BANKIA necesita, hasta el momento, casi 25.000 millones de € de dinero público, para intentar subsistir como entidad financiera, capaz, seria y formal. El déficit de la Comunidad de Madrid, región que se considera así misma como ejemplo de eficacia y solvencia, se ha doblado, pasando del 1,1% al 2,2% del PIB, después de reconocer la ocultación de más de 2.000 millones de € en las cifras preliminares comunicadas al Gobierno. La ciudad de Madrid acaba de ser nominada como candidata para albergar los Juegos Olímpicos de 2020, a pesar de acumular una deuda de 7.000 millones de € en sus finanzas municipales. Tres ejemplos, circunscritos todos ellos a la capital del cada día más irrelevante Reino de España, demostrativos de la profundidad de la crisis existencial que atraviesa Madrid y, cosas que tiene el centralismo, proyectada al conjunto del Estado. La ineficacia del Gobierno de España arrastra tras de sí al resto de instituciones estatales, autonómicas y municipales, sin posibilidad de escapar de este centrado, poderoso y destructivo vórtice, que succiona a la vez que expulsa todo aquello que se halla bajo su influencia. No se trata solo de una crisis financiera. Abarca al resto de la economía, a la política, al mundo de la información y a la sociedad en general. También a los valores y conceptos tales como libertad, justicia, e incluso a la democracia. Hasta alcanzar a toda la ciudadanía del Estado, que se muestra perpleja y atribulada por la cantidad de cosas que le está pasando.
Resulta sintomático (de la decadencia española) todo lo acontecido entorno la final de la Copa de España. Al principio, la designación del escenario deportivo se convirtió en un mal sainete madrileño. El estadio madridista fue finalmente desechado a favor del campo del Atlético de Madrid. El Real Madrid no quería que el Barça y el Athletic Club de Bilbao, mancillaran su feudo y pretextó obras inaplazables para negar el uso de sus instalaciones a la Federación Española de Fútbol, organizadora de la competición. Los días previos a la final estallaron los escándalos BANKIA y déficit oculto de la Comunidad de Madrid. Y los elefante africanos sufrieron una sentida baja entre los miembros de sus apacibles manadas. La presidenta madrileña, alarmada ante la avalancha de críticas y reproches que se le venían encima, y haciendo honor a su peculiar forma de entender la res publica, optó por envolverse con la bandera rojigualda y en un alarde de españolísimo victimismo nacionalista, mostró la gran turbación que le producían los seguidores vascos y catalanes, los cuales habían amenazado con repetir el espectáculo exhibido tres años atrás, en similares circunstancias: anunciaban una sonora pitada a los acordes de la Marcha Real. Con la consabida rasgadura de vestiduras, semblante ofendido y patriótico disgusto, Esperanza Aguirre se proclamó partidaria de suspender el encuentro de fútbol y de utilizar el Código Penal contra los supuestos instigadores de la posible acción. ¡Y se quedó tan ancha!. No se le ocurrió apelar a la libertad de expresión, ni contemplar la presunción de inocencia. Ni siquiera respetó los derechos civiles de los ciudadanos, acusándoles poco menos que de ser energúmenos. Nada de nada. Pues, ¿que culpa tenían Athletic y Barça de los actos de protesta anunciados?. ¡Ojalá todos los seguidores del Barça fueran "condenados separatistas"!. Ni tan solo criticó el aval judicial obtenido por la manifestación fascista convocada el mismo día del partido, cuyos panfletos instaban a "acabar con los enemigos de la Patria, que atacan al Estado e impiden el resurgir de la Nación Española. Nuestra generación debe terminar la ardua tarea que nuestros antepasados empezaron. ¡A por ellos!." Calificaban a Catalunya y País Vasco como cánceres, culminando su agresivo desvarío afirmando:"Pero si hay algo más perverso que el nacionalismo vasco es el catalán, padre de todos los separatismos que amenaza ... la indisoluble unidad de la Patria". Por fin, exigían que los manifestantes entonaran la melodía del himno falangista "Cara al Sol", con la letra siguiente: Catalán, que injuriaste la bandera // que yo he jurado defender // Morirás como una fiera // por traidor a mi fe // Catalán, judío y renegado // pagarás los daños que has causado // ¡Arriba, escuadras a vencer, // que en España empieza a amanecer!. ¿Es así como entiende la justicia castellana la libertad de expresión, el derecho de manifestación?. ¿Qué opinión le merece a la indignada presidenta las actuaciones y amenazas de la extrema derecha madrileña, contra vascos y catalanes?.
