Dudas. Contradicciones. Perplejidad. Estas tres características son las que definen con mayor precisión el estado de ánimo en el cual se encuentran algunas formaciones políticas, por la cambiante realidad que convulsiona la Catalunya del presente. Afecta a partidos políticos, pero también a sindicatos, a la patronal, a grupos mediáticos y otras muchas asociaciones e instituciones que aglutinan la variopinta y singular sociedad dirigente catalana. Los integrantes de las distintas facciones se muestran descolocados por el proceso soberanista puesto en marcha e incluso temerosos por no poder controlar los acontecimientos que se suceden a su alrededor a gran velocidad. Algunos se muestran indecisos, atolondrados, incluso achantados. Dudan del camino a seguir para alcanzar la meta deseada. Temen las consecuencias que pudieran resultar de las diferentes decisiones que se deben tomar. La independencia, la reforma de la Constitución, el mantenimiento de statu quo, el definitivo sometimiento de Catalunya al españolismo, la preservación de los intereses económicos (las finanzas propias), el control y sostenimiento de la influencia mediática, política, cultural, etc.... Estas dudas, estos temores se ven acrecentados por la grave crisis política, económica y social que padecen las distintas instancias que configuran el Estado Español e incluso se ven influenciadas por las vicisitudes que sufre la propia Unión Europea. La situación semeja una matrioska virtual: Catalunya, dentro del Estado y este, dentro de la UE. A cual más trastornado y aturdido.
Pero menosprecian algo que es fundamental para entender lo que está ocurriendo, porqué ocurre y lo que ocurrirá en el próximo futuro. Olvidan a los ciudadanos. Los intereses de los distintos grupos, a menudo inconfesables, desvirtúan y condicionan la percepción que tienen de la realidad y la afectación que causa esa realidad en las personas. Las distintas ideologías de los partidos políticos han sido absorbidas por un insaciable buche triturador, que transforma el interés público y lo excreta como partidista. La patronal es víctima de un exacerbado y cínico egoísmo materialista. Se hallan abducidos y deslumbrados por el dinero, la productividad, la plusvalía, la especulación y el despiadado ultraliberalismo imperante. Por su parte, los sindicatos están más preocupados en conservar su amenazado estatus institucional y su propia financiación (gravemente amenazados por los envites de la derechona más recalcitrante que domina el escenario estatal), que defender los intereses de los trabajadores y especialmente, de la legión de parados que intenta sobrevivir en este mismo escenario usurpado por de neoliberalismo conservador, que apabulla sin piedad a todo el mundo. En cuanto los gobiernos, son meros rehenes de la prima riesgo, los recortes del estado de bienestar y el pago de la deuda pública -y privada-, acumulada por los grandes grupos financieros y otros incontrolados especuladores. Se muestran como defensores -y fieles servidores- de la gran banca sistémica, por encima de las personas que ingenua y gratuitamente ofrecen sus votos a los representantes políticos, con la frustrada esperanza de ver sus intereses legítima y convenientemente defendidos ante los poderosos. Y la UE ha pasado a ser el mayor -y mejor- aliado en defensa de los intereses de poderosos lobbys económicos, que actualmente condicionan el quehacer cotidiano de todos los ciudadanos europeos.
