El unionismo españolista está invadiendo territorios manifiesta e irritantemente indecentes. "Yo trabajaré para intensificar los lazos que siempre han unido... las personas que viven en Catalunya y no han nacido en Catalunya con el conjunto de españoles". ¿Como cabe interpretar esta frase -literal- pronunciada por Mariano Rajoy en la entrevista emitida por Antena 3 TV, el 20 de enero en prime time?. La naturaleza de la afirmación marianista es de una vileza apabullante. Roza la xenofobia. No solo pretende que la sociedad catalana se vea confrontada -parece que pronostica el uso de la violencia- entre malos catalanes de nacimiento y buenos españoles de origen, sino que además determina que los primeros no merecen consideración ni respeto alguno, pues son desdeñados como sujetos activos y directos de su acción de gobierno (de su trabajo). Este nefasto político conocido como Mariano Rajoy Brey, ¡presidente del Gobierno de España, nada menos!, ha perdido definitivamente un mínimo sentido de decencia que tal vez en un pasado muy remoto hubiera podido poseer.
Fue él quien no hace tanto tiempo movilizó a sus compatriotas para que se manifestaran y firmaran contra Catalunya, como respuesta a la presentación ante las cámaras legislativas españolas de la reforma del Estatuto de Autonomía aprobado en el parlament por más de dos terceras partes de los diputados catalanes. Consiguió la adhesión de más de cuatro millones de españoles como justificación para denunciar la supuesta destrucción de España que en su opinión representaba el texto catalán. Propuso la celebración de ¡un referéndum, nada menos! -absolutamente ilegal, por cierto-, para que el pueblo español se pronunciara contra Catalunya. No contento con haber cultivado e impulsado el reforzamiento entre sus más fieles seguidores de la más inmoral catalanofóbia que tan largo recorrido histórico tiene entre el nacionalismo español, se dispuso a dar la última gran batalla ante su Tribunal Constitucional, al objeto de que el Estatuto fuera convenientemente enmendado -en realidad, violentado- en manos de sus magistrados afines. La caverna mediática madrileña se encargaría de señalar y realzar la presunta inconstitucionalidad de aquellas partes del texto que deberían ser convenientemente cepilladas -Alfonso Guerra dixit- o ilegalizadas, indicando la hoja de ruta a seguir por los miembros del Alto Tribunal, los cuales gustosamente darían empaque académico y una pretenciosa apariencia legal a los deseos y voluntad estrictamente política del Partido Popular, cuya doctrina había sido previamente derrotada en las respectivas sedes parlamentarias, de Catalunya y de España... Esta sonora debacle sin paliativos sufrida por los populares, fue lo que incrementó la disparatada y antidemocrática reacción -una auténtica rabieta política-, contra el texto estatutario y de paso, contra Catalunya. Dilaciones e injerencias políticas directas en el TC, tanto a cuenta del PP como también del PSOE, aunque en menor medida -justo es reconocerlo-; recusación y neutralización de miembros contrarios al dictado de los populares; vacantes por fallecimiento no cubiertas; impedimentos y triquiñuelas en la renovación de los integrantes con mandato caducado, para no alterar la correlación de fuerzas imperante -casi la mitad de miembros del tribunal ejercieron fuera de plazo-; alargamiento agónico de las deliberaciones contra el Estatuto, hasta forzar los consensos convenientes a sus intereses políticos. Estas fueron algunas de las maniobras que utilizaron los nacionalistas españoles para propiciar una sentencia favorable a sus tesis. ¿El resultado?. Una sentencia escandalosa, ignominiosa, humillante y absolutamente ilegítima, cuyo texto presuntamente inconstitucional había sido escrupulosamente respetuoso con la legalidad española vigente en la forma y el fondo y aprobado en referéndum por los catalanes. Y unas consecuencias imprevistas e indeseadas, tanto por parte de Mariano Rajoy, principal protagonista de la farsa en cuestión, como por sus intransigentes, ignorantes y trasnochados asesores -y palmeros- políticos. Aquella fue la gota que colmó la paciencia de la sociedad catalana. De ofrecer un texto de mínimos con el cual encajar una vez más Catalunya con España y visto el renovado fracaso en el intento, la mayoría de ciudadanos optaron por exigir directamente la independencia de Catalunya. Entre España y Catalunya se abrió un foso que cada día se hace más amplio y profundo. La unión entre España y Catalunya se demostró por enésima vez como imposible de alcanzar, ya que España pretende someter, imponer y diluir a los catalanes y al catalanismo de grado o por fuerza, mientras un creciente e imparable número de catalanes se resisten con uñas y dientes a la imposición y asimilación castellanas.
