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divendres, 14 de juny del 2013

EL UNIONISMO REFLEXIVO: LÓPEZ BURNIOL. (y 2)

Juan José López Burniol es notario. Hombre de escritura precisa, sólidos argumentos y firmes convicciones. Mesurado, gran comunicador y coautor del editorial conjunto del 26 de noviembre de 2009, publicado en la prensa catalana a raíz de la previsible sentencia restrictiva del TC contra el Estatuto de Catalunya. El título del mismo, La dignidad de Catalunya. Los pobres resultados obtenidos por el escrito son perfectamente conocidos. La ignominia acabó consumándose. España censuró la forma e ignoró el fondo. El corolario de esta voluntaria ignorancia española lo encontramos en los actuales desencuentros evidenciados entre España y Catalunya. El señor López Burniol es perfecto conocedor de la vida social y económica, de las inquietudes de la sociedad barcelonesa y de las clases dirigentes y empresariales catalanas en general. En sentido estrictamente clásico, nos hallamos ante un auténtico señor de Barcelona. Por tanto, sus opiniones siempre deben ser tenidas en cuenta, especialmente por aquellos que defienden el diálogo y el pacto como fundamentos de entendimiento y convivencia.

Además de las virtudes descritas, es un notable analista y tertuliano. Así mismo, colabora regularmente en La Vanguardia donde publica sus comentarios histórico-políticos con gran éxito y ponderación. El 8 del corriente mes publicó un artículo cuyo título, Reforma o ruptura, evoca las dos únicas alternativas que existen, en su opinión, sobre el drama que se está desarrollando entre Catalunya y España. Como era previsible opta por la reforma, puesto que "la opción de la ruptura no es -la mayor parte de las veces- prueba de firmeza, sino señal de debilidad". Con todo, aboga decididamente por: "1) La reivindicación -ya irreversible- del derecho a decidir. 2) La reforma del sistema de financiación autonómico. 3) La reforma de la Constitución para culminar el desarrollo federal del Estado autonómico". En su opinión, "convendría agotar todas las posibilidades de reforma dentro de la legalidad, por dos motivos de enorme importancia: 1) Para evitar la grave fractura interna que inevitablemente se producirá en Catalunya, si  se prescinde hoy de la legalidad vigente sin agotar las posibilidades de pacto, que aun existen. 2) Para cargarse de razones, si la actitud del Gobierno Central fuera de tozudez numantina, con la finalidad de iniciar la internacionalización del conflicto e incluso, justificar una eventual desobediencia civil...".

El reformista Juan José López Burniol, contra lo que algunos podrían suponer, es acérrimo partidario de la unidad entre Catalunya y España. Concretamente de la solución federal para el Estado español. Pero también es capaz de aceptar la necesidad de una consulta decisoria a celebrar en Catalunya. Sus principios plenamente democráticos están fuera de toda duda. Y sus propuestas hubieran sido perfectamente asumibles antes de 2006, cuando el Parlamento catalán aprobó el actual -y ya obsoleto- Estatuto de Catalunya, se supone que todavía vigente.

En mi opinión, la opción reformista se agotó a finales de los años 70 del siglo pasado. La transición española expuesta al resto del Mundo como ejemplo a seguir, es el origen de muchos de los males que actualmente padece la sociedad española. Legitimó el franquismo. Exculpó a los verdugos y olvidó a las víctimas que durante cuarenta largos años sufrieron represión, arbitrariedades y abusos por cuenta de la dictadura. Los franquistas consolidaron su estatus social, las prebendas obtenidas y los privilegios conquistados, fruto de su sórdida victoria sobre la República y de la larguísima y beneficiosa -para ellos- posguerra. Los vencidos y reprimidos tuvieron que tragar saliva, apretar los dientes, morderse la lengua y confiar que el paso del tiempo y la democracia permitirían obtener una mínima reparación al agravio sufrido. Vana esperanza. Levedad democrática, intolerancia constitucional, corrupción desenfrenada, precariedad laboral y recorte del estado de bienestar. Este ha sido el resultado de la reforma española. Aun así, el enésimo intento catalán para encajar en el engranaje español llevó a las fuerzas catalanistas a intentar una reforma de la reforma. Corría el año 2006 y consistió en la aprobación del nuevo estatuto de autonomía. El resultado es conocido. Un monumental fracaso. De Catalunya y de España. Un estrepitoso fiasco de la opción reformista.