El resultado alcanzado por la verbenera presidenta, ha sido propiciar y magnificar el rotundo éxito de la bronca futbolera, de la entusiasta profusión de banderas esteladas, así como de los ecológicos cánticos pro-elefantes; y de los emocionados, rítmicos y sonoros gritos de in-inde-independen-cia proferidos durante el partido de fútbol. Y alentar la ferocidad del fascismo más salvaje que sienta sus reales en Madrid. Además, BANKIA, el déficit oculto de la Comunidad y la deuda acumulada por la ciudad aspirante a la olimpiada, han logrado encaramarse a la primerísima pagina de todos los medios de comunicación, madrileños, españoles, catalanes, europeos y del resto del Mundo. ¡Enhorabuena, señora Aguirre. Un incendiario no hubiera prendido las llamas con mejores resultados!.
El centralismo genético que padecen las preclaras personalidades que rigen los destinos del Estado Español, ahora y siempre, es la causa que estos acontecimientos típicamente madrileños hayan devenido como definitorios de España. Así, el juguete roto que resultaba Caja Madrid en manos de los políticos del Partido Popular y la henchida soberbia que exhiben habitualmente, se transmutó en una especie de buque insignia financiero -con flotabilidad cero-, que pretendía convertir BANKIA en la primera y más grande e importante entidad financiera del Estado Español. Como no, dentro del sistema bancario más sólido y centrado que el mundo mundial ha conocido. No importaba como se alcanzaría tal primacía. Tampoco importa si ha acabado naufragando estrepitosamente. Sabido es que si a un cojo se suma otro cojo (Bancaja valenciano, también Popular), no se obtiene un sano, sino dos tullidos. En su afán de pretenciosa superioridad financiera y económica, Esperanza Aguirre y sus compinches optaron por la manipulación política (¡quién sabe si incluso dolosa...!) y escasamente profesional de Caja Madrid-BANKIA (y otras entidades). Y de todo lo que colgaba de ellas (Iberia, Realia, Metrovacesa, inmuebles, terrenos, impagados, hipotecas, etc...). También optaron por ocultar el déficit público en las finanzas de la Comunidad, tal vez avergonzados por aparecer ante sus conciudadanos como gestores poco ejemplares y por tanto, nada envidiables. No les importó un pimiento que su estúpida decisión acarreara la desconfianza de los mercados, de la UE y de frau Merkel y causara las hirientes comparaciones con la nefasta génesis económico-financiera que sufre Grecia. Ante todas estas circunstancias de directa responsabilidad del Partido Popular, ayer en la descarnada oposición, hoy en el desnortado gobierno del Estado, y con la inestimable complicidad socialista, otrora en el poder, ora en la oposición, Esperanza Aguirre y los suyos optaron por aventar humo y cenizas a los ojos de toda la sociedad, para cegarla, ocultando su incapacidad como gobernantes. Por cierto, maniobra recurrente del nacionalismo español más cutre, bien aireando humo e irritación para ocultar sus vergüenzas, bien esparciendo su propia mierda y miserias, sobre los adversarios. Quiso disimular la histórica negligencia de su partido, de su gobierno y de su ruin proceder, apelando a Dios, la Patria y el Rey. Le salió rana y además, fascista. Y las miserias del centralismo español, ha renovado su plena vigencia, para desgracia de su España eterna.