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dilluns, 20 d’agost del 2012

CONFRONTACIÓN, CHIRRIDOS Y CHOQUES.

El nerviosismo entre las filas del nacionalismo español va in crescendo. El Partido Popular es plenamente consciente que el catalanismo ha decidido tomar las riendas de su propio destino. Las ansias de independencia en Catalunya no paran de crecer y robustecerse. Resultan ya imparables. En consecuencia, los populares no tienen más argumentos políticos para combatir lo inevitable que la amenaza, la critica desmesurada y una desaforada demonización contra aquellos que solo deseamos que nuestra nación, Catalunya, alcance por fín la libertad, la justicia y recuperar la prosperidad económica y social, hurtadas y malbaratadas durante los pasados trescientos años, a causa de los intereses coloniales españoles. Los últimos tres siglos han sido para Catalunya un auténtico via crucis, jalonado de persecución lingüística, colonialismo cultural, acoso judicial, expolio económico, imposiciones administrativas y sometimiento político a la España genuinamente castellana. Catalunya, como cualquiera otra colonia que haya existido, ha tomado plena conciencia del perjuicio que la metrópolis española, ha causado y causa a los ciudadanos que la habitan. Ha sido y es imposible convivir en paz, con respeto, prosperidad, libertad y justicia, subsumidos dentro de un estado agresivo y profundamente hostil. Un estado ensimismado en sus complejos, intolerante a la diferencia y avasallador con las lenguas y culturas no castellanas. Un estado egoísta, ávido de riquezas ajenas y predispuesto a la ostentación, ensoberbecido por un pasado construido por la fuerza de la espada y la cruz. Mandobles y estacazos como argumentos de conquista, dominación e imposición.

El nacionalismo ultramontano que practica el Partido Popular, en la actualidad sin el menor disimulo, deviene como una interminable sucesión de amenazas y chantajes hacia Catalunya, en un desesperado y vano intento de parar lo imparable. Rajoy, Montoro, Cospedal, Sanchez-Camacho, Beteta, ... Todo personaje popular que se precie y se crea minimamente legitimado, por el partido o el Gobierno, no ahorra críticas, reconvenciones, impertinencias y manipulaciones contra Catalunya y la Generalitat, a la espera que sirvan para frenar los impulsos soberanistas que tan desinhibidamente manifestamos los catalanes. Al fín y  al cabo, los catalanes hablan catalán, para fastidiar, piensan algunos españoles con el estupor reflejado en el rostro. ¿Como es posible que prefieran su idioma, pudiendo utilizar el castellano?, se preguntan estupefactos. ¡En el Estado solo existe la nación española!, exclaman con feroz altanería. En definitiva, ante el catalanismo, los nacionalistas españoles ven alterados sus esquemas mentales, sienten violentadas sus creencias y principios y perturbada la cosmovisión de su irreal mundo.

Alicia Sanchez-Camacho ha lanzado el enésimo ultimátum a Artur Mas. Amenaza con retirar el soporte parlamentario si no abandona la agenda de confrontación. "No juegue con fuego", espeta. Por fín parece que se ha dado cuenta cuales son los vientos que soplan en Catalunya. "Si el Gobierno de CiU solo tiene como prioridad una agenda de confrontación y enfrentamiento con el Gobierno de España y una agenda donde la prioridad sea llevar a Catalunya a la separación de España, el PP no podrá dar soporte". La señora Sanchez-Camacho muestra con estas palabras la desazón que la acongoja. Afloran en ella todas las frustraciones y complejos inherentes a la condición de genuino nacionalista español. Catalunya, no olvidemos, es considerada por los españoles de bien, como una mera región de España, a la cual debe extirparse cualquier signo visible que pudiera ser percibido como no estándar, es decir, fuera de los cánones secularmente establecidos como propios de la hispanidad. Por ejemplo, siempre y a toda hora, la lengua catalana -odiosa característica a eliminar-. Y en nuestros días, además, el non nato pacto fiscal. Esta reivindicación ha pasado al primer lugar en el secreto ranking de espantos españoles. Así parece desprenderse por las reacciones desatadas en muchos dignatarios populares. Por ejemplo, la atribulada secretaria general de PP, María Dolores de Cospedal: "Ahora no es el momento de las reivindicaciones nacionalistas ni de los chantajes y las amenazas". "Estas actitudes son las que tanto daño hacen a la imagen exterior de España", proclama sin ruborizarse, al tiempo que afirma que no es momento "de la desunión, sino que es tiempo de la unidad y de luchar todos juntos". 

