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divendres, 13 de setembre del 2013

UN CORDIAL SALUDO Y ... ¡ADEU!.

Hacer oídos sordos es una necedad. Tener daltonismo voluntario es una estupidez. Hablar mucho y no decir nada es una tontería. ¿Como es posible que los políticos españoles y los medios informativos cavernarios no oigan, ni vean, y casi enmudezcan ante el nítido e inequívoco mensaje que les llega desde Catalunya?. ¿Son acaso necios, estúpidos o tontos?.

El 11 de septiembre de 2013, un serpenteante torrente de familias catalanas manifestamos nuestra voluntad de querer ejercer el derecho de autodeterminación para tener la oportunidad de pronunciarnos sobre las relaciones políticas entre Catalunya y el resto del Mundo. Y lo hicimos con respeto, alegría e infinita ilusión. Según la Consejería de Interior del gobierno catalán, un millón seiscientas mil personas expresamos nuestros anhelos de libertad y justicia, de forma pacífica y festiva. Padres, madres, niños, niñas, abuelos y abuelas, entrelazamos nuestras manos con optimismo, como signo de unidad  y resolución ante el futuro de nuestra nación, Catalunya. Pero... ¡Ah, España!. Siempre sorda, ciega y casi muda. El gobierno de España dice que escucha a todos, incluyendo las mayorías silenciosas que se quedan en casa.... Se me ocurre preguntar: ¿Como sabe el gobierno de España lo que dicen aquellos que permanecen callados?. ¿No cabe pensar que algunos (en realidad, muchos) de los que no participaron  en la Vía Catalana pudieran ser entusiastas independentistas?. ¿Que lleva al Gobierno de España a creer que seis millones de ciudadanos catalanes apoyaron los postulados unionistas porque prefirieron quedarse en casa?. ¿Oye Madrit el grito en demanda de un referéndum de autodeterminación proferido por la mayoría activa de catalanes?. Ante todo ello, la reacción de los dirigentes españoles es sencillamente una solemne tontería. Es hablar para no decir nada. Es agarrarse a un clavo ardiente para no tener que reconocer ni aceptar la cruda y dura realidad. El gobierno español haría bien oir antes el clamor ciudadano que el torpe balbuceo de Alicia Sánchez-Camacho, auto proclamada  interprete de la verdad absoluta de "la Catalunya real que se quedó en casa". ¿Qué verosimilitud ofrece una señora capaz de conspirar con amantes despechadas para obtener réditos políticos?. ¿Que confianza merece un político que pertenece a un partido campeón en falacias y presunta corrupción?. Alguien que llega a un acuerdo económico con supuestos espías para evitar que se conozca la verdad de lo acontecido en la comisión de un supuesto delito no merece ni consideración, ni credibilidad, ni siquiera respeto de ningún tipo. "La cadena humana no es representativa de la sociedad catalana. La Catalunya real se quedó en casa".... ¡Y los elefantes color rosa vuelan grácilmente!. Alicia Sánchez se permite pedir a Artur Mas que recupere la sensatez y el sentido de la legalidad. Yo, un sencillo ciudadano que no se quedó en casa, solicito a la maravillosa Alicia que recupere un mínimo de decencia y sentido común.

