Resulta evidente el orgullo europeístico que habitualmente exhibimos los catalanes, incluso con una cierta dosis de irrefrenable arrogancia. Desde la lejana fundación del Mercado Común Europeo siempre hemos mirado embelesados hacia Europa. Al principio sentíamos sana envidia, pués considerábamos que solo en su seno podríamos alcanzar la plenitud democrática, que el franquismo nos hurtaba pertinazmente. También lo hacíamos con ilusión y esperanza, ya que Europa representaba el progreso económico y social que nos permitiría superar el atávico subdesarrollo que, el Estado Español -y dentro de él, Catalunya-, sufríamos desde siempre. Atrasos históricos de todo orden y condición. Posteriormente, ya bajo su amparo, han comenzado a evidenciarse las limitaciones y desequilibrios que surgen irremediablemente en cualquier club formado por estados soberanos, cargados todos ellos de buenas intenciones pero que jamás olvidan sus orígenes constitutivos y sus particularismos nacionales. Así pues, aún resultando compresible que el egoísmo económico individual domine sobre los intereses comunes de todos los miembros del club, este hecho no es por ello menos condenable. Puesto que imperan realmente los intereses económicos, sociales y políticos del estado más poderoso, sobre el resto de socios. En el caso que nos ocupa, Alemania. He aquí la madre del cordero. En su afán por controlar las finanzas, en su empeño por imponer sus principios económicos y sociales y con la convicción que tiene de su relevancia y prevalencia nacional, Alemania y su dilecta hija frau Merkel, están arruinando el sueño europeo. La Unión Europea se está transformando a pasos agigantados en el Gran Fiasco continental.
Ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado soñar ni de lejos que mis convicciones europeístas pudieran verse cuestionadas. Pero lo más preocupante es que esta impresión se extiende entre buena parte de la ciudadanía catalana. Un creciente desapego -uno más- sobre el ideal europeo. Bien sea por causa de la crisis económica, bien por las continuas, torpes y malintencionadas apelaciones que hace España sobre la futura e inevitable expulsión de Catalunya del seno de la UE, lo cierto es que la decepción e irritación hacia ella están aflorando de forma inequívoca y contumaz.
En efecto, la influencia germana sobre la UE está resultando apabullante para el resto de socios. El Banco Central Europeo y el Euro han pasado a formar parte de la idiosincrasia de la Alemania moderna, que se siente dueña y señora de ellos. Es frau Merkel la que impone la política financiera del BCE, para salvaguardar los intereses económicos alemanes, y singularmente los de su banca. Si conviene que los préstamos que se canalizaron desde Alemania hacia los paises del sur reciban las máximas garantías, se cambian gobiernos y constituciones si es menester, y se imponen recortes en sanidad, educación, bienestar social y pensiones en aquellos estados que los recibieron y malgastaron tan alegremente, según criterio germánico. A pesar que fueron debidamente aleccionados a ello, no hace muchos tiempo, a cambio de los pingües beneficios que hincharon -e hinchan todavía hoy- las cuentas de resultados de las avariciosas entidades prestatarias. Reciben pingües beneficios y férreas garantías, prescindiendo de los riesgos que asumieron al concederlos y de los derechos de los ciudadanos cuyos paises son calificados despectivamente como PIGS. Por tanto, dignos de ser humillados inmisericordemente. En mi opinión, son más pigs los directivos que gobiernan las entidades financieras, bien alemanas, bien del resto del continente e incluso mundiales (lease Fondo Monetario Internacional), que los pobres paisanos que ven como sus derechos son esquilmados en nombre de los intereses de la que en el pasado recibiera el pomposo nombre de Heiliges Römisches Reich (del 962 a 1806 A.D). También conocido con Sacro Imperio Romano Germánico, ya que es precisamente esta renacida actitud imperial de los políticos alemanes la que condiciona negativamente el bienestar de todos los europeos -incluyendo los alemanes-. A la emperatriz Angela Merkel, al honorable Wolfgang Schäuble y a todos los cortesanos de la Unión Europea, entre los cuales descuella Mario Draghi en calidad de bufón real, a todos ellos cabría preguntarles: ¿Es la UE en la actualidad un sueño o una pesadilla, para millones de europeos?. ¿No creen que están tensando las cuerdas del bienestar ciudadano hasta extremos insoportables?. ¿Qué les preocupa más, el bienestar de familias, pensionistas, escolares, estudiantes y enfermos, o los intereses monetarios de las entidades financieras que nos han sumido a todos en la miseria social?. ¿No creen que también es necesario implementar políticas económicas que favorezcan la creación de empleo estable y justamente remunerado, junto a la contención de los gastos?. ¿La contención del gasto público no sería más efectiva -y justa- si fuera más realista en cuanto a plazos y flexibilidad en el cumplimiento y en cuanto al reparto equitativo de las cargas?. Finalmente, ¿porqué la devolución de los préstamos a la banca -alemana- tiene prioridad sobre cualquier otra circunstancia?.