La opción reformista no es más que una señal de impotencia. Es como el inútil trabajo que realiza Sísifo. Acarrea una piedra hacia arriba de la montaña, una y otra vez, sin que sirva para nada. La mayoría de catalanes, el 2006 nos plantamos en la cima y decidimos liberarnos de la pesada roca. Tomó fuerza el ideal  soberanista, plenamente corroborado con posterioridad ante las perniciosas y reiteradas actuaciones del Gobierno español de turno. Incumplimientos financieros, agresiones lingüísticas, acoso judicial, humillación constitucional, informalidad en inversiones, recentralización político-administrativa, desmantelamiento del estado de bienestar, desidia económica, etc... El gobierno español y el Partido Popular impusieron una rotunda negación ante todas las reivindicaciones que se  planteaban desde Catalunya. ¿Pacto fiscal?. No es el momento. ¿Reparto asimétrico del límite de déficit público?. No, para Catalunya (según los caciques autonómicos). ¿Inversiones en la red de cercanías Barcelona?. No hay dinero. ¿Pago de la deuda estatal acumulada con Catalunya?. Imposible por culpa de la crisis. ¿Lengua catalana vehicular en la escuela?. Salvo que un alumno -sus padres- exija el castellano  en el aula (Tribunal Supremo dixit) .... Es curioso, pero si hay fondos para Madrid 2020, AVE a Extremadura, rescate de autopistas madrileñas, recursos ilimitados para la banca, o para imponer bilingüismo solo para catalano-hablantes.

Coincido con el señor López Burniol en la necesidad de convocar un referéndum para decidir el futuro de Catalunya. Considero que, por el bien de los catalanes, debe hacerse cuanto antes. Discrepo con el señor notario en la reforma del sistema de financiación autonómico. Mejor dicho, puede ser beneficioso para España. Pero para Catalunya, la prioridad es disponer libremente de todos los impuestos generados por los ciudadanos. Sin pasar por el dominio de la hacienda española. Sin forzadas obligaciones supuestamente solidarias. Sin imposiciones, ni exigencias, ni juegos malabares del Montoro de turno o del Monago populista. Bajo el cobijo de una legislación exclusivamente catalana. En cuanto a la reforma de la Constitución hacia la utopía federalista, no se me ocurre otra respuesta que la de Don Juan Tenorio: "cuán largo me lo fiáis". A lo máximo que España llegará en lo referido a una hipotética reforma constitucional no irá más allá de la cosmética y como siempre, previsiblemente resultará una nueva frustración. Sería precisamente este enésimo chasco el que podría causar una grave fractura interna en la sociedad. De una parte, los prudentes partidarios de las reformas. De otra, los impetuosos rupturistas. Para desgracia de los españoles, la legislación vigente ha empezado a degradarse hasta tal punto, que acabará mostrándose injusta. Cuando eso ocurra, la confrontación será inevitable. Los prudentes serán sustituidos por los impetuosos. Y estallará la ruptura.

Señor Juan José López Burniol. Creo sinceramente que el tiempo de la reforma constitucional, el pacto fiscal, el federalismo y la legislación española, para los catalanes es cosa del pasado; forma parte de la historia. El futuro pasa por la independencia. Es la esperanza, pero también una necesidad. Y sinceramente manifiesto mi confianza que a no mucho tardar se sume Vd. a la opción independentista. Entre otras cosas para que pueda dar fe -notarial- de la bondad democrática y de las renovadas ilusiones que despertará la próxima Catalunya libre y soberana. Porque en Catalunya, no sobrará nadie.

                            
                          

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