El señor Mariano Rajoy Brey y sus secuaces -aquellos que siguen el partido, la doctrina y la opinión del jefe- son los máximos responsables de todo lo que acontece en el presente en Catalunya y España, si bien es cierto que no son los únicos culpables. En una clara deriva autoritaria pretendieron entrometerse y reprimir los deseos de mayores cotas de autogobierno y autosuficiencia fiscal de los catalanes expresados en el reformado texto estatutario, que ellos decidieron no respetar pero si combatir con brutal ensañamiento. Este autoritarismo popular en la actualidad deviene como claramente antidemocrático. Usa y abusa de la posición de mayoría absoluta que dispone en las Cortes españolas, imponiendo a machamartillo su ideario político, económico y social, de forma avasalladora y contumaz. Y si ello no fuera suficiente, utiliza todos los resortes del Estado, incluyendo los ilegales, inmorales y bastardos, para impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación. Defiende e impone la re-centralización política y administrativa del Estado para reprimir y diluir las molestas comunidades autónomas y aniquilar su autonomía política y financiera, por muy precarias que estas sean; aprueba una reforma laboral contra los trabajadores y a favor de los patronos; impulsa la devaluación salarial, excepto para los poderosos; precariza la contratación laboral con graves perjuicios económicos y sociales para los contratados; impulsa el vaciado de competencias sindicales en materia de negociación colectiva y propicia el desmantelamiento de los sindicatos; dedica ingentes cantidades de fondos públicos desviados desde las políticas sociales, como son prestaciones a desocupados, enseñanza, sanidad, dependencia y pensiones, hacia las entidades bancarias que se hallan con problemas económicos a causa de la temeridad y mala gestión que practicaron en tiempos de la alegre burbuja financiera e inmobiliaria; renueva e intensifica el acoso mediático, económico, judicial y político sobre la lengua catalana y los símbolos identitarios o reivindicativos en el País Valenciano, Baleares y la Franja aragonesa; censura o asola los medios de comunicación de expresión no castellana en el dominio lingüístico catalán para propiciar su desaparición y la consecuente prevalencia castellana; promueve la LOMCE de Wert -más propia del anticuado franquismo que del siglo XXI-, así como la nueva ley de seguridad ciudadana -también de inspiración nítidamente franquista- con la pretensión de entorpecer el derecho de manifestación, y la proposición de ley del aborto cuyas fuentes nos retrotraen, ¡una vez más!, directamente al nacional-catolicismo imperante durante la dictadura de Franco. Todo ello rematado con una contundente y reiterada negativa a los catalanes sobre cualquier iniciativa o propuesta proveniente de Catalunya, porque la mayoría de ciudadanos nos declaramos hartos ya de esta España, una, grande, libre y cutre que aparece como añorada reminiscencia de un pasado muy presente entre las filas del Partido Popular. Y particularmente en el actual Gobierno de España.
Rajoy dice que tiene un plan contra la independencia de Catalunya. A la vista del proceder popular hasta la fecha, puede suponerse en qué consistirá y por tanto el fracaso estrepitoso que cosechará. Además, los catalanes tenemos nuestro propio plan a favor de Catalunya. Y sin duda, triunfará. Rajoy dice que mientras sea presidente "no habrá independencia". Y efectivamente, la dependencia a la voluntad, exigencias e intereses ajenos a España no cesa de aumentar. En un claro desliz antidemócratico también afirma que el referéndum "no se celebrará jamás". A pesar del clamor que el 80% de ciudadanos catalanes manifestamos a favor de ser consultados. "Yo no llamaré a Artur Mas para hablar", pero apuesta por el diálogo...¿Como se habla con quien no quiere?. ¿Propone un diálogo de besugos, tal vez?. "Mi plan para Catalunya es la ley y la Constitución"... Es decir, la misma cantinela de siempre. Por todo esto, su plan fracasará. Como ha fracasado él mismo y su partido en Catalunya. Como está fracasando su Constitución y las instituciones españolas, ambas manoseadas impúdicamente por los populares. Todo este desastre es consecuencia directa de los ímprobos y desinteresados esfuerzos y dedicación de Mariano Rajoy Brey y los suyos.
Sus políticas no transmiten confianza ni seguridad. El futuro que se vislumbra en el horizonte es incierto y descorazonador. Las medidas implementadas por el actual gobierno nacional-católico de España son garantía de que nada halagüeño sucederá en el tormentoso porvenir que se avecina. Cada día que pasa los españoles son más pobres, menos libres y están más cabreados. Mientras, la independencia ofrece a los catalanes esperanza e ilusión. Catalunya si tiene un plan. La plena soberanía de nuestra nación sí es garantía de prosperidad, justicia, libertad y auténtica democracia. Sabemos que nada será fácil, que el trabajo a desarrollar por la sociedad para superar la crisis económica, social y política se adivina como agotador, casi abrumador. Máxime cuando esperamos la rabiosa hostilidad que el Estado Español en manos de españolistas ultramontanos dispensará al futuro Estado soberano catalán. Pero venceremos. Confiamos en nuestras propias fuerzas, recursos y capacidades. No tenemos dudas y sí mucho coraje. Y al final, nuestros anhelos se verán colmados. La independencia de Catalunya nos hará por fin realmente libres. Y mucho más felices.