Es bueno analizar la realidad más cercana a cada uno. En mi caso lo que acontece en Catalunya. Si nos fijamos en los partidos políticos, percibimos que los llamados unionistas carecen de argumentos verosímiles con los cuales seducir a los ciudadanos. Los conservadores evocan ahora el pacto fiscal -en realidad una simple mejora del sistema actual- como panacea contra el soberanismo, mientras los barones populares despotrican contra Catalunya y niegan la asimetría en el déficit y la bilateralidad en la negociación, especialmente si ello pudiera beneficiar a la comunidad catalana. El unionista Durán i Lleida, anticuado y siempre pusilánime, proclama la inviabilidad de la independencia (¿?), a la vez que reivindica un imposible confederalismo (¡!) como solución a las procelosas relaciones entre Catalunya y España. Entretanto, los enfebrecidos socialistas catalanes celebran entusiasmados el fantasmagórico incremento de federalistas españoles, lo cual permitirá -ahora, si- una reforma constitucional a medida de los intereses catalanes.... ¡En buena hora!. A la vez, los ecosocialistas rizan el rizo y exigen que el próximo referéndum contemple, además de la opción independentista -si o no-, otras alternativas. ¿Federalista, confederalista, autonomista, regionalista y centralista, todo en la misma pregunta tal vez?. Y los lerrouxistas -C's- se declaran obstinadamente como no nacionalistas españoles -ni catalanes, por supuesto-. Eso sí, se erigen en paladines de un anticatalán y falaz bilingüismo castellanista vehicular en la escuela -para que sea solo practicado por los catalanoparlantes- y se proclaman auténticos adalides, abanderados por la denuncia contra las malditas castas políticas, los partidos y la corrupción. Como si ellos estuvieran al margen, más allá del bien y del mal, no fueran políticos partidistas y se dedicaran al billar o a la pesca de la merluza en el Atlántico Norte... ¡Un auténtico y disparatado desiderátum!.
¿Y los ciudadanos?. ¿Y los catalanes?. ¿También aspiramos al desiderátum a base de titubeos y contradicciones?. Por supuesto que no. Los ciudadanos tenemos mucho más sentido común que las formaciones políticas, ya sean unionistas o independentistas. Tenemos las ideas más claras y certeras que la Santa Alianza mediática. Nuestros propósitos son mucho más nobles que las pretensiones de los institucionalizados agentes sindicales y patronales. Y nos sobreponemos a los miedos que atenazan a los azarosos gobernantes de la Generalitat... No nos complicamos la vida. Somos sencillos y sinceros. Desde el 11 de septiembre pasado tenemos muy claro que el camino a seguir es el que nos conduzca a la plena soberanía de Catalunya. Sabemos las dificultades, los obstáculos que ponen ahora y pondrán después delante de nosotros. Luchamos para vencer las mentiras, amenazas, chantajes y agresiones del unionismo. Denunciamos a los manipuladores, a los mentirosos, a los cobardes, a los estúpidos y a los charlatanes. Y proclamamos que nada está por encima de los principios democráticos universalmente aceptados. En definitiva, confiamos en nuestras propias fuerzas pues el futuro, es decir, la prosperidad, la justicia y la libertad bien merece la pena. Nos mostramos dispuestos a la desobediencia civil e incluso a la insurrección, caso que los gobernantes, las formaciones políticas, los grupos mediáticos, sindicatos, patronales e instituciones varias, se muestren faltos de ánimo, dubitativos, medrosos, para hacer frente al gran reto puesto en marcha por los ciudadanos de a pié. Los catalanes nos hallamos en interior de la matrioska más pequeña, en el seno de Catalunya, que a la vez está dentro de España y esta, en la grandilocuente y fracasada Europa. Sufrimos la aplastante presión de la UE y su inepto brazo armado, la Comisión Europea; también de la señora Merkel y su exacerbada austeridad suicida, instrumentalizada mediante el BCE y el Euro. Esta presión se trasmite a través de la intervenida España del sumiso Rajoy, que como es sabido difunde y reparte impúdicamente las exigencias europeas sobre las comunidades autónomas -en este caso sobre Catalunya-, hasta la asfixia. Y todos los que vivimos en ella, padecemos los consabidos recortes en sanidad, educación, pensiones, subsidios de paro, dependencia y salarios. Cada día que pasa, los recursos que antaño nutrían el estado de bienestar pasan a engrosar las cuentas de resultados de las grandes entidades financieras, ¡rescatadas o avaladas con recursos públicos!, para cubrir exclusivamente los intereses de los préstamos que ellas mismas alentaron. Lo hicieron desvergonzadamente para inflar la burbuja inmobiliaria y consecuentemente la bancaria, los beneficios, las remuneraciones incontroladas de los grandes capitostes y sus desmedidos egos. Pero ninguna muñeca rusa constreñirá nuestra libertad, ni suprimirá nuestras esperanzas: ni la gran matrioska europea, ni la española, ni la Santa Alianza. Catalunya camina inexorablemente hacia la independencia. Incluso si fuera necesario obteniendo también la plena soberanía respecto la UE. Con paso firme, sin dudas, ni contradicciones, ni perplejidad. Resueltamente y con esperanza. Llegados a este punto, los ciudadanos catalanes hemos puesto espalda contra pared. No aceptamos que esta anómala situación continúe expoliando nuestros impuestos, esquilmando la financiación del estado de bienestar o atentando contra los principios democráticos. Estamos dispuestos a lograr que los recursos que generamos sean utilizados en nuestro favor y no contra nosotros. Defendemos nuestros derechos, incluso por encima de la legalidad y la fuerza del Estado Español y de la Unión Europea. Por todo ello, exigimos el derecho a decidir nuestro futuro político, económico, social y cultural sin condiciones ni ambigüedades. En paz y libertad. Por la independencia de Catalunya.
