Nuevamente resurge en el oscilante horizonte del catalanismo político el llamado pacto fiscal, el cual fué dramáticamente enterrado y seguidamente olvidado por centenares de miles de ciudadanos en la multitudinaria y festiva manifestación del pasado 11 de septiembre. Apenas han transcurrido seis meses y con un apariencia más virtual que real se yergue una vez más, titubeante, con pretensiones de iluminar y guiar por el trillado camino del (imposible) entendimiento hispano-catalán, tanto para muchos e inquietos dirigentes españoles como también para algunos desconcertados políticos catalanes. ¿Objetivo deseado por todos ellos?: reconducir el independentismo catalán hacia el manido peix al cove; conducta absolutamente caducada e incuestionablemente superada en la Catalunya de nuestros días. Al mismo tiempo, como era previsible, atronadoras voces retumban en el sur, centro y norte de la península Ibérica conminando al parlanchin Mariano Rajoy para que no conceda exorbitantes, exclusivos e inmerecidos privilegios al separatista Artur Mas. Ni un solo céntimo andaluz, ni madrileño, ni gallego, ni extremeño, ni de los viejos y nuevos castellanos, ¡de nadie!, debe ser destinado para que los catalanes reciban un trato diferenciado (en realidad, justo) a otras comunidades autónomas. ¡Faltaría más!. Se puede hablar de todo con Artur Mas, pero no debe acordarse nada con él. Es el perfecto diálogo de sordos absolutamente vacuo, de uso (y abuso) habitual en la España eterna reconcentrada en Madrid.
¡Cuanta inquina guardan para sí estos desquiciados nacionalistas españoles, incapaces de entender que Catalunya jamás ha pedido nada para sí que no fuera ya suyo!. No creo que ningún territorio del Estado español pueda exhibir en su curriculum vitae la circunstancia siguiente: todo aquello que se ha invertido en Catalunya y en beneficio de sus habitantes, ha sido sufragado íntegramente por impuestos salidos de la sangre, sudor y lágrimas generados por su propio esfuerzo. Y además, entre el 8% y el 12% de la riqueza producida año tras año por los catalanes ha ido a parar directamente a bolsillos españoles, vía solidaridad interterritorial forzosa. ¡Sin recibir nada a cambio!. ¡Ni siquiera agradecimiento!. ¡Indefinidamente!. ¡Sin más!. ¡Ni menos!.
Pero la calma deben presidir nuestras reacciones. Y también las españolas, por supuesto. De nada sirve esgrimir agravios, ni amenazar y aterrorizar gratuitamente. O vituperar al adversario. El sosiego es más necesario de nunca. Máxime cuando sobre la tripulación soberanista catalana recae la responsabilidad de hacer llegar a buen puerto (Ítaca, la deseada) el buque insignia de la flota independentista. Si fuera necesario, incluso prescindiendo del capitán y sus oficiales.... ¿En que circunstancias se podría originar tal motín?. En caso que el capitán y sus allegados decidieran cambiar el rumbo o retrasar la llegada al destino por el cual fueron contratados sus servicios. El 11 de septiembre de 2012 la marea independentista se deshizo del pesado lastre que representaba la farragosa, interminable e improductiva negociación con el Estado español; cesó la eterna y fracasada pedagogía desarrollada hasta la fecha con aquellos que no saben o no quieren escuchar; renunció al inútil e incomprendido sentido de estado ociosamente malgastado por las formaciones políticas catalanas, hartas de facilitar gobernabilidad a las autoridades españolas de turno sin que tal altruismo recibiera reconocimiento alguno. Al contrario, todo esto ha sido reiteradamente interpretado como insolidaridad, prepotencia, chantaje y egoísmo del nacionalismo catalán.... Más con renovada fuerza y esperanza, con gran ilusión y alegría, y con una inusitada nobleza de sentimientos y voluntades generosamente compartidos por todos, nos pusimos a cantar como un solo hombre al ritmo de ¡in-inde-independència!. Lo hicimos sin acritud, sin ofender banderas ajenas; sin faltar al respeto a nada y a nadie. Pero también lo hicimos con claridad y contundencia..... ¿Es esto lo que se quiere reconducir?. ¿Es este ideal que se quiere traicionar?. Si así fuera, el fracaso sería clamoroso. Y el motín estaría asegurado. En tales circunstancias, la carcasa exangüe de la Santa Alianza cargada de antidemocracia y cinismo, colgaría pesadamente de la verga mayor de la nave independentista. Y las velas continuarían henchidas por el viento, rumbo a la cercana libertad.... Por tanto, no es ocioso apelar al sosiego, a la tranquilidad. Como tampoco es baladí exigir al capitán y a los armadores de la nave prudencia y cordura. No intenten cambiar ilusión y esperanza por resignación y sometimiento. Si así lo hicieran, fracasarían.
