio de la pretensión de reconvertir soberanismo en un descafeinado pacto fiscal (ya muerto y enterrado), mientras persiste el expolio y ahogo financieros de la Generalitat. Es decir, de todos los catalanes. La Unión Europea, disfrazada de falso Robin Hood, pretende curar sus males defendiendo los intereses financieros de los poderosos con mano merkeliana y receta germana, por encima de cualquier otra alternativa. ¡Y los funcionarios europeos han alcanzado el nirvana -integrismo económico- de la mano del talibanismo financiero!. ¡Aleluya!.
Muchos ciudadanos, en este caso los catalanes, estamos más que hartos. Cabreados con el gobierno de España y atónitos ante la Unión Europea. Ni la Unión ni el Estado español se dan cuenta que sencillamente somos seres humanos; en ocasiones frágiles y asustadizos; que amamos y a veces odiamos; que aprendemos y trabajamos (si nos dejan); que vivimos, descansamos y morimos como el resto de mortales. También estamos dispuestos a luchar hasta la extenuación y defendemos lo nuestro y a los nuestros a muerte. A España cabe decirle que la independencia de Catalunya es cosa de los ciudadanos, no de la cúpula de los partidos. No destruirán nuestras ilusiones, ni nuestro empeño y anhelos de libertad a base de decapitar políticos o manipular derechos; ni siquiera apelando a ningún tribunal por muy constitucional que sea. A la Unión Europea anunciamos que no estamos dispuestos a seguir por la senda de autodestrucción que ha emprendido. No tenemos inclinaciones suicidas y mucho menos aceptamos vivir en la indigencia moral y material. Tanto a España como a la Unión les manifestamos que (utilizando frases de Santiago Rossinyol): dado que la vida es como el palo de un gallinero, corta pero lleno de mierda y que una revolución es el triunfo de los ambiciosos de abajo sobre los medrosos de arriba, los catalanes no nos rendimos. No renunciaremos a la independencia de Catalunya. Solo la votaremos democráticamente. Los catalanes conformaremos antes de septiembre de 2014 un nuevo estado soberano y libre, de España y probablemente de la Unión Europea, puesto que queremos nacer, crecer, aprender, amar, procrear, trabajar, prosperar, descansar y morir, en paz, libertad, prosperidad, justicia e independencia. Sin que la mezquindad española ni la ruindad de la Unión nos continúen robando felicidad, agriando nuestro carácter y ensombreciendo nuestras almas, por más tiempo. Y como podría haber dicho en mismísimo Santiago Rossinyol, ¡que el vino del Rhin escanciado por las valquirias se lo beban los nibelungos, mientras amontonan sus tesoros!. ¡Que los hidalgos españoles dejen de ser tan sucios como el palo de un gallinero!.
Los medrosos no lograrán vencer a los que ambicionamos paz, justicia y libertad. A los que solo queremos la independencia de Catalunya.
Es cierto que la agresiva guerra sucia españolista se muestra cada día más vigorosa y contundente; además, resulta malditamente persistente. Falsedades y manipulaciones mediáticas, mezquindad y latrocinio financiero, hostigamiento judicial y constitucional, pestilencia y ruindad de las insondables cloacas del estado. Un sinfín de personajes, de actos y hechos absolutamente vergonzosos, amorales e incluso ilícitos, encaminados a destruir la cúpula del soberanismo catalán: presidencia de la Generalitat, consellers del Govern y destacados dirigentes de Convergencia Democrática y de otras formaciones políticas, partidarios de la independencia de Catalunya. No es menos cierto que la precariedad económica y social causada por la profunda crisis económica que afecta las empresas y los injustos recortes del estado de bienestar que tanta incidencia negativa tienen sobre la población -especialmente los más desfavorecidos-, motivan que un vacilante aire de abatimiento y melancolía, casi depresivo, aparentemente se haya apoderado de la sociedad. Este aire enrarecido que se respira resulta agravado por la sensación de impotencia y desconcierto que se extiende básicamente entre gobernantes y periodistas. Mientras, algunos políticos hieráticos supuestamente catalanistas y vulgares gacetilleros cínicos que presumen de honestos, prefieren hacer su propia guerra dando hipócritas palmadas de aprobación en hombros del independentismo, a la vez que si tienen oportunidad, clavan puñales en su espalda de la forma más traicionera y salvaje que es posible hacerlo. Por supuesto, en nombre del posibilismo, de la estabilidad, del realismo. Con la boca pequeña repleta de falsedades. Sin mirar a los ojos. A traición. También lo hacen por egoísmo, por avaricia, por afán de poder y por envidia política. En definitiva, por puro nacionalismo español nunca asumido, disimulado con las cuatro barras.
Esta desagradable sensación de impotencia, de fracaso del poder político frente al económico que se ha apoderado de buena parte de gobernantes y periodistas, no se ha trasladado entre los soberanistas de a pie catalanes. Los independentistas no estamos abatidos. No tenemos sensación de derrota frente la guerra sucia declarada por el gobierno de España contra Catalunya. Las ilusiones y anhelos se mantienen intactos. Y los sentidos permanecen bien despiertos, en estado de alerta. Pero es cierto que estamos soberanamente indignados; profundamente defraudados por el tacticismo partidista y hartos por la pusilanimidad que muestran algunos de nuestros dirigentes y opinadores. Y todo ello, apremia nuestra impaciencia y nos empuja al borde de la insurrección.