Fue él quien no hace tanto tiempo movilizó a sus compatriotas para que se manifestaran y firmaran contra Catalunya, como respuesta a la presentación ante las cámaras legislativas españolas de la reforma del Estatuto de Autonomía aprobado en el parlament por más de dos terceras partes de los diputados catalanes. Consiguió la adhesión de más de cuatro millones de españoles como justificación para denunciar la supuesta destrucción de España que en su opinión representaba el texto catalán. Propuso la celebración de ¡un referéndum, nada menos! -absolutamente ilegal, por cierto-, para que el pueblo español se pronunciara contra Catalunya. No contento con haber cultivado e impulsado el reforzamiento entre sus más fieles seguidores de la más inmoral catalanofóbia que tan largo recorrido histórico tiene entre el nacionalismo español, se dispuso a dar la última gran batalla ante su Tribunal Constitucional, al objeto de que el Estatuto fuera convenientemente enmendado -en realidad, violentado- en manos de sus magistrados afines. La caverna mediática madrileña se encargaría de señalar y realzar la presunta inconstitucionalidad de aquellas partes del texto que deberían ser convenientemente cepilladas -Alfonso Guerra dixit- o ilegalizadas, indicando la hoja de ruta a seguir por los miembros del Alto Tribunal, los cuales gustosamente darían empaque académico y una pretenciosa apariencia legal a los deseos y voluntad estrictamente política del Partido Popular, cuya doctrina había sido previamente derrotada en las respectivas sedes parlamentarias, de Catalunya y de España... Esta sonora debacle sin paliativos sufrida por los populares, fue lo que incrementó la disparatada y antidemocrática reacción -una auténtica rabieta política-, contra el texto estatutario y de paso, contra Catalunya. Dilaciones e injerencias políticas directas en el TC, tanto a cuenta del PP como también del PSOE, aunque en menor medida -justo es reconocerlo-; recusación y neutralización de miembros contrarios al dictado de los populares; vacantes por fallecimiento no cubiertas; impedimentos y triquiñuelas en la renovación de los integrantes con mandato caducado, para no alterar la correlación de fuerzas imperante -casi la mitad de miembros del tribunal ejercieron fuera de plazo-; alargamiento agónico de las deliberaciones contra el Estatuto, hasta forzar los consensos convenientes a sus intereses políticos. Estas fueron algunas de las maniobras que utilizaron los nacionalistas españoles para propiciar una sentencia favorable a sus tesis. ¿El resultado?. Una sentencia escandalosa, ignominiosa, humillante y absolutamente ilegítima, cuyo texto presuntamente inconstitucional había sido escrupulosamente respetuoso con la legalidad española vigente en la forma y el fondo y aprobado en referéndum por los catalanes. Y unas consecuencias imprevistas e indeseadas, tanto por parte de Mariano Rajoy, principal protagonista de la farsa en cuestión, como por sus intransigentes, ignorantes y trasnochados asesores -y palmeros- políticos. Aquella fue la gota que colmó la paciencia de la sociedad catalana. De ofrecer un texto de mínimos con el cual encajar una vez más Catalunya con España y visto el renovado fracaso en el intento, la mayoría de ciudadanos optaron por exigir directamente la independencia de Catalunya. Entre España y Catalunya se abrió un foso que cada día se hace más amplio y profundo. La unión entre España y Catalunya se demostró por enésima vez como imposible de alcanzar, ya que España pretende someter, imponer y diluir a los catalanes y al catalanismo de grado o por fuerza, mientras un creciente e imparable número de catalanes se resisten con uñas y dientes a la imposición y asimilación castellanas.