Pero menosprecian algo que es fundamental para entender lo que está ocurriendo, porqué ocurre y lo que ocurrirá en el próximo futuro. Olvidan a los ciudadanos. Los intereses de los distintos grupos, a menudo inconfesables, desvirtúan y condicionan la percepción que tienen de la realidad y la afectación que causa esa realidad en las personas. Las distintas ideologías de los partidos políticos han sido absorbidas por un insaciable buche triturador, que transforma el interés público y lo excreta como partidista. La patronal es víctima de un exacerbado y cínico egoísmo materialista. Se hallan abducidos y deslumbrados por el dinero, la productividad, la plusvalía, la especulación y el despiadado ultraliberalismo imperante. Por su parte, los sindicatos están más preocupados en conservar su amenazado estatus institucional y su propia financiación (gravemente amenazados por los envites de la derechona más recalcitrante que domina el escenario estatal), que defender los intereses de los trabajadores y especialmente, de la legión de parados que intenta sobrevivir en este mismo escenario usurpado por de neoliberalismo conservador, que apabulla sin piedad a todo el mundo. En cuanto los gobiernos, son meros rehenes de la prima riesgo, los recortes del estado de bienestar y el pago de la deuda pública -y privada-, acumulada por los grandes grupos financieros y otros incontrolados especuladores. Se muestran como defensores -y fieles servidores- de la gran banca sistémica, por encima de las personas que ingenua y gratuitamente ofrecen sus votos a los representantes políticos, con la frustrada esperanza de ver sus intereses legítima y convenientemente defendidos ante los poderosos. Y la UE ha pasado a ser el mayor -y mejor- aliado en defensa de los intereses de poderosos lobbys económicos, que actualmente condicionan el quehacer cotidiano de todos los ciudadanos europeos.
Es bueno analizar la realidad más cercana a cada uno. En mi caso lo que acontece en Catalunya. Si nos fijamos en los partidos políticos, percibimos que los llamados unionistas carecen de argumentos verosímiles con los cuales seducir a los ciudadanos. Los conservadores evocan ahora el pacto fiscal -en realidad una simple mejora del sistema actual- como panacea contra el soberanismo, mientras los barones populares despotrican contra Catalunya y niegan la asimetría en el déficit y la bilateralidad en la negociación, especialmente si ello pudiera beneficiar a la comunidad catalana. El unionista Durán i Lleida, anticuado y siempre pusilánime, proclama la inviabilidad de la independencia (¿?), a la vez que reivindica un imposible confederalismo (¡!) como solución a las procelosas relaciones entre Catalunya y España. Entretanto, los enfebrecidos socialistas catalanes celebran entusiasmados el fantasmagórico incremento de federalistas españoles, lo cual permitirá -ahora, si- una reforma constitucional a medida de los intereses catalanes.... ¡En buena hora!. A la vez, los ecosocialistas rizan el rizo y exigen que el próximo referéndum contemple, además de la opción independentista -si o no-, otras alternativas. ¿Federalista, confederalista, autonomista, regionalista y centralista, todo en la misma pregunta tal vez?. Y los lerrouxistas -C's- se declaran obstinadamente como no nacionalistas españoles -ni catalanes, por supuesto-. Eso sí, se erigen en paladines de un anticatalán y falaz bilingüismo castellanista vehicular en la escuela -para que sea solo practicado por los catalanoparlantes- y se proclaman auténticos adalides, abanderados por la denuncia contra las malditas castas políticas, los partidos y la corrupción. Como si ellos estuvieran al margen, más allá del bien y del mal, no fueran políticos partidistas y se dedicaran al billar o a la pesca de la merluza en el Atlántico Norte... ¡Un auténtico y disparatado desiderátum!.