Sosiego, tranquilidad ..... y resolución. Estas son las armas y las virtudes del soberanismo catalán. En manos de los ciudadanos está conseguir la ambiciosa meta que nos hemos propuesto. Nunca deberemos olvidar que nuestros representantes políticos están donde están porque nosotros lo permitimos con nuestros votos. Hemos aceptado que la Generalitat esté en manos de un líder y una formación política que hasta la fecha han asumido y a duras penas han cumplido con el compromiso adquirido. Con la complicidad de otros partidos y dirigentes que también lo asumieron. Pero es cierto que la presión política, la crisis económica y social y el chantaje financiero del gobierno de España, así como los inagotables disparates cometidos por la Unión Europea, son ciertamente apabullantes y exasperantes. En tales circunstancias, creo que somos los ciudadanos, una vez más, los que debemos dar un nuevo paso adelante. E incluso dar un sonoro puñetazo sobre la mesa. Con calma, apaciblemente. Pero con vigor. Solo así las formaciones políticas que han apostado decididamente a favor de la consulta para que podamos responder, más pronto que tarde, una simple pregunta a favor o en contra de la independencia de Catalunya, verán reforzada su posición y podrán cumplir su democrático compromiso.
¡Si,si!... ¡Ya sé que es muy fácil proponer avanzar en el proceso soberanista!. ¡Y muy difícil concretar como hacerlo!... De entrada, creo que es pertinente contar con el imprescindible concurso de la Assamblea Nacional Catalana (ANC) y de la Associació de Municipis per la Independència (AMI). Ambas entidades tienen una posición nítida y firme a favor de la independencia de Catalunya. Ambas están libres de servidumbres partidistas. Y las dos gozan de un gran prestigio entre la ciudadanía catalana.
Los argumentos defendidos por la ANC y AMI deben recoger y asumir nuevas aportaciones, bien particulares o bien colectivas de los ciudadanos, para que acaben siendo la guía y el motor que impulse la consecución de la plena soberanía de nuestra nación. Un primer paso ha sido la aprobación parlamentaría de la Declaración de Soberanía de Catalunya. Ahora procede acelerar la construcción de nuevas estructuras de estado. He aquí algunos ejemplos (sin duda mejorables) a sumar a otros muchos: A la policía integral catalana -los Mossos d'Esquadra- debería añadirse una Oficina de Recaudación de Impuestos. La creación debiera ser en principio de facto. Los ciudadanos, empresas e instituciones públicas y privadas, organismos municipales, comarcales y autonómicos, que apoyen y quieran la plena soberanía de Catalunya, deberiamos ingresar todos los tributos, impuestos, tasas y cotizaciones sociales que hasta la fecha recauda el Estado español, en la oficina catalana. Solo que un porcentaje significativo del total de impuestos satisfecho por los catalanes fueran recaudados y administrados por esta oficina, el mensaje hacia el gobierno español sería cristalino y contundente. Y podría desarmarse el chantaje financiero que sufren las finanzas catalanas por la injusta actuación del gobierno moroso del Estado español -recordemos que adeuda a la Generalitat más de 8000 millones de euros-. Paralelamente, con el apoyo de la acción ciudadana, podría proponerse una votación en sede parlamentaria a favor de una declaración de soberanía fiscal, que después daría cobertura legal a la agencia catalana de impuestos. También podría votarse una resolución sobre el entorpecimiento partidista de las sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo, que tanto menudean contra acuerdos o leyes adoptados libremente en Catalunya, declarando la incompetencia de ambos tribunales sobre asuntos catalanes.... Existen un sinnúmero de acciones a realizar a favor de la independencia de Catalunya inspiradas por la sociedad civil, que debidamente canalizadas a través de la ANC y la AMI ayudarían grandemente a la consecución de objetivo de liberación nacional, tan anhelado por la mayoría de ciudadanos catalanes.