El señor Mariano Rajoy Brey y sus secuaces -aquellos que siguen el partido, la doctrina y la opinión del jefe- son los máximos responsables de todo lo que acontece en el presente en Catalunya y España, si bien es cierto que no son los únicos culpables. En una clara deriva autoritaria pretendieron entrometerse y reprimir los deseos de mayores cotas de autogobierno y autosuficiencia fiscal de los catalanes expresados en el reformado texto estatutario, que ellos decidieron no respetar pero si combatir con brutal ensañamiento. Este autoritarismo popular en la actualidad deviene como claramente antidemocrático. Usa y abusa de la posición de mayoría absoluta que dispone en las Cortes españolas, imponiendo a machamartillo su ideario político, económico y social, de forma avasalladora y contumaz. Y si ello no fuera suficiente, utiliza todos los resortes del Estado, incluyendo los ilegales, inmorales y bastardos, para impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación. Defiende e impone la re-centralización política y administrativa del Estado para reprimir y diluir las molestas comunidades autónomas y aniquilar su autonomía política y financiera, por muy precarias que estas sean; aprueba una reforma laboral contra los trabajadores y a favor de los patronos; impulsa la devaluación salarial, excepto para los poderosos; precariza la contratación laboral con graves perjuicios económicos y sociales para los contratados; impulsa el vaciado de competencias sindicales en materia de negociación colectiva y propicia el desmantelamiento de los sindicatos; dedica ingentes cantidades de fondos públicos desviados desde las políticas sociales, como son prestaciones a desocupados, enseñanza, sanidad, dependencia y pensiones, hacia las entidades bancarias que se hallan con problemas económicos a causa de la temeridad y mala gestión que practicaron en tiempos de la alegre burbuja financiera e inmobiliaria; renueva e intensifica el acoso mediático, económico, judicial y político sobre la lengua catalana y los símbolos identitarios o reivindicativos en el País Valenciano, Baleares y la Franja aragonesa; censura o asola los medios de comunicación de expresión no castellana en el dominio lingüístico catalán para propiciar su desaparición y la consecuente prevalencia castellana; promueve la LOMCE de Wert -más propia del anticuado franquismo que del siglo XXI-, así como la nueva ley de seguridad ciudadana -también de inspiración nítidamente franquista- con la pretensión de entorpecer el derecho de manifestación, y la proposición de ley del aborto cuyas fuentes nos retrotraen, ¡una vez más!, directamente al nacional-catolicismo imperante durante la dictadura de Franco. Todo ello rematado con una contundente y reiterada negativa a los catalanes sobre cualquier iniciativa o propuesta proveniente de Catalunya, porque la mayoría de ciudadanos nos declaramos hartos ya de esta España, una, grande, libre y cutre que aparece como añorada reminiscencia de un pasado muy presente entre las filas del Partido Popular. Y particularmente en el actual Gobierno de España.
Rajoy dice que tiene un plan contra la independencia de Catalunya. A la vista del proceder popular hasta la fecha, puede suponerse en qué consistirá y por tanto el fracaso estrepitoso que cosechará. Además, los catalanes tenemos nuestro propio plan a favor de Catalunya. Y sin duda, triunfará. Rajoy dice que mientras sea presidente "no habrá independencia". Y efectivamente, la dependencia a la voluntad, exigencias e intereses ajenos a España no cesa de aumentar. En un claro desliz antidemócratico también afirma que el referéndum "no se celebrará jamás". A pesar del clamor que el 80% de ciudadanos catalanes manifestamos a favor de ser consultados. "Yo no llamaré a Artur Mas para hablar", pero apuesta por el diálogo...¿Como se habla con quien no quiere?. ¿Propone un diálogo de besugos, tal vez?. "Mi plan para Catalunya es la ley y la Constitución"... Es decir, la misma cantinela de siempre. Por todo esto, su plan fracasará. Como ha fracasado él mismo y su partido en Catalunya. Como está fracasando su Constitución y las instituciones españolas, ambas manoseadas impúdicamente por los populares. Todo este desastre es consecuencia directa de los ímprobos y desinteresados esfuerzos y dedicación de Mariano Rajoy Brey y los suyos.
Sus políticas no transmiten confianza ni seguridad. El futuro que se vislumbra en el horizonte es incierto y descorazonador. Las medidas implementadas por el actual gobierno nacional-católico de España son garantía de que nada halagüeño sucederá en el tormentoso porvenir que se avecina. Cada día que pasa los españoles son más pobres, menos libres y están más cabreados. Mientras, la independencia ofrece a los catalanes esperanza e ilusión. Catalunya si tiene un plan. La plena soberanía de nuestra nación sí es garantía de prosperidad, justicia, libertad y auténtica democracia. Sabemos que nada será fácil, que el trabajo a desarrollar por la sociedad para superar la crisis económica, social y política se adivina como agotador, casi abrumador. Máxime cuando esperamos la rabiosa hostilidad que el Estado Español en manos de españolistas ultramontanos dispensará al futuro Estado soberano catalán. Pero venceremos. Confiamos en nuestras propias fuerzas, recursos y capacidades. No tenemos dudas y sí mucho coraje. Y al final, nuestros anhelos se verán colmados. La independencia de Catalunya nos hará por fin realmente libres. Y mucho más felices.
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