¿Y los ciudadanos?. ¿Y los catalanes?. ¿También aspiramos al desiderátum a base de titubeos y contradicciones?. Por supuesto que no. Los ciudadanos tenemos mucho más sentido común que las formaciones políticas, ya sean unionistas o independentistas. Tenemos las ideas más claras y certeras que la Santa Alianza mediática. Nuestros propósitos son mucho más nobles que las pretensiones de los institucionalizados agentes sindicales y patronales. Y nos sobreponemos a los miedos que atenazan a los azarosos gobernantes de la Generalitat... No nos complicamos la vida. Somos sencillos y sinceros. Desde el 11 de septiembre pasado tenemos muy claro que el camino a seguir es el que nos conduzca a la plena soberanía de Catalunya. Sabemos las dificultades, los obstáculos que ponen ahora y pondrán después delante de nosotros. Luchamos para vencer las mentiras, amenazas, chantajes y agresiones del unionismo. Denunciamos a los manipuladores, a los mentirosos, a los cobardes, a los estúpidos y a los charlatanes. Y proclamamos que nada está por encima de los principios democráticos universalmente aceptados. En definitiva, confiamos en nuestras propias fuerzas pues el futuro, es decir, la prosperidad, la justicia y la libertad bien merece la pena. Nos mostramos dispuestos a la desobediencia civil e incluso a la insurrección, caso que los gobernantes, las formaciones políticas, los grupos mediáticos, sindicatos, patronales e instituciones varias, se muestren faltos de ánimo, dubitativos, medrosos, para hacer frente al gran reto puesto en marcha por los ciudadanos de a pié. Los catalanes nos hallamos en interior de la matrioska más pequeña, en el seno de Catalunya, que a la vez está dentro de España y esta, en la grandilocuente y fracasada Europa. Sufrimos la aplastante presión de la UE y su inepto brazo armado, la Comisión Europea; también de la señora Merkel y su exacerbada austeridad suicida, instrumentalizada mediante el BCE y el Euro. Esta presión se trasmite a través de la intervenida España del sumiso Rajoy, que como es sabido difunde y reparte impúdicamente las exigencias europeas sobre las comunidades autónomas -en este caso sobre Catalunya-, hasta la asfixia. Y todos los que vivimos en ella, padecemos los consabidos recortes en sanidad, educación, pensiones, subsidios de paro, dependencia y salarios. Cada día que pasa, los recursos que antaño nutrían el estado de bienestar pasan a engrosar las cuentas de resultados de las grandes entidades financieras, ¡rescatadas o avaladas con recursos públicos!, para cubrir exclusivamente los intereses de los préstamos que ellas mismas alentaron. Lo hicieron desvergonzadamente para inflar la burbuja inmobiliaria y consecuentemente la bancaria, los beneficios, las remuneraciones incontroladas de los grandes capitostes y sus desmedidos egos. Pero ninguna muñeca rusa constreñirá nuestra libertad, ni suprimirá nuestras esperanzas: ni la gran matrioska europea, ni la española, ni la Santa Alianza. Catalunya camina inexorablemente hacia la independencia. Incluso si fuera necesario obteniendo también la plena soberanía respecto la UE. Con paso firme, sin dudas, ni contradicciones, ni perplejidad. Resueltamente y con esperanza. Llegados a este punto, los ciudadanos catalanes hemos puesto espalda contra pared. No aceptamos que esta anómala situación continúe expoliando nuestros impuestos, esquilmando la financiación del estado de bienestar o atentando contra los principios democráticos. Estamos dispuestos a lograr que los recursos que generamos sean utilizados en nuestro favor y no contra nosotros. Defendemos nuestros derechos, incluso por encima de la legalidad y la fuerza del Estado Español y de la Unión Europea. Por todo ello, exigimos el derecho a decidir nuestro futuro político, económico, social y cultural sin condiciones ni ambigüedades. En paz y libertad. Por la independencia de Catalunya.