El mayor error que ha cometido el unionismo ha sido creer que la independencia es cosa de los partidos políticos y de sus cúpulas dirigentes. Y esta persistente equivocación ha llevado a centrar toda la artillería pesada españolista contra falsas dianas -afortunadamente-. Las consecuencias de este indiscriminado bombardeo son profundos y dolorosos daños colaterales, pero el independentismo permanece incólume. Si cabe, resulta reforzado como respuesta al fuego amigo que lanzan los enemigos de la democracia sobre los catalanes; también por sufrir en nuestras propias carnes renovados, corregidos y aumentados recortes en sanidad, educación, pensiones, dependencia y desempleo que anuncia el incierto futuro que nos espera, a causa de nuevas exigencias compartidas por Madrid y la UE e implementadas por el gobierno popular. A la indignación, al hartazgo que actualmente padecemos muchos ciudadanos debe añadirse el estupor que provoca el errático (por absurdo) comportamiento de la UE. Desde Bruselas se avisa que la receta -en realidad, cicuta- impuesta a Chipre (recordemos, expropiar a los poseedores de más de cien mil € buena parte del dinero de sus depósitos bancarios), puede ser exportada a otros países que se encuentren en dificultades. En consecuencia, ¿donde queda aparcada la seguridad jurídica de las cuentas bancarias en la zona Euro?. ¿Vale la pena seguir en una Unión que resuelve los problemas financieros de la banca a base del puro y duro robo a sus clientes?. ¿Merece la pena que los ciudadanos sigamos sufriendo tan brutalmente tamaña injusticia, para salvaguardar la integridad del Euro y los beneficios de las entidades financieras?.
El gobierno de Rajoy cree que matando la cabeza del independentismo -Mas, Pujol, Junqueras, Forcadell, CiU, ERC...-, desaparecerá en beneficio del unionismo -Durán, Sánchez-Camacho, Rivera, PP, Ciudadanos...-. Bruselas cree que salvará el Euro y los bancos -singularmente los alemanes- a base de amenazar con robar el dinero directamente de las cuentas de los ciudadanos, que además sufrimos la miseria que la UE reparte en nuestros días con tanta generosidad. España ofrece diálogo a Catalunya a cambio de la pretensión de reconvertir soberanismo en un descafeinado pacto fiscal (ya muerto y enterrado), mientras persiste el expolio y ahogo financieros de la Generalitat. Es decir, de todos los catalanes. La Unión Europea, disfrazada de falso Robin Hood, pretende curar sus males defendiendo los intereses financieros de los poderosos con mano merkeliana y receta germana, por encima de cualquier otra alternativa. ¡Y los funcionarios europeos han alcanzado el nirvana -integrismo económico- de la mano del talibanismo financiero!. ¡Aleluya!.
Muchos ciudadanos, en este caso los catalanes, estamos más que hartos. Cabreados con el gobierno de España y atónitos ante la Unión Europea. Ni la Unión ni el Estado español se dan cuenta que sencillamente somos seres humanos; en ocasiones frágiles y asustadizos; que amamos y a veces odiamos; que aprendemos y trabajamos (si nos dejan); que vivimos, descansamos y morimos como el resto de mortales. También estamos dispuestos a luchar hasta la extenuación y defendemos lo nuestro y a los nuestros a muerte. A España cabe decirle que la independencia de Catalunya es cosa de los ciudadanos, no de la cúpula de los partidos. No destruirán nuestras ilusiones, ni nuestro empeño y anhelos de libertad a base de decapitar políticos o manipular derechos; ni siquiera apelando a ningún tribunal por muy constitucional que sea. A la Unión Europea anunciamos que no estamos dispuestos a seguir por la senda de autodestrucción que ha emprendido. No tenemos inclinaciones suicidas y mucho menos aceptamos vivir en la indigencia moral y material. Tanto a España como a la Unión les manifestamos que (utilizando frases de Santiago Rossinyol): dado que la vida es como el palo de un gallinero, corta pero lleno de mierda y que una revolución es el triunfo de los ambiciosos de abajo sobre los medrosos de arriba, los catalanes no nos rendimos. No renunciaremos a la independencia de Catalunya. Solo la votaremos democráticamente. Los catalanes conformaremos antes de septiembre de 2014 un nuevo estado soberano y libre, de España y probablemente de la Unión Europea, puesto que queremos nacer, crecer, aprender, amar, procrear, trabajar, prosperar, descansar y morir, en paz, libertad, prosperidad, justicia e independencia. Sin que la mezquindad española ni la ruindad de la Unión nos continúen robando felicidad, agriando nuestro carácter y ensombreciendo nuestras almas, por más tiempo. Y como podría haber dicho en mismísimo Santiago Rossinyol, ¡que el vino del Rhin escanciado por las valquirias se lo beban los nibelungos, mientras amontonan sus tesoros!. ¡Que los hidalgos españoles dejen de ser tan sucios como el palo de un gallinero!.
Los medrosos no lograrán vencer a los que ambicionamos paz, justicia y libertad. A los que solo queremos la independencia de Catalunya.