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diumenge, 9 de setembre del 2012

I. EL NACIONALISMO ESPAÑOL Y EL CORONEL ALAMÁN.

"¿La independencia de Catalunya?. Por encima de mi cadáver". Esta sencilla y a la vez pavorosa frase pronunciada por el coronel Alamán ha permitido a muchos españoles, ya sean militares, políticos, o simples  ciudadanos de a pie, posicionarse sobre la inevitable y próxima independencia de Catalunya. Las reacciones cosechadas en el seno del nacionalismo español han sido tan absurdas como viscerales. Pero sobre todo denotan miedo, un temor incontenible que embarga a buen número de ciudadanos del estado, estupefactos ante la contundencia y claridad de los anhelos y esperanzas catalanas.

Caben destacar las manifestaciones de políticos derechistas españoles, del Partido Popular, de Ciutadans y la fantasmagórica -por lo menos, en Catalunya- Unión Progreso y Democracia, de Rosa Díez. Estas tres formaciones, que en absoluto se reconocen como nacionalistas e incluso dos de ellas se autocalifican progresistas, se proclaman como defensoras y unívocas intérpretes de la pétrea y sacrosanta Constitución española. En realidad, además de ser partidos ultra-conservadores, pues compiten entre ellos por el mismo perfil de votantes, son profundamente nacionalistas y absolutamente catalanófobos -lo cual se deduce de las declaraciones y actitud política que exhiben sus representantes-. Podemos concluir que sus convicciones democráticas no solo son débiles, sino que además son evanescentes. 

¿Es aceptable que un partido político que se considera democrático, justifique las amenazas del coronel Alamán?. Así ocurre en el Partido Popular. Maria José Garcia Cuevas, diputada en el Parlament de Catalunya por esta formación, se pregunta: "¿porqué se escandalizan que un coronel del ejercito español defienda la unidad de España?. ¿Es que no se han leído el articulo 2 de la Constitución?. Todos tendríamos que defender la indisoluble unidad de la nación española... con más motivo los cargos públicos que hemos jurado la constitución española... Vivimos en un mundo al revés". Suele ser habitual en el PP utilizar métodos extra políticos cuando sus postulados no consiguen la adhesión inquebrantable ni la preeminencia requerida, entre los innumerables mortales que discrepan de ellos. Cuando esto se produce recurre a los jueces, al Tribunal Constitucional y en este caso también al ejercito, para alcanzar lo que ha sido incapaz de ganar política y democráticamente. Trata de imponer su ideología, sus convicciones y su modo de entender la vida, de grado o por fuerza. Malversa espuriamente los principios del estado de derecho en beneficio partidista. Manipula la judicatura para quebrar voluntades y posiciones políticas ajenas al Partido Popular. Retuerce la legalidad para desvirtuar y frenar autogobiernos, estatutos de autonomía o leyes que no resultan de su agrado. Así actúa contra la lengua catalana, combatiendo la voluntad de la mayoría, que hemos decidido democráticamente que sea vehicular en la enseñanza; también lo hace contra la inmersión lingüística y la defensa y normalización del idioma catalán en los territorios de la península que lo tienen como propio, mediante falsedades, manipulaciones y triquiñuelas legales. Ha manipulado -hasta la saciedad- el tribunal de garantías español, hasta el punto de deslegitimarlo. Consiguió que sus magistrados afines retorcieran el texto aprobado en referéndum y tumbaran el eje vertebral del malogrado Estatuto de Autonomía catalán, quedando completamente desvirtuado en manos de sus sectarias marionetas constitucionales. Distorsionó la democracia, al promover un ilegal referéndum contra el texto estatutario, hasta convertir sus acciones políticas en un aquelarre anticatalán. "Firmo contra los catalanes", se decía ante las mesas petitorias peperas, montadas en plazas y calles de pueblos y ciudades de toda España para la recogida de apoyos y firmas contra el estatuto. El Partido Popular inspira su ideario político en los principios fundamentales del movimiento, los cuales ha maquillado para ocultar sus bastardos orígenes dictatoriales. Ha compartido -y aún comparte- con la pasada dictadura, señeras personalidades provenientes de antiguas familias sinceramente franquistas, transmutados en nuestros días en fervorosos demócratas de toda la vida. Abraza el cristianismo pero no lo practica, puesto que no le importa mentir, manipular y chantajear para alcanzar la hegemonía política, social, económica y cultural, aunque ello comporte pisotear el pluralismo político, promover la injusticia, avasallar las clases trabajadoras y más desfavorecidas, así como manipular la actividad económica que pudiera escapar a su control -corredor Mediterráneo, Aeropuerto del Prat, etc...-; y especialmente, persigue y combate ardientemente las lenguas y culturas no castellanas, que son tan dignas y merecedoras de respeto como puedan ser la lengua y la cultura castellanas.