No reconocer que más de un millón y medio de personas han configurado un espectáculo cargado de civismo y esperanza, es absurdo. Que el Ministerio del Interior diga que debe dividirse por cuatro el número de asistentes porque para cubrir los 400 km. que separan Alcanar en el Sur, de El Pertús en el Norte, solo se necesitaban 400.000 participantes, según apreciaciones de la propia organización, es sufrir ceguera voluntaria. Es decir, una auténtica estupidez. Solo en la ciudad de Barcelona, la guardia urbana cifró los asistentes en más de medio millón. La Vía Catalana no estaba formada por un único espagueti interminable. Según puede apreciarse en las imagenes de TV y prensa, miles de personas acompañaban a dos, tres, cuatro o más filas a lo largo del recorrido. Al paso por el interior de las poblaciones, los espaguetis se tornaban una abigarrada multitud, que en Barcelona alcanzó varios centenares de miles de ciudadanos. Así pues, ¿es razonable negar la evidencia?. Hacerlo es pueril, impropio y ridículo. Algo que está resultando habitual cuando nos referimos a Jorge Fernandez Diaz, ministro del Interior de España. A los escándalos acumulados hasta la fecha (informe fantasma de la UDEF sobre Mas; exceso de celo en la protección -partidista- de los intereses de Alicia Sánchez en el caso Método 3), cabe añadir la prohibición por motivos de seguridad de la prolongación de la Vía en la provincia de Castellón, hasta Vinaroz. Afortunadamente, este arbitrario proceder de la Subdelegación del Gobierno fué rápidamente subsanado por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. No obstante, la policía y la Guardia Civil no pudieron contenerse y procedieron a la detención de dos manifestantes por un delito de desobediencia a los agentes de la autoridad. Claro que solo se trataba de Maiol Sanaüja, director del Cercle d'Estudis Soberanistas y del notario Alfons López Tena, ex-parlamentario catalán y ex-vocal del Consejo General del Poder Judicial. Tal vez por este exceso de dedicación policial en el País Valenciano, el ministro olvidó sus responsabilidades en Madrid y falto de efectivos, no procedió a asignar vigilancia ante la delegación de la Generalitat en la capital de España (por lo menos en tan señalada fecha). ¿El resultado de tal negligencia?. El previsible. Un grupo de veinte fascistas a cara descubierta (excepto el presunto cabecilla) invadió la sede catalana, al grito de "viva España" y "no nos engañan, Catalunya es España", mientras se celebraba el acto institucional de la Diada. ¿Consecuencias del ataque falangista?. Atemorizar a los sesenta asistentes entre empujones, insultos, violencia y lanzamiento de gases que provocaron tres heridos leves, intoxicaciones por inhalación de gases y destrozos en la delegación de Catalunya. ¿Nimiedades?. No. El fascismo, especialmente en Madrid y entre las juventudes del PP va in crescendo. Además, el Ministro de Interior sufre daltonismo agudo, lo que no le permite ver la realidad que le rodea tal y como es y por tanto, le impide dimitir. Aunque lo hiciera por dignidad (o hidalguía, si lo prefiere).

El nacionalismo español también utiliza el don de la palabra para no decir nada nuevo. Su discurso está confeccionado a base de mentiras, insultos y amenazas. Y si el que habla es militar, retirado o no, lo reviste de una solemne cantidad de patriotismo y belicosidad que encoge el estomago al más valiente entre mil. En un reciente debate sostenido en la cadena de TV más integrista que existe en la Europa de nuestros días (13 TV), que casualmente es propiedad de la Conferencia Episcopal Española, un venerable general del ejercito español, sumamente indignado con lo acontecido en Catalunya este 11 de septiembre, espetó desafiante y lleno de ira a un invitado soberanista: "¿Serán capaces de luchar como han hecho todos los pueblos que han obtenido la independencia?. Todos lo han conseguido a través de unas luchas sangrientas. ¿Ustedes están dispuestos a luchas sangrientas?". La respuesta, bajo el punto de vista soberanista en obvia: Catalunya será indefectiblemente independiente mediante el ejercicio de la democracia, en paz y libertad. Es cierto que España puede utilizar la violencia para impedirlo pero si así lo hiciere estaría legitimando el uso de la fuerza por parte de la comunidad internacional en defensa de los pacíficos y esperanzados ciudadanos de Catalunya. Y lo que resultaría más grave: España retrocedería hasta los años treinta del siglo pasado, tanto en ámbito político, como económico y social. La pregunta que deberían formularse aquellos que quieren parar la soberanía a base de bombas y tanques es: ¿Están dispuestos a contraponer democracia a una supuesta unidad indisoluble del estado, porque lo dice la constitución?. ¿Están dispuestos a ser considerados en el club de los países represores, violentos y tiránicos?. ¿Están dispuestos a volver a los míseros y tétricos años de la dictadura franquista?.

En Catalunya creemos firmemente en los principios democráticos, sin ambigüedades. Seremos una nación libre y soberana de forma pacífica. Nuestra independencia no va contra los españoles, sino a favor de los catalanes. ¿Cree España en la democracia?. ¿Es una nación pacifica?. Por mi parte creo que la dependencia de Catalunya a España si va contra los catalanes. La historia pasada así lo confirma. Y la realidad del renacido y fortalecido nacionalismo español lo rubrica plenamente. Por tanto, un cordial saludo a España y.... ¡Adeu!.

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