Todas las aportaciones encaminadas a fortalecer y acelerar el proceso soberanista catalán requieren un compromiso firme e inquebrantable por parte de los ciudadanos. Ciertamente se trata de acciones que podrían encuadrase dentro de lo que se conoce como desobediencia civil: Insumisión fiscal y constitucional. Desacato. Declaraciones políticas. Movilizaciones. Pero, ¿existe alguna otra forma pacifica de alcanzar la independencia?. El único diálogo que cabe con el gobierno español, visto la experiencia acumulada, consiste en poner fecha al referéndum de autodeterminación. Pero recordemos, el diálogo con España siempre acaba siendo inútil y vacío. En realidad, deviene una simple cháchara. Si los catalanes queremos votar a favor -o en contra- de nuestra independencia de España, en algún momento deberemos romper la baraja española. Puesto que el juego de cartas españolas jugado contra Catalunya, está condicionado desde siempre por naipes burdamente marcados. Además, las reglas del juego suelen ser cambiadas impunemente según los intereses hispanos. En consecuencia, debemos superar esta absurda ludopatía de una vez por todas. Solo cabe proseguir nuestro camino hacia la libertad, con calma, sosiego, tranquilidad, resolución... y premura. Porque el tiempo apremia. Y tenemos prisa. Mucha prisa.
¡Cuanta inquina guardan para sí estos desquiciados nacionalistas españoles, incapaces de entender que Catalunya jamás ha pedido nada para sí que no fuera ya suyo!. No creo que ningún territorio del Estado español pueda exhibir en su curriculum vitae la circunstancia siguiente: todo aquello que se ha invertido en Catalunya y en beneficio de sus habitantes, ha sido sufragado íntegramente por impuestos salidos de la sangre, sudor y lágrimas generados por su propio esfuerzo. Y además, entre el 8% y el 12% de la riqueza producida año tras año por los catalanes ha ido a parar directamente a bolsillos españoles, vía solidaridad interterritorial forzosa. ¡Sin recibir nada a cambio!. ¡Ni siquiera agradecimiento!. ¡Indefinidamente!. ¡Sin más!. ¡Ni menos!.
Pero la calma deben presidir nuestras reacciones. Y también las españolas, por supuesto. De nada sirve esgrimir agravios, ni amenazar y aterrorizar gratuitamente. O vituperar al adversario. El sosiego es más necesario de nunca. Máxime cuando sobre la tripulación soberanista catalana recae la responsabilidad de hacer llegar a buen puerto (Ítaca, la deseada) el buque insignia de la flota independentista. Si fuera necesario, incluso prescindiendo del capitán y sus oficiales.... ¿En que circunstancias se podría originar tal motín?. En caso que el capitán y sus allegados decidieran cambiar el rumbo o retrasar la llegada al destino por el cual fueron contratados sus servicios. El 11 de septiembre de 2012 la marea independentista se deshizo del pesado lastre que representaba la farragosa, interminable e improductiva negociación con el Estado español; cesó la eterna y fracasada pedagogía desarrollada hasta la fecha con aquellos que no saben o no quieren escuchar; renunció al inútil e incomprendido sentido de estado ociosamente malgastado por las formaciones políticas catalanas, hartas de facilitar gobernabilidad a las autoridades españolas de turno sin que tal altruismo recibiera reconocimiento alguno. Al contrario, todo esto ha sido reiteradamente interpretado como insolidaridad, prepotencia, chantaje y egoísmo del nacionalismo catalán.... Más con renovada fuerza y esperanza, con gran ilusión y alegría, y con una inusitada nobleza de sentimientos y voluntades generosamente compartidos por todos, nos pusimos a cantar como un solo hombre al ritmo de ¡in-inde-independència!. Lo hicimos sin acritud, sin ofender banderas ajenas; sin faltar al respeto a nada y a nadie. Pero también lo hicimos con claridad y contundencia..... ¿Es esto lo que se quiere reconducir?. ¿Es este ideal que se quiere traicionar?. Si así fuera, el fracaso sería clamoroso. Y el motín estaría asegurado. En tales circunstancias, la carcasa exangüe de la Santa Alianza cargada de antidemocracia y cinismo, colgaría pesadamente de la verga mayor de la nave independentista. Y las velas continuarían henchidas por el viento, rumbo a la cercana libertad.... Por tanto, no es ocioso apelar al sosiego, a la tranquilidad. Como tampoco es baladí exigir al capitán y a los armadores de la nave prudencia y cordura. No intenten cambiar ilusión y esperanza por resignación y sometimiento. Si así lo hicieran, fracasarían.
Sosiego, tranquilidad ..... y resolución. Estas son las armas y las virtudes del soberanismo catalán. En manos de los ciudadanos está conseguir la ambiciosa meta que nos hemos propuesto. Nunca deberemos olvidar que nuestros representantes políticos están donde están porque nosotros lo permitimos con nuestros votos. Hemos aceptado que la Generalitat esté en manos de un líder y una formación política que hasta la fecha han asumido y a duras penas han cumplido con el compromiso adquirido. Con la complicidad de otros partidos y dirigentes que también lo asumieron. Pero es cierto que la presión política, la crisis económica y social y el chantaje financiero del gobierno de España, así como los inagotables disparates cometidos por la Unión Europea, son ciertamente apabullantes y exasperantes. En tales circunstancias, creo que somos los ciudadanos, una vez más, los que debemos dar un nuevo paso adelante. E incluso dar un sonoro puñetazo sobre la mesa. Con calma, apaciblemente. Pero con vigor. Solo así las formaciones políticas que han apostado decididamente a favor de la consulta para que podamos responder, más pronto que tarde, una simple pregunta a favor o en contra de la independencia de Catalunya, verán reforzada su posición y podrán cumplir su democrático compromiso.
¡Si,si!... ¡Ya sé que es muy fácil proponer avanzar en el proceso soberanista!. ¡Y muy difícil concretar como hacerlo!... De entrada, creo que es pertinente contar con el imprescindible concurso de la Assamblea Nacional Catalana (ANC) y de la Associació de Municipis per la Independència (AMI). Ambas entidades tienen una posición nítida y firme a favor de la independencia de Catalunya. Ambas están libres de servidumbres partidistas. Y las dos gozan de un gran prestigio entre la ciudadanía catalana.
Los argumentos defendidos por la ANC y AMI deben recoger y asumir nuevas aportaciones, bien particulares o bien colectivas de los ciudadanos, para que acaben siendo la guía y el motor que impulse la consecución de la plena soberanía de nuestra nación. Un primer paso ha sido la aprobación parlamentaría de la Declaración de Soberanía de Catalunya. Ahora procede acelerar la construcción de nuevas estructuras de estado. He aquí algunos ejemplos (sin duda mejorables) a sumar a otros muchos: A la policía integral catalana -los Mossos d'Esquadra- debería añadirse una Oficina de Recaudación de Impuestos. La creación debiera ser en principio de facto. Los ciudadanos, empresas e instituciones públicas y privadas, organismos municipales, comarcales y autonómicos, que apoyen y quieran la plena soberanía de Catalunya, deberiamos ingresar todos los tributos, impuestos, tasas y cotizaciones sociales que hasta la fecha recauda el Estado español, en la oficina catalana. Solo que un porcentaje significativo del total de impuestos satisfecho por los catalanes fueran recaudados y administrados por esta oficina, el mensaje hacia el gobierno español sería cristalino y contundente. Y podría desarmarse el chantaje financiero que sufren las finanzas catalanas por la injusta actuación del gobierno moroso del Estado español -recordemos que adeuda a la Generalitat más de 8000 millones de euros-. Paralelamente, con el apoyo de la acción ciudadana, podría proponerse una votación en sede parlamentaria a favor de una declaración de soberanía fiscal, que después daría cobertura legal a la agencia catalana de impuestos. También podría votarse una resolución sobre el entorpecimiento partidista de las sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo, que tanto menudean contra acuerdos o leyes adoptados libremente en Catalunya, declarando la incompetencia de ambos tribunales sobre asuntos catalanes.... Existen un sinnúmero de acciones a realizar a favor de la independencia de Catalunya inspiradas por la sociedad civil, que debidamente canalizadas a través de la ANC y la AMI ayudarían grandemente a la consecución de objetivo de liberación nacional, tan anhelado por la mayoría de ciudadanos catalanes.
Todas las aportaciones encaminadas a fortalecer y acelerar el proceso soberanista catalán requieren un compromiso firme e inquebrantable por parte de los ciudadanos. Ciertamente se trata de acciones que podrían encuadrase dentro de lo que se conoce como desobediencia civil: Insumisión fiscal y constitucional. Desacato. Declaraciones políticas. Movilizaciones. Pero, ¿existe alguna otra forma pacifica de alcanzar la independencia?. El único diálogo que cabe con el gobierno español, visto la experiencia acumulada, consiste en poner fecha al referéndum de autodeterminación. Pero recordemos, el diálogo con España siempre acaba siendo inútil y vacío. En realidad, deviene una simple cháchara. Si los catalanes queremos votar a favor -o en contra- de nuestra independencia de España, en algún momento deberemos romper la baraja española. Puesto que el juego de cartas españolas jugado contra Catalunya, está condicionado desde siempre por naipes burdamente marcados. Además, las reglas del juego suelen ser cambiadas impunemente según los intereses hispanos. En consecuencia, debemos superar esta absurda ludopatía de una vez por todas. Solo cabe proseguir nuestro camino hacia la libertad, con calma, sosiego, tranquilidad, resolución... y premura. Porque el tiempo apremia. Y tenemos prisa. Mucha prisa.
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