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dissabte, 22 de gener del 2011

LENGUAS, FALACIAS Y MENTIRAS.

VIERNES 19 DE NOVIEMBRE DE 2010

Es corriente que aquellos que defienden apasionadamente el bilingüismo, la libertad de elección del castellano o del catalán, que se posicionan contra la inmersión lingüística, se proclaman a la vez como respetuosos y amantes de la lengua catalana, eso sí, defendiendo imperiosamente la libertad del individuo para elegir la lengua con la que vivir en esta sociedad bilíngüe en la que estamos instalados.

Como es evidente, no son conscientes de las incongruencias, de las falacias, del cinismo que tales argumentos contienen. Existe un determinado grupo de personas que para defender sus opciones puramente políticas son capaces de distorsionar conceptos y palabras, de cambiar definiciones, de manipular y mentir sin rubor ni pudor, con el único objeto de aparecer ante el resto de humanos como poseedores de la verdad absoluta, de la razón y del sentido común, inalcanzable para el resto de la humanidad. Con lo sencillo que les sería reconocer, sin más, que su elección es política. Única y legítimamente política. Pero ello sería tanto como reconocerse nacionalistas españoles y ya se sabe que si de algo reniegan y se avergüenzan es, precisamente del nacionalismo español, que practican intensamente no solo en materia lingüística, sino que también en la cultura en general, en el deporte, en la economía, etc... En sus delirios hipernacionalistas, son capaces de negar al catalán como lengua propia de Catalunya, predicando que esta es una sociedad que tiene dos lenguas propias y por tanto, preferentes. Naturalmente, con este argumento podríamos llegar a la conclusión  que el castellano no es la única lengua propia de Castilla, ya que siendo Castilla "tan española como Catalunya" y siendo el catalán tan español como el castellano, las lenguas propias de Castilla son el castellano (español) y el catalán (español). Por tanto, es tan preferente el catalán como el castellano (en Castilla). ¿No resulta absurdo y falaz tal silogismo?.

Otro tema que "bordan" es el de la lengua oficial y por tanto común de todos los súbditos hispánicos. Basan sus argumentos en la sacro santa constitución española, monolito imperecedero, inamovible y de origen cuasi divino. Como el español es oficial en todo el estado, es propio de todo el estado y por tanto preferente. Ahora ya no se trata de la libertad de elegir la lengua vital de las personas. Para que ello sea así, han promulgado centenares de leyes, reglamentos, ordenes y recomendaciones, al objeto de que el castellano no pierda la posición preeminente respecto a las otras lenguas de la península. Han vestido un  arsenal de legislación para que este idioma no se pierda a causa de su "fragilidad" ante el catalán, el gallego y el vasco. Es decir, no esconden el terrible complejo de inferioridad de su "no nacionalismo", desconfiando de la indudable y merecida fortaleza que afortunadamente goza el español, no solo en la península, sino en el mundo entero.

A causa de sus convicciones no dudan en interponer recursos de inconstitucionalidad contra la ley de consumo, contra el uso del catalán en ayuntamientos y diputaciones. Combaten con saña la inmersión lingüística, la ley del cine en catalán. Claman contra las subvenciones a entidades catalanistas (Omniun), se rasgan las vestiduras porque la televisión pública catalana utiliza únicamente el catalán. Apelan a un supuesto bilingüismo que, por cierto, solo practican los catalano-parlantes. No tienen en cuenta qué nos cuesta a cada ciudadano, también y sobretodo a los catalanes, por ejemplo, el mantenimiento de la Real Academia o del Instituto Cervantes.

No vale la pena apelar al sentido común. Sus argumentos no van dirigidos a defender la libertad de los ciudadanos. No defienden la promoción del catalán de forma amable, sin imposiciones. No claman contra les leyes y reglamentos de consumo que obligan (y multan) a etiquetar en castellano. Solo las multas que se ponen a los que no quieren rotular, al menos en catalán (y no por hacerlo en castellano), merecen su atención. Por cierto, ya va siendo hora de que se diga que los comerciantes que solo quieren rotular en castellano lo hacen únicamente por motivos políticos.

Repito, no vale la pena apelar al sentido común. Solo se trata de posiciones nacionalistas españolas y argumentos puramente políticos, ajenos a los derechos y libertades que dicen defender. Por tanto, solo se puede utilizar la política para combatirlos con éxito. No es un problema jurídico ni de tribunal constitucional.

Por tanto solo con una realidad acorde con los intereses de Catalunya y de los catalanes, se podrán vencer las mentiras y falacias de esta España casposa y cavernaria que ellos representan. Y esa realidad solo puede venir de la independencia, de la plena soberanía. Ni más, ni menos.  

        

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