Contestando la pregunta que se formula la comprensiva diputada Maria José Cuevas, lo que escandaliza a la mayoría de catalanes es la agresividad mostrada por el militar en cuestión y otros que le apoyan, siempre dispuestos a matar -como hizo Franco en el pasado- en defensa de la unidad de destino en lo universal, en la que no cabe nadie más que los que piensen como ellos. Lo ignominioso es que una constitución otorgue el derecho a la defensa de esta lábil unidad a algunos militares, dispuestos a erigirse en salvadores de la patria e imponer sus propias preferencias políticas con tanques y cañones. Lo que resulta realmente vergonzoso es que, según el PP, la defensa de la constitución y de la unidad de España, esté por encima de los derechos democráticos y de la voluntad de los ciudadanos. Lo perverso es la comprensión mostrada ante las amenazas de muerte -si alguien se muestra dispuesto a morir, es que está dispuesto a matar- que este militar ha proferido contra una gran mayoría de ciudadanos catalanes, inocentes, desarmados y respetuosos con el ideal democrático en general y del derecho de autodeterminación, en particular, sin que los peperos hayan mostrado desacuerdo ni reproche alguno con el empleo de la fuerza bruta contra el independentismo. No. Definitivamente no. El Partido Popular no es democrático, puesto que no condena estas amenazas. Es una formación que se sirve de la democracia, manipulándola caprichosamente a su favor. Es un partido cínico y profunda y agresivamente nacional-españolista. El PP es la encarnación el renacido Movimiento Nacional Español, otrora pilotado por Franco y cuyo ideario político está  perfumado con las penetrantes esencias de José Antonio Primo de Rivera.

Albert Rivera, boss de Ciutadans y sin parentesco conocido con el fascista Primo de Rivera, utiliza los medios de comunicación modernos para manifestar sus predecibles opiniones políticas. Habitualmente, cuando algún medio cavernario desea hurgar en el acontecer de Catalunya, a los efectos de atacar la autonomía, criticar las finanzas, sajar la lengua catalana, denostar a los políticos catalanes o desprestigiar a la Generalitat, acuden al solícito Albert Rivera o a su fiel secundario, Jordi Cañas. Siempre están dispuestos a satisfacer las demandas mediáticas españolistas. Responden preguntas, exponen argumentos, acaparan tiempo en TV y radios afectas al nacionalismo español, aparentando un peso e influencia política absolutamente alejados de la realidad catalana. Son una notable minoría en Catalunya. Siempre tienen una palabra, una frase zahiriente en su contra. Jamás sale de sus labios un elogio, una palabra de estima ni una frase de aprobación o respeto hacia Catalunya y sus instituciones. Al contrario, se colocan en una altiva posición por encima de... la casta política, los partidos, el parlamento... catalanes, como si fueran ajenos a ellos. Como si no fueran de este mundo. En definitiva, como si fueran virginales vestales, libres de las nefastas influencias de la sociedad catalana. Pués bien, este afamado político españolista, tampoco ha encontrado nada reprochable en las manifestaciones del coronel Alamán. Es más, llega a considerar al independentismo catalán como golpista: "si alguien dá un golpe de estado contra la constitución  en USA, Francia Alemania etc., ¿que haría el Estado?. Proteger el orden constitucional, ¿no?". Para rematar su preclara opinión, se permite denunciar que: "los que pueden provocar un conflicto son aquellos que rompen la convivencia, las reglas del juego y violan las libertades de los ciudadanos". ¡Son tantos los argumentos que pueden encontrarse para rebatir contundentemente las palabras filo-lerrouxistas de este político!. Las preguntas se agolpan en nuestra cabeza, con la vana esperanza de recibir respuestas claras y precisas. ¿Desde cuando apelar al derecho de autodeterminación puede ser considerado golpista?. ¿Considera golpistas a los ciudadanos que ansían la independencia de Catalunya, de forma absolutamente democrática?. Y si así es, ¿lo fueron los patriotas americanos cuando desafiaron a la metrópoli inglesa, hasta alcanzar la independencia?. ¿Y el pueblo protagonista de la Revolución Francesa, fué golpista contra la real divinidad de Luis XVI?. ¿Acaso letones, lituanos y estonios fueron golpistas cuando promovieron y consiguieron la independencia, contra la constitución soviética?.  Solo los inmovilistas son capaces de pretender detener el curso de la historia. Solo los populistas populacheros son capaces de defender que la fuerza de las armas no provocan conflicto ni violenta las libertades de los ciudadanos. El señor Rivera no debería ser cómplice de actitudes inequívocamente golpistas como las manifestadas por el militar en cuestión. Por otro lado, la actitud de la formación política Ciutadans no puede ser calificada más que de propiciatoria del enfrentamiento entre sectores de catalano-hablantes y castellano-hablantes. Esta es la razón del nacimiento y existencia de esta formación españolista. Los tanques y cañones que enturbian la convivencia en Catalunya y atenta las libertades ciudadanas son la agresividad, manipulaciones y mentiras con las que nutren su mensaje político. Es esto lo que puede provocar el conflicto que rompa la cohesión de la sociedad catalana. El populismo que practican desde Ciutadans solo se ve superado por su exacerbado nacional-españolismo. Deberían moderarse, ser más humildes, reconocer la realidad catalana y abandonar las peroratas lerrouxistas.


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