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dissabte, 11 de gener del 2014

"QUIEBRA SOCIAL Y HUMANA EN LA SOCIEDAD CATALANA".

Jorge Fernández Díaz, actual Ministro del Interior del Gobierno de España, es natural de Valladolid y vecino de Barcelona. Hombre profundamente religioso, simpatizante del Opus Dei, de misa diaria y adicto al rezo del Santo Rosario no es, pero, una persona precisamente prudente ni piadosa en sus juicios. En calidad de homo politicus es capaz de dar pábulo a informes falsos fabricados en su propio ministerio sin hacerse responsable de las porquerías que supuestos funcionarios bajo sus órdenes vierten sobre algunos ciudadanos por el mero hecho de ser adversarios políticos o abrazar principios distintos a los sostenidos por el nacional-catolicismo españolista que tan fervientemente practica. No le tiembla el pulso ni se le quiebra la voz cuando amenaza en sede parlamentaria a diputados de otros grupos con la aparición -filtración- de información supuestamente incriminatoria contra ellos o sus partidos, como si del mismísimo Cristóbal Montoro se tratara. No duda en avivar el odio contra los abertzales vascos y dar cobertura política a los que desean sustituir la ecuanimidad de la Justicia por un despiadado y rabioso instinto vengativo....

Recientemente se ha permitido opinar -una vez más- sobre el proceso soberanista suscitado en Catalunya. Lo ha hecho de forma descarnada, rebosante de mala leche y por supuesto, mintiendo y falseando con total impunidad sobre la realidad social catalana. Como es habitual  entre muchos seguidores del Partido Popular, utiliza los argumentos del miedo y se sirve de vulgares amenazas y patrañas en defensa de la sagrada unidad de la patria. Acusar a Artur Mas en particular y a los independentistas en general de "fracturar la sociedad y contaminar la convivencia" a causa del proceso soberanista, es una enorme falacia. Afirmar que ha comprobado que "existen familias o amigos que esta Navidad han optado por no reunirse" por culpa del independentismo, es una burda mentira. Decir que se está produciendo una "quiebra social y humana en la sociedad catalana" es una auténtico y peligroso desvarío. El señor ministro, desde que vive y trabaja en Madrid, ha perdido perspectiva y capacidad de discernimiento sobre la realidad  del país que le acogió siendo niño. Aprovecha todas las oportunidades que tiene y puede para alentar el enfrentamiento entre favorables y contrarios a la independencia. Su misión fundamental en la vida consiste ahora en avivar -desear- la confrontación entre Catalunya y España y meter miedo a los catalanes, así como desinformar y manipular a sus compatriotas españoles, como si de un pizpireto seguidor de Albert Rivera se tratara... Pero niega reiteradamente el derecho de los catalanes a decidir democráticamente sobre el futuro político de nuestra nación. Lo único que está consiguiendo con tamaña estupidez es ponerse en evidencia ante toda la opinión pública y mostrar la mezquindad que sustenta su más bien escasa ética política. Por supuesto, no creo que estos disparates le ayuden precisamente a ganarse el paraíso de los justos. Es un obstinado transgresor, manipulador e imposibilitado para respetar a los adversarios y mucho menos empatizar con sus anhelos, por más virtuosos y positivos que estos pudieran ser. Es un cínico contumaz. Un significado y fiel representante de la maltrecha marca España (del señor Rajoy y del PP; de Bárcenas-Gürtel, Caja Madrid-Blesa, BANKIA, Nóos o Sacyr). Es un redomado hipócrita. En última instancia -primera para él- es un fenomenal pecador, carente de piedad y misericordia hacia el prójimo e incapaz de ver la viga en su propio ojo.... ¡Que Dios le perdone!.