La petición de justicia fiscal para Catalunya es calificada como chantaje y amenaza. ¡Y tanto el uno, como la otra son de utilización habitual y normalizada en el seno del Gobierno de España y del partido que lo sustenta!. ¡Qué son sino las invectivas del ministro Montoro, las advertencias del secretario Beteta o las indefiniciones del señor Rajoy!. El secretario de Estado, Antonio Beteta acusa a las comunidades autónomas de "cometer el error de querer ser mini-Estados". ¡Y lo dice uno que fué virrey de finanzas en el Gobierno de la Comunidad de Madrid  (cuna del escándalo BANKIA y escenario principal del inconmensurable caso Gürtel)!. Consejero responsable (y artífice necesario) de la ocultación del 50% del déficit público de la autonomía madrileña. Mano derecha e izquierda de la presidenta de la comunidad auto-calificada como faro, guía y ejemplo de buen gobierno, bajo el reinado de la aristocrática y dicharachera Esperanza Aguirre. Del daño a la imagen exterior de España saben un montón  Montoro, De Guindos y el mismísimo Rajoy, además de Aguirre y Beteta. La idea de unas comunidades autónomas culpables de todos los despilfarros, excesos y déficit del mundo mundial, la han exportado especialmente estas personalidades con la ayuda del resto del ejecutivo español, bajo la guía, estímulo y publicidad de la prensa de ámbito nacional y destacados periodistas de ámbito madrileño, adscritos a la popular caverna mediática. Todos ellos más dispuestos a vaporizar el título VIII de la Constitución, que trabajar a favor de la superación del crac económico del Estado. Crisis económica que merced a su inestimable participación, ha devenido también como política, social e institucional. Y es bueno recordar que el rescate europeo solo afecta a las finanzas. La política -los políticos-, la sociedad y las instituciones deberán ser rescatadas por los españoles. Y por el momento, esto parece fuera de su alcance e intenciones.

Y bien. Después de toda esta ostentación nacional-españolista, rancia y cutre, exhibida por el Gobierno de España, por los populares y también por muchos supuestos socialistas, ¿como reaccionan la Generalitat y las formaciones políticas inequívocamente catalanistas?. En principio, los partidos denuncian el burdo intento de dividir a la sociedad catalana para propiciar la confrontación en su seno. Los argumentos utilizados por las huestes conservadoras (y progresistas) en su combate anti-pacto fiscal, ha merecido la contundente respuesta de Jordi Turull, portavoz de CiU en el Parlamento catalán: "Yo les invitaría a enseñar este argumentario a sus compañeros del País Vasco, a ver qué piensan ellos". El resto de formaciones catalanas se muestran asimismo inflexibles con las intenciones españolas de aplicar la vieja táctica de divide y vencerás dentro de la sociedad catalana. Ante la previsible ruptura de las relaciones políticas entre populares y convergentes, el gobierno catalán está explorando nuevas alianzas -fundamentalmente con ERC- para afrontar el duro embate con el Estado español, durante la posible negociación del pacto fiscal y, caso de fracaso (lo más probable), la convocatoria de elecciones anticipadas de carácter plebiscitario, que servirán para recavar de la ciudadanía los apoyos mayoritarios para la consecución del anhelado estado propio. "Una opción ante esta posibilidad -el fracaso- sería la expresión de la soberanía del pueblo de Catalunya y un posible escenario sería avanzar las elecciones", ha declarado Josep Rull, secretario de organización de CDC. Este proceso hacia la autodeterminación del pueblo catalán, resulta el escenario más factible -y más honesto- ante el encontronazo que se está produciendo entre la Generalitat y el Gobierno del Estado. Entre Catalunya y España.

Este escenario de confrontación también es contemplado por periódicos como El País  y La Vanguardia, en sendos artículos publicados el domingo 6 de agosto. Incluso el Financial Times, el 15 de agosto, bajo la firma de David Gardner, publica un largo y documentado articulo titulado España: La autonomía bajo el fuego, que menciona el revisionismo autonómico del PP como la causa principal de las tensiones entre regiones y gobierno central, política que aviva el independentismo. Denuncia que los populares ideologicamente detestan el sistema autonómico, que quieren reducir y recentralizar. Estas intenciones "pueden socavar el acuerdo constitucional que llevó a España de la dictadura de Franco a una democracia vibrante y avivar la demanda de independencia del País Vasco y de Catalunya". David Gardner añade "en Catalunya el clamor por la independencia se ha desplazado de la periferia política a las personas con corbata". El periodista explica que el déficit fiscal catalán asciende a 18.000 millones de € y recoge opiniones de políticos y economistas que afirman que el Gobierno catalán quiere unas competencias que no caben en España y que el Gobierno del Estado no solo rechaza esta mayor demanda de autogobierno, sinó que aprovechará para reducirlo.

Todo nos conduce al choque de trenes. No es probable que nadie quiera aflojar la marcha. El  agudo chirrido de máquinas a toda velocidad sobre los raíles se empezará a oir con nitidez y creciente estruendo a partir del próximo 12 de septiembre, día después de la gran manifestación independentista celebrada en la Diada Nacional de Catalunya.  Y será así puesto que España no frenará; por egoismo, por intransigencia y por soberbia. Los catalanes no lo haremos por avidez de justicia, por dignidad nacional y por perentoria necesidad económico-financiera. Catalunya no puede continuar como hasta ahora. Hacerlo, seria el fín como nación. Y España deberá aprender a vivir sin Catalunya. Es de esperar (y desear) que los españoles aprovechen la coyuntura para regenerar la vida política, económica, social e institucional de su Estado. Por nuestra parte, en Catalunya estaremos muy ocupados en aprender a vivir disponiendo de la totalidad de nuestros propios recursos económicos, con una legislación y una judicatura a nuestro favor, con una renovada actividad política y con un nuevo y joven Estado favorable, al servicio de nuestra Nación. En paz y libertad. Soberanos e independientes. Como nuestros vecinos, franceses y españoles. Como el resto de las naciones libres y soberanas de Europa y del resto del Mundo.

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