Cuando desde la UE se muestren dispuestos a reflexionar y contestar estas y otras muchas cuestiones similares, puede que los ciudadanos ya no queramos escucharles. En realidad, dudo que entre los pensamientos de Bruselas se encuentre dar satisfacción y ser justos con todos los ciudadanos de Europa. Puesto que son incapaces de ver más allá del Euro y la prima riesgo, que tanto bien hacen a las finanzas alemanas; solo entienden de recortes y reajustes indiscriminados en el estado de bienestar de Grecia, Italia, España, Portugal, Irlanda (y próximamente incluso Francia y Alemania).., cuyos recursos económicos (sociales) son convenientemente desviados hacia los bolsillos de usureros disfrazados de banqueros, así como a los de vulgares y facinerosos especuladores -a menudo, banquero y especulador significan lo mismo-. Cuando los leales siervos de la UE recobren el buen juicio -seny en catalán-, será demasiado tarde. Porqué la decepción y el desapego de centenares de miles de catalanes -millones de europeos- resultará irreversible. Habremos llegado a la conclusión que la UE no sirve a los intereses de nuestras respectivas sociedades e individuos. Constataremos que la Unión está en manos de un grupo de ineptos funcionarios al servicio de los poderosos y sometidos a los intereses económicos de las agencias de especulación, de lobbys desalmados, banqueros sin escrúpulos y políticos con tics imperialistas y por tanto, trasnochados y hostiles.
Si les sirve de consuelo, sepan los comisarios europeos que sus políticas económicas son la coartada perfecta que utilizan los gobiernos lacayos de cada estado de la Unión, para justificar lo injustificable ante sus conciudadanos. Así, Europa no solo es vista como globalmente inútil. También la percibimos como una auténtica amenaza y culpable de todas las desgracias que nos afligen: desempleo desbocado y subsidios que tienden a desaparecer; deslocalizaciones por cuestiones puramente salariales -es decir, para que las multinacionales aumente sus cuantiosas plusvalías-; perdida de estabilidad laboral e indefensión legal de los asalariados; pensiones menguantes; precariedad educativa; sanidad universal en declive; y vaporización de las ayudas sociales por la dependencia. Y si la UE es más una carga que un alivio, ya no resulta atractiva. Es una molestia. La Unión Europea resulta una enorme decepción. Un Gran Fiasco.
Ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado soñar ni de lejos que mis convicciones europeístas pudieran verse cuestionadas. Pero lo más preocupante es que esta impresión se extiende entre buena parte de la ciudadanía catalana. Un creciente desapego -uno más- sobre el ideal europeo. Bien sea por causa de la crisis económica, bien por las continuas, torpes y malintencionadas apelaciones que hace España sobre la futura e inevitable expulsión de Catalunya del seno de la UE, lo cierto es que la decepción e irritación hacia ella están aflorando de forma inequívoca y contumaz.
En efecto, la influencia germana sobre la UE está resultando apabullante para el resto de socios. El Banco Central Europeo y el Euro han pasado a formar parte de la idiosincrasia de la Alemania moderna, que se siente dueña y señora de ellos. Es frau Merkel la que impone la política financiera del BCE, para salvaguardar los intereses económicos alemanes, y singularmente los de su banca. Si conviene que los préstamos que se canalizaron desde Alemania hacia los paises del sur reciban las máximas garantías, se cambian gobiernos y constituciones si es menester, y se imponen recortes en sanidad, educación, bienestar social y pensiones en aquellos estados que los recibieron y malgastaron tan alegremente, según criterio germánico. A pesar que fueron debidamente aleccionados a ello, no hace muchos tiempo, a cambio de los pingües beneficios que hincharon -e hinchan todavía hoy- las cuentas de resultados de las avariciosas entidades prestatarias. Reciben pingües beneficios y férreas garantías, prescindiendo de los riesgos que asumieron al concederlos y de los derechos de los ciudadanos cuyos paises son calificados despectivamente como PIGS. Por tanto, dignos de ser humillados inmisericordemente. En mi opinión, son más pigs los directivos que gobiernan las entidades financieras, bien alemanas, bien del resto del continente e incluso mundiales (lease Fondo Monetario Internacional), que los pobres paisanos que ven como sus derechos son esquilmados en nombre de los intereses de la que en el pasado recibiera el pomposo nombre de Heiliges Römisches Reich (del 962 a 1806 A.D). También conocido con Sacro Imperio Romano Germánico, ya que es precisamente esta renacida actitud imperial de los políticos alemanes la que condiciona negativamente el bienestar de todos los europeos -incluyendo los alemanes-. A la emperatriz Angela Merkel, al honorable Wolfgang Schäuble y a todos los cortesanos de la Unión Europea, entre los cuales descuella Mario Draghi en calidad de bufón real, a todos ellos cabría preguntarles: ¿Es la UE en la actualidad un sueño o una pesadilla, para millones de europeos?. ¿No creen que están tensando las cuerdas del bienestar ciudadano hasta extremos insoportables?. ¿Qué les preocupa más, el bienestar de familias, pensionistas, escolares, estudiantes y enfermos, o los intereses monetarios de las entidades financieras que nos han sumido a todos en la miseria social?. ¿No creen que también es necesario implementar políticas económicas que favorezcan la creación de empleo estable y justamente remunerado, junto a la contención de los gastos?. ¿La contención del gasto público no sería más efectiva -y justa- si fuera más realista en cuanto a plazos y flexibilidad en el cumplimiento y en cuanto al reparto equitativo de las cargas?. Finalmente, ¿porqué la devolución de los préstamos a la banca -alemana- tiene prioridad sobre cualquier otra circunstancia?.
Cuando desde la UE se muestren dispuestos a reflexionar y contestar estas y otras muchas cuestiones similares, puede que los ciudadanos ya no queramos escucharles. En realidad, dudo que entre los pensamientos de Bruselas se encuentre dar satisfacción y ser justos con todos los ciudadanos de Europa. Puesto que son incapaces de ver más allá del Euro y la prima riesgo, que tanto bien hacen a las finanzas alemanas; solo entienden de recortes y reajustes indiscriminados en el estado de bienestar de Grecia, Italia, España, Portugal, Irlanda (y próximamente incluso Francia y Alemania).., cuyos recursos económicos (sociales) son convenientemente desviados hacia los bolsillos de usureros disfrazados de banqueros, así como a los de vulgares y facinerosos especuladores -a menudo, banquero y especulador significan lo mismo-. Cuando los leales siervos de la UE recobren el buen juicio -seny en catalán-, será demasiado tarde. Porqué la decepción y el desapego de centenares de miles de catalanes -millones de europeos- resultará irreversible. Habremos llegado a la conclusión que la UE no sirve a los intereses de nuestras respectivas sociedades e individuos. Constataremos que la Unión está en manos de un grupo de ineptos funcionarios al servicio de los poderosos y sometidos a los intereses económicos de las agencias de especulación, de lobbys desalmados, banqueros sin escrúpulos y políticos con tics imperialistas y por tanto, trasnochados y hostiles.
Si les sirve de consuelo, sepan los comisarios europeos que sus políticas económicas son la coartada perfecta que utilizan los gobiernos lacayos de cada estado de la Unión, para justificar lo injustificable ante sus conciudadanos. Así, Europa no solo es vista como globalmente inútil. También la percibimos como una auténtica amenaza y culpable de todas las desgracias que nos afligen: desempleo desbocado y subsidios que tienden a desaparecer; deslocalizaciones por cuestiones puramente salariales -es decir, para que las multinacionales aumente sus cuantiosas plusvalías-; perdida de estabilidad laboral e indefensión legal de los asalariados; pensiones menguantes; precariedad educativa; sanidad universal en declive; y vaporización de las ayudas sociales por la dependencia. Y si la UE es más una carga que un alivio, ya no resulta atractiva. Es una molestia. La Unión Europea resulta una enorme decepción. Un Gran Fiasco.
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