"Acabo de vivir situaciones muy tristes que nunca llegué a pensar que viviría en Catalunya", dice Jorge Fernández-Díaz. Yo también. Y el resto de catalanes. Y los españoles. Pero lo que vemos y vivimos los ciudadanos normales son situaciones distintas, pero reales, a las que se inventa Jorge Fernández. Son pobreza, vulnerabilidad, injusticias, incluso hambre y miseria. Decenas de miles de familias arruinadas y sin hogar, desahuciadas por los bancos y alimentadas gracias a la beneficencia ciudadana. Enfermos que no reciben la asistencia sanitaria en tiempo y forma adecuados, a causa de los recortes sanitarios impulsados por el Gobierno de España. Pensionistas que no pueden pagar las medicinas -el maldito copago de los jubilados- que aliviarían sus dolencias, porque tienen que alimentar ¡nuevamente! a sus hijos (parados sin prestaciones) y nietos, con las escasas pensiones que perciben; y que además han sido ruinmente congeladas por el señor Rajoy. Trabajadores sin derechos laborales, con contratos precarios y salarios devaluados día a día, temerosos de perder el empleo por culpa de la draconiana Reforma Laboral aprobada por el PP (siempre a favor de los intereses de los empresarios). Centenares de miles de jóvenes desocupados y sin posibilidad de iniciar o proseguir estudios superiores porque no tienen derecho a becas; obligados a emigrar (déjà vu) para poder vivir -como hicieron sus abuelos durante la dictadura franquista-. Clases medias en riesgo de extinción, apabullados por la subida indiscriminada de impuestos, de la cesta de la compra y los desenfrenados incrementos de los recibos de luz y agua, aumentos que permiten acumular pingües beneficios a las empresas que prestan estos servicios básicos. Y entretanto, los bancos van amontonando beneficios en sus cuentas de resultados o socializando pérdidas con recursos financieros y avales públicos, a cargo de los impuestos pagados por todos los ciudadanos; y continúan acaparando viviendas vacías que se deterioran inexorablemente por desuso.... Estas son las situaciones que dividen y fracturan a la sociedad catalana. Y a la española. Son las políticas antisociales implementadas por el Partido Popular las que están contaminando y destruyendo la sociedad. Son la falta de humanidad y decencia de las entidades financieras sólidamente amparadas por el Gobierno español las que impiden a las familias reunirse en lo que fueron sus hogares, para celebrar las fiestas navideñas entorno una mesa dignamente surtida. Es esta inmoralidad la que no permite festejar los aniversarios, bautizos y primeras comuniones, ni desarrollar una mínima vida familiar normal. Son los recortes en sanidad, educación y dependencia los que rompen la cohesión social y propician la confrontación y la miseria. Es el cabreo y la impaciencia de millones de ciudadanos a los que no se nos permite votar para decidir sobre el futuro de nuestra nación....¡ya que la Constitución no lo permite!. Estas son las responsabilidades de Jorge Fernández-Díaz. Y de Mariano Rajoy y el resto de sus torpes ministros. Y del Partido Popular y su avasalladora mayoría absoluta. También de sus amigos y socios de la banca, de las empresas eléctricas y grandes constructoras que pululan por el palco presidencial del Bernabeu en busca de nuevos negocios y en defensa de sus particulares intereses. Todos ellos cómplices necesarios de tantas injusticias y abusos cometidos por los populares. La indignación, la ira y el hastío de familias y personas, catalanas o no, son también consecuencia de la corrupción en forma de sobres repletos de dinero sucio generosamente repartidos entre los miembros de la cúpula popular; del pago de indemnizaciones en diferido a empleados deshonestos; de honorarios profesionales sin IVA y en negro, y contabilidades y cajas B muy bien surtidas de euros de orígenes inciertos.

Antes de acusar al independentismo de dividir y confrontar a las familias, pregúntense si no será el gobierno de Madrit el auténtico culpable de los males que aquejan a la sociedad catalana (y del Estado en general). ¿No serán el Partido Popular y sus escasos principios democráticos los que causan el malestar y la ira entre la población?. ¿No será la ineptitud demostrada en la gobernanza del Estado, así como la corrupción que propician -y practican- ahora y siempre, el auténtico origen del desapego ciudadano?. Sepa el señor Fernández-Díaz y sus cofrades que la independencia de Catalunya es motivo de esperanza e ilusión para la inmensa mayoría de catalanes. Es convicción y plena confianza en un futuro mejor y más justo. Y se presenta como la única alternativa posible al desastre que esta España bajo la égida del Partido Popular, ha causado a tantos y tan buenos ciudadanos y familias, que nos hallamos expectantes ante este año recién iniciado el cual sin duda será el último de la dependencia castrante y forzosa de Catalunya respecto España. Deseamos que la independencia de Catalunya ponga punto final a esta insoportable pesadilla, que el Partido Popular no hace más que magnificar y agravar.




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