Se acaba de producir el enésimo intento socialista de cambiarlo todo para que nada cambie. En la bella ciudad de Granada, que contempló como un compungido Boabdil lloraba desconsoladamente la derrota infligida por los Reyes Católicos -llora como mujer lo que no has sabido defender como un hombre-, el PSC acaba de rubricar con el PSOE una nueva versión (horrorosa) de Los cuentos de La Alhambra (Washington Irving) absolutamente descorazonadora. Consagra a Catalunya no como nación, sino como nacionalidad expuesta al estrafalario concepto de solidaridad española -es decir, eternamente expoliada-, sometida al Consejo de Política Fiscal y Financiera y a la LOFCA por siempre jamás, con un escaso reconocimiento de la ordinalidad del sistema de financiación autonómico -según los partidistas criterios del TC- y condicionada a una menesterosa bilateralidad en la negociación y relación política con el Estado, supeditadas al marco multilateral español. ¿Como se conseguirá alcanzar estos aparentes cambios, calificados exageradamente como históricos por Pere Navarro?. Sencillamente, con las reformas del Senado y la Constitución del Reino de España.... Y después, ¡todos contentos!.
La entusiasta reacción del primer secretario de los socialistas catalanes no se corresponde con las impresiones del resto de formaciones catalanas. Incluso entre destacados miembros del mismísimo PSC abundan las reprobaciones y juicios negativos ante la firma del acuerdo. Especialmente acentuados en el sector más catalanista del partido. Por ejemplo, Montserrat Tura ha dicho: "No reconozco la política valiente que se anticipaba a los tiempos. El texto podría corresponder a quince años atrás". También ha opinado Joaquim Nadal: "Me gustaría ver progresar la convivencia plurinacional pero lamento decir que la sentencia del TC sobre el Estatut no puede ser ninguna referencia". Más contundente se ha mostrado Jordi Martí, líder del PSC en Barcelona: "El documento es una versión actualizada del café para todos, añadiéndole líquido (aguado) a todas las tazas". Desde el sector españolista, Maurici Lucena, portavoz del PSC, peca por exceso -¿o tal vez se sirve de la ironía?- al afirmar que el acuerdo de Granada "dará a Catalunya casi tanto autogobierno como la independencia". Así pues, mientras Pere Navarro asegura que Catalunya ya tiene bastante y debe conformarse con el reconocimiento de una supuesta "ordinalidad" -absolutamente vacua- y que puede sentirse cómoda con la incierta reforma constitucional anunciada a bombo y platillo en un futuro más incierto si cabe, algunos de sus propios correligionarios muestran gran escepticismo e incluso, abierta y despiadada crítica.
Si las consecuencias para algunos socialistas -catalanistas- puede calificarse cuanto menos de profundamente decepcionantes, imagínese el rechazo cosechado entre los adversarios políticos. Ernest Maragall, consejero de educación de la Generalitat bajo gobierno socialista, ex-militante del PSC y actual líder de Nova Esquerra Catalana, opina que no es otra cosa que "un pacto de rendición". Opinión compartida por el convergente Jordi Turull: "El PSC sigue arrodillado ante el PSOE". El eco-socialista Joan Herrera afirma que no se trata de una propuesta federal: "Incluso los federalistas saben que la propuesta del PSOE no es federalista". Más contundentes han sido las reacciones de Artur Mas y Oriol Junqueras. El líder de ERC ha sido el más claro y mordaz: "Navarro: La declaración de Granada del 6 de julio pasará a la historia. Ciertamente. De hecho... ya es historia". Por su parte, el presidente de la Generalitat celebra que se quiera hablar y negociar, pero se muestra escéptico y advierte: "No debemos dejarnos engañar por determinados cantos de sirena, porque a la hora de la verdad la política española es la que es, y la mentalidad de los partidos españoles durante muchos años han demostrado que es la que es. En absoluto se puede caer en la trampa de pensar que nos abrirán las puertas fácilmente".
En definitiva, más allá de la artificial y forzada alegría exhibida por Pere Navarro, la realidad del acuerdo de Granada ha resultado un auténtico fiasco. No trataba de encontrar respuestas al conflicto político desatado entre Catalunya y España. Solo pretendía cumplir con la vieja paradoja expuesta en El gatopardo por Guiseppe Di Lampedussa: Si queremos que todo siga igual como está, es necesario que todo cambie. Por ejemplo, la Constitución española.... Lo que resulta imposible, según declaraciones efectuadas por la secretaria general del Partido Popular, Mª Dolores de Cospedal, la cual se ha manifestado con rotundidad contra tal reforma. Su partido defiende el modelo constitucional de las autonomías plasmado en la Constitución de 1978, orientándolo ahora más hacia la recentralización absoluta de todo el Estado. Justo lo contrario de aquello que tímidamente pretende hacer el PSOE. En opinión de los populares, la reforma federal de la Constitución es inaceptable, pues se propone para "resolver un problema interno socialista, que ha cedido a las presiones del PSC". Así pues, de federalismo light o café para todos corregido y aumentado, nada de nada. Además, los conservadores tienen otro tipo de preocupaciones. Los devastadores papeles de Bárcenas, por ejemplo. Y el Partido Popular es imprescindible para alcanzar los 2/3 de votos necesarios en el parlamento español para afrontar cualquier cambio constitucional con posibilidades de éxito. Improbable. Imposible. Inalcanzable.... A menos que el PSOE obtenga una rotunda victoria en unas elecciones generales -2/3 de escaños- y afronte en solitario la utópica y roñosa reforma constitucional que propone.... Lo que continua siendo altamente improbable, imposible e inalcanzable.
Boabdil lloró como una mujer por no haber defendido su amada Granada como un hombre. Navarro se muestra sarcásticamente exultante por el acuerdo firmado a la sombra de La Alhambra con su primo de zumosol particular. El primo de zumosol, es decir el PSOE, cree erróneamente que sus cantos de sirena tenuemente federalizantes seducirán y contendrán a los muchos catalanes que hemos optado al fin por la libertad e independencia de nuestra nación. Y muchos votantes socialistas lloran amargamente la nueva renuncia pactada por Pere Navarro y compañía. Los intereses de los ciudadanos de izquierda catalanes han quedado, una vez más, al albur de los intereses del jacobinismo hispano. Los catalanistas socialistas están más desamparados que Oliver Twist. ¿Hasta cuando las lágrimas vertidas por el socialismo autóctono seguirán distorsionando la percepción de la realidad de Catalunya?. ¿Acaso deberán reconocer y asumir por fin, que el PSC no es más que una sumisa delegación -sucursal- catalana del PSOE?. ¿O por el contrario, defenderán a sus compatriotas catalanes contra y frente el oportunismo de los socialistas españoles?. Deberían olvidar los malhadados tics propios de siervos más que de hombres libres, adquiridos en el último cuarto del siglo pasado. Y renegar ya de las incontables renuncias acumuladas a lo largo de la historia común forjada junto el PSOE. ¡Afirmen de una vez su catalanismo sin condiciones ni restricciones de ningún tipo!. ¡Estamos en la segunda década del siglo XXI!. Los tiempos de trileros, aquellos que propugnan cambios inocuos para que todo continúe igual, ya han pasado. ¿O no se han enterado?.
La mayoría de ciudadanos catalanes estamos en condiciones de exigir a determinados políticos que dejen de marear la perdiz de una puñetera vez y de hacer el ridículo más espantoso. Especialmente el que hacen los socialistas. Permitan que las amargas lágrimas de Boabdil y la cínica ideología lampedusiana, descansen apaciblemente en el nostálgico baúl de los recuerdos. Guarden la declaración de Granada de 2013 en el mismo archivo que la declaración de Santillana de 2003. Y sobretodo, no hagan una vez más el ridículo el próximo 2023 -¡maldita cadencia de diez años!- con una nueva propuesta de pacto federal socialista, como si la renovada glosa de los Cuentos de La Alhambra se tratara.... Para entonces, Catalunya hará años que habrá alcanzado la plena soberanía. Ya seremos independientes. Con o sin permiso de la federación catalana del PSOE.
La entusiasta reacción del primer secretario de los socialistas catalanes no se corresponde con las impresiones del resto de formaciones catalanas. Incluso entre destacados miembros del mismísimo PSC abundan las reprobaciones y juicios negativos ante la firma del acuerdo. Especialmente acentuados en el sector más catalanista del partido. Por ejemplo, Montserrat Tura ha dicho: "No reconozco la política valiente que se anticipaba a los tiempos. El texto podría corresponder a quince años atrás". También ha opinado Joaquim Nadal: "Me gustaría ver progresar la convivencia plurinacional pero lamento decir que la sentencia del TC sobre el Estatut no puede ser ninguna referencia". Más contundente se ha mostrado Jordi Martí, líder del PSC en Barcelona: "El documento es una versión actualizada del café para todos, añadiéndole líquido (aguado) a todas las tazas". Desde el sector españolista, Maurici Lucena, portavoz del PSC, peca por exceso -¿o tal vez se sirve de la ironía?- al afirmar que el acuerdo de Granada "dará a Catalunya casi tanto autogobierno como la independencia". Así pues, mientras Pere Navarro asegura que Catalunya ya tiene bastante y debe conformarse con el reconocimiento de una supuesta "ordinalidad" -absolutamente vacua- y que puede sentirse cómoda con la incierta reforma constitucional anunciada a bombo y platillo en un futuro más incierto si cabe, algunos de sus propios correligionarios muestran gran escepticismo e incluso, abierta y despiadada crítica.
Si las consecuencias para algunos socialistas -catalanistas- puede calificarse cuanto menos de profundamente decepcionantes, imagínese el rechazo cosechado entre los adversarios políticos. Ernest Maragall, consejero de educación de la Generalitat bajo gobierno socialista, ex-militante del PSC y actual líder de Nova Esquerra Catalana, opina que no es otra cosa que "un pacto de rendición". Opinión compartida por el convergente Jordi Turull: "El PSC sigue arrodillado ante el PSOE". El eco-socialista Joan Herrera afirma que no se trata de una propuesta federal: "Incluso los federalistas saben que la propuesta del PSOE no es federalista". Más contundentes han sido las reacciones de Artur Mas y Oriol Junqueras. El líder de ERC ha sido el más claro y mordaz: "Navarro: La declaración de Granada del 6 de julio pasará a la historia. Ciertamente. De hecho... ya es historia". Por su parte, el presidente de la Generalitat celebra que se quiera hablar y negociar, pero se muestra escéptico y advierte: "No debemos dejarnos engañar por determinados cantos de sirena, porque a la hora de la verdad la política española es la que es, y la mentalidad de los partidos españoles durante muchos años han demostrado que es la que es. En absoluto se puede caer en la trampa de pensar que nos abrirán las puertas fácilmente".
En definitiva, más allá de la artificial y forzada alegría exhibida por Pere Navarro, la realidad del acuerdo de Granada ha resultado un auténtico fiasco. No trataba de encontrar respuestas al conflicto político desatado entre Catalunya y España. Solo pretendía cumplir con la vieja paradoja expuesta en El gatopardo por Guiseppe Di Lampedussa: Si queremos que todo siga igual como está, es necesario que todo cambie. Por ejemplo, la Constitución española.... Lo que resulta imposible, según declaraciones efectuadas por la secretaria general del Partido Popular, Mª Dolores de Cospedal, la cual se ha manifestado con rotundidad contra tal reforma. Su partido defiende el modelo constitucional de las autonomías plasmado en la Constitución de 1978, orientándolo ahora más hacia la recentralización absoluta de todo el Estado. Justo lo contrario de aquello que tímidamente pretende hacer el PSOE. En opinión de los populares, la reforma federal de la Constitución es inaceptable, pues se propone para "resolver un problema interno socialista, que ha cedido a las presiones del PSC". Así pues, de federalismo light o café para todos corregido y aumentado, nada de nada. Además, los conservadores tienen otro tipo de preocupaciones. Los devastadores papeles de Bárcenas, por ejemplo. Y el Partido Popular es imprescindible para alcanzar los 2/3 de votos necesarios en el parlamento español para afrontar cualquier cambio constitucional con posibilidades de éxito. Improbable. Imposible. Inalcanzable.... A menos que el PSOE obtenga una rotunda victoria en unas elecciones generales -2/3 de escaños- y afronte en solitario la utópica y roñosa reforma constitucional que propone.... Lo que continua siendo altamente improbable, imposible e inalcanzable.
Boabdil lloró como una mujer por no haber defendido su amada Granada como un hombre. Navarro se muestra sarcásticamente exultante por el acuerdo firmado a la sombra de La Alhambra con su primo de zumosol particular. El primo de zumosol, es decir el PSOE, cree erróneamente que sus cantos de sirena tenuemente federalizantes seducirán y contendrán a los muchos catalanes que hemos optado al fin por la libertad e independencia de nuestra nación. Y muchos votantes socialistas lloran amargamente la nueva renuncia pactada por Pere Navarro y compañía. Los intereses de los ciudadanos de izquierda catalanes han quedado, una vez más, al albur de los intereses del jacobinismo hispano. Los catalanistas socialistas están más desamparados que Oliver Twist. ¿Hasta cuando las lágrimas vertidas por el socialismo autóctono seguirán distorsionando la percepción de la realidad de Catalunya?. ¿Acaso deberán reconocer y asumir por fin, que el PSC no es más que una sumisa delegación -sucursal- catalana del PSOE?. ¿O por el contrario, defenderán a sus compatriotas catalanes contra y frente el oportunismo de los socialistas españoles?. Deberían olvidar los malhadados tics propios de siervos más que de hombres libres, adquiridos en el último cuarto del siglo pasado. Y renegar ya de las incontables renuncias acumuladas a lo largo de la historia común forjada junto el PSOE. ¡Afirmen de una vez su catalanismo sin condiciones ni restricciones de ningún tipo!. ¡Estamos en la segunda década del siglo XXI!. Los tiempos de trileros, aquellos que propugnan cambios inocuos para que todo continúe igual, ya han pasado. ¿O no se han enterado?.
La mayoría de ciudadanos catalanes estamos en condiciones de exigir a determinados políticos que dejen de marear la perdiz de una puñetera vez y de hacer el ridículo más espantoso. Especialmente el que hacen los socialistas. Permitan que las amargas lágrimas de Boabdil y la cínica ideología lampedusiana, descansen apaciblemente en el nostálgico baúl de los recuerdos. Guarden la declaración de Granada de 2013 en el mismo archivo que la declaración de Santillana de 2003. Y sobretodo, no hagan una vez más el ridículo el próximo 2023 -¡maldita cadencia de diez años!- con una nueva propuesta de pacto federal socialista, como si la renovada glosa de los Cuentos de La Alhambra se tratara.... Para entonces, Catalunya hará años que habrá alcanzado la plena soberanía. Ya seremos independientes. Con o sin permiso de la federación catalana del